La intoxicación Illuminati conspiranoide reptiloide

Si alguien supone que la expresión del título refleja a ciencia cierta el espíritu de esta nota, está en lo correcto. Si piensa que hace lo propio con mi manera de percibir el contexto, también. Pero si cree ver en él (en el título) el preámbulo de revelaciones fascinantes de (o sobre) las alianzas y pactos perversos entre los poderes en las sombras y los escamudos visitantes, se ha equivocado de blog.

¿Cuál es la interpretación correcta?.  Lo que el sufijo “oide” significa: “lo que tiene apariencia de”. Lo que tiene apariencia de algo (conspiración, reptil) pero no lo es.

Si tuviera que comprimir en un párrafo el contexto sobre lo que reflexionaré, me vería constreñido a escribir una mera sucesión de palabras, apostando que la simple enumeración de las mismas iluminará al lector sobre lo que quiero referirme. Hagamos la prueba:

Dulce. Montauk. La discreta y educada Lacerta. Jonathan Reed. Videos que muestran parpadeos ante cámaras de Hillary Clinton, Barack Obama, Cristina Kirchner, Mauricio Macri, la reina Isabel de Inglaterra. David Icke. Zecharia Sitchin. Esclavas sexuales de la CIA manipuladas mentalmente en el programa MK Ultra. Pretendidos ex agentes de la CIA (Chase Brandon, Luis Elizondo) revelando públicamente “secretos”. El Plan Andinia. Reptilianos y Draconianos. Sacrificios rituales de niños por Masones…

Esta es, grosso modo, la “Ufología” a esta altura del siglo XXI. Es decir, la investigación del fenómeno OVNI y el conceptualmente aceptable “contacto extraterrestre” o “contactos dimensional”, devenido en “Exopolítica”. ¿Recuerdan el concepto de “sesgo de confirmación”?. Lo desarrollé en este artículo y básicamente se define como la tendencia inconsciente a tomar los argumentos y elementos que se ajustan a nuestras creencias preexistentes y desvalorizar los que no.

Significa que algunos lectores encontrarán muy “lógico” aceptar como verdadero todo lo resumido en ese párrafo. Otros, seguramente tenderán a descartarlo. Será raro encontrar muchos que crean algunas de esos ítems sí y otros no; falta de discriminación muy sugestiva y que debería decirnos algo.

Tomemos el caso de Reed (seguramente algún lector, alguna lectora, ignorará quién era este personaje o cualquiera de los otros detalles, individuos o circunstancias referidos en ese párrafo. Las bondades de San Google me ahorrarán extenderme en ociosos párrafos introduciéndoles, agotando a los lectores informados y pecar de poco educado dejando en el camino a los recién llegados a estas lides. Gracias, Google querido. Y avancemos).

El brazalete de Reed

Citaba a Jonathan Reed. Dejando de lado la postura de cada uno sobre sus fotos y su historia, los “shows” televisivos –aparecía en los sets de televisión con dos guardaespaldas (según él, porque su vida estaba en peligro. Todos tienen derecho a toma precauciones, pero cuando los conspicuos guardaespaldas de negro traje y lentes oscuros se sentaban a su lado frente a las cámaras, uno piensa que eso ya es demasiado)- pero el famoso brazalete que exhibía, tomado del cadáver del extraterrestre que estuviera en su poder y con capacidades de “teletransportación”, ameritaba una demostración muy sencilla: desde un set de TV en Estados Unidos, en vivo y en directo, teletransportarse a un set de televisión en París, por ejemplo. La historia hubiera cambiado. Reed hubiera sido aclamado como el conserje que abriera las puertas del Universo a esta humanidad y esa misma situación lo hubiera transformado no solamente en intocable para los poderes en las sombras, sino a él mismo un hombre poderoso. Pero no; se “expuso” a hablar del cadáver que los militares o agentes del gobierno le robaron de su garage, de sus anécdotas de “encuentro cercano”, de conspiraciones –cómo no- pero “no era el momento” de teletransportarse. Hoy anda por allí, organizando conferencias en Estados Unidos y vendiendo sus libros como modo de subsistencia.

Muchos se encogerán de hombros –especialmente entre aquellos que no conocían la historia de Reed, que tuvo lugar hace unos dieciocho o dieciséis años, que en estos tiempos de “actualizaciones por Internet” es como decir el Jurásico- y dirán: “Bien, un fabulador. Pero eso no demuestra que los otros temas del famoso parrafito lo sean”.

Permítanme señalar no solamente que JR (no, no el de “Dallas”) tuvo muchísimos seguidores y defensores, también en el ambiente que se autotitula “investigador”, cada vez menos investigador y más youtuber. Si alguien interpreta este comentario como una actitud recelosa o, cuando menos, crítica de mi parte a tanta producción de videos subidos a la red social sobre estos temas, tendría razón, especialmente si presentan su trabajo como “investigación”. Investigación es una cosa, especulación otra muy distinta. La desmesurada desproporción entre las investigaciones (de campo o de biblioteca) referidas en el ambiente y la de videos subidos a la web me exime de otros comentarios. Tema preocupante que se presente como “investigación” una sucesión de especulaciones, en ocasiones citando fuentes irrastreables o de dudosa credibilidad que generalmente no son necesarias: el “seguidor” habitualmente comulga con ese enfoque, esa mirada y, por lo tanto, no necesita “pruebas” ni “fuentes” (recuerden el “sesgo de confirmación”). Pero cada uno, obvio, tiene el derecho de creer en lo que quiera creer. No, sin embargo, de reivindicarlo como la nueva vara que debe superar quien aporta el fruto de su trabajo ufológico pues se desnaturaliza la investigación “per se” y se transforma en una competencia voyeurística.

Apoyen al azar su dedo sobre la pantalla de su computadora (o donde sean que estén leyendo este) entre el comienzo y el final de los “hechos” citados en el párrafo (que va camino a hacerse famoso) y hagan una concienzuda búsqueda de “fuentes confiables” en la Red. “Qué tontería –dirán mis críticos- El Poder en las Sombras se habrá encargado ya de borrar cualquier evidencia”. Bien, supongamos que estamos de acuerdo con esa afirmación: ¿cómo es que entonces ellos –mis críticos- lo saben?.

Sesgo de confirmación. Paradigma autocreado de su propia Realidad.

“Gustavo, a mí me parece que todo eso es posible”. Convengamos eso. Es posible. Pero “posible” no es “probable” (que se puede probar). Y mucho menos que sea “cierto”. Que algo “pueda ser” no es sinónimo que lo “sea”.

“Pero Gustavo, en Youtube hay pruebas, aparece alguien-cuyo-nombre-no-recuerdo que dice que él/ella estuvo en esas bases subterráneas donde fue violada/sometido a agresivos experimentos y…”.

Ajá.

Pero aquí deambula unas nueva generación, entre los veinte y los cuarenta años, digamos, llegados a estos ámbitos de lo extraterrestre y demás, con una fuerte convicción de lo que realmente está pasando, convicción fundamentada en Youtube (¿Qué me estoy ensañando con Youtube?. Sí, cómo no. Les sumo Facebook, si desean. Blogs y mails vienen detrás, lejos, porque a esta generación de “ufólogos millennials” les da mucha pereza escribir aunque son unos tigres editando videos). Y se entusiasman no ya con la investigación de un fenómeno del cual, a ciencia cierta, aún ignoramos tanto, sino por la “exopolítica” (debate de cómo establecer políticas de contacto masivo con extraterrestres).

Tomen uno de esos videos donde los reptiles, los nuevos “malos” de la Historia mundial, se dan la mano con Illuminati y Annunakis. Lean los comentarios (dejaré de lado la tentación de referirme cómo en la mayoría de los mismos se descuartiza el idioma ortográfica y sintácticamente). Aparece una dominante: la mirada evangelista. Los Illuminati, reptilianos y Masones (todos a la misma bolsa) son satánicos y claro, sólo Jesús salva. Y de uno de esos temas expuestos se salta, se enlaza (perdón, “linkea”) a otro del mismo párrafo (¿recuerdan?. El del principio del artículo). Todo tiene que ver con Todo, estoy de acuerdo, pero con ciertos límites…

Así, uno escucha en conferencias y debates a los que es invitado con personas que explican como “las veintitrés razas de extraterrestres que nos visitan desde los tiempos en que los cristales de Atlántida, Mu y Lemuria fueron destruidos por los Draconianos, entendieron que debían por orden del Altísimo y de Jesús disponer que Arcturianos y Pleyadianos velaran por los portales dimensionales a través de los cuales los Arcángeles evitan que nos autodestruyamos en una guerra atómica/química/ctónica/bacteriológica” (tachar las opciones dependiendo de la década en la cual se esté hablando), y uno se queda pensando que cada una de esas palabras merecería una vida entera dedicada a su investigación. Un poco más, un poco menos, la “opinión generalizada” en este campo vira en esa dirección.

Así que vengo a proponer otra cosa. Otra conspiración.

La Conspiración de la Conspiración.

Por un momento, sólo por un momento, dejemos de lado a Jesús (¡Y ya imagino cómo van a putearme los fundamentalistas sólo por esa frase!) y a la víbora, porque suspendiendo a uno suspendemos a la otra y preguntémonos: ¿si precisamente lo que se desea que se instale como opinión generalizada es esa?. ¿Si conviene a ciertos intereses?.

–        ¿Porqué los “feos” son siempre “malos”? (siendo la “fealdad” y la “maldad” subjetividades tan humanas).

–        ¿Porqué la serpiente es vista en Occidente como “agente del mal”?

–        ¿Porqué parece olvidarse que la mayoría cuantitativa de la Humanidad –y culturalmente con raíces más ancestrales- desde chinos a mexhicas, pasando por japoneses y persas, siempre históricamente vieron a la serpiente como portadora de Conocimiento y guardián cósmico?

–        ¿Porqué la milenaria “Orden de la Serpiente” fue sistemáticamente perseguida por  los poderes de turno desde tiempos bíblicos hasta –donde podemos rastrearlo- el Renacimiento, precisamente por quienes han sido sindicados como funcionales a los Illuminati?.

–        ¿Porqué esa insistencia evangelista en relacionar las Órdenes Iniciáticas a los Illuminati (cuando quienes así lo sostienen deben acudir a aislados episodios de la crónica histórica o policial para fundamentarlo)

–        ¿A nadie le llama la atención que Icke comienza con su saga reptiloide en 1991 y ya en 1984 todos vivíamos pendientes de la serie televisiva “V: invasión extraterrestre”?.

–        ¿Porqué es tan espontáneo vincular lo “bueno” con ciertas imágenes culturales y las “malas” con otras?

–        Y rompiendo toda prudencia y corrección política: ¿y si, efectiva y aunque fuere circunstancialmente, “la historia la escriben los vencedores” y Dios no es el padre protector y bondadoso, Jesús no es el hijo salvador, y Lucifer, Prometeo y su gente sólo los vencidos con mala prensa?. “El mensaje, Gustavo, el mensaje”, me dirán. A lo que responderé: la asociación entre el personaje y el mensaje es parte de un paradigma, no de una certeza histórica. Y el mensaje, cualquier mensaje, puede ser empleado y manipulado para construir realidades extrañamente opuestas a lo que el mensaje parecería transmitir.

Imaginemos una raza realmente benéfica que nos visita desde hace decenas, centenares de millares de años. Pero tienen un hándicap a la mirada actual: su apariencia. O al revés: se nos conculcó con naturalidad que su apariencia habla de sus intenciones (la ridiculez de vincular una cosa con otra no parece haber perturbado a los humanos durante siglos) y programados que estamos culturalmente para asociar, precisamente, “esa” apariencia arquetípica con el Mal, hoy incorporamos con naturalidad especulaciones como la de los reptilianos ocultos bajo pieles humanos. Porque, ya se sabe, “Jesús salva” y las productoras de TV facturan.

Originalmente publicada en 1953, “El fin de la infancia”, sugestiva obra de Arthur C. Clarke, exploraba en clave de ciencia ficción precisamente esa vertiente: los verdaderos protectores de la Humanidad, llegados al momento en que tenían que manifestarse abiertamente, continuaron ocultando su apariencia por un tiempo a sabiendas de la reacción desfavorable que los humanos tendrían ante su aspecto: alas membranosas, cola, cuernos, atributos físicos frente a los cuales los hechos concretos de su presencia y aparición por lo visto, poco valían.

 

La avalancha de seudo información en el mundillo del misterio, información superficial, especulativa, lavada, egoica y ombliguista (¿cuántos de los referidos investigadores hoy en día estudian el trabajo ajeno en lugar de pasar los días ponderando los propios?) es quizás evidencia de la existencia y progreso de la Conspiración de la Conspiración. “Mercadería podrida”, le llamamos quienes fatigamos años de periodismo profesional. ¿Qué propongo, entonces?. Por mi parte, comenzaré una serie de artículos sobre las intervenciones benéficas de los “reptiles” en nuestra Historia, con la esperanza inconfesa que el lector se pregunte si esta mala prensa que tienen los hipotéticos “reptilianos” no será, precisamente, sólo mala prensa. A ustedes, encomio a considerar ese material cuestionado aquí y llegar a sus propias conclusiones, pero con el ejercicio de la autoobservación de su propio “sesgo de confirmación” en todo momento. Es decir, leer, mirar, escuchar y preguntarse, una y otra vez, “¿creo esto porque tiene fundamento o tiene fundamento porque lo creo?”. Y finalmente, con ánimo profético, invitarles a leer los comentarios que aparecerán a consecuencia de este artículo, especialmente los inevitablemente agresivos, preguntándose cuál es la pulsión emocional detrás de ellos.

Y propongamos sin tapujos preguntas controversiales: ¿Es inevitable la relación USA (“el Gran Satán”, dirían algunos), Inglaterra, los judíos, etc., con los Illuminati y los Reptilianos?. ¿Y si los unos y los otros estuvieran detrás de gobiernos aparentemente progresistas y entusiásticamente de izquierdas?. ¿Y si la verdadera obsesión con la sexualidad que tienen las iglesias cristianas (con la Católica a la cabeza) no tuviera que ver ni con la “moral” ni con la “vida” sino con la represión y control masivo de las energías liberadoras de la individualidad y la crítica a la dependencia?. ¿Y si su “tapadera” fueran los gobiernos islámicos, tan defendidos por los que se creen populistas y “aperturistas”?. ¿Hay una mejor “cubierta” para los Illuminati que los “partidos verdes”, las ONGs, las comunidades de “lucha contra el calentamiento global” o las asociaciones de Derechos Humanos?. ¿Serán tan obviamente estúpidos de mostrarse en las previsibles filas de las multinacionales, los militares, las farmacéuticas o las petroleras?.

En este campo, más que nunca, creo que nuestra verdadera meta no debe ser encontrar respuestas, sino aprender a formular mejores preguntas.

El “meme” de la Esfinge

 Escribí antes sobre el engañoso valor de cualquier mensaje. Déjenme ilustrarlo con este ejemplo.

Suele presentarse como una muestra típica de filosofía escolar el acertijo que Edipo tuvo que develar frente a la Esfinge so pena de ser muerto si no lo hacía. Moviéndonos sin perder de vista el marco simbólico de la tragedia, se suele presentar como un modelo de agudeza por parte del protagonista. Lo que pocos se detienen a considerar es que, en realidad, el “enigma” es de una simpleza básica, algo que cualquier adolescente medianamente ilustrado de Atenas sabría responder, cuanto más Edipo, individuo entrenado y formado. Se considera que la resolución del acertijo permitiò a Edipo continuar con sus aventuras, sin considerar que precisamente se le presenta uno tan sencillo para obligarle a concluir trágica e inevitablemente su historia. Pero no. El “meme” es cuando culturalmente se condiciona a suponer que estamos siguiendo la lógica de nuestro albedrío cuando ese albedrío fue programado originalmente.

Se me dirá que con el mismo concepto puede dudarse de “mi” albedrío. Es posible.  Pero me atrevo a señalar que siendo éste (el mío propio) a contracorriente de la tendencia dominante de un paradigma de Realidad –digámosle, el “paradigma de la aceptación extraterrestre”- si hay un condicionamiento, éste se refleja en lo que procesa la masa y no el individuo (siempre hablando de la masa que se desenvuelve dentro de ese Paradigma). Lo que lleva a una conclusión: lo obvio puede ser lo que se busca que aceptemos como obvio. Y si es “confortable” –en términos psicológicos- más obvio lo veremos.

Cito una breve anécdota personal. Cuando hace tiempo demostré en este trabajo una instalada mentira propalada por un señor con mucho predicamento en el ambiente esotérico local, el tsunami de agresiones  recibido de sus seguidores (agresiones; no refutaciones de mi evidencia) incluìa expresiones del tipo: “No es realmente importante si mintió o no, lo importante es….” Y aquí seguía un bizantino discurso apologético tratando de justificar a aquél que cayera bajo mi lupa. ¿No es realmente importante si mintió o no?. Eso tiene connotación con otra frase (seudo) progresista: “El símbolo importa más que la verdad”.

¿Ah, sí?. En ambos casos, el objetivo es imponer un Relato, un Pensamiento Único. El de “ellos” (sean quienes fueren para el caso).

Hechos. Verdades objetivas (que las hay, también). Certezas fundamentadas y probables.

Recuerden: respuestas, no. Mejores preguntas.

5 comentarios de “La intoxicación Illuminati conspiranoide reptiloide

  1. Josep Bello Pla dice:

    Amigo Gustavo, he seguido tu indicación de repasar los comentarios de vídeos sobre Illuminatis y demás, que hasta ahora me los saltaba por razones ortográficas. He pasado miedo. Como conspiranoico siento que «alguien» está usando lo que llamas el “sesgo de confirmación” para fanatizarnos: las redes sociales son ¿o habrán sido diseñadas para ello? un amplificador de las lógicas diferencias de opinión, para convertirlas en fanatismos irreconciliables. Las discusiones ya no enriquecen, se quedan en descalificaciones. Nadie intenta acercarse a la verdad, los que piensan de otra forma son imbéciles, y punto.
    Lo malo es que esto no sucede sólo en el tema OVNI, o Annunaki… El enfrentamiento ha invadido todos los campos: la política, el consumo, el deporte… Nos han dividido de forma irreconciliable.
    Mi pesadilla es el «divide y vencerás». Nos han dividido, luego nos han vencido. Pero ¿quién?. La historia nos habla de como Julio Cesar conquistó las Galias, dividiendo a los pueblos galos. Por lo menos ellos sabían que quien los había vencido era Julio Cesar. Pero nosotros, enfrentados entre distintos puntos de vista, nos insultamos, les damos la «culpa» a los «malos» (que siempre son los otros), sentimos que «todo va muy mal», pero sin tener ni idea de que ya nos han vencido, ni de quién ha sido el Julio Cesar de marras.

    Otra duda. Hablas de la milenaria “Orden de la Serpiente”, que en otro artículo comentaste que pasó a llamarse “Orden de Melquisedec”. Pero la única “Orden de la Serpiente” que tiene copado a Google es la argentina, creada el pasado siglo, y según me ha parecido (visto por encima), se interesa más por el satanismo que por la sabiduría… Parece que el tema de la “Orden de la Serpiente”, la milenaria, se merecería uno de tus artículos…
    Gracias y un abrazo

  2. Plutón dice:

    Es que es así. Vos tocas un tema que les mueve las ideas y creencias y automáticamente salen a atacarte. Son unos ridículos. Y la comodidad de las redes sociales lo facilita. Esta gente siempre existió.

    Lo que pasa es que son personas que desarrollan toda una realidad conforme a esas ideas y creencias, y cuando uno viene con paradigmas nuevos que hacen replantear lo conocido, ellos se encuentran entre el dilema de «desaprender para poder aprender» o aferrarse a lo que ya conocen y simplemente descalificar todo lo que no se acomode a sus creencias.

    Forman sus propios dogmas y no lo reconocen (aunque en el fondo, lo saben).

    ______

  3. lucishiatsu dice:

    Es muy movilizante lo que planteas Gustavo. En cierta ocasión escuché que Greenpeace fue creada por una multinacional (no recuerdo el nombre en este momento) poseedora de la patente del gas propelente de los aerosoles, que luego de 100 años se vencería y su uso sería gratuito; entonces comenzó una campaña para que ese gas no se usara más para resguardar la capa de ozono. Y porsupuesto ya había creado otro gas del cual tenía la patente. Estaré atenta a tus publicaciones y a tratar de no ser víctima de mi «sesgo de confirmación». Muchas gracias!

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