Compartiendo mis propias prácticas rituales (1)

Hace un tiempo comenté que me encontraba resolviendo un dilema casi existencial. Bah, no es para tanto, no se preocupen; pero casi. Tenía que ver con plantearme si había llegado el momento de “liberar” abiertamente ciertos conocimientos de las Sociedades Iniciáticas. Por un lado, la resistencia (justificada) nacida de la certeza que el interesado debe buscar y hacer su propio esfuerzo ascendente. Pero por otra parte, la obvia deducción que pocos harán un esfuerzo si no saben hacia dónde y tras qué. Como dijera un sabio: “si no sabes dónde vas, es difícil que llegues allí”. Este dilema –que muchos otros hermanos de Camino también atravesaron y atraviesan- es lo que (en parte) explica la desvalorización de tantas Órdenes Esotéricas, unas en proceso de desaparecer y otras devenidas en “clubes sociales”. Redoblo la apuesta y digo: aunque me gane algún repudio (poco le hace una raya más al tigre) debo ser sincero y admitir que en la propia en la que trajino hace años, la Orden Hermética y Pitagórica, eso explica su lento opacamiento a través de los siglos y las geografías.

Desde los años’20 hasta los 80 del siglo XX, por ejemplo, supo existir la FUDOSI (Federación Universal de Órdenes y Sociedades Iniciáticas) un encomiable esfuerzo internacional de reunir –no unificar- las distintas vertientes probacionistas pero con el “corset” operacional de los tres últimos siglos en casi todas ellas. Así desapareciò. Algunas Sociedades, por caso, se sostuvieron por exigencias elitistas: altas “cápitas” económicas de membresía (el aporte económico es necesario, para lo operativo, para el trabajo de la Sociedad y porque todos decimos ser “espirituales”hasta que nos tocan el bolsillo, siendo entonces un buen ejercicio “probacionista”, pero no terminando en ser operadores inmobiliarios.

Hace una veintena de años nació la Ordo Frates Lucis, una hermandad “virtual” que buscó el mismo propósito, supo tener muchos participantes –yo, entre ellos- y quedó, también, “congelada”, en este caso y a mi humilde criterio, por excesiva centralización regional y las exigencias de unas formas protocolares que aparecen deslucidas por el paso del tiempo. Aquí estamos aún algunos en la liza, pero sin duda, apenas chisporroteos pirotécnicos de un movimiento que ansiaba ser aurora boreal.

De manera que tomé la decisión personal de, por un lado, compartir algunas prácticas –hasta ahora “esotéricas”, es decir, “dentro del templo” para respetar la etimología- en la esperanza que algunos de mis lectores serán consistentes con sus principios y amor a la sabiduría y las practicarán y compartirán. Pronto, pondré –de una manera un tanto más discreta y reservada, para filtrar a verdaderos Aprendices de simples curiosos- otras más. Aquí comienzo a compartir, en este caso, uno de los Rituales de nuestra Respetable Orden Hermética y Pitagórica que a lo largo de su existencia vivió la influencia e incorporación de otras líneas iniciáticas, no existentes en sus preceptos fundacionales, como en este caso, del Templarismo.

 

Apertura del “Sensorium”

 Llámase “sensorium” al “ojo espiritual”, es decir, la función de los planos sutiles de nuestra naturaleza que nos permite “leer” tanto en la constitución áurica como en esos mismos planos. Y quiero aprovechar la ocasión de estas líneas para dejar sentado un principio fundamental: hace siglos que se dice que uno de los matices que diferencia al “Mago” del “brujo”, es queal segundo sólo le interesa los “para qué”, es decir, los resultados prácticos, mientras que el primero se ocupa igualmente del “porqué”. Es decir, que entiende que es un verdadero “crecimiento holístico” lo que redundará en el crecimiento de algunos de sus planos de manifestación (material, afectivo, salud, etc.) pero no es ésa la motivación principal que le anima. Esa motivación debe ser el ansia de Saber. Quien sólo busque “resultados tangibles”, será permanentemente esclavo de esos resultados.

 Se trata aquí de una práctica Templaria. Como tal, se realiza en iglesias, y debo destacar que ello no implica ser cristiano; sí, más cercano al concepto que toda iglesia, todo templo de cualquier creencia, es un “amplificador psíquico”, un ámbito de reverberancia simbólica. Eso explica por caso que los mismos Templarios, tan católicos ellos, más allá de las cuestiones si se quiere “geopolíticas” que les llevaba al combate con los sarracenos mantenían, discretamente, excelentes relaciones intelectuales con sabios musulmanes y judíos, participando en oficios conjuntos, algo inentendible no sólo para el cristiano “de a pie” sino para muchos miembros del clero cotidiano. Pero con profundas implicancias en ese “lado esotérico” de esa iglesia que he descripto en otros trabajos.

Para esta práctica, debe seleccionarse una iglesia que tradicionalmente tenga tres accesos. Aquella donde, al buscar ingresar, vemos una puerta a la izquierda, otra a la derecha y una tercera, al frente, que habitualmente permanece cerrada (y se abre en ceremonias como casamientos, misas, etc.) . Está de más decir que si la iglesia que se elige no tiene esa distribución, no nos sirve a estos efectos.

Siendo así, se procede de la siguiente manera:

  • El practicante ingresa por la puerta derecha y, mirando hacia el altar, “ancla”, lo que significa que clave el talón derecho contra el suelo pegado al talón izquierdo, manteniendo las puntas de los pies abiertas en un ángulo de noventa grados. Camina luego en dirección al altar por el pasillo derecho de la nave –siempre en sentido del altar-
    Imagen desde el interior de una iglesia, donde se aprecian las tres puertas. viniendo del exterior, el practicante ingresa por la de su derecha -que desde aquí corresponde a la izquierda- y se retirará por la de la izquierda -que desde aquí se aprecia a la derecha-

    Si hay más grupos de asientos que los dos habituales, toma como “pasillo de la derecha” el espacio libre entre el grupo de asientos que mirando de frente quede a su derecha y el grupo hipotético de asientos más a la derecha. Llega así frente al altar. Poniéndose en posición oblicua hacia él, realiza dos veces la señal de la cruz, con los dedos índice y medio de la mano derecha (pulgar y otros dedos replegados), la primera con el brazo un tanto extendido, la segunda con el brazo bien próximo al cuerpo.

  • ¿Cuál es el significado de este gesto?. Los “profanos” lo interpretan como una señal devocional. Lo que ignoran es que, en lugares sacralizados (hay que tener el espíritu pero sobre todo al mente abierta para comprender que la sacralidad de un lugar no tiene nada que ver con las mezquindades y miserias de algunos hombres que se valen de esas máscaras) ese gesto rasga el velo astral. Permite que, del “otro lado”, las Jerarquías –metafóricamente- nos vean y digan algo como “ahí hay uno que sabe”.
  • Hecho eso, se camina hacia la izquierda –es decir, en forma paralela al altar- y tomando el que (desde la entrada) fuera el pasillo de la izquierda (que ahora, lógicamente, quedará a nuestra derecha) se busca el asiento siete, y se sienta lo más a la derecha posible, de
    Ya sentado en la banca siete, bien a la derecha de manera que a mi diestra queda el pasillo central y nadie podrá ocupar ese lugar. Aquí, en la iglesia de San Ignacio, Buenos Aires.

    manera que a nuestra derecha quede la nave central, es decir, ningún lugar para que alguien se siente allí. ¿Qué hacer si ese puesto ya se encuentra ocupado?. Se opta por el uno, el once, el trece o el veinte (de haberlo) y en ese orden de prioridades.

  • Aquí se encierra una Enseñanza interesantísima. Si se suma 7+1+11+13+20 resulta 52. Ahora bien, 52º es el ángulo de los lados de la Gran Pirámide de Khufu (la única, de las egipcias, con las propiedades histéricas que se le conoce). Cincuenta y dos, en las Actas Capitulares fundacionales de la Masonería, es la cantidad de grados que debe estar abierto el compás en las Tenidas. Cincuenta y dos es el “atado de años”, ciclo cósmico de la cosmovisión Mexica – Tolteca. Cincuenta y dos días, según enseñaba Krümm-Heller, es la duración de cada uno de los “ciclos cósmicos” (siete en total) en que se divide el año como revolución solar en la vida humana para ajustarlo con específicas actividades. Y la lista continúa…
  • Sentados que estamos, con ojos cerrados, visualizamos que en nuestro cuerpo asciende desde los pies hacia el abdomen agua de mar, y desde la cabeza, también hacia el abdomen, desciende polvo de plata. Lentamente, hasta que al juntarse allí se transforman en un remolino que estalla con estrellas verdes y azules.
  • Luego, asciende polvo de plata, desciende polvo de oro. Nuevamente, al unirse en el abdomen giran en vertiginoso remolino hasta estallar en estrellas verdes y azules.
  • A continuación, asciende polvo de oro y desciende polvo de diamantes, uniéndose en remolino y estallando en estrellas verdes y azules.
  • Entonces, visualizamos en ese último remolino que acaba de estallar un rubí, allí, en el abdomen, que lentamente asciende en nuestro cuerpo hasta ubicarse en el centro del mismo y comienza a brillar, más y más, expandiendo una esfera dorada hasta que excede nuestro cuerpo físico. De esta esfera emanan entonces filamentos, igualmente dorados, que se proyectan hacia nuestros seres queridos –que también visualizamos- los acarician un instante y regresan a nosotros, resumiéndose en la esfera, y esta comienza a decrecer, más y más, hasta reducirse al mismo rubí que, lentamente y de manera sincronizada con nuestra respiración, se eclipsa y desaparece, permaneciendo nosotros observando el telón oscuro de nuestros párpados cerrados. Abrimos entonces los ojos, dirigiendo la mirada hacia la derecha del altar. Cada uno sabrá lo que ve – percibe- siente en ese momento.
  • Entonces nos levantamos, regresamos al lateral por el que ingresamos en el asiento, y nos dirigimos a la puerta contraria a la que entramos (o sea, la que al comenzar estaba a nuestra izquierda, que ahora estará a nuestra derecha) y al llegar a la misma miramos hacia el altar, “anclamos” nuevamente (ahora con nuestro talón izquierdo) y nos retiramos.
  • En algún momento del proceso, realizamos el donativo de un óbolo en las alcancías del lugar, como expresión concreta de agradecimiento al sitio que nos permitió hacer nuestro trabajo.
  • El Ritual de apertura del Sensorium implica la repetición de esta práctica siete veces (es indistinto si se trata de la misma iglesia o iglesias distintas, y tengo la sospecha que la tradicional «peregrinación de las siete iglesias» tan cara a la idiosincrasia católica pudo tener su origen histórico en esta exposición) sin un límite de tiempo entre práctica y práctica.

¿Es necesario insistir que este ritual no implica ser católico, que nada tiene que ver con profesar o no la fe del lugar elegido?. Sí, es necesario, porque estamos demasiado condicionados culturalmente para aceptar con naturalidad  que estos lugares son de la humanidad.

Anécdota: un grupo de Venerables había concurrido a una iglesia, en Uruguay, para realizar esta práctica. Cuando la están cumpliendo aparece un cura que, escandalizado, se dirige al grupo al grito de:

  • ¡No pueden hacer esas cosas aquí!. ¡Ésta es la casa de Dios!.
  • Precisamente –le respondió, con calma y firmeza, una anciana Venerable- Es la casa de Dios, no su casa. Es la humanidad quien tiene derecho a ella.

 

Y continuaron con su Ritual.

 

 

6 comentarios de “Compartiendo mis propias prácticas rituales (1)

  1. Diego Arnaiz dice:

    Excelente nota, muy muy agradecido, seguiré tus consejos este divertido de semana en la parroquia San Juan Bautista de Florencio Varela, Buenos Aires, que cuenta con esas características. Saludos!

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