He reflexionado mucho sobre lo que yo llamo “el Arquetipo del Buen Templario”. No deja de llamar poderosamente mi atención la atracción surrealista que esta Orden provoca en todas las naciones, en todos los momentos, en todas las clases sociales. Trascendiendo incluso la verdad estrictamente histórica, olvidándose muchas veces que –contextualizando en su época- estos monjes-soldados, ultracatólicos por un lado, supieron tejer intrigas, interpretar muchas veces las enseñanzas cristianas y los mandatos vaticanos conforme a su idiosincrasia y su conveniencia y ocultar secretos. Muchos secretos.
Ninguna nota, ni siquiera un libro puede agotarlos a todos. Y constantemente este mediocre autor se encuentra hallando nuevos enigmas. Lo dejé expresado en otra nota tiempo atrás: la creciente evidencia que el 12 de octubre de 1307 (es decir, la víspera que se ejecutara la detención de todos los templarios posibles en continente europeo) la flota templaria, amarrada en el puerto francés de La Rochelle, levó anclas con destino desconocido. Jamás regresó ni atracó en otro puerto. Y si presumiblemente partieron hacia América –dadas las semiplenas pruebas existentes no solamente en el sentido que conocían este continente sino que, de hecho, era la fuente de las ingentes cantidades de plata que introdujeron en el continente europeo- y en consecuencia, al hacerlo un día antes de la captura masiva no es casualidad sino que huyeron a tiempo… ¿porqué no se pusieron a salvo todos los Templarios?. ¿Porqué tantos (comenzando con su Gran Maestre, Jacques de Molay), se dejaron capturar, sabiendo el enorme riesgo que sus vidas corrían y que penosamente así ocurriera? ¿Se entregaron en “sacrificio”?. ¿Hay aquí un persistencia en el seno Templario de las enseñanzas Cátaras?.
Recordemos que en Montségur, por ejemplo, entre mayo de 1243 y marzo de 1244, numerosos cátaros fueron sitiados en el castillo ubicado en esa montaña y pese a que se les ofreciera rendirse (e, incluso, pocas noches antes del desenlace dos “hermanos” huyeron descolgándose por los precipicios con “algo” aún desconocido), más de doscientos “perfectos”, hombres y mujeres, terminaron por entregarse a la muerte arrojándose voluntariamente en una gigantesca hoguera al pie de aquél. Aún se les recuerda en el “Prat des Cremats” (“campo de los Quemados”). Uno tiene la intensa sensación que la filosofía que llevó a esos Templarios a entregarse mansamente a su Destino (ellos, los guerreros más feroces) parece estar imbuido de profundo Catarismo… Incidentalmente, recordemos que cuando iglesia y estado francés decretaron la “Cruzada Albigense” (el exterminio cátaro) los Templarios, tan católicos ellos según afirmaban, se negaron a participar…
Como dije, no puede agotarse todos los misterios, acertijos, arcanos de los Templarios en un único artículo (para colaborar un poco, la lista de enlaces que acompaña al pie guiará al lector curioso en algunos de nuestros trabajos al respecto). De modo que lo que aquí trataré es de señalar un hecho inquietante. Uno solo, para que usted extrapole sus propios razonamientos.
Bernardo de Claraval, uno de los fundadores de la Orden, inspirador de su “Regla”, luchador incansable por imponerla en el Vaticano, fue íntimo amigo –y de hecho, biógrafo- de Malaquías de Armagh (1094-1148), irlandés que llegara a Arzobispo y que pasó a la historia como “San Malaquías”. Sí, el autor de las conocidas “Profecías de San Malaquías”.
Recordemos que según sus defensores (pues también tiene sus detractores) Malaquías redacta las profecías y se las entrega en custodia al Papa y es recién en el siglo XVI que son publicadas, aunque se sobreentiende previamente expurgadas por la Inquisición. Del último Papa –que por la secuencia histórica correspondería, según algunos exégetas, al actual, Bergoglio (“Francisco”) y según otros, basándose en depuraciones cronológicas, al inmediato siguiente- escribe:
- Petrus Romanus qui paicet oues in multas tribulationibus: quibus tranfactis ciuitas fepricollis diruetur, y Iudez tre medus iudicabis populum fuum Finis. “In plecusione extrema SER fedebit”,
- “Durante la última persecución de la iglesia santa romana se sentará, Pedro Romano, que nutrirá a su rebaño entre muchas tribulaciones. Cuando serán finalizadas, la ciudad de las siete colinas será destruida y el temible juez juzgará a su pueblo, que así sea”. “En persecución extrema la Santa Iglesia de Roma, reinará”.
Pero entre esas depuraciones se dice que se elimina una frase: “caput negrum”, que apareciera en las primeras ediciones y ya en el siglo siguiente fuera eliminada. Y esto, según los autores, o bien porque se identifica con la idea de un “Papa negro” (debería ser bastante revulsivo a esa
época pensar que un prelado de piel negra pudiera ser jerarca de la iglesia, no hablemos ya del papado) o bien por una lectura más detallada: la que dice que no se trata de un pontífice de piel negra sino de un hombre de la Compañía de Jesús. Un jesuita. Y esto debía ser más chocante aún para los hombres del Vaticano porque aún estaban frescas (la primera edición pública de las “Profecías de Malaquías” son de 1595) las palabras de Nostradamus (1503-1566) quien en sus “Cuartetas” (X, 91), escribiera:
“Clero romano, en el mil cien y nueve/en el año nuevo (o cumbre del año) hará la elección/de uno de la Compañía gris negra/que jamás fue tan maligno”.
Dado que Michel de Notre Dame vive en el siglo XVI, es obvio que no se refiere al año 1109. Otra deberá ser la datación que deberá buscarse. Lo cierto es que si dos “referentes” no sólo de peso académico (Nostradamus) sino también ecleciástico (Malaquías) y popular (ambos) parecían coincidir en este punto, era imperativo quitarle presión. Era una época en que la Compañía de Jesús venía ascendiendo vertiginosamente en su expansión geopolítica y económica además de tomar bajo su égida los principales centros científicos de la época. En América –en Sudamérica, principalmente- prácticamente crearon un “estado dentro del estado” con autoridad absoluta sobre decenas de miles de nativos en la región, justamente, de las “Misiones”, hoy la nación del Paraguay, parte del Brasil y las provincias del Norte de Argentina, así como en la mediterránea Córdoba. Todo ello conspiró para su expulsión en 1767. Y aquí debemos detenernos por la tentación literaria en extendernos en esta relación sobre los Jesuitas y su vínculo con los Templarios: si bien la Orden fue fundada en 1535, muchas características hacen pensar que fue heredera de los del Temple.
Recordemos que –de esto hablaremos en detalle pronto- los jesuitas fueron realmente los propagadores de la Masonería a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII y ante la imposibilidad de dominarla se transformaron a principios del XIX en sus mayores enemigos. Digo esto para señalar como esta Compañía –que, como hemos comentado en otra parte, estuvo detrás del nacimiento de numerosas sectas y “grupos espirituales”, muchos anticlericales, a fin de crear enemigos gracias a los cuales pudieran justificar su poder creciente- no repara en mientes para cambiar de sayo si la ocasión amerita. Entonces, esa relación personal entre Malaquías y Bernardo de Claraval adquiere otra dimensión. Si ambos fueron portavoces de contenidos que les trascendían históricamente, el “Papa negro” adquiere otra perspectiva: poner a uno de los “suyos” –y esa “pertenencia” en tanto miembros de alguna Sociedad que nos es desconocida, y donde los términos “templario” o “jesuita” pueden ser meras cubiertas, disfraces ocasionales- en el trono de Pedro para luego… ¿destruirla?. No lo creo. Esa conclusión sería la de un católico. Más aún, la de un católico ferviente del siglo XVI.
Propongo otra teoría:
Como alguna vez relaté, estoy convencido que la Iglesia Católica (en su surgimiento, intereses, estructuras, etc.) fue la oportuna transformación de un decadente Imperio Romano que ya perdía hegemonía geopolítica, mutando así a un “imperio espiritual” que, de hecho, le permitió crecer hasta donde los viejos emperadores jamás hubieran soñado llegar. En esa proyección, el crecimiento y expansión de la Iglesia Católica –tal como la conocemos- ha alcanzado un “techo”. Y “transformarse” no consiste en relajar y flexibilizar el Dogma o los rituales. El “salto” debe ser volver a transformarse dramáticamente, como hicieran en el siglo IV. Mil seiscientos años después, esta transformación es hacer de los inmensos recursos financieros, logísticos, humanos de la Iglesia Católica nuevamente un Imperio geopolítico. Y allí están disponibles América y África. Así, con un adecuado populismo demagógico, militantes partidarios bien intencionados pero literalmente empobrecidos (material e intelectualmente) en unas pocas décadas y mucho dinero el objetivo es posible. Sólo se necesita autoridades en el Papado dispuestas a ejecutar el cambio, a llevar al extremo la “excusa espiritual” como herramienta del verdadero objetivo: el Poder a secas y en toda su expresión.
De manera que si esta teoría es correcta y es parte de un Plan que existe no solamente desde el “nacimiento” de la Iglesia Católica sino seguramente desde mucho antes aún (ya desde que se planificó que el vetusto Imperio Romano se convirtiera en Iglesia), es posible que hombres que deberían influir en “movimientos” de la Iglesia (Malaquìas) o en sus “ramas operativas” (Bernardo de Claraval) fueran transmitiendo anticipos del Gran Plan y creando las estructuras para hacerlo realidad.
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Amigo Gustavo, has escrito algo muy inexacto: «…este mediocre autor». Si no fueras un gran comunicador, ¿crees que te leeríamos? Ahora un texto de dos líneas es demasiado largo, solo vale la foto, y si llegan a leer el título (aun que no lo entiendan), ya es todo un éxito.
Y los templarios quizá se tomaban más en serio ser cristianos que católicos. Que yo sepa, nunca pelearon con otros cristianos, por herejes que fueran, como los cátaros. Ni siquiera se defendieron cuando los detuvieron para torturarlos y llevarlos a la hoguera.
En cuanto a San Malaquías, Nostradamus y demás «Profetas», como Parravicini, posiblemente fueran capaces de percibir la «resaca del futuro», como decían Pauwels y Bergier. Interpretarla ya es otra historia…
Me ha encantado lo de la Iglesia Católica como continuación del Imperio Romano. Y el siguiente paso :-[
¿Recuerdas que la «Historia de Montserrat» que leíste no mencionaba la visita de Ignacio de Loyola? Antipatía entre benedictinos y jesuitas… ¿o colaboradores en secreto? Los dos llevan hábitos negros; los jesuitas dan la cara y se llevan la fama, dejándoles el camino libre a los benedictinos. (Me había leído todas las novelas de Bond, James Bond).
He disfrutado con tu Arcano Templario, gracias «mediocre autor» 😉
Un abrazo, Josep
Gracias Josep querido, aunque estás demasiado influenciado por el afecto mutuo.
Lo que dices de Ignacio de Loyola en Montserrat es más que interesante. Si bien no lo comento en este artículo, una de las cosas que descubrí impulsado por tu observación es que no solamente visitó Motserrat; fue el lugar de su «transformación», pues fue allí con sus armas de soldado y donde decidió hacer sus votos monacales. No es un detalle menor. Enorme abrazo.
Maravilloso artículo. Gracias.
Petrus Romanus,será acaso el Papa que guíe a la Iglesia durante el reinado del anticristo..?