La reciente visita a Paraná de conspicuos miembros de la Masonería argentina brinda la oportunidad de volver a poner en el debate la razón de ser de las Sociedades y Órdenes Esotéricas, Iniciáticas y Probacionistas (forma más o menos prolija de reunir bajo un mismo título el inmenso piélago de agrupaciones, si no “secretas”, cuando menos “discretas” dedicadas a estos infusos menesteres). Y sirve especialmente porque en los últimos tiempos, cuando menos en nuestro país esa histórica sociedad, sin alejarse de los valores éticos y republicanos que significaron su creación (recordemos que la Masonería nace, precisamente, como un grito libertario contra la opresión de las monarquías. “Libertad, Igualdad, Fraternidad” fue, un siglo antes de la Revolución Francesa, el lema de las primeras Logias) y sin perder de vista que la oposición que la iglesia le cuestionó hasta entrado el siglo XX fue, precisamente, por las alianzas que entre iglesia y monarquías campeaban por aquél entonces.
Esta Masonería que ahora parece –cuando menos en ciertas Logias- “lavarse la cara” frente a los medios presentándose como “políticamente correcta” y si se quiere –y para abusar de una expresión muy en boga- “progre”, evitando toda referencia a su verdadera razón de ser: el estudio y vivencia plenamente esotérico de lo espiritual. Porque una “sociedad iniciática” sin Esoterismo deviene simplemente en un club de “cenadores” (se reúnen sólo para cenar).
De qué va ser miembro de una Sociedad Iniciática, entonces, es la razón de ser de este artículo.
En estos tiempos de valores disminuidos y principios rematados al mejor postor, recuperar el sentido trascendente que brindaba la pertenencia a una Orden u Hermandad brinda la perspectiva, a la vez racional y espiritual, de un Camino de crecimiento donde un aspecto cualquiera de nuestra vida no se subordine (o, peor aún, se sujete) a ningún otro. Donde la segmentación entre dedicarse a crecer espiritualmente, expandirse intelectualmente o fortalecerse materialmente se revela como lo que es: una ilusión, si no solamente de los sentidos, también de un Condicionamiento Cultural funcional a intereses de un Sistema que sabe que el Hombre y la Mujer integrados son autodeterministas y completamente independientes (de pensamiento, espíritu y materia).
Pocas veces se ha reflexionado que así como la “pobreza controlada” es, económicamente, la manera de subsumir a las masas (permitiéndoles la falsa sensación de “seguridad” que provee un sueldo apenas ajustado, unos pocos “beneficios sociales” y la percepción de un jefe que alimenta más la carencia del arquetipo paterno que la conducción que significa un liderazgo), también existe una “pobreza controlada” impuesta en esta Sociedad en lo cultural y en lo espiritual. Es “pobreza controlada” del espíritu la de creerlo satisfecho con el paso por alguna iglesia. Es “pobreza controlada” la del intelecto cuando se convence que la “(des) información” y el “entretenimiento” por sí mismas es suficiente para cierto “bienestar mental”. Los gobiernos someten a los pueblos con la pobreza crónica de trabajar tres cuartas partes de sus vidas (mídanlo en año, en días de la semana o en horas diarias) para mantenerse en una noria de la que no puede elegir bajarse (y si no pueden elegir, ¿dónde quedó la mentada “libertad”?) y esa misma pobreza crónica se extiende a lo espiritual y a lo mental.
Por ello, reivindicamos la pertenencia, casi caballeresca, a una Orden Iniciática.
Porque puede brindar una sensación de continuidad a un mundo que se siente aislado del pasado y sin raíces. Puede ofrecer dignidad y grandeza a unas gentes que cada vez se sienten más oprimidas por la convicción de su propia pequeñez e insignificancia. A los individuos que se impacientan ante su impotencia, su soledad y su aislamiento propios, puede ofrecerles la perspectiva de pertenecer a una comunidad, de participar en una noble empresa fraternal. Sobre todo, puede brindar una jerarquía de valores y un código de conducta que no son arbitrarios ni fortuitos, sino que se apoyan en un fundamento tradicional, un fundamento al que se sabe reflejo de un Orden Trascendente, no humano, ni siquiera pretendidamente divino, sino que dimana por observación y experimentación. Es, además, un principio de coherencia y un repositorio de confianza y sentido.
Es posible que algún lector escéptico acote que en ocasiones se ha invocado este contexto para espúreos intereses, para negociaciones lindantes con lo delictivo o para manipulaciones sociales o políticas. Quédense tranquilos: por más que conserve el título y las formas y cite linajes arcanos, una Hermandad que ha caído en ello queda reducida a la expresión de una mera asociación ilícita. Y en toda Orden, el Saber –que existe- será acunado casi con humilde respeto y discreción, pero siempre se blasonará otros referentes: aquellos viejos, queridos, maltratados valores humanos.
Por eso, aunque se le use y abuse como ya casi remanido recurso literario en cualquier crónica periodística menor, es que el espíritu del Quijote sigue vivo. Es por eso que el rey Arturo y su saga provoca ecos intensos aún en grupos sociales que ni genérica, ni geográfica ni históricamente tienen el menor vínculo con aquellas brumosas tierras. Es por ello que a través de los evos ciertos golpes de tambores anahuacanos, ciertas hieráticos perfiles de guerreros prehispánicos, miembros de sus propias Confraternidades después de todo, emociona y fascina a esta cultura de plástico.
Es por eso que aunque se endiose al dinero, aunque se tema al sacrificio –sacro oficio-, aunque se aconseje a los jóvenes el “sálvese quien pueda” mundano, encontrar alguien en el camino que viva de acuerdo a esos Principios conmueve, despierta admiración y estimula a la sana imitación. Así, el Iniciado, inmerso en la cotidianeidad como cualesquiera de sus congéneres, siempre será referente, consejero y sanador. Por lo que diga, por lo que haga, por como viva. Se le reconocerá por esa alegría visceral, ese empuje contagioso, esa voluntad inquebrantable, porque vivirá en el mundo “de afuera” como comprende la trama sutil del Universo en el mundo “de adentro” de su Orden. No será dueño de “fórmulas mágicas”, no buscará relaciones y contactos privilegiados. Sólo, habrá Comprendido.
Eso que tu elogias es lo que la masonería predica y sería elogiable si fuera su verdadera intención .
El problema es que la masonería es Luciferina .
Me asombra tu desconocimiento
Puntos de vista. A mí me asombra que no puedas distinguir el ideal de los hombres.
Muy instructivo su escrito, como siempre. Y yo, como siempre también, con mis pequeñas dudas que le expongo (con permiso de su grande paciencia): ¿Cómo reconocer a esas personas «iniciadas» para intentar imitar su bonhomía y probidad?
En mi caso y en mi entorno habitual, creo que no destaca nadie por esta suprema peculiaridad, tan difícil por otra parte de desarrollar en este mundo actual de lobos feroces que luchan para sí mismos y de ovejas que, metidas en el rebaño, no saben dónde mirar…
Es que no se trata de «imitar», Susana. Eso sería tan erróneo como buscar un nuevo avatar, un nuevo gurú. Se trata de realizar ese Camino en uno mismo. Saludos cordiales.
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Interesante y didáctica explicación . Tengo en mi entorno algunos iniciados , y da gusto la dedicación y el esfuerzo desde su discreción de hacer las cosas bien. Solo les » critico» el machismo. En fin nada es perfecto .
Apreciado hermano, el auto conocimiento parte de bases iniciáticas, que una vez caminadas con los guías o maestros, es su propia conciencia la que lo va a llevar al objetivo que se busca, entonces seremos libres y nada podrá atarnos. Mientras tanto tendremos que depender de religiones, y todo tipo de creencias. La única y verdadera iniciación es la que conduce al hombre a su liberación, entonces sera un instrumento de ayuda a humanidades sedientas del verdadero conocimiento.