32 años de la primera psicofonía Oficial en Argentina

Definamos “psicofonía oficial”. Sólo me refiero con ello a la primera ocasión en que una autoridad, en este caso la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe, capital de la homónima provincia argentina, autorizó -nada menos que a través de un Decreto, formal y oficial- un experimento que con otros miembros en ese entonces de nuestro Centro de Armonización Integral llevamos a cabo en el Cementerio (precisamente) Municipal.

Esta breve nota es, ante todo, un sinceramiento de mis errores y olvidos. La novedad del 32° aniversario me sorprendió como a cualquier común lector. ¿Creían acaso ustedes que estaba aguardando con ansia esta fecha para escribir estas líneas?. Pues, nada. Es más, si me apuran y me hubieran preguntado unos días antes en qué fecha se había realizado aquella experiencia hubiera dicho en 1990, pero tendría que haber consultado mis notas para regresar sobre la fecha exacta.

Entonces, cuando el día amaneció con la amabilidad de alguien compartiéndome la nota publicada por el diario “El Litoral”, de esa ciudad, admito que me quedé de una pieza. Treinta y dos años… y más allá del onomástico, seguimos sabiendo casi nada sobre la verdadera naturaleza de las psicofonías.

Ustedes tienen aquí los enlaces para leer un par de publicaciones, porque la inmediata respuesta del público al primero artículo llevó al medio periodístico a buscar al conocido documentalista (y querido, desde ese entonces, amigo personal) Jorge Álvarez, para que brindara su testimonio. De modo que recuerdo en rápida síntesis de qué se trató aquello:

Contaba a la sazón con un grupo de interesados y alumnos de mis cursos que giraban dentro de nuestra entidad, que se sumaron entusiastamente a la idea de realizar experimentalmente psicofonías. En ese entonces elevé a la autoridad municipal correspondiente (los nombres de los responsables también me son amablemente recordados en la nota, pues no estaban ya en mi memoria) un pedido formal, debo admitir que sin mucha esperanza que tuviera eco positivo pero en la intención de hacer las cosas dentro del marco de la ley. Ya para entonces habían sido muchos los lugares, públicos y privados., donde habíamos entrado subrepticiamente para hacer estos experimentos (admitiendo así una contravención, pero que creo habrá ya extinguido en la mayoría de los casos por los muchos años que transcurrieron), entre los cuales sobresalen anécdotas como ésta que cuento aquí, donde tuvimos un memorable “encuentro cercano”… con la policía: Policías en acción

Otra nota a comentar en la inmediata entrevista realizada a Jorge, con su mirada sobre el episodio. Y  como dije: aquí estamos, 32 años después. ¿Qué sabemos de nuevo? Seamos sinceros: nada. Que el fenómeno existe y que hay un mar de especulaciones. Y si ustedes están leyendo esta nota esperando interiorizarse sobre “algo nuevo”, lamento decepcionarles pero quien avisa no es traidor: es un artículo (éste) exclusivamente crematístico.

En aquél entonces, la teoría dominante -sigue siéndolo hoy- era la presunción que se trataba del residuo psíquico de personas fallecidas. Creo que fui de los primeros en aportar la “hipótesis psicokinética”, sugiriendo que los registros podrían ser impactos psicokinéticos de los mismos experimentadores -siempre de manera inconsciente- ante su afán emocional que “ocurra algo”. En los años subsiguientes se sumó la “hipótesis extraterrestre” (que se trataba de intentos de comunicación, por sobre el tiempo y el Espacio, de civilizaciones en otros cuerpos cósmicos, lo que también abordamos en ocasión de la Alerta Global Psicofónica. Y si bien en numerosas conferencias (ver) he insistido en convocar el afán de investigativo para avanzar con nuevas propuestas, dicho afán parece ser un activo escaso en nuestros tiempos y poco se ha trabajado al respecto.

En plan de sinceramiento, sin embargo, debo responder a ciertas expectativas. ¿Qué pasó con las grabaciones citadas en las notas?. Perdidas. Perdidas dos veces: la primera, cuando al paso de los meses notamos que los viejos cassettes comenzaban a borrarse, a desvanecer su registro, siendo reemplazados por un ruido a estática (un fenómeno de “desvasnecimiento” que muchos investigadores han reportado). Pero han pasado también treinta dos años: varias mudanzas, idas y vueltas de la vida, instancias personales, viajes, hicieron que yo, minimalista vocacional, poco afecto de acumular trastos (¿cuántas bibliotecas personales he armado, desarmado y vuelto a armar en mi vida?) los extraviara. Se me acusará de poco rigor investigativo: puede ser, y respeto a quienes ponen más celo en conservar esas cosas que a conservar recuerdos. Porque, soy franco, a esta altura de mi vida recuerdo vívidamente lo que protagonizamos -como sin duda lo recuerdan quienes me acompañaron-, los resultados me influyeron (mucho) en mi cosmovisión y cumplieron así para mí su razón de ser. Que el resto lo acepte (fíjense que ni siquiera digo “crean”) o no, no es mi problema.

Después de la experiencia municipal de referencia, sobrevinieron otras en condiciones similares, como la que llevamos a cabo en el también cementerio de la ciudad de Coronda, en la misma provincia de Santa Fe. Como de esto hemos escrito poco con anterioridad, amerita la ocasión para regresar sobre el caso.

Los fantasmas estan bien y viven en Coronda

Con el apoyo de la Municipalidad de esa ciudad de la provincia de Santa Fe, investigadores paranaenses y santafecinos nucleados en el Centro de Armonización Integral realizaron en julio de 1994 estudios en el cementerio corondino en busca de evidencias sobre vida después de la muerte. Estos son sus resultados.

No es la primera vez que saltan a las páginas de la prensa escrita nuestros trabajos en busca de recoger pruebas de que “algo”, llamémosle residuo psíquico, remanencia energética o –como preferimos denominarlo nosotros– “paquetes de memoria” (en lugar de la archiconocida y bastardeada palabreja “fantasma”) queda después de la muerte física. Munidos de grabadores, cámaras fotográficas y videofilmadoras hemos recorrido cementerios, lugares de accidentes colectivos o sitios históricos (que en Parapsicología denominamos “puntos de anclaje” del fenómeno) y las “psicofonías” (registros sonoros presuntamente provocados por personas fallecidas, no a través de sus ya inexistentes órganos de fonación, sino por la impregnación mental de los mismos sobre las cintas magnetofónicas) ya han obtenido una modesta difusión a nivel nacional e internacional.

Pero en ocasión de esta nueva experiencia, que bajo mi dirección nucleara a un entrenado grupo ( participaron también Javier Godoy, Camilo y Héctor Ferreira, Oscar Gallino y Susana Marchessi) y luego de las esperables pero siempre agotadoras gestiones burocráticas, logramos que el intendente Juan Manuel Lafuente, ateniéndose a los antecedentes presentados entre los que sobresalían otras autorizaciones oficiales para este tipo de análisis como las de la Municipalidad de la ciudad de Santa Fe y el ministerio de Salud Pública de esa provincia, nos diera el visto bueno.

Y allá fuimos, acompañados por personal municipal y policial que garantizaba con su presencia no solamente nuestra seguridad sino también la seriedad de las  pautas prometidas. Como en tantas ocasiones, nuevamente distribuimos a nuestra gente entre tumbas de tierra, bajo criptas y dentro de panteones, nuevamente se escucharon en el silencio de la noche nuestras frases “gatillo”, algo así como invocaciones a cualquier entidad presente para que se manifieste y nuevamente esperamos, en la incertidumbre de obtener resultados o no, toda una larga noche, mientras se “barría” el lugar con otros equipos a la búsqueda de registros visuales.

Pero esta vez el esfuerzo no fue en vano. Las casi treinta horas de grabación recogidas presentaron ciertas “perlas”, como la voz de mujer que en una cripta y sin que ninguno de los presentes lo oyera –pero que, otra vez, impregnara directamente los cassettes– repite diecisiete veces las palabras “amén, amén”. O respiraciones, susurros, jadeos. Un estruendoso golpe en una cripta donde nadie estaba en ese momento y donde (obvio es aclararlo) nada perdió su punto de equilibrio. La anécdota de dos de los integrantes, aburridos en el fondo de una cripta abandonada, que escucharon pasos sobre la gravilla aproximándose y vieron incluso caer polvillo sobre sus cabezas como si desde el borde alguien se asomara para vigilarles… pero nadie estaba allí.

Pero tal vez lo más impresionante, desde el punto de vista documental, fueron los registros gráficos. Comento tres: En distintos puntos, específicamente sobre féretros, fueron depositadas placas radiográficas sin exponer, dentro de fundas protectoras de plomo. Como es sabido, si no son sometidas a radiación alguna ni retiradas sus cubiertas, una vez reveladas nada deben mostrar. Pues bien: en la mayoría de ellas aparecían extrañas manchas y una, en particular, presentaba un foco luminoso del cual se desprendían algo así como haces de energía, como si alguna fuerza, más poderosa que la misma radiactividad o los rayos X que, como se sabe, no atraviesan el plomo, hubiera pasado a su través.

O una fotografía circunstancial, tomada en una galería de nichos, que muestra, reflejado sobre una placa metálica, un rostro, claramente discernibles sus arcos superciliares, frente, nariz e inquietantes ojos, pero claramente no humano.

Pero la que sin duda se lleva las palmas es la que reproducimos aquí: al fotografiar la tumba de tierra de un niño, sobre el propio fondo de la noche aparece, al revelarse la placa, flotando un nítido rostro humano. Donde sólo estaba la oscuridad, donde en ese momento ninguno de los investigadores advirtió nada, la sensible película fotográfica utilizada manifestó la presencia de una entidad desconocida.

¿Qué prueba todo esto?. Que las especulaciones sobre la vida después de la muerte deben abandonar ya el terreno del debate religioso o filosófico para entrar de lleno, de la mano de estos u otros experimentos, al campo pragmático de las ciencias físicas. Y que un tema nunca es, de por sí, irreal, absurdo o ridículo; en todo caso, lo serán las actitudes y los métodos –o la falta de ellos– con que sea acometido su estudio.

Arriba a la derecha… ¿es necesario aclararlo?.


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