Enseñanza a las puertas del templo

pitagorasFue Pitágoras, a fin de cuentas, el primero en emplear los términos “exotérykós” y “esoterykós” (“parecen” las mismas palabras, pero esa única letra hace una enorme diferencia). Todos los días, a las puertas de su Templo (en realidad, su “Gimnasio”) Pitágoras impartía enseñanzas a los curiosos y buscadores que se aproximaban. Conocimiento “exotérico”, porque significaba, precisamente, “fuera del Templo”. Cuando percibía que algunos de ellos, por interés, agudeza o bonhomía era merecedor de profundizar esa búsqueda, le invitaba a pasar “dentro del Templo”. Conocimiento “esotérico”.

Compartiremos aquí una de estas Enseñanzas.

Entre los primitivos aqueos –antecesores de los griegos- es interesante recordar –y reinterpretar más allá de los símbolos- uno de los doce famosos trabajos de Hércules, semidiós hijo de Zeus y una mortal, cuando le es encomendada la tarea de robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides.

Este hipotético jardín de simbólicas manzanas áureas se encontraba en cierta región al norte de África, y era defendido por el gigante Anteo. Cuenta la mitología que Hércules se enfrenta con él en el istmo que en esos tiempos unía la actual España con África, y se trenzan en feroz combate. A lo largo de las horas de ese agotador día, Hércules observa que cada vez que levanta en el aire a su gigantesco enemigo éste parece perder sus fuerzas, pero en cuanto vuelve a poner los pies en el suelo, las recobra, seguramente por ser el gigante hijo natural de Gea (la diosa tierra). Entonces, Hércules, sintiendo que sus fuerzas comienzan a flaquear, decide “distraerlo” (¿?) separando Europa de África empujando los peñascos para ambos lados –y creando el “estrecho de Gibraltar”, en la antigüedad conocido como “columnas de Hércules” para luego matar a su adversario, tomándolo en brazos, de forma que no tocara el suelo, y quebrándole la espalda en el aire.

De este relato simbólico podemos extraer algunas enseñanzas; además del sentido mítico de las manzanas de oro, es evidente la alegoría de que la tierra transmite energía, que de alguna manera fortificaba a los hombres. Aunque, por cierto, también –el “también” no privilegia una explicación a otra, sino que puede incluir ambas- habría otra interpretación, como veremos al final.

Y en cuanto a las manzanas, son los “frutos de la tierra” por antonomasia. Pero el “fruto de la tierra” es, sólo en un sentido aparente, es decir, exotérico, el producto de la agricultura. Simbólicamente, esotéricamente, es el Conocimiento. La manzana del Edén, que da a los seres humanos el Discernimiento sin el cuál, ese estado de “pureza” idiotiza pues excluye al Albedrío. Y sin Albedrío, ¿cómo ejercer la Voluntad?.

Por lo tanto, si las manzanas son “de oro”, para serlo, debieron haber sido transmutadas alquímicamente. Ese Conocimiento, sin duda, incluía Metalurgia –tan importante en todos los tiempos humanos, más en esos arcaicos- y sin duda, sí, Alquimia.

Obsérvese también que “Herakles” (término heleno originario de “Hércules”) era no un nombre propio sino un grado militar. Decir que un “Herakles” vencía a cierto enemigo no significaba un solo hombre luchando contra otro, sino un comandante al frente de su ejército venciendo a otro. Como cuando decimos “Nelson venció a Bonaparte”, sabemos que no se trata de dos hombres, uno en cada buque, sino de las cabezas visibles de dos fuerzas. Así, cuando el ejército aqueo “levantó en el aire” a las fuerzas de Anteo, “privándole del sustento de su Madre Tierra”, significa también que lo aisló, quizás en un desplazamiento en pinzas, de las propias líneas de suministros, de hombres, armas, alimento, agua, que terminaron debilitándolo y ser así vencido.

Con el paso de los siglos, se perdió y mitologizó el significado original. Por cierto, la mejor manera de conservar su fuerza simbólica para la Enseñanza en el futuro. La fría objetividad de la crónica histórica pierde las delicias subjetivas, pero profundamente movilizadoras en lo espiritual, de las leyendas.

 

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