-Buen día, señora hormiga -saluda cortésmente el ciempiés.
– Buen día, señor Ciempiés -le responde la hormiguita. Y agrega- Señor Ciempiés: ¡qué garbo, qué prestancia al caminar, la suya!.
Y el ciempiés, orgulloso, sigue avanzando moviendo sus decenas de patitas.
La hormiguita corre, corre, se ubica al frente del ciempiés y le insiste:
– ¡Qué elegancia!. ¡Qué coordinación!.
– Gracias, gracias -responde el ciempiés, continuando su camino.
La hormiguita vuelve a correr para adelantarse al bicho y le espeta:
-Maravilloso!. ¡Maravilloso!. Dígame, señor Ciempiés: ¿cómo hace?.
Y el ciempiés le responde:
– Es muy sencillo, señora Hormiga. Mire: primero adelanto el primer pie derecho y el décimo izquierdo… Perdón: primero el octavo izquierdo y enseguida el decimocuarto dere… No, no, a ver… el quinto y sexto de la derecha y enseguida….. er…. no era así…..
Dice la leyenda que el cienpiés ya nunca pudo volver a caminar.
Y dice la leyenda, también, que la hormiguita se llamaba María Duda de Tí Mismo.
Hermosa fábula la del ciempiés y la hormiga!
Tal vez no haya sido la intención primera por la cual fue publicada pero creo que debería ser la cabecera decualquier curso contra la procastrinación,no?