Deambular varias décadas en el mundillo del Esoterismo y las Sabidurías Ancestrales provee, aquí y allá, algunas perlas de verdadero Conocimiento. Puede especularse y discutirse sobre el valor real, filosófico o práctico, de muchas de las aproximaciones en las que nos sumergimos; pero indudablemente, tarde o temprano, por acción u omisión, nos cruzamos con aprendizajes que merecen ser no solamente rescatados sino ensalzados y amplificados, porque su sola, mera existencia se transforma en herramienta de crecimiento y transformación. Como acostumbro a decir a mis alumnos: no se trata de aprender centenares de liturgias, rituales, técnicas, ejercicios, invocaciones, así como en Artes Marciales (recuerdo que mi “sensei” Chozen Nakama me lo enseñara así, cuando comencé ese otro camino forjador de espíritus a los quince años de edad) con infinita paciencia nos señalaban que de nada serviría que se nos enseñara, en el menor tiempo posible, veinte patadas distintas, cuarenta bloqueos y treinta formas de golpe con los puños: por más que los memorizáramos a todos, el segundo que demoremos en decidir cuál de todas esas opciones aplicaríamos en el combate era ya garantía de salir derrotado. Bastaban -decía el Sensei- cinco patadas, seis bloqueos y seis golpes de mano; internalizados como reflejos automáticos avalaban toda victoria. Y en el camino de lo esotérico ocurre lo mismo: unas pocas Enseñanzas justipreciadas, comprendidas y aprendidas y (sobre todo) sostenidas en su práctica en el tiempo son la garantía espiritual de resultados tangibles.
Entre esas distintas opciones, existe una Enseñanza en particular con la que, en principio, me crucé casi circunstancialmente (y acepto que en aquellos viejos tiempos no le di la importancia que redescubrí tiempo después). Al paso de los años, cada vez me llamaba más la atención que era un decir casi velado de los maestros que tuve, pero sin referencias bibliográficas, literarias… años pasé en que no pudiendo encontrar, diríamos, “avales intelectuales” tendí a desvalorizar su significado. Pero luego, inevitablemente, uno crece (sea espiritualmente, sea por los años) y comienza a darse cuenta de algunas cosas. Una de ellas: que de lo que menos se hablaba es de lo más que deberíamos hablar. O para ponerlo de otra forma: lo que los maestros insinuaban era a la vez enseñanza y prueba, a fin de comprobar si el discípulo estaba lo suficientemente atento para percibir el brillo del diamante entre el lodo. La Energía de Linaje es, precisamente, uno de esos diamantes.
¿Qué es la Energía de Linaje? Energía, o “fuerza espiritual” -como ustedes prefieran etiquetarla, es indiferente porque no modifica la esencia- transmitida de maestro a discípulo. O, para graficarlo de otra manera: yo enseño algo que recibí de alguno de mis maestros, el que a su vez lo recibió del suyo, quien hizo lo propio con el que le correspondía, el cual, también, lo recibió de… y así en una progresión que puede prolongarse por generaciones, siglos o milenios. Es lo que subyace detrás del concepto de Iniciación, tan caro a las sociedades probacionistas e iniciáticas (precisamente), mal llamadas “secretas”. Es lo que invocan ciertas religiones, como por ejemplo la Católica, aunque le llamen de otra manera: un sacerdote es ordenado por su Obispo que cuando fue sacerdote recibió su nombramiento del que fuera su Obispo, el que cuando era sacerdote, etc. Esto se llama sucesión apostólica, y se supone se remonta hasta tiempos de Pedro. Es un concepto sencillo de comprender: así como los “linajes de sangre” transmiten determinadas características hereditarias, genéticas, los “linajes de espíritu” hacen lo propio, pero en el “cuerpo espiritual”. El concepto resultará absurdo para un materialista pero, claro, un materialista -si es que alguno está leyendo esto- pecaría por soberbia intelectual pues se supondría que se ha sumergido previamente en las doctrinas espiritualistas para saber de qué va la cosa antes de llegar a este punto.
Distintas corrientes exigen diferentes demandas para que esta Energía de Linaje se materialice. Los católicos (como dijimos) sostienen que esa “bendición” es propiedad inexcusable de su iglesia. Los miembros de sociedades “discretas” , esotéricas, creen firmemente que es resultado necesario de un Rito de Paso de Grado. La Toltequidad, y otros conocimientos de Pueblos Originarios americanos, en cambio, proponen que es el vínculo de respeto y afecto (“cadena espiritual” si las hay) que une alumno y maestro lo que alcanza y garantiza la continuidad de esa energía. ¿Cuál de estos postulados es el correcto? Estoy convencido que todos ellos, cada uno en orden a la buena fe y creencia del implicado. En nuestro caso, obviamente, adherimos al último, consolidando la idea que el uso de determinados símbolos o instrumentos como “puntos de anclaje” de esa energía (por lo que representan y significan para las partes) intensifica su manifestación.
Estas reflexiones inducen otras muy interesantes. Sabemos que muchos lectores (y con razón) piensan que las antiguas creencias deben “aggionarse”, adaptarse a los tiempos contemporáneos. Recuerdo que mi propio maestro de Toltecayotl, Tlakaélel, refiriéndose a la ceremonia de Temazcal, señalaba que así como “hay tantas formas de guitar temazcales como temazcaleros haya, porque el Temazcal es una extensión del corazón”, era comprensivo en las modificaciones que las prácticas rituales venían manifestando, en primer lugar porque luego de 600 años de prohibiciones y persecuciones hubo grandes ”lapsus” en los cuales se perdieron conocimientos y abuelos de enseñanza, tradiciones reconstruidas en base a subjetivos y fragmentados relatos, y en segundo lugar porque (y cito): “Si el Conocimiento no es dinámico y se adapta a los tiempos, si sigue siendo rígido y fosilizado, desaparecerá”. Pero al mismo tiempo somos conscientes de la fuerza del Egrégoro creado y sostenido alrededor de un símbolo y su estudio, de una práctica y su cultivo (por eso, alguna vez escribí que la Iglesia Católica modificó lo que no tenía que modificar y no modificó lo que sí tenía que modificar). O, como se enseña en el seno de las sociedades esotéricas: “El Conocimiento es dinámico. El Rito, absoluto”. Y ése es el punto. Porque la segunda postura que puede verse como opuesta pero desde nuestra mirada es mutuamente complementaria, es que el conservar de forma pura el simbolismo esencial y las prácticas espirituales rituales son el hilo conductor de esa Energía que recibimos de los ancestros y podemos proyectar y nutrir a las venideras generaciones.
En la red que transitamos en estos tiempos, todo compartir une y estoy convencido q todos anudamos de nuevo a la fuente original (Ipalnemouane o amor cósmico)