Q’ENKO: ¿SANACIÓN CHAMÁNICA CON LAS ENERGÍAS DE LA MADRE TIERRA?

            A unos tres kilómetros de Cuzco, e inmediatamente luego de ese otro gran enigma que es Sajsaywamán, uno se encuentra con un sitio atípico: Q’enko. Su traducción significa “línea quebrada” y en puridad no honra al lugar, un afloramiento rocoso de forma circular tal como se ve en la imagen de Google Earth. Supongo que recibió tal denominación en quechua porque desde allí se avista, como dije, la cercana Sajsaywaman, que sí presenta el aspecto de líneas en zigzag.

Vista de Q'enko
Vista de Q’enko

            Todavía se debate en ámbitos académicos no solamente cuál era la función de este sitio, sino aún también su antigüedad y origen. Presuponerlo inka o levemente pre-inka es apenas eso: una suposición. Recordemos que el propio Sajsaywamán es descrito como inka en algunas fuentes (aún más, atribuyéndosele su erección al gran Pachacuti) y en otras, como muy anterior, de clara influencia tiwanakota. En lo personal, comulgo con esta segunda lectura: al igual que el Templo del Sol en Ollantaytambo es demasiado evidente que aquì se cumple una de las (para mí) necesarias cláusulas para identificar la presencia de “tecnología no humana” dentro de un marco cultural específico: el “desentono” absoluto entre ciertas particularidades arquitectónicas con su entorno, en términos de mecánica.

Vista por Google Earth de Sajsaywaman
Vista por Google Earth de Sajsaywaman
Vista por Google Earth de Q'enko
Vista por Google Earth de Q’enko

 

            Pero regresemos a Q’enko. Como es dable esperar, flotan sobre él todas las teorías imaginables, algunas más conservadoras, otras más “liberales”. Sin embargo, se ha impuesto fundamentalmente en el ideario popular la afirmación del academicismo clásico en el sentido de tratarse de un “templo” a Pachamama, aprovechando la natural concavidad del lugar. Cierta superficie pulimentada ha recibido el nombre de “altar” y así acaba la cosa.

El "amaru" en Q'enko
El «amaru» en Q’enko
Otra vista del Amaru
Otra vista del Amaru

 

            Voy a proponer, empero, otra explicación, fruto de mis observaciones sobre el terreno y las reflexiones de ellas nacidas. Y es afirmar que Q’enko era un lugar de prácticas chamánicas terapéuticas aprovechando la energía telúrica. Una energía que –estoyh cada día más convencido- era ampliamente conocida y aprovechada por las remotas culturas americnas prehispánicas. Lo señalé cuando estuve estudiando las líneas de energía en Xochicalco y en los “baños de Netzahualcoyotl” (México) y vuelvo a ratificarlo aquì.

La "serpiente" energética en la cancha de pelota de Xochicalco, México
La «serpiente» energética en la cancha de pelota de Xochicalco, México

            Creo firmemente que estas culturas –la tiwanakota en particular, la inkaica en la medida que supo heredar algunos, sólo algunos, conocimientos de Tiwanaku-  supieron detectar radiestésicamente las corrientes de energía telúrica hoy tan bien estudiadas por la Geobiología. En particular, las “redes Hartmann” y las “líneas Curry”. No puede ser casual que casi todos los “sitios de poder”, tanto de tiwanakotas, inkas, toltecas se encuentren en puntos álgidos de ambos sistemas energéticos telúricos. Y, para el caso sudamericano, que donde confluyen ambos sistemas aparezca siempre la “marca de la serpiente” (Amaru), la línea zigzagueante que el academicismo, con muy poca creatividad, asocia con el rayo o, en los últimos años, con el borde dentado del apreciado molusco Spondylus, sobre cuya simbología hablaré en otra ocasión.

El "altar"de Q'enko
El «altar»de Q’enko

            Inteligentemente, la amiga e investigadora argentina Débora Goldstern observa la similitud evidente de esa línea “Amaru” en Samaipata (Bolivia) y Q’enko. Es un detalle a considerar, aunque en mi visita a Samaipata no tuve ocasión de evaluar radiestésicamente el lugar y, por otra parte, la línea “Amaru” de Q’enko es pequeña comparada con el canal zigzagueante del sitio boliviano. Pero reproducen, salvadas esas diferencias, el mismo trazado simbólico.

Fundamentos de aplicación aún desconocida
Fundamentos de aplicación aún desconocida

            En Xochicalco, recuerdo, la “línea zigzagueante” es fácilmente comprobable en la cancha de “pelota” de la ciudad, de modo que la “coatl” –serpiente”- adquiriría en esta lectura una correspondencia con “Amaru”. Y tiene lógica simbolizar en la serpiente la energía telúrica, toda vez que es el animal paradigmático que se arrastra sobre la tierra. Dando un paso aún más allá, no es gratuito que “Kundalini” –la energía sexual latente en el chakra sacro coccígeo- e represente como una “serpiente roja” que duerme y que, al activarse con la práctica del Tantra, asciende desenroscándose helicoidalmente alrededor del “shushunna” o canal energético bidireccional que une los chakras hasta llegar a la coronilla, conectando, así, las energías de la Madre Tierra absorbidas por el chakra inferior con las cósmicas, accedidas a través del superior.

             Por ello entiendo que no se realizaron en Q’enko obras de ingeniería como sí en la muy próxima Sajsaywaman. Para respetar la energía, su potencial y efecto natural y original. En Tiwanaku tenemos el claro ejemplo de lo que puede ocurrir cuando la “mentalidad moderna” comienza a “reconstruir” el lugar ignorando los criterios originales y los conocimientos sobre los cuales se basa: ya he descripto en alguna ocasión como la mera contemplación del Kalassassaya da la fuerte impresión de un rompecabezs mal armado, de un ensamblaje forzado y defectuoso…

             Si seguimos este hilo de razonamientos, entonces los inkas –o algunos predecesores- fueron conscientes que en ese lugar –que es, entonces, “el lugar de la línea zigzagueante”, NO por su aspecto, sino por su efecto- se producía una potenciación de energías. Y así, podemos especular sobre el uso que le daban, aunque pienso fundamentalmente en dos: terapéutica física, psíquica y espiritual –el “altar” entonces no sería tal, sino un estrado para reposar y meditar- y quizás energetización de objetos allí depositados.

O algo más. pienso en las momias de sus inkas. Pienso en la fuerte irradiación magnética que deben haber tenido las mismas, para ser imprescindible su «presencia» en consejos, conciábulos, guerras. Y me pregunto si, como en la Cámara del Caos subterránea de la Pirámide de Keops, no se empleaba Q’enko para dotar a esas momias de una «condición vital». Pienso en mi especulativo trabajo «Reencarnación y clonación: un túnel del tiempo egipcio» («Al Filo de la Realidad» nº 15)  y me pregunto si, a partir de aquì, no corresponderá al lector seguir hilvanando sus pareceres.

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