Lucifer: el eterno Prometeo

luciferReconozco que he dudado sobremanera antes de sentarme a escribir estas líneas, siendo la más sencilla de las razones la casi total seguridad que, pese a mis esfuerzos y al mejor empleo que sea capaz de hacer del idioma, seguramente no seré comprendido por muchos de mis lectores o, lo que sería peor, seré mal entendido. Porque lo que aquí me propongo demostrar es que vale la pena tratar de rescatar un poco la imagen del individuo sin lugar a dudas más denigrado en la historia de la humanidad: Lucifer.
En otro lugar he realizado un estudio de la etimología de las palabras “demonio” y “diablo”, dos sustantivos comunes para designar al, como se le suele llamar, Príncipe de las Tinieblas. Lógicamente, no voy a poner en duda la existencia del Mal sobre la Tierra. Lo que quiero significar es que, si el Mal existe, éste no reside en las personificaciones o medios de los que se valga el hombre para sus propósitos, sino en la naturaleza misma de sus objetivos. En cierto modo, el mal es natural (y subjetivo desde la perspectiva humana), ya que una ley del universo tan concreta como es la llamada Ley de Entropía, dice que en éste todo tiende naturalmente hacia la destrucción. Si dejo un automóvil un año abandonado a la puerta de mi casa, transcurrido ese tiempo no tendré un vehículo más afinado, brillante, nuevo, sino uno totalmente deteriorado. La energía, de cualquier tipo que sea, tiende naturalmente a disiparse. Un objeto puesto en movimiento, si no está en un plano inclinado y si no tiene un medio propio de propulsión, naturalmente desacelera hasta detenerse. Todo se degrada, se diluye, se evapora, envejece y se olvida con el paso del tiempo. La Mecánica, la Química, la Astronomía, la Psicología (¿acaso no nos es más fácil pensar mal que bien de los demás?), la Historia (¡cuánto más fácil nos es destruir que construir!) demuestran la validez de la ley de Entropía en todas las áreas del ser y del cosmos. Y por ello el Bien –o, mejor dicho, hacerlo- es una heroica y dificultosa gesta muchas veces destinada inexorablemente al fracaso. Pero si de algo estamos todos conscientes es que, en lo que respecta a hacer el Bien, aún cuando todo parezca jugar en nuestra contra, no podremos tener paz en la conciencia si no hacemos el intento de salir adelante. Y por absurdo que parezca es, precisamente, en este sentido que la figura de Satanás adquiere otra dimensión.
Aclaremos algunas etimologías, ya que usaremos, al mejor estilo católico, indistintamente la palabras “Satanás” (“Satán” significa “el contrario”.¿Y si lo fuera en el sentido de opuesto y complementario?. Sólo el pensamiento grecorromano entiende «contrario» y «opuesto» como irreconciliable), como Lucifer y, en lo que a este último respecta, recordemos que quiere decir “portador de luz”. Algo contradictorio, ciertamente, con la imagen que tenemos del susodicho.
Se ha escrito que Lucifer era el más hermoso de los ángeles de Jehová y también el más querido y que, ensoberbecido, se levantó en rebelión, por lo que cayó al Infierno. En este punto podemos plantarnos algunas reflexiones lógicas. Si Jehová es omnisciente y omnisapiente, brazo ejecutor e inteligencia rectora de una Providencia donde para El todo está escrito, ¿acaso no previó la rebelión luciferina?. Si así fue, ¿porqué la dejó salir adelante?. ¿No es un tanto contradictorio pensar en un Ser lleno de bondad que tienta y luego castiga al débil atraído por aquello que El mismo creó para tentar?. (Por favor, nada de acotar “eso es un Misterio” porque con tal perogrullada no llegaremos a ninguna parte). ¿No sería porque necesitaba de una fuerza en oposición para generar las tendencias espirituales que movilizaran a los seres vivos de este Universo?. Y, si se quiere analizar con rigurosidad, ateniéndonos a los relatos del Génesis en lo que respecta a la intervención diabólica en la expulsión del Edén, no podemos menos que disentir con la actitud un tanto fascista de Dios: en efecto, el mismo mantenía a Adán y Eva protegidos y ahítos en el Paraíso, pacíficos en su ignorancia. Lucifer, la Serpiente (que, por otra parte, es el animal que siempre ha significado en todas las culturas el pensamiento lógico, la ciencia racional, el conocimiento técnico, como el dragón en China –los “maestros llegados del cielo” eran dragones- o Quetzalcoátl –la “serpiente emplumada” mexicana, o “serpiente voladora”, y ¿qué es una “serpiente voladora” sino un reptil volador?-) les posibilita comer del Arbol del Bien y el Mal –en algunas versiones, del “árbol de la Ciencia”- con lo cual esa protopareja adquiere discernimiento y, en consecuencia, capacidad de decisión propia. Y esto parece disgustar a Jehová: prefiere que su pueblo permanezca ignorante de intelecto y con el estómago lleno. A propósito, eso me recuerda ciertas conductas políticas de algunos gobernantes que hemos tenido…
Y según las crónicas bíblicas, el castigo divino surge en cierto modo por miedo, ya que –cito textualmente- “… Ea, expulsémoslos ahora, no ocurra que también coman del Arbol de la Vida y alcancen la inmortalidad como nosotros…”. La Serpiente pasa a ser tal a partir del castigo que le dicta la autoridad. Y recuerden ahora otro mito, esta vez, el de un semihéroe cantado en su valentía por los poetas a través de las épocas: Prometeo, que roba a los dioses el fuego para los hombres y por ello se le castiga encadenándolo a una alta roca, donde todos los días un águila devora sus entrañas que se regeneran por la noche, en un suplicio destinado a ser eterno y sólo interrumpido por la decidida intervención de un hombre en puja con los dioses, Hércules, quien lo libera de su martirio.
El mismo Hércules que, en otro de sus doce famosos “trabajos”, roba las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, lo que en realidad significa acceder a otro secreto divino, corporizado en la imagen simbólica de la manzana. Las manzanas de ese jardín, en realidad fueron, según modernas investigaciones, un acervo de conocimientos técnicos sobre agricultura y ganadería que llega a Europa proveniente del norte de Africa, y hacen que Hércules sea también castigado por los habitantes del Olimpo de la forma más cruel: obligan a creer a la amada de Hércules que aquél le es infiel, empujándola a envenenarlo con la sangre de un centauro que, embebida en sus ropas, le producen tan atroces dolores que lo arrojan al suicidio en la pira funeraria. Pero la Historia ha rescatado las glorias de Prometeo y Hércules: aunque ambos sufrieron y, en cierta forma, fracasaron, son héroes históricos. Y está bien que así sea: lo único que le da sentido moral a la Historia es la esperanza de que “quizás la próxima vez…”. Sin ella, quedaría reducida a mera cronología.
De Hércules a las tragedias cotidianas del hombre de la calle, se repite una y otra vez la frase crucial: lo único que dignifica al ser humano es su capacidad de seguir luchando aunque todo parezca estar perdido.
Y eso hizo Lucifer.
Porque por ser ángel de Jehová, era el primero en saber las consecuencias de su rebelión; es ingenuo pensar que pudo creer poder cambiar la Providencia. Habiendo caído, no buscó reconciliarse. Siguió en sus trece. Aún cuando él mismo sabe que todo está perdido.
Como Prometeo, se rebeló ante la ignorancia del ser humano, buscando darle otra opción, otro punto de vista, otros medios para manejar la naturaleza. No se opuso a Dios: engrandeció Su obra, que de meros peleles rozagantes y primitivos, juguetones en los prados y con una permanente y sin duda bobalicona sonrisa en los labios, nos llevó a transformarnos en seres pensantes, amantes, alegres, tristes, desafiantes, furiosos, compasivos, vengativos, violentos, pacíficos, creativos. A tonificar nuestros músculos, transpirar, exigir nuestras mentes, crear, multiplicar, construir, destruir, volver a construir sobre lo destruido, conquistar las cuatro regiones del mundo, volar cuando Dios no nos hizo con alas, correr más rápido que la mejor de Sus obras, caminar por el fondo de los mares cuando las branquias sólo son privilegio de los peces. Jehová nos dio la inteligencia que, en potencia, encerraba la posibilidad de hacer todo ello, sí, pero sin Lucifer nunca, en la beatitud del Paraíso, nos habríamos obligado a hacerlo. De hecho, los ceñudos predicadores que elevan su odio a Lucifer por habernos hecho perder las inerciales delicias del Edén, obedecen solamente a su propio facilismo, alimentado por la Ley de Entropía; y ése es el verdadero peligro.
Si lo único que dignifica al ser humano, insisto, es seguir luchando cuando todo está perdido, entonces Lucifer es la expresión más heroica del género humano. La expresión del inconformismo, de la búsqueda racional, lógica, de no ceder al autoritarismo, al dedo digitador.
Es posible que algún despistado crea, a esta altura de estas líneas, que estoy haciendo apología de los cultos satánicos y la magia negra: nada más alejado de la verdad. En primer lugar, por el hecho de que sus asiduos concurrentes encarnan algunas de las más deplorables mezquindades del espíritu humano, o bien acusan severas perturbaciones psicológicas, conjunto éste de razones sumadas al frívolo esnobismo que lleva a muchos niños aburridos de la alta sociedad a buscar por allí una vía de escape tan destructiva como el consumo de estupefacientes. Por otro lado, no descreo de las obras de Dios: sólo de las de un Jehová que, a fin de cuentas y como él mismo lo señala en el Antiguo Testamento, es “el Dios de Israel”, que no el mío. Pienso que el Dios Cósmico que rige este Universo no es tan represor, vengativo, cruel e irresponsable como el que describe la Biblia. Pero de esto hablaremos en otras oportunidad.
Existe un Mal, eso es indudable, y el que anida en el hombre es mucho más terrorífico que aquél mal satánico que ciertas iglesias (palabra que viene del griego ekklesía: “reunión de hombres”) trataron de vendernos: en efecto, ¿qué son los tormentos infernales, según se los describe, al lado de las crueldades del género humano, muchas de ellas cometidas en nombre de intereses tan sagrados como la Patria, la propia Humanidad o el mismo Dios?. ¿Qué son los círculos infernales que el Dante describía trémulo de pavor junto a Hiroshima, Biafra, Mi Lai, Ruanda, Bosnia o, simplemente, la imagen de un pequeño muerto de hambre a pocos kilómetros de una “city” financiera?. La imagen del “diablo” con sus cuernos, sus patas de macho cabrío y su pene erecto (todas imágenes de cultos regionales del norte europeo que fueron asociados con lo demoníaco por los primitivos cristianos para desacreditar tales religiones simbolizantes de la fertilidad, ante el avance del cristianismo), esa imagen, decía, provoca apenas una sonrisa ingenua ante algunas, sólo algunas, de las fotografías que aparecen en los periódicos de todos los días.
Y el Mal es también, dejarse arrastrar por la Ley de Entropía. No luchar por el Bien –que no es propiedad exclusiva de los creyentes-, por construir, por ayudar, por sonreír, por empujar juntos para que este viejo y querido mundo ruede en su órbita algunos millones de años más. Pues lo verdaderamente demoníaco es el olvido, el caos, la quietud paralizante, la oscuridad. En síntesis, la Nada. ¿Qué puede ser más terrible que pensar que nada habrá después de la muerte?. ¿Qué seremos rápidamente olvidados por nuestros seres queridos, nuestra tumba derruída y nuestras pertenencias extraviadas?. ¿Qué es más terrible que sospechar que, en algún momento, pudiéramos no haber sido?. ¿Qué da lo mismo haber pasado o no por esta vida?. Ese es el verdadero horror. Aún el infierno encierra alguna esperanza…
Si ante el avance del militarismo que sólo multiplicará rencores para las generaciones futuras oponemos la defensa activa del pacifismo, es posible que nos prometan el infierno. Si ante la prédica dogmática y sentenciosa de los clérigos elevamos la cabeza y esbozamos cierta sonrisa de escepticismo, es probable, también, que nos prometan el infierno. Si ante la palmada cómplice del político enarcamos una ceja con disgusto, sí, nos prometerán el infierno. Pero si por encendernos en el patrioterismo del brillo de los fusiles, la emoción supersticiosa de las iglesias o la dádiva demagógica del político, dejamos adormecer aún más nuestras neuronas, poco o mucho tiempo después, no importa cuándo, nuestro cuerpo sólo, o el planeta todo, estarán reducidos a polvo y sumidos en el olvido. Seremos parte de la Nada.
Y ese es el verdadero infierno.

15 comentarios de “Lucifer: el eterno Prometeo

  1. C. Lopez dice:

    Si en efecto y también lo indica y así se interpreta en mucho la obra de EL PARAÍSO PERDIDO de Jonh Milton,
    También lo describe Arthur Charles Klarck en su libro el Fín de la infancia donde le da a este ser mitológico otra dimensión y esquema de su presencia en la mente humana.

    clopez

  2. Spl47 dice:

    Esto lo publicaste en «Pensemos que es Gratis».

    Seguramente por si alguna persona no leyó la publicación original.

    Yo lo leí en «Pensemos..»

    Y si reposteas esto Gustavo, es porque querés que se difunda, creo darme cuenta de eso…

    Y bueno, como te dije en la publicación original. Amen.

    Saludos y esperando tu nuevo podcast.

  3. arturo maldonado morán dice:

    Cuando te leo, en mi interpretación me quedan más dudas que respuestas. Esto del diablo, es para mi como una fijación que desde niño me tatuó la religión. Gracias a que me gusta leer, he descansado un poco al entender que la versión cristiana es muy angosta y dogmática. En lo personal me inclino por las tesis de Sitchin, creo que así nos hicieron los dioses que vienen del cielo. Aunque no se porqué, también me inclino a pensar en que entre los annunaki hay dos bandos, unos serán el diablo y otro los no diablo, comprensión de la dualidad del bien y del mal. Naturalmente me quedan muchos vacíos aún, después de leer a Salvador Freixedo y a muchos interpretes de tantas cosas inexplicables. Me gusta leerte, tocas cosas que siempre me han gustado, sólo que no hay respuestas definitivas, como la tesis de algún francés que propone que el Edén fue una capsula de adaptación de una comitiva galáctica y que dentro de ellos mismos, alguno adelantó el periodo de mil años, y lo entregó antes de tiempo a algún tipo de ancestro nuestro. Como estudié algo de genética, me parece posible la manipulación, ahora hay mucho de eso. Así que por allí venimos y me digo, nuestro origen son las estrellas, no la tierra, y nada de Darwin, que ha sido una propuesta en el camino de la comprensión de nuestro orígen. Según yo, estamos emparentados con los señores del cielo a los que les damos nombres clasificatorios, como dice el Génesis de Adán. Saludos. Soy un lector afortunado de leerte.

  4. José Luis dice:

    Diferenciar a Satán, de Lucifer, me parece un gran paso.
    Humildemente me considero un buscador ignorante, por mucho que se aprenda los nuevos datos solo hacen más evidente lo mucho que se ignora, pero aún así me animo a plantear un segundo paso pendiente. Separar a Cristo del Jesus histórico o del que nos vendió por siglos la iglesia Católica.
    Se me hace que descubrimos el agua sucia en la tina que nos vendían por cristalina y al grito de, agua vá, tiramos al bebé por la ventana junto al agua sucia.
    Analizar las distintas conjeturas sobre el Cristo histórico con las pruebas que no disponemos me parece absurdamente banal, sólo lograríamos empujar el bote de las hipótesis infundadas para el lado de nuestras simpatías o antipatías y la verdad, bien gracias.
    Propongo estudiar la posibilidad y la problemática del Cristo como se lo acaba de hacer con Lucifer, sin analizarlo desde el contexto de la serpiente histórica del cuentito. Qué clase de serpiente era, cómo se subió al arbol, etc.
    Acaso el creador del mundo material pudo preveer las futuras acciónes de todas sus creaturas pero no pudo preveer ni impedir que otros seres, tan increados como él se presenten en su mundo creado a reclamar por la libertad de los Hombres considerando que algo de inmortal e increado hay en ellos, presos en el mundo de la creación ?
    Lucifer plantea la primer revelión.
    El hombre montado en su espíritu increado se revela ante la creación con el arma de su inteligencia.
    Aún así, parece que no encontró la salida de su prisión por el momento.
    Qué lugar ocuparía en todo ésto un ser increado que viene a decirnos que somos dioses y que el amor es la fuerza más poderosa que existe, que vivimos en el mundo pero que no pertenecemos al mundo, que la trampa prevee una revelión y que es a prueba de reveliones y que la salida no es destruír al mundo o intentar huir de él sino incorporarlo y transfigurarlo como hizo Cristo con si mismo ? Qué lugar ocparia en éste cuento alguien que al creador que le ofrece las riquezas de su creación le dice: No tentarás al Señor tu Dios y a Lucifer, la mente, le dice. Vos callate y Seguime.
    No discutamos al Jesús histórico, ahí caemos en el engaño de alimentar el lado creado de nuestra naturaleza dual, el ego, la falsa personalidad, que dice: Qué astuto que soy!! y se queda contento dejando pasar de largo la puerta de salida, analicemos su realidad desde el aspecto arquetípico si más no fuera, desde el aspecto divino de nuestro ser. Qué es lo perfecto ?
    No es por el ego que se dice que Lucifer cae en desgracia ?
    No hay paralelismo en creer que la mente puede encontrar por sí misma la salida ?
    No será el amor la expresión de nuestra Divinidad que puede romper el hechizo del mundo creado?

    Un abrazo

  5. Dieta01.Com dice:

    Hola

    Esta genial tu redacción y hay demasiadas información que no
    sabía que me has aclarado, esta maravilloso..
    te quería reconocer el espacio que dedicaste, con unas infinitas gracias, por aconsejar a personas como yo jajaja.

    Adios

  6. Patricia Marta KIEFFER dice:

    Muy bueno! Coincido en que el «bien» y el «mal» son creaciones humanas; en la naturaleza no existe tales conceptos; aún más, en la cultura o filosofía oriental se habla de aspectos opuestos y complementarios: yin y yang. En cuanto a la ley de entropía, disiento en que la destrucción (en su concepto más amplio) sea asociable al «mal», ya que ésta es necesaria para la nueva creación; nuevamente tenemos un círculo (los orientales consideran en él cinco elementos), donde la destrucción es el preludio necesario de la creación. También esto se ve en alquimia (no voy a explicarte esto a vos, jaja), en la fase «nigredo». Por eso no considero a la destrucción como Mal en la tierra…
    ¿Mi idea? el Mal (y el Bien), son creaciones humanas que surgen de acuerdo a nuestras propias elecciones de cómo enfocamos la energía a través de nuestros actos; y
    para soportar la carga de semejante decisión, el humano ha creado «entes» (Dios bueno-Diablo malo) para de alguna manera justificar (o culpar) a alguien más que a sí mismo.

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