Alguna vez escribí que Buenos Aires, con todos sus atractivos turísticos, carece aún -que yo sepa- de un “tour temático” fundamental: el de las cafeterías (“bares” , “cafés”, les llamamos aquí) aunque algunos de ellos (como el “Tortoni” o “Las Violetas”) son inexcusables -sea por su historia, la cultura que acunaron, su belleza intrínseca- mientras que otros, ya desangelados por el paso del tiempo y un dudoso reformismo modernista, perviven físicamente pero dejaron su recuerdo icónico sólo en el recuerdo de los mayores (como uno mismo) que en décadas pasadas, alrededor de sus mesas y hasta avanzadas horas de la madrugada, gestamos revoluciones imaginarias, discutimos reformas históricas o acunamos nonatas escuelas psicoanalíticas, como “La Paz” o “La Giralda”.
Pero queda aún un tercer grupo de los “congelados” a mitad de camino entre las dos instancias anteriores. Viejos cafés, semi remodelados, con ni tanta ni tan poca historia. Uno de ellos -no habrá porteño clásico que lo ignore- es “Los 36 Billares”, en su eterno reducto de Avenida de Mayo. Esconde historias atípicas: el querido Néstor Echarte me contó que en un altillo del mismo nació el Centro Astrológico de Buenos Aires (CABA), insigne academia de tan magna ciencia que en esa pequeña aulita primigenia daba clase cuando, claro, no había importantes partidos de fútbol porque los cercanos aparatos de televisión del bar provocaban la interrupción con gritos estentóreos de los sesudos cálculos astrológicos de los estudiantes cada vez que el equipo de los amores (de alguna de las partes) hacía un gol. Y allá por 1974, algunos adolescentes entusiastas de los OVNIs ocupábamos una mesa aquí, otra allá, apenas consumiendo lo que escasamente nuestros escuálidos bolsillos nos permitían durante largas horas -tantas que terminábamos trabando amistad con los “mozos” (expresión local que señala a los camareros o meseros), todos sempiternamente entrados en años y de paternal paciencia- porque teníamos el “dato preciso” (tantos años después puedo contarlo: difundido por el grupo CORBE (Comisión Rastreadora de Bases Extraterrestres, de la ciudad de Bahía Blanca) con énfasis y convicción pero sin mayores evidencias durante una de sus charlas en esta ciudad), que el citado bar era, en ese entonces… punto de encuentro e intercambio de información de “ummitas” infiltrados en la Reina del Plata.
Así que cuando con Federico Marcello (documentalista, guionista profesional pero sobre todo, una bellísima persona) acordamos encontrarnos en ese bar para charlar un poco, la pequeña espera estaba ya matizada por tantos cálidos recuerdos. No podía saber yo que, por lo menos en lo personal y a partir de ese día de 2019, “Los 36 Billares” también sería, cuando menos para mí, el recuerdo fundacional de este “backstage” que quiero compartirles.
Con “el Fede”, compartimos sincronías y una cálida amistad. Un par de años antes me había regalado una pequeña estatua de Osiris, de uno de sus viajes a Egipto, deseándome buena fortuna en la intención que me abriera las puertas a viajar a esas tierras y, créase o no, ello, que no estaba en mis planes, encontró apenas tres meses más tarde una concatenación de circunstancias inesperadas que nos pusieron (a Mariela y a mí) inesperadamente de patitas en las riberas del Nilo. Hablando del Nilo y de sincronías: en una conversación telefónica, hace tiempo, descubrimos que ambos tenemos gatos negros (bah, digámoslo correctamente: ambos gatos negros nos tienen a nosotros). El mío se llama, justamente, “Nilo”. Para sorpresa de ambos, Fede comenta con asombro que el suyo se llama “Cairo”.
Si mal no recuerdo, los primeros minutos transcurrieron comentando (yo) mi satisfacción por haber visto un tiempo antes “De Acá a la China”, la deliciosa película de la cual Federico es realizador íntegro (productor, director, guionista y uno de los protagonistas), ya saben, esa historia de un muchacho que, resentido porque la apertura de un supermercado chino junto al almacén (o “despensa”) de su padre había llevado a éste a cerrarlo, decide cobrar a lo Némesis una kármica venganza y procede a instalar un almacén bien porteño..en China. Por cierto y les recuerdo: Federico y su grupo no sólo viajaron efectivamente a ese país sino que vivieron en condiciones espartanas en literalmente el mismo pequeño local que les sirvió de escenario para montar la ficción de esa película.
Y, claro, la conversación fue saltando de aquí a allá hasta aterrizar en una idea que mi amigo ya me había comentado sucintamente: una producción -ya veríamos en qué formato- de hechos policiales sangrientos pero de causas inexplicables o características cercanas a lo paranormal. La idea me fascinó, máxime cuando conociendo a mi compañero sabía que, cualesquiera fuera ese formato, el ficcionar algunos tramos respetaría absolutamente la objetividad de los hechos (instancia extremadamente difícil en la realización de estos productos y que, creo, es donde se ve la verdadera genialidad de quien saber llevar el timón). La conversación ya dejó sentado cual sería uno de los temas a abordar y el que, en definitiva, sería la Primera Temporada de “Crímenes Paranormales”: el misterio de las primas muertas en la bañera.
He escrito y realizado podcasts, pero brevemente les recuerdo el caso: en una vivienda suburbana de Buenos Aires aparecen muertas dentro de una bañera dos chicas, primas entre sí. Lo extraño: sus cadáveres presentan una descomposición avanzada de varias semanas, cuando hacía sólo 48 horas que habían sido vistas con vida por última vez. Las razones de sus muertes, así como de esas desagradables circunstancias post mortem, nunca pudieron ser dilucidadas.
Luego llegó el 2020 y la Plandemia, pero la idea empezaba a tomar forma. Federico me pide entonces ser el “asesor especializado” del proyecto que ya comenzaba a pensarse (y ofrecerse a diversas plataformas). Borradores de primeros guiones, búsqueda de datos, cruzamiento de información, hasta el momento en que por ese fluir proactivo de las circunstancias apareció en el 2021 la empresa estadounidense Univisión, que a través de su división Uforia Podcasts, se mostró interesada en concretarlo.
Llegó la hora de materializar un equipo que, en principio, contó, obviamente con Marcello (que fue guionista, director de a ratos, buscador de voces, productor de contenidos), Juan Aquilanti (también como guionista) y quien esto escribe. Lógicamente, cuando la producción comenzó a tomar forma se fue sumando mucha gente -grupo humano del cual el actor Saúl Lisazo es la “voz representativa” por su locución en “off”- a través de Plataforma TV Producciones, y que no nombraré en su totalidad porque inevitablemente olvidaré a alguno y prefiero evitarme esa irrespetuosidad. Sin embargo, sí debo dejar constancia del excepcional trabajo de la periodista Karina Graziano, quien hizo una intensa y extensa “investigación de campo” de la que quiero dejar constancia porque, de alguna manera, me ha señalado en lo personal estrategias para futuras nuevas, y propias, investigaciones.
En efecto -y aquí voy a detenerme un poco- el trabajo realizado para “Crímenes Paranormales” trasciende la mera elaboración de un producto comercial. Como señalé, Marcello impuso en todo momento un “timing” de objetividad absoluta, y una ficción que podría haberse realizado sólo con el material de los medios periodísticos (muchas veces sensacionalistas, otras veces incompleto) exigió aquí un compromiso de investigación que hacen de estos podcasts una fuente creíble de información sobre el caso.
Debo necesariamente hacer aquí un salto en el tiempo y remontarme a 1989 (año en que ocurre el suceso) para mencionar mi entonces primer acercamiento a este caso. Porque más allá que su sola repercusión mediática en esos tiempos puso en evidencia sus extrañas características, el mismo fue objeto de verdadera obsesión por otro gran amigo personal, hoy fallecido: Enrique “el Turco” Sdrech.
Debo hacer un alto aquí y reordenar recuerdos y, por qué no, emociones. Fuimos muy amigos con el Turco. Allá a fines de los ’80 y principios de los ’90 era común que nos reuniéramos en otro café, éste a dos cuadras de Piedras 1743, la sede del periódico “Clarín” donde hacía él policiales, para hablar del otro tema que lo fascinaba: los OVNIs. Enrique era un fiel lector de mis entonces primeras publicaciones, y rememoro con nostalgia, por ejemplo, la cantidad de veces que entre sorprendido y apesadumbrado me regañaba por dejar de vivir en Buenos Aires y radicarme en una ciudad del interior del país, Paraná, perdiendo así -según él- la oportunidad de estar cerca de los grandes medios y una mayor repercusión de mi trabajo. Él falleció en el 2003, y recuerdo que hasta un año antes, en que nos vimos por última vez, comenzaba a aceptar con una sonrisa mi argumento de mejor calidad de vida que signó esa decisión.
Necesito contarles -quizás una vez más, porque algunos de ustedes conocen la historia- otra extraña sincronía con el Turco, y ahora me pregunto si un hilo conductor como mi atención enfocada en este caso (el de las primas) y un sólo aparente afán investigativo, no termina poniendo de manifiesto cosas más importantes: como por ejemplo las extrañas tramas que entretejen nuestras vidas. Conté sincronías con Federico, y cuento ésta con Enrique.
En el año 1978, la Editorial Cielo Sur lanza mi libro “Triángulo Mortal en Argentina”. Obviamente, Sdrech fue de los primeros a los que obsequié un ejemplar, debidamente autografiado, y varias de nuestras reuniones tuvieron como eje, precisamente, el debate de la casuística presentada en ese libro, que él recomendaba volver a investigar con la perspectiva del tiempo. En 2007, se me ocurre rastrear -en una de las incipientes plataformas de compraventa digitales que comenzaban a asomar en ese entonces- algunos ejemplares usados de mis viejos libros (ya que apenas me quedaban uno o dos para mi propia colección) y localizo, en una librería de usados del barrio de Caballito, de Buenos Aires, uno de “Triángulo”. Tenía un viaje pendiente a la ciudad y aprovecho, entonces, para pasar a buscarlo personalmente. Husmeo en la librería, compro algún que otro libro y me voy a la cercana estación del tren urbano para continuar la jornada. Y allí, sentado en un banco de la estación, al ojear el ejemplar adquirido, encuentro mi autógrafo: era el que había regalado al Turco veintinueve años antes… Obviamente, aún lo conservo, con especial cariño y algo de recogida sacralidad. ¿Es necesario aclarar que el personaje del Turco también aparece -disimulado bajo otro seudónimo- en el podcast?
De modo que el “caso de las primas” no sólo había estado presente, de una u otra forma, en mi vida durante más de treinta años. Con su propio “plus” afectivo, exigía para mí no solamente un tratamiento serio sino la ocasión de una profundización. Por ejemplo, ¿qué tan ciertos eran los datos reflejados en las crónicas periodísticas de la época? ¿Realmente había circunstancias ilógicas, “paranormales” o todo era explicable, con la información suficiente, y reducible a causas convencionales? ¿Qué podía saber la Justicia que no hubiera llegado al conocimiento de la opinión pública? Porque además de las circunstancias de las muertes en sí y de la anomalía de las putrefacciones, el caso rebosaba de “enigmas secundarios”, como lo ocurrido con los corazones de las víctimas, que estando bajo custodia judicial desaparecieron sin dejar rastro ni explicación alguna. Y como si no bastare, otro misterio escalofriante: quince días después de retirados los cuerpos, la bañera -desagotada, desinfectada y esterilizada por profesionales- volvió a aparecer llena de líquido putrefacto hasta sus bordes.
Y es allí donde Karina lleva adelante su gran trabajo, pues consigue con arduos esfuerzos dos logros impensados: entrevistar al juez Raúl Casal -quien tuviera a su cargo la sustanciación de la causa- y (last but not least, como diría el ínclito Antonio Ribera) acceder a los dos cuerpos del expediente (en la imagen, pueden ver la primera foto que nos envió el día que en el mismo juzgado se lo presentaron para ser fotocopiado. Ha pasado a ser una de las piezas más preciadas de mi archivo personal). La lectura reposada de la causa, los debates con Federico y Juan sobre la interpretación de los hechos, la observación de los mismos errores circunstanciales de la investigación, del esfuerzo de los oficiales de la ley por “explicar” a cómo de lugar el episodio -reservaré las conclusiones; escuchen “Crímenes Paranormales”), volcar los fríos hechos mecanografiados en la dinámica de las voces, los escenarios y las ambientaciones. Mi compromiso (más bien personal y moral) con los responsables de este proyecto me obliga a no escribir una nueva nota “investigativa” sobre este episodio hasta que estén publicados los ocho episodios de la Temporada, lo que anticipa, por lo tanto, que pronto regresaré sobre el tema, exponiendo mis conclusiones ahora que tuve en mis manos la totalidad de la documentación judicial oficial. Entre paréntesis: ¿imaginan las veces que deseé compartir con ustedes el logro de obtener esa documentación? Porque -en lo que respecta a este caso- pone a nosotros, investigadores paranormales, en la inmejorable situación de contar con lo más granado de la información, algo que no es usual en el terreno de lo inexplicado.
Pero en lo personal, el ejercicio de trabajar en la pre producción documental (y también en el guión porque Federico, es su exagerada bonhomía y amistad, recababa mi opinión mucho más allá de mi tarea como “asesor”, haciéndome sumergirme en la reflexión sobre los textos mismos) no sólo fue enormemente estimulante y entusiásticamente divertido: me ha dado ideas y herramientas sobre cómo encarar, precisamente desde el ejercicio de la investigación periodística, el estudio, recopilación y rastreo de otros hechos paranormales, sobre los que muy pronto volcaré la experiencia recogida.
Sé que el lector habrá hecho el esfuerzo de llegar hasta aquí en busca de una respuesta: a fin de cuentas, Gustavo, ¿fue o no fue paranormal el extraño hecho? No los dejaré sin opiniones. Para el juez Raúl Casal, no. Basándome en la misma documentación (porque la objeción que se me podría haber hecho hasta aquí es que yo no tenía acceso a la confidencialidad de los sumarios), para mí, sí. Quizás sea el lector -devenido oyente de estos podcasts- el que teniendo en cuenta que Casal es juez y yo “solo” un investigador paranormal, encuentre su respuesta.
3 primeros episodios de la Primer Temporada de «Crímenes Paranormales»
Plataformas donde puedes ver la película “De Acá a la China”, de Federico Marcello.
Haz un click sobre la imagen para ingresar.
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