Los interesados en Radiestesia conocen el concepto de “líneas Hartmann”, líneas de energía telúrica que como una rejilla se distribuye naturalmente sobre toda la superficie de la Tierra. De 20 cm aproximadamente de ancho, separadas 2, 3 y 6 metros de Norte a Sur y de Este a Oeste, son de por sí inocuas, salvo que un “cruce” de las mismas coincida con un “punto geopatógeno”; cruce de napas de agua (a distinta profundidad cada una de ellas, y en su proyección vertical), concentraciones de huesos, bases de columnas de media y alta tensión, etc. En esos casos, la perturbación se irradia por las líneas en distancia variable según la naturaleza, intensidad y superficie del punto geopatógeno original.
Un ejemplo interesante lo encontramos en la localidad de Capilla del Monte, al pie del mítico cerro Uritorco. En las esquinas noreste y noroeste de la plaza central del mismo (hoy paseo público muy agradable y lugar de la habitual Feria de Artesanos) observamos dos ejemplares de “aguaribay” (árbol que en otros países se conoce como “anacahuita”, “pirul”, etc.) con severas deformaciones y tumoraciones. Sabemos por experiencia que estas malformaciones suelen presentarse en presencia de puntos geopatógenos (leer «Radiaciones telúricas nocivas: Líneas Hartmann, Curry y Cathie») y quisimos repetir la comprobación ene ste caso. Utiulizando nuestros “dualrods”, entonces, comprobamos que precisamente líneas Hartmann corrían justamente por la acera misma, por ejemplo, donde se encuentra la feria de artesanías alcanzando uno de aquellos árboles (el otro por consiguiente, queda entonces a 90 grados del mismo). La pregunta era, entonces: ¿cuál sería la “causa geopatógena” de esas anomalías?
Y he aquí la respuesta. Gracias al querido amigo, el investigador y periodista Marcelo Metayer, tuvimos acceso a una ilustración del libro “Una ventana al pasado”, de Susana Allie de Nicolai. En el mismo se presenta el plano de 1904 realizado para la instalación de la primera distribución de agua corriente y allí se observa claramente que hasta entonces, en la esquina Sudeste de esa plaza se encontraba el cementerio (luego trasladado). Dado que es muy posible -como se ha estimado siempre- que se hayan trasladado las lápidas y las bóvedas y cenotafios mas no los restos óseos (por lo menos, no todo), es altamente probable que muchos de ellos permanezcan sepultados aún allí, bajo el caminar de los viandantes y directamente sobre una línea Hartmann que entonces derrama su efecto pernicioso hasta, cuando menos, alcanzar esos árboles.