Como he comentado en otros espacios, como lectores y oyentes ya saben, tengo ciertas “manías” repetitivas a la hora de la investigación. La “contraencuesta” es una de ellas; regresar a un mismo caso, o evento, u objeto, años después de un primer abordaje, ya sea para complementar información, cruzar nuevos datos, comparar testimonios. Lo aplico tanto en Ufología, en Parapsicología como en todo tipo de episodio anómalo, y el estudio y reflexión sobre las Calaveras de Cuarzo de México no habría de ser la excepción.
Tuve mi primer contacto con ellas allá por marzo de 2013, cuando con uno de mis grupos, recorriendo México, la amabilidad de su Guardiana y un matrimonio amigo que sirviera de nexo nos permitiera acceder a las mismas, observarlas, fotografiarlas y hacer un breve “experimento”. Debo aquí regresar sobre otra de mis ya llamadas “manías”: lo que llamo mis “tres niveles de investigación”. Sobre estos “tres niveles” algunos lectores objetarán que “no es científico” y, con todo respeto, responderé que poco me interesa esa opinión: así es como me siento cómodo, así es como creo encontrar algunas respuestas. Desde muy pequeño una de mis abuelitas me enseñó aquello de “no se puede contentar a todos en la vida”, y entre esforzarme en dejar contentos a cierto público (mientras otro permanece inconforme) y contentar mi propio Paradigma, he elegido este último.
Un Paradigma que considera “investigar” satisfaciendo tres niveles: a) Objetivo; b) Objetivo – Subjetivo y c) Subjetivo. Como ejemplo -y es el caso concreto de este artículo- el (a) será, por caso, cómo reaccionan ciertos aparatos de medición en presencia del objeto de estudio, en este caso, una calavera, aparatos ajenos por completo a mi marco de aceptación. El (b) será qué observo y cómo reacciona ante la misma un aparato u objeto de referencia dentro de ese Marco. En este caso, el péndulo radiestésico (Aquí tenemos un típico ejemplo de donde un racionalista extremo elevaría sus objeciones ante lo “no científico” del uso de la Radiestesia, y es un buen ejemplo también de donde, en lo personal, me encogería de hombros ya que -como vengo ilustrando hace añares; y a cualquier recién llegado a estas líneas le recomiendo la lectura más amplia de mis trabajos para comprender (compartir o no es su derecho) los criterios de ése, mi Paradigma.
Finalmente, el “c” sería, por caso, la “impresión mental” que percibo, o creo percibir, sentir, experimentar vivencialmente en presencia de (el ejemplo que aquí expondré) una de estas calaveras. ¿Sirve este “popurrí” de datos para sacar conclusiones? Es posible, aunque no me siento convencido de hacerlas en lo inmediato con este caso. Pero se trata, por ahora, de avanzar en observaciones que a su vez faciliten al lector quizás, sí, hacer su propia interpretación.
Recordemos que aquél primer contacto, por la brevedad del mismo y por estar “obligado” tanto por la presencia del grupo que me acompañaba como de otro, amable y entusiasta, que nos esperaba para reunirnos, sólo me permitió aplicar lo que definí como “paso C”. Sin embargo, este reciente nuevo viaje a México me dio la oportunidad de reunirme con casi las mismas (no todas), teniendo a mi disposición el tiempo que necesitare y la soledad que tantas puertas reflexivas abre.
Otra vez, debo agradecer a quien aquí sólo llamaré por el “nombre espiritual” con que el ambiente de maestros de Sabiduría Ancestral conoce a su custodia y Guardiana: “Del Enn Zhiann”. Reunidos que estuvimos en esta ocasión, me comentaba, con una enorme sonrisa, la situación diríamos “comprometida” que le implicó la enorme repercusión que mis artículos, podcast y videos en nuestro canal de Youtube le significó en aquel momento. Situaciones incómodas que “surfeó” con elegancia y (como corresponde a una maestra de Conocimiento pero, sobre todo, bellísima persona) con enorme sonrisa. Así que evitaré mencionarla ahora, aquí. Pero sólo ahora, aquí…. Porque ya lo fue, inevitablemente, en los espacios mencionados.
Aquella oportunidad que parecería quedar sumida en lo anecdótico tuvo, sin embargo y para mí, un impacto fenomenal. Recordará el lector histórico que el método que aplicamos en su momento fue enfocar nuestra atención sobre ellas, una a una, “meditar” sobre las mismas si se quiere, abriéndonos a cualquier percepción. Evitaré aquí el aburrimiento de volver a leer lo que en su momento expliqué, sólo recordar que con una de ellas creí “recibir” la frase “busca el Lanzón”, y esa expresión, que me desorientó, fue la que un par de años después me llevó a viajar a Chavín de Huantar, en Perú, y descubrir lo que llamo una verdadera “ESCUELA DE CHAMANES”. Más allá de la maravilla de lo que encontré en ese viaje, tuvo un impacto enorme en mi vida: en los artículos citados comenté también que “casualmente” ese encuentro con las calaveras coincidió con un momento de replanteo existencial en mi vida, y lo que quizás hubiera sido la decisión emocional de alejarme de ciertos caminos se transformó en una retroalimentación que no solamente me llevó a continuar en los mismos sino a profundizarlos y expandirlos.
Así que esta nueva visita a las Calaveras trascendía para mí el interés entusiasta pero “desapegado” de la investigación., El Gustavo que volvía sobre las mismas no sólo era “otro”, ocho años después: era distinto del que hubiera sido si su camino no se hubiese cruzado con ellas. Había, por lo tanto y debo admitirlo, un profundo sentido de respeto y, por qué no, agradecimiento con los objetos, las personas, el momento.
El objetivo principal de esta visita (que espero no sea la última) es ordenar algo más de información sobre las antiguas y las “nuevas”. Expliquemos el mecanismo. La custodia, por distintos conductos, ha recibido las mismas por parte, ora de sus descubridores en caso de ser arqueológicamente fechables, ora por parte de las familias en cuyo seno se conservaron por años. Existe un vacío legal en cuanto a la “titularidad”: de no mediar demanda judicial el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia, organismo oficial y autárquico que en México tiene bajo su égida todo lo arqueológico) no procede a confiscar las mismas; pero, al mismo tiempo, la custodia no tiene la posibilidad de moverse libremente con ellas (por ejemplo, para concurrir a congresos internacionales). En esta penumbra, grupos de Tradición y Mexicanidad la solicitan para “ceremoniar” con las mismas, y éstas son las únicas oportunidades en que dichas calaveras abandonan su guarda para ser entronizadas y honradas en sitios ceremoniales donde se las lleva a tal efecto.
Esto no es un hecho menor: estoy convencido que esa exposición (comprendo que bien intencionada) a grupos humanos en situación de intensidad emocional (tal como son las ceremonias para las cuales son solicitadas) desde lo parapsicológico también modifican su naturaleza, ya sea por impregnación psíquica, astral o egregórica. Admitir esta posibilidad me da otra perspectiva no solo sobre la naturaleza; también y muy especialmente sobre las funciones a futuro que las Calaveras de Cuarzo pueden tener, y si el lector ignora estos términos o sus contextos este sería buen momento para hacer un alto y profundizar, primero, en los mismos. Al pie de esta nota, algunos links serán, en ese sentido, ilustrativos.
Actualización
He mencionado que las calaveras con las que me he encontrado en este viaje no son todas las mismas que esos años atrás, así que resumiré mis observaciones. Todas estas calaveras se encuentran en dependencias privadas de su guardiana, dispuestas agrupadas en estantes a modo de “tzompantli” (antiguos frisos mexicas y toltecas que representaban agrupaciones ordenadas de cráneos, tallados en piedra. La suposición oficial es que los tzompantli eran la representación artística supérstite de calaveras humanas de sacrificados rituales (pero ya sabemos que la arqueología oficial siempre tiende a “interpretar” dentro de ese paradigma). La agrupación de estas calaveras se entiende, tradicionalmente, como el propósito de crear un “sitio de poder” ceremonial, sobre lo que regresaremos al final).
- Calavera de cuarzo blanco (llamada “Hilarión”): Es su proximidad la brújula analógica se desvía 5° del Norte magnético. El péndulo no reacciona en su presencia y tampoco me genera -esta vez- ninguna reacción vivencial. Sin embargo, recordemos que es la misma que aquella vez me “hizo sentir” la frase “busca el Lanzón”. No es arqueológica, fue fabricada hace bastantes años en el pueblo Xicotepec de Juárez, estado de Puebla. Durante muchos años estuvo en poder de comunidades zapotecas en Oaxaca y mayas en Chiapas antes de ser entregada a su actual custodia.
- Calavera de cuarzo verde: También la brújula se desvía 5°NE. El péndulo en su cercanía toma violentos giros dextrógiros y se balancea de derecha a izquierda frente a sus ojos. No me produjo ninguna reacción psíquica. No se conoce su procedencia original.
- Quetzalcoatl: fue llamada así pues presenta sobre su superficie un intrincado diseño serpentiforme. no muestra anomalías magnéticas, no reacciona el péndulo pero es interesante la fuerte impresión mental que me produjo, la sensación de “alguien” que se reía. Recordemos que esta es la enorme, pesada calavera de cuarzo Tarantino, calcita y limonita, con un peso de entre 7 y 8 kg. Y digo “entre” porque -extrañamente- varía su peso según la época del año en que se pesa. Es la más requerida para ceremonias por los grupos de Tradición, y fue entregada a su custodia por un anciano maestro de Tradición sobre cuyo nombre se me ha pedido estricta reserva por exigencia de sus familiares, y ya fallecido.
- Xochiquetzali (“puede traducirse tanto como “pájaro florido” o “flor bella”, del náhuatl) o “La princesita”: la más pequeña de todas, fue hallada en 2012 en ubicación que conocemos pero debemos silenciar, mismo momento en que se encuentra la conocida como “Pajarita”. Conserva aún mucha tierra pegada en su interior (lo que facilitará futuros análisis) y fundamentalmente está constituida por cristal de roca.
La brújula se desvía 10° al NO en su proximidad, el péndulo se comporta con movimientos irregulares pero leves y no me provocó ninguna reacción mental.
- Pajarita: hallada junto a “La princesita”, acusa 5° desvío NO en la brújula, sin reacción mental ni al péndulo. Se ha roto en varias partes y se ha reparado burdamente. Quizás por ello es la menos solicitada para ceremonias. Junto con “La princesita” está hecha de trozos de cuarzo pegados entre sí con resinas naturales.
- Tlatoani (“Jefe”, en náhuatl): esta es, en realidad, una calavera humana recubierta con incrustaciones de cerámicas -que en partes reemplaza parte del cráneo faltante- coloridas, jade y nácar. Hallada también donde “La princesita” y “Pajarita”. 5° NE de anomalía, el comportamiento del péndulo demuestra una distribución irregular de remanencias energéticas. Mentalmente, genera una un tanto angustiante sensación de “vacío”. Única con maxilar inferior independiente.
- Yolotlhuitzilín (“corazón de colibricito” o “colibricito del corazón”): de silicio y cuarzo, presenta un evidente grabado maya. La brújula se desvía 5° NE, el péndulo muestra un fuerte movimiento dextrógiro al colocarse directamente sobre el grabado y mentalmente (o mejor dicho; anímicamente) genera una intensa sensación de respeto.
- Simio: muy irregular su superficie, no presenta anomalías magnéticas. Mentalmente trasunta “humanidad” (¿quizás por sus imperfecciones?) así como cierta tristeza y opresión en el entrecejo. 10°NE de anomalía magnética.
La suma de estos datos y las conversaciones con su custodia conforman un esbozo de situación. Por supuesto, la razón principal de este nuevo contacto no fue tanto hacer conclusiones sino con tranquilidad observar qué siguiente nivel de estudios de las mismas deberemos llevar adelante, seguramente el año entrante. Estudios que esa vez serán más fisicoquímicos e historiográficos. Pero, en forma provisoria, quisiera compartir mis propias apreciaciones.
En mis artículos anteriores, aventuré la suposición que la razón de ser de estas -y otras- calaveras era aprovechar lo que, modernamente, conocemos en Parapsicología como “punto de anclaje” (para quien desconozca el término, le remito a los mismos). Es interesante señalar que de éstas, aún las que no tienen interés arqueológico (como la de cuarzo blanco) son las que provocan interesantes efectos espirituales.
Permítaseme aquí una digresión: alguien objetará que si gusto presentarme como “investigador de campo” no puedo estar incluyendo en mis variables metodológicas lo “espiritual”. El punto es que mi derrotero se ha llevado a tener la certeza de la existencia no sólo de lo espiritual, sino de la interacción absoluta y permanente que lo espiritual tiene con los planos densos, mundanos, cotidianos. Y si esa certeza emana de mis investigaciones, ¿cómo no he de incluirlo y considerarlo en mis conclusiones? Si el lector quiere saber cómo llego a esa conclusión, comprenderá que el exiguo límite de esta nota no da lugar a explayarme. Si mis argumentos realmente le interesan, pues allí tiene, históricamente, en nuestro Portal todos los artículos que significan la ruta para llegar a esa certeza.
Así que regresemos al punto. Puede inferirse, entonces, que esos efectos espirituales no tienen -por lo menos en las mismas- que ver con su antigüedad, sino con su uso, sentido y tratamiento que fue, que es, precisamente, el “ceremonial” ya citado varias veces. Circulan desde hace años leyendas casi urbanas que dicen que cuando todas las calaveras se reúnan, “algo” pasará. Dicen, también, que se abrirá un portal, o algo impactará en la consciencia colectiva, o… Pero ni siquiera se sabe cuál es el número exacto de las mismas. Las famosas “calaveras de cristal” serían -se dice, siempre se dice- trece, pero tampoco hay fuentes creíbles al respecto. Dejando de lado la famosa de Mitchell – Hedges, sobre otras no hay mayores precisiones. Éstas aquí citadas tienen a su favor la realidad fáctica de su existencia.
Empero, la crítica más dura que se hace a las mismas es que “no se han sometido a estudios científicos objetivos y verificados”. Conociendo los protocolos de las ciencias físicas, es posible que así sea. Pero lo que escépticos y racionalistas deben comprender será más claro si se acercaran al sentimiento del “México profundo”. Servidor, que lo conoce, puede asegurar no se debe a que oculten un consabido fraude -nadie en los círculos de Tradición desconoce o niega que se fabrican muchas, como ya dijimos, en Xicotepec de Juárez. Sólo señalan que las hay modernas y antiguas, todas ellas igualmente “funcionales” en términos espirituales. Ni siquiera se trata que esos círculos sean indiferentes al conocimiento científico (de hecho, yo he encontrado muchísimos miembros de los mismos sumamente entusiasmados con la posibilidad de estudios más profundos). ¿Cuál es la razón, entonces? El temor a que sean tratadas irrespetuosamente. Tal vez quien tenga sus intereses intelectuales alejados de los círculos de Sabidurías Ancestrales menospreciará o minimizará esto del respeto, pero eso sólo será, precisamente, por no estar dentro de ese paradigma, donde el respeto es tan importante. Buena enseñanza para nuestros tiempos: si las tradiciones antiguas pueden legarnos algo -aún prescindiendo de calaveras y chamanes- es la reivindicación del respeto. Que no es poco.
Sin embargo tengo esperanzas. Desde hace años, quizás solapadamente, observo no solamente como muchos miembros del ambiente académico -porque lo “científico” es una actitud- se acercan a lo espiritual con mentalidad abierta y respetuosa, sino también socialmente se comprende que esa exigencia -la del respeto- es un “derecho natural” que no puede (ni debe) ser vulnerado desde la soberbia pretenciosidad de una superioridad intelectual.
Referencias
- “Un encuentro con las Calaveras” (primera parte)
- “Un encuentro con las Calaveras” (segunda parte)
- “Calaveras de cristal, siguiendo el mensaje”
- “Chjavín: escuela de chamanes”