La siempre bienvenida expansión del Chamanismo y la recuperación de los Saberes Ancestrales que en los últimos años ha crecido más allá del descalificante mote de “moda espiritual” que algunas escépticos racionalistas supieron endilgarle en un principio y el impacto cultural asociado que ha sembrado tantas inquietudes en espíritus predispuestos siempre a las Búsquedas (especialmente entre los jóvenes) significa también (especialmente para quienes desde hace décadas asumimos el compromiso social de difundir, compartir esas Enseñanzas y reflexionar sobre las mismas) asumir que este Camino, además de las ineludibles vivencias que exige por definición (ya que un “Chamanismo de literatura” es, sí y entonces, sólo una “moda”, pues no hay Saber Ancestral que sea tal si no se incorpora, es decir, se vivencia) se consolidará y continuará creciendo (siendo entonces realmente útil en función de un tiempo histórico y una humanidad necesitada de cosmovisiones amigables con la vida) en tanto establezcamos “puentes” conceptuales con otras ramas del saber humano. Porque –inevitablemente– uno aprende que Saber es Complementariedad y Humildad en el mutuo aprender. Muy distinto del “creer saber”, generalmente asociado al fanatismo y ese solipsismo intelectual de dar por sentado que la propia opinión es la única que cuenta (por mucho “abuelo” que nos la haya transmitido).
En este proceso aperturista, la Psicología, especialmente las escuelas más contemporáneas de pensamiento, han sido pioneras –gestálticos, junguianos y transpersonales a la cabeza– en aproximarse con humildad a estos Conocimientos de arcaica cuna para reconsiderarlos dentro de su propio paradigma pero (insisto) sin “juzgar”, sin “opinar” sobre el saber original y sus cultores. En esos abordajes, los chamanes, taitas y Abuelos de Tradición además de haber sido tratados con humano respeto y consideración no han sido “reinterpretados” sino aceptada su palabra e iluminada, en todo caso, con la metodología de estas ciencias humanísticas contemporáneas. La Sociología, la Antropología y en menor medida, las academias históricas también han afortunadamente trascendido la petulancia y arrogancia del claustro ante los “pueblos primitivos” para –evitando también la antítesis igualmente perniciosa, que es hacer de ello una “apoteosis” en la línea filosófica del “buen salvaje” de Milton– entender y articular la sensatez de aceptar, escuchar, aprender y permitir al aprendiz arribar a sus propias conclusiones. Por consiguiente, no es intención de estas líneas requerir “atención científica” ante estas Sabidurías, que ya la tiene y por derecho propio: resulta cuando menos un tanto gracioso observar que suele ser el cosmopolita sin mayor formación académica (o los filotecnócratas) los que tienden a burlarse y despreciar los saberes de los Pueblos Originarios (confundiendo, no solamente en su ignorancia sino en la vanidad de su autopretendida superioridad, el hecho de aprender de los Ancestros con disfrazarnos de indígenas) mientras que muchos académicos manifiestan por esos saberes y esos pueblos un sosegado respeto.
Sin embargo, hay una disciplina (o protociencia) que aún no se ha expedido con suficiente claridad: la Parapsicología. Y una filosofía milenaria que tampoco (salvo honrosas excepciones) lo ha hecho: el Esoterismo. Pongamos por caso: me llama sumamente la atención la cantidad de parapsicólogos, miembros prominentes de Órdenes Iniciáticas, que nunca han participado de una Ceremonia de Temazcal, danzado a la luz de la Luna o experimentado con una Planta Sagrada. Más aún, que miran con cierta desconfianza este renacimiento de la Sabiduría Chamánica ancestral y la fascinación que viene despertando en la sociedad contemporánea o, cuando menos, un segmento importante de la misma.
Dedicaré esta nota a enfocarme en el contexto de las Plantas Maestras, así como otras sustancias no necesariamente botánicas, como es el caso del “Bufo”. De todos modos, las reflexiones son igualmente aplicables.
Sería de un simplismo extremo creer que las “visiones” que en Chamanismo resultan tan importantes son meramente “alucinatorias”, en el sentido de una respuesta ilusoria del cerebro ante la excitabilidad química. Esta explicación reduccionista sólo es compatible con la concepción de una Realidad exigua, estrecha, material y limitada a los cinco sentidos preceptuales físicos. Pero en su refutación podemos acudir a variopintas observaciones, siendo la fundamental que, de esas “visiones” se regresa con conocimientos empíricos, observaciones críticas y modificadoras de nuestra propia realidad. Las “alucinaciones” en tanto son patológicas, no proveen “sanación” ni crecimiento, comprensión ni equilibrio: son, por definición, enfermizas (porque son enfermedad) y si bien pueden ser “estimulantes” no lo son más que el alcohol, la velocidad o lo lúdico. Por eso de las experiencias con drogas artificiales no se regresa con Conocimiento, sólo con Sensaciones. No hay allí aprendizaje ni sabiduría, salvo que a posteriori el experimentador (o el adicto) reformule su experiencia desde una mirada crítica.
Pero la experiencia con Plantas Sagradas encierra sí, Conocimiento y Sabiduría, según los Abuelos, porque no se trata meramente de vegetales, sino de “espíritus” que se expresan a través de los mismos en el mundo material. Cuando el Abuelo Tabaco, o el “venadito” (como llamamos al espíritu asociado al peyote) “hablan”, se percibe la presencia de una inteligencia superior cuya “lógica” excede la simple manifestación del inconsciente (manifestación que, otra vez por definición, no puede ser “lógica” ya que la misma es el producto de un consciente).
Es necesario, sin embargo, una aclaración pertinente: hay un abismo de distancia entre el uso de estas plantas con fines místicos, y lo que se ve en el “mercado chamánico” contemporáneo. Primero, el (peligroso) hecho de que la aparición multiplicada de grupos que invitan a trabajar con ayahuasca, bufo, peyote, etcétera en países donde su circulación está prohibida por ley, y por lo tanto su ingreso debe ser clandestino y de contrabando. Una de dos: o dicho tráfico es enorme (lo que es muy probable) o lo que se suministra no es la sustancia natural en estado puro (lo que también es muy probable). A esto hay que sumarle la naturalización o justificación del delito, un tema no menor a mi modo de ver por las implicancias espirituales que se suponen.
Porque se entiende que todo caminante de estas sabidurías tiene ciertos valores o virtudes en preeminencia y entre ellos no es menor el de la Impecabilidad. Lo que significa que el Guerrero, la Guerrera (metáfora de quien transita) tiene todo el derecho de no estar de acuerdo con las circunstancias legales, con el decir de las autoridades de turno; pero sabe que toda batalla justa debe darse del modo correcto. Y moverse en las sombras de lo clandestino con un mero encogerse de hombros para justificar lo que se desea hacer no es de Guerreros. A esto debemos sumarle una verdad cruel pero cierta: hay quienes usan la excusa del “viaje chamánico”, de la “vivencia espiritual” para un solo excitante fin de semana a pura droga.
Porque la relación con la plantita es como con un Maestro. Requiere sus tiempos, decantar reflexiones y sensaciones, ser guiado con cuidado en lo que es, después de todo, un proceso. Yo mismo, que he trabajado con varias en el pasado (peyote, floripondio, cebil, San Pedro, guayusa) y en todos los casos cada espíritu tuvo su momento, su guía terrenal, el tiempo necesario entre toma y toma para crecer y ver ese crecimiento. Reunirse un par de días y consumir las más variopintas combinaciones para estar “de viaje” todo el tiempo, no sólo es peligroso como “mesa de cata” de enteógenos: es una falta de respeto al Saber Ancestral.
Pero, ¿qué es realmente lo que “ocurre”, si es que ocurre algo más que la alucinación alucinógena –y perdón por la redundancia–? Desde el vamos, considero improcedente resumir todo a “reacciones neuroquímicas” que “en los primitivos” producían la “sensación” de comunicarse con “mundos imaginarios”. Nótese el excesivo entrecomillado: esto es porque ésa es la explicación que científicos de línea “dura” del campo de la Medicina o Fisiología (o, cuando no, los neurólogos, en estos tiempos donde está de moda explicar todo en términos de reacciones neuroquímicas). Y esto tiene varias demostraciones siendo la más sencilla, ésta: una “alucinación” neuroquímica es un conjunto de sensaciones e imágenes. Una experiencia con Planta Sagrada –en los términos indicados– te hace crecer. Etapas que se cierran, objetivos que se presentan, sanaciones y comprensiones, aceptación y apertura.
Por otro lado (y esto explica el título de nuestro encuentro de hoy) el “campo” de producción de los fenómenos chamánicos es algo conocido y consensuado por las antiguas Tradiciones herméticas, esotéricas: se trata de exteriorizaciones del Cuerpo Astral, manifestándose y actuando, intercambiando “información” y observando, en el Plano o Mundo Astral. Éste es el punto de convergencia imprescindible que he señalado al comienzo entre esoteristas y practicantes de Chamanismo que es imperativo alcanzar. Como en el Temazcal Guerrero, es la ocasión de experimentar aquello sobre lo que tanto se ha leído.
En efecto, el Cuerpo de Deseos (en términos teosóficos; el cuerpo Astral en otros contextos) es, por definición, aquél que se nutre de “vivencias” y experiencias sensibles; no lo alimenta la “información”. En consecuencia lo que el enteógeno produce en la persona es la exteriorización del mismo o, en puridad, la excitación extrema, situación que lo “libera” del cuerpo físico. No quiero extenderme aquí en asociaciones que pueden parecer ajenas al espíritu que nos convoca, pero permítaseme recordarles cuántas experiencias iniciáticas, probacionistas llevan al Adepto precisamente al límite de sus miedos, a un paso –diríase hoy– del “estrés postraumático” como “disparador” del “Sensorium” u Ojo Espiritual. Recordemos las tribus keniatas (en África) que cortaban el frenillo del pene de sus guerreros para –se esperaba y se lograba– darles más velocidad en la carrera, entendiéndose que superar el “miedo a la castración” liberaba esa potencialidad.
¿Qué es entonces lo que el practicante “ve” en ese vuelo chamánico? Aquí debemos de ser prudentes: no podemos hacer una interpretación lineal. Que es decir que es absolutamente personal. Cada uno ve lo que debe ver (se dice) y un “espejo de su propia alma” (me decía un Abuelo de Tradición). Por ello algunas experiencias son estimulantes y otras, deprimentes. Pero en todas, y de todas, se regresa con una comprensión. Esto es determinante. Y es profundamente personal: el practicante que abusa de enteógenos puede construir un discurso justificativo, poner su mejor cara de maestro ascendido de licencia en la Tierra pero serán sólo palabras huecas si no manifiesta esa comprensión. Y esto no es algo que a los espíritus de los Ancestros, los Maestros, el Universo o nosotros mismos deba importarnos lo más mínimo. Es un tema de él (o de ella) y deberá hacerse cargo.
Por supuesto en ese Plano se producirán algunos fenómenos perfectamente catalogados por la Parapsicología, y es ésta la que debería incursionar si desea con sus herramientas metrológicas: Telepatía, Clarividencia, Precognición, Retrocognición, Ideoplastias, Desdoblamiento. Y también estoy convencido de que la Psicología Junguiana tiene mucho que aportar, porque creo que ciertos “entes” y situaciones son la expresión de Arquetipos del Inconsciente Colectivo. Inevitablemente recuerdo cuando el doctor Sanjay Pisharodi –uno de mis docentes en Medicina Ayurvédica durante mi residencia en la Universidad de Amritapuri, India– me comentaba que no estaría desencaminado al preguntarme si los “dioses” del Hinduismo no serían “Arquetipos” (o “fuerzas arquetípicas”) así como los “Arquetipos”, “dioses”. ¿Y si lo que manifestamos en el Plano Mental se corresponde con “entidades” de otro plano? (aunque las mismas no fueran “dioses” en sentido estricto del diccionario).
Considerando entonces que el conocido “Viaje Astral” y el “Vuelo Chamánico” son la misma experiencia, va de suyo que entonces comparten otras características. Primero, la intemporalidad: la línea causal de tiempo de nuestro plano no discurre en ese otro plano. Por lo tanto, lo vivido pueden ser aprehensiones también del pasado o del futuro. O de los futuros probables, en un rulo cuántico. Algo que el practicante debe reflexionar a su regreso.
Pero esa “caminata en el astral”, y la observación de los maestros de que uno encuentra lo que debe encontrar y como espejo de su propia alma, tiene también implicancias de cierta gravedad. Porque no solamente lo que ocurra “allí”, sino las razones que le llevaron “allí” y lo que se hace a partir de lo “allí” vivido tendrá, entonces, inexcusables repercusiones en el propio Karma. Buena oportunidad de poner a prueba las creencias de los practicantes, en el sentido de, si con tanta liviandad suelen proclamar por allí donde van su certeza en lo kármico, no pueden ignorar las consecuencias que en ese sentido tendrá, entonces, una motivación basada sólo en la curiosidad, cuando no en el hedonismo y el deseo de evasión. Pero ya lo dijeron los Abuelos: no debe importarnos, pues al Universo no le importa. Que cada uno, cada una, se haga cargo.
Inevitablemente, algunos lectores se preguntarán también cuánto de las “entidades del bajo astral” (concepto bastante difundido) corren el riesgo de encontrar. Y la respuesta será: todas las que sea necesarias en el camino del Conocimiento. “Pero, ¿no es ello peligroso?”, preguntarán. Y responderemos: “¡Claro que sí! Muy peligroso. Pero, ¿quién les dijo, en qué lugar de chamanismo lavado y barato, en qué tertulia mística de chamanismo urbano les dijeron que no hay peligros en la búsqueda del Conocimiento?”.
Alcanzar el Conocimiento es parte del proceso de evolución. Por lo tanto y más aún en el plano denso, es parte del proceso de Selección Natural. No solamente se pierde tiempo o dinero con falsos maestros. Se puede perder la salud, las relaciones afectivas, la vida misma. Quien postule que la búsqueda del Conocimiento no entraña peligros –aquí y en esto el Chamanismo es conteste con las Sabiduría Arcana de toda filosofía esotérica, donde estos riesgos se encuentran claramente explicitados– está mintiendo, aún no ha hecho su propio Camino. Quizás mienta para atraer discípulos, allanar temores de novatos ávidos de mucho a cambio de nada y asegurarse su presencia. En realidad, ya se sabe, no nos importa: a cada uno su Karma. Pero traicionaríamos el nuestro si no advirtiéramos de los peligros. ¿No nos parece “bien” correr peligros en la búsqueda contemporánea pero a la par nos maravillamos con la iniciación de los hierofantes egipcios quienes ponían concretamente en peligro mortal su vida física, luego de pasar esa noche en la Cámara del Caos de la Gran Pirámide, al deslizarse al amanecer por el túnel hasta las aguas del Nilo y sumergirse en las mismas para nadar a la orilla entre los cocodrilos desperezándose al alba?
Medite sobre esto el Buscador, la Buscadora. Y sumérjase entonces, con decisión y consciencia de Guerrero en el Nilo de su propia Búsqueda.