Hay algo mágicamente medieval en el ambiente literario de estos tiempos. Escritores que autogestionan sus ediciones para montar su puesto en talleres y conferencias buscando ganarse el pan como artesanos vendiendo sus productos en los mercados. Señores feudales, dueños de grandes corporaciones y medios, que piensan desde sus castillos lo que la plebe debe comer, y que de cuando en cuando bajan a la aldea mirando a la chusma desde su carruaje y quizás, señalando a alguien, ordenan «¡A palacio!». Un campesinado que sobrevive en estepas y bosques nutriéndose como puede de internet, seguramente jamás conociendo la corte y pocas veces bajando a los pueblos a ver qué trocar en el mercado…
OH. ALA… hubiese muchos de la Plebe que hagan trueque de lo que piensen.-