La discreción mantenida a través de los siglos por los círculos que practicaban la Magia y Contramagia también tiene que ver con que no todas las personas están dispuestas, preparadas, a aceptar este Conocimiento ancestral. No por una pretendida «superioridad» (que no aducimos) ni «sabiduría» (de la que no nos jactamos) sino por cosas tan sencillas como que ciertos planteos les resultarían escandalosos. Como éste, por caso:
La confrontación que las Iglesias hicieron a través del tiempo con la Magia, es porque las primeras someten al ser humano y la segunda, libera. Las primeras, funcionales a la Matrix, manipulan y convencen a sus fieles de estar en eterna deuda con las entidades espirituales «superiores». El Mago o la Hechicera le habla a esas entidades de igual a igual, reconociéndoles su potencia en planos sutiles a los que él o ella
no pertenece pero haciendo respetar su voz y su voluntad. Las primeras hacen que sus devotos rueguen, limosneen la ayuda de esos otros planos. La segunda, conocedora de las Leyes de esos planos, invoca, evoca y traslada peticiones. Las primeras ayudan a soportar las penurias de la Vida. La segunda, construye la Vida que nos merecemos si es que tenemos la valentía de soñarla.