Todo lector medianamente bien informado sabe lo que es la Alquimia, la espagírica transmutación de elementos inferiores en superiores, de donde el plomo devenido en oro es apenas un ejemplo. En el proceso de su trabajo, el Huevo Filosofal era la forma simbólica de llamar a la materia obtenida que, al contacto con metales menos nobles, los “transmutaba” en otros más nobles. En el proceso obtenía, también, el Agua Filosofal, líquido que actuaría como medicamento polivalente y garante de larga vida. No será éste el lugar para debatir los aspectos físicos de esta Sabiduría, bástenos señalar que estamos convencidos de la realidad material de sus logros, sobre uno de cuyos ejemplos ya hemos dejado evidencia aquí. Por lo que nos enfocaremos, ahora, en su aspecto necesariamente complementario, el Espiritual.
Porque quien suponga que el Alquimista sólo buscaba obtener oro de su largo y paciente trabajo estará equivocado. O casi. Es cierto que algunos obreros de la Alquimia tenían la obsesión de obtener el valioso mineral, pero ellos mismos eran mirados con desprecio por los otros alquimistas, que les llaman, despectivamente, “sopladores”. El verdadero alquimista sabía que, en observancia inevitable del cumplimiento de la Ley de Correspondencia, “lo que es Arriba es lo que es Abajo”, lo que es en el mundo de la materia es a la vez en el mundo del espíritu. Por tanto, sabía que así como todas las acciones materiales, cualesquiera fueran las “excusas” que encontremos para hacerlas inevitablemente tenían un eco en los planos sutiles, por consiguiente la tarea en el laboratorio alquímico en el plano denso inevitablemente tendría resonancia en el plano espiritual del Operador. Entonces, trabajaba, pacientemente a través de los años, sabiendo que el resultado físico era una consecuencia colateral de la verdadera búsqueda, la Transmutación Espiritual.
Hoy, no encontramos –por lo menos, comúnmente- laboratorios alquímicos. Pero el verdadero “atanor” (el horno alquímico) sigue siendo el mismo: nuestro Ser. Es por ello que la Alquimia Espiritual sigue, en manos de sus cultores, tan viva como hace siglos, como hace milenios. Y no es más –ni menos- que una serie de procesos, conscientes, voluntarios y sostenidos en el tiempo, de absoluta y estricta observación de nuestra conducta, comportamiento y pensamientos, para lograr la Transmutación de los elementos inferiores de nuestra naturaleza en superiores.
En el amplísimo compendio de técnicas, el fortalecimiento de la Voluntad, el cultivo en nuestra vida de la Ley de Atracción (y el evitar cuidadosamente sus aspectos perjudiciales), el Transmutar las energías “negativas” de algunos que nos rodean en energías “positivas” que nos nutran y alimenten, el romper la perversidad de querer creer que los dones del Universo son limitados y accesibles sólo “para otros” son sólo algunas de ellas. En nuestros Retiros gusto compartirlas (para quien tenga oídos para oír) y estoy dando toques finales a un libro (“El Poder del Querer”) para sistematizarlas. Mientras tanto, si has llegado en la lectura hasta aquí, te propongo un experimento:
Piensa en lo que es, hoy, tu vida. Afectivamente, tu economía, tu salud. Ahora mira el Universo a tu alrededor. Cuando menos durante algunos millones de años, la Luna girará armónicamente alrededor de la Tierra, ésta alrededor del Sol. Al día le sucede la noche y a la noche, el día. El Universo es armónico y equilibrado. Si tú eres parte del Universo (porque el Universo no es algo que esté “allá” y tú “aquí” sino que eres parte de él) y si la parte del Todo refleja el Todo (si te quedan dudas, consulta mi libro “Fundamentos Científicos del Ocultismo; sobran los ejemplos), ¿porqué tu vida no es estable, armónica, equilibrada?.
Te lo diré: evidentemente, porque no se cumple en el Microcosmos de tu Vida algunas de las Leyes Fundamentales que rigen el Macrocosmos.
Por ejemplo, una de esas leyes es la Ley de Serialidad. Enseña que en el Universo todo se agrupa en “series” del mismo signo. Como en la vieja Teoría de Conjuntos matemáticos, los eventos positivos tienden a agruparse por su lado, los negativos por el suyo, y tú eres un ente que –en caso de carecer de brújula- te desplazas sin rumbo hasta que, “conectando” con un evento de cualesquiera de esos grupos, estás obligado a agotar la serie (que puede ser de apenas dos eventos, o decenas) hasta quedar “liberado” y seguir boyando, a la espera de encontrarte el primer evento de otro grupo, ora positivo, ora negativo. Por ello, la importancia de tener bajo observación constante el derrotero de tu vida, alejándote a tiempo de personas, situaciones, lugares que pueden ser el primer evento de un conjunto negativo. Y en el proceso, entender pequeños trucos, como por ejemplo, que el Orden –energético- es fundamental para que haya orden material. Por caso, el económico. ¿Quieres entonces que tu vida económica sea ordenada?. Ordena tu cabeza primero. Ordena tu casa, porque tu casa es el reflejo de tu estado interno. Ordena tu puntualidad y hazla hábito. O no lo hagas (total, siempre puedes encontrar discursos consoladores del tipo “dejemos que las cosas fluyan”… pero la frase no se aplica a tu impuntualidad que, además, es penosa energía en tanto abusa del tiempo (y la energía) de otros) pero luego, no te quejes de tu economía.
Estimula el flujo de dinero con esta aplicación de la Ley de Vibración: lo que ves en la foto son dos jarrones de cristal en nuestro apartamento. Colocados en lugar preeminente, bien visible (las estatuillas que ves en el medio carecen de importancia a los efectos de esta explicación). El de la izquierda contiene monedas de curso legal. El de la derecha, billetes, en general de baja denominación. Es el sencillo, el suelto, el cambio de las compras diarias, de la actividad de todos los días. Ese dinerillo siempre va allí, sumándose al paso del tiempo. Siempre visible, cerca de la puerta de entrada a nuestra vivienda. Estimulando el flujo de la energía del dinero al hogar, lo que es decir, alimentando energéticamente el Egrégoro de nuestra pareja. Si se necesita en algún momento un mínimo (como para una propina) no hay problema; se toma de allí (sin hacerse hábito). Evito entregar en mis compras el sencillo, y lo reservo para esos potes. Y cuando se llena, simplemente beneficio a algún comerciante amigo llevándole ese cambio. Y comenzamos otra vez.
Y vaya si funciona. Por supuesto, no sirve emplear dinero ya fuera de circulación o monedas antiguas. Eso está bien si te gusta coleccionar antigüedades, pero en términos de esta Alquimia puede generar el efecto exactamente contrario.
Conocer y aplicar esas Leyes, corregir las “desviaciones” que tus acciones tengan del patròn dibujado por las mismas y sostenerlas en el tiempo, hacen la Magia de la Alquimia Espiritual.