Cuando se habla de Illuminati (como «el Poder en las Sombras») por lo común sus interesados remiten a concretos grupos humanos. Una vez más, repitiendo el error de olvidar que buena y mala gente hay en todas partes y que por nacer o pertenecer a determinado grupo étnico, religioso, político o económico no se es «bueno» o «malo» (¿bueno o malo según qué?). Resulta llamativo que un repaso cualquiera por los exégetas de estas denuncias coincidan en una lista que sería más o menos así:
– Los masones
– los judíos
– el Vaticano
– la corporación militar-industrial-petrolera
– la industria farmacéutica
– la banca internacional
– la nobleza británica
– USA
perdiendo de vista (precisamente porque es parte de la manipulación) que todos esos estratos pueden estar infiltrados, pero no son -en tanto bloque o segmento- «los Illuminati».
Y doblemente sugestivo es que, por «default», queden liberados de tal sospecha otros grupos, a saber:
– los ecologistas
– las organizaciones humanitarias
– el movimiento New Age (casi todos los que estamos leyendo esto de una u otra manera estamos en esa corriente, pero muchos se escandalizan y lo niegan graciosamente) o Nueva Espiritualidad (es más «cool» llamarle así, últimamente)
– los chinos
– los árabes
– los rusos
– las academias científicas
segmentos aún potencialmente más «peligrosos», precisamente porque de ellos (bueno, por lo menos de los tres primeros y el último) no se esperaría tal cosa. Claro que, una vez más: no son todos quienes pertenecen a esos segmentos, sino aquellos infiltrados.
Y piensen esto: sólo se necesitaría, digamos, tres «miembros» (de alto poder de influencia) en cada uno de estos, en total, quince apartados, es decir, no mucho más de cuarenta y cinco personas en todo el mundo, para manipular a siete mil millones. No busquen poderosas organizaciones «satánicas» ni «hermandades» multitudinarias reunidas en los bosques. No las necesitan y ese gigantismo les dejaría demsiado expuestos.