ILLUMINATI: EL PODER SECRETO DETRÁS DE LA HISTORIA (1º parte)

Introducción: ¿Cómo nace un paradigma?

Un grupo de cientistas colocó cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de bananas. Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los cientistas lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo. Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo molían a palos.

     Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de las bananas. Entonces, los cientistas sustituyeron uno de los  monos. La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros, quienes le pegaron. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera. Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.

     Los cientistas quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aun cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.

     Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:

 —«No sé, las cosas siempre se han hecho así, aquí…»

 ¿Les suena conocido?

     No perdamos la oportunidad de pensar por qué nos golpean, o por qué pensamos las cosas de una manera cuando podríamos hacerla de otra.

     «Es más fácil desintegrar un átomo que un pre-concepto» (Albert Einstein).

     Debo en buena medida a las reflexiones y búsquedas de información —no creo que ameriten la distinción de «investigaciones»— que me motivara la sucesión de números analizando la probable aparición de OVNIs en torno al atentado a las Torres Gemelas y las especulaciones sobre su naturaleza, así como el cotemporal en el Pentágono y las otras consideraciones que ustedes ya habrán leído en los números 82 a 87 de «Al Filo de la Realidad», haberme adentrado aún más en el apasionante y no poco aterrador terreno del «gobierno en las sombras». Un poco cómodamente he decidido aceptar la denominación generalizante de «Los Iluminados» (o, para respetar la Historia conspirativa, los «Illuminati») un poco por ser ese el mote con que en el fantástico mundo de las finanzas internacionales se conoce a esa élite de privilegiados que hacen fabulosos negocios a través del orbe en los momentos de mayor crisis, anticipándose a ellas, otro poco por el indudable efecto que la sociedad esotérica conocida como tal en el siglo XVIII ha tenido sobre buena parte de la geopolítica de entonces y después. A fuerza de parecer reiterativo, permítanme recordarles las anotaciones que el malogrado Andreas Faber-Kaiser hiciera oportunamente —y que reprodujéramos en el número 86 de esta revista— en el sentido que en la política entonces europea y luego mundial, miembros inefables de esa orden como Mazzini tuvieron sobre la diagramación del mapa de las potencias. O el increíble —pero verazmente histórico— hecho que el propio Karl Marx creara «El Capital» por encargo de un barón de la economía, nada menos que un Rotschild.

     Cuando uno va atando cabos y descubre las estrechas, casi sanguíneas relaciones que las principales familias detentadoras del poder político y económico en los últimos doscientos años han mantenido entre sí, cuando uno advierte que en cualquiera de las grandes potencias existe una verdadera «rotación de puestos de autoridad» entre unos pocos apellidos —nuevamente recomiendo al respecto volver a leer esos números— cuando un mediocre servidor se sorprende cuando enemigos aparentemente irreconciliables para la opinión pública —como Bush y Ben Laden, qué mejores exponentes de ese paradigma— en realidad han estado —si no siguen estándolo— asociados en negociados comunes, cuando el Secretario del Tesoro de Estados Unidos admite que una guerra con Irak fue «beneficiosa para la economía mundial», pagando con la sangre de decenas de miles lo que sin duda sólo se reflejará como la bonanza material de unos pocos centenares, cuando alguien —yo, por ejemplo— se pregunta quién podría explicar con una lógica asequible a los entendimientos poco iluminados como el mío por qué los «gendarmes del mundo» —ya saben a quiénes me refiero— deciden, en la Guerra del Golfo, detenerse casi a las puertas de Bagdad, permitiendo la permanencia de su odiado símbolo del Mal —Hussein— en el poder (como si su perpetuación sirviera en el futuro a oscuros fines; siempre es necesario conservar un enemigo en el «freezer» para, por caso, tiempos futuros de escaso apoyo interior, cosa que se probó por sí misma al «demonizarlo» aún más a partir del 11-S) aduciendo un dudoso «respeto a la autodeterminación de los pueblos» mientras en otros casos, muchos otros casos, no se trepida en alterar por la fuerza el orden interno de otras naciones (desde el fogoneo de operaciones antigubernamentales en el Chile de Allende hasta la invasión de Granada), cuando uno contempla panorámicamente todo eso, sobrenada sólo con dos certeras impresiones: que la verdadera Historia, las razones y los fines, nada tienen ni remotamente que ver con los que la prensa –si mercenaria y corrupta, si ingenuamente autodefinida como «progresista» pero sirviendo como estúpidos chivos emisarios, cada uno sabrá– nos relata, y que a través de los años, eventos sociológicos, políticos y militares a través de todo el orbe aparentemente inconexos entre sí terminan teniendo un hilo conductor que finalmente parece vincular siempre a los mismos protagonistas.

     Ya hemos hablado en otra oportunidad de «Calaveras y Huesos», la pálida sociedad esotérica a que pertenecen los Bush. Es mucha la tentación —especialmente pensando en lectores recién arribados— de repetirme: evitaré esa celada, invitaré a los mismos a consultar los números atrasados de «Al Filo de la Realidad» y avanzaré sobre mis elucubraciones. Que, sencillamente, apuntan en una sola, previsible dirección: a través de las épocas, una oculta fraternidad, poseedora de la mayoría del poder económico y político, vinculada a prácticas esotéricas, ha digitado la Historia de hombres y mujeres de este planeta, y sigue haciéndolo. Vamos a tratar de conocerlos un poco más.

Su «historia oficial»

     Nos cuenta el historiador de religiones Serge Hutin que la «Orden de Los Iluminados» (primeramente llamados «Perfectabilistas») fue fundada en Ingolstadt (Baviera, por lo que también se les conoce como «Los Iluminados de Baviera»), el 1 de mayo de 1776 por Adam Weishaupt, joven de veintiocho años de edad que enseñaba derecho canónico en la Universidad de dicha ciudad. Weishaupt tenía ideas de reforma social sumamente «avanzadas» y fundó dicha Orden con el fin de hacerlas triunfar.

   Consiguió que entraran en la Sociedad numerosos francmasones que habían roto con la regla que prohibía las discusiones religiosas o políticas en las Logias; en su apogeo, la Orden contaba, en 1783, con seiscientos miembros sólo en Baviera y cierto número de afiliados en toda Europa. Pero, «oficialmente», el éxito habría de ser de corta duración, según dicen sus apologistas. ¿Cuáles eran la organización y los fines de esta sociedad secreta paramasónica?.

 Grados: Los grados formaban una jerarquía de tres series sucesivas, debida a Weishaupt y a sus amigos:

 1) Almáciga

                a. «Preparatorio»

                b. «Novicio»

                c. «Minerval»

                d. «Illuminatus minor»

 2) Masonería

        «Simbólica»:

                a. «Aprendiz»

                b. «Compañero»

                c. «Maestro»

         «Escocesa»

                d. «Illuminatus major»

                e. «Illuminatus dirigens»

 3) Misterios

        «Menores»

                a. «Sacerdote»

                b. «Regente»

         «Mayores»

                c. «Mago»

                d. «Rey»

     Los fines reales de la Orden eran develados poco a poco, a medida que el adepto ascendía en la jerarquía:

 1) El Illuminatus minor prestaba un juramento de obediencia absoluta a sus superiores. Se le enseñaba que el fin de la Sociedad era hacer de toda la humanidad un solo cuerpo, gobernado por los superiores.

 2) El Illuminatus dirigens prometía luchar contra la superstición, la maledicencia y el despotismo, y hacerse el campeón de la virtud, de la sabiduría y de la libertad.

 3) En el grado de Sacerdote, se ponía al candidato aún más al corriente de las doctrinas de la Orden. En ella se decía que el mejor medio para verse libre de dirigentes inoportunos era proceder mediante la operación de una sociedad secreta que apuntara a apoderarse de todos los poderes del Estado. Príncipes y sacerdotes debían ser exterminados. El patriotismo habría de ceder lugar al cosmopolitismo.

 4) En el grado de Mago, se predicaba el panteísmo materialista: «Dios y el mundo no son más que uno –escribía Weishaupt–. Todas las religiones son igualmente sin fundamento, puros artificios inventados por ambiciosos».

 5) En fin, el grado más elevado (Rey) enseñaba al adepto que todos los individuos tenían iguales derechos, que el hombre debía ser su propio soberano «como en el estado patriarcal, y que las acciones habían de ser llevadas a este estado por todas las vías que a ello pueden conducir, es decir, por medios pacíficos, si es posible; si no, por la fuerza, pues toda subordinación debía desaparecer de la superficie de la Tierra».

     Los Iluminados se designaban con seudónimos antiguos: «Espartaco», «Filón», «Catón». Además, en su correspondencia designaban a Baviera como «Grecia», a Munich como «Atenas», etc.

 Fin último perseguido por los Iluminados

     El fin último de los Iluminados era nada menos, al fin y al cabo, que la Anarquía, en el sentido filosófico del término: «He propuesto —decía Weishaupt— una explicación de la Francmasonería, ventajosa desde todos los puntos de vista, por cuanto se dirige a los Cristianos de todas las confesiones, los libra gradualmente de todos los prejuicios religiosos, cultiva y reanima las virtudes de sociedad por una perspectiva de felicidad universal, completa y rápidamente realizable, en un Estado donde florecerán la libertad y la igualdad, un Estado libre de los obstáculos que la jerarquía, la clase, la riqueza, arrojan continuamente a nuestro paso… No tardará en llegar el momento en que los hombres serán dichosos y libres».

     Anotemos, al pasar, que ciertos historiadores han atribuido a la Francmasonería propiamente dicha los propósitos de los Iluminados que, al contrario, trataban de confiscar la institución en provecho propio; así, B. Fabre escribe en «Un iniciado de las sociedades secretas superiores» (París, 1913), para caracterizar la finalidad de los Masones: «Nada de autoridad, así pues, nada de gobierno; nada de leyes, de modo que nada de legislador; nada de familia; nada de sociedad; no más nacionalidades; no más fronteras, no más patrias».

Disolución de la Orden

     Los progresos de la Orden fueron muy grandes después de la adhesión, en 1782, de un francmasón ilustre, el barón Von Knigge, que fue jefe del círculo de Westfalia, pero Knigge se cansó pronto —dicen— de los modales autoritarios de Weishaupt y en compensación éste lo acusó de «fanatismo» y de «mojigatería», diciendo que había dejado una parte demasiado grande al elemento religioso en el ritual (principalmente por el «Festín de amor», celebrado con motivo del grado de Illuminatus dirigens, en el curso del cual «J. de N.» (es decir, Jesús de Nazaret) era invocado como fundador de la Orden); por último, el barón se retiró de la sociedad que en ese momento estaba seriamente amenazada; ya en 1787 el Elector de Baviera había ordenado una investigación sobre esa Orden cuyos designios revolucionarios comenzaban a conocerse; después de la defección de Knigge cuatro afiliados, alarmados, se asustaron y fueron a revelar todo al Elector, declarando que «la Orden abjuraba del cristianismo, que se entregaba a placeres epicúreos, justificaba el suicidio, repudiaba el patriotismo y la lealtad como prejuicios de espíritus estrechos, condenaba la propiedad privada, permitía que se hiciera el mal cuando de él había de salir un bien, y en fin, colocaba los intereses de la Orden por encima de toda otra consideración». En 1785 quedó oficialmente —sólo oficialmente— disuelta: Weishaupt fue destituido de su cátedra y expulsado de Baviera, así como otros tres altos dignatarios.

     ¿Pero fue ese el fin?. Ya veremos que no. Además, es evidente que además de la actividad «exotérica», pública, de la sociedad, hay una profunda raigambre hermética. Sólo un no iniciado —como Serge Hutin— simplemente aceptaría ciertos «datos históricos» sin ver más allá. O, en otros términos, creer que un tal Adam Weishaupt era realmente el nombre del jefe de la orden. ¿Adam Weishaupt?. Adam que nos hace pensar, quizás no tanto en el Adán simplista del catecismo escolar sino en Adam Kadmon, el hombre universal arquetípico de la Cábala hebrea. Y Weishaupt, que significa, después de todo, «cabeza de sabio». ¿Es sólo mera casualidad o hay aquí un mensaje?. Como el mítico Christian Rosenkreutz, a fin de cuentas, alguien a quien se le supuso una historia, un nacimiento, una vida, una muerte, pero eso resultó ser sólo literatura para ignaros; cualquier estudiante de Rosacrucismo sabe de la alegoría.

     Bueno, sí. Cedo a la tentación. Vuelvo a citar a Faber-Kaiser: «Es marcada la influencia de los preceptos de los Iluminados en la inminente Revolución Francesa; se dice que Mirabeau y el duque de Orleáns (el futuro «Felipe-Igualdad») habían estado afiliados a la misma.

      «Así, en carta dirigida a Mazzini con fecha del 15 de agosto de 1871 —hace más de un siglo— Pike le comunica que la Primera Guerra Mundial se debía generar para permitir a los Iluminados derrocar el poder de los zares en Rusia, y transformar este país en la fortaleza del comunismo ateo. Las divergencias provocadas por los agentes de los Iluminados entre los imperios británico y alemán —y también la lucha entre el pangermanismo y el paneslavismo— se debían aprovechar para fomentar esta guerra. Una vez concluida, se debía edificar el comunismo y utilizarlo para destruir otros gobiernos y debilitar a las religiones.

     «La Segunda Guerra Mundial debía fomentarse aprovechando las diferencias entre fascistas y sionistas políticos. La lucha debía iniciarse para destruir el nazismo e incrementar el sionismo político, con tal de permitir el establecimiento del Estado soberano de Israel en Palestina. Durante la Segunda Guerra Mundial se debía edificar una Internacional Comunista lo suficientemente robusta como para equipararse a todo el conjunto cristiano. En este punto se la debía de contener y mantener, para el día en que se la necesitase para el cataclismo social final.

     «La Tercera Guerra Mundial se debe de fomentar aprovechando las diferencias promovidas por los agentes de los Iluminados entre el sionismo político y los dirigentes del mundo musulmán. La guerra debe de orientarse de forma tal que el Islam y el sionismo político se destruyan mutuamente, mientras que otras naciones se verán obligadas a entrar en la lucha, hasta el punto de agotarse física, mental, espiritual y económicamente.

     «Desandemos este sendero. La Comisión Trilateral es una agrupación de personas privadas de las altas finanzas, del mundo de los negocios y de la política, procedentes de Norteamérica, Europa Occidental y Japón, que brinda a la élite procedente de la masonería de las distintas orientaciones unas posibilidades de encuentro, con vistas a una colaboración secreta que abarca todo el mundo. El objetivo ideológico de la Comisión Trilateral es el mismo que el del Council for Foreign Relations (Consejo para Relaciones Exteriores), fundado en 1921 por el banquero norteamericano Morgan, y conocido también como «el Gobierno invisible».  El sector político entronca con los Iluminados, que son altos grados de la masonería. Hay escasamente unas cien organizaciones que pertenecen al mundo de la masonería. Se explica por esta trama secreta de planificación del destino de la humanidad, el que Karl Marx escribiera sus obras londinenses por encargo de Nathan Rothschild (cuyo apellido significa «escudo» o «protector de los rojos»). Los cheques con los que le pagó pueden verse en el Museo Británico. Marx participó en la fundación de la Primera Internacional en 1864.

     «La idea del alemán Adam Weishaupt, que fundó la cúpula de los Iluminados el 1 de mayo de 1776, era el camino a través de la anarquía. El que su fundación tuviese lugar el día siguiente de la noche de Walpurgis, y el hecho de que este día fuera consagrado mundialmente festivo —el ‘Día del Trabajo’— aclara todavía más la estrecha relación que existe. El hecho que además el sello de los Iluminados aparezca con la fecha de 1776 en el dólar americano, asombra a aquéllos que no saben que Washington fue tan masón como su rival Jefferson.

     «Si hablamos del poder efectivo, debemos mencionar a los Rockefeller y —más importantes aún— a los Rothschild. En sucesión ascendente siguen los Bilderberger, un club formado en mayo de 1954 e integrado por los 500 hombres y organizaciones más ricas e influyentes del mundo, que se propone la instauración del «Nuevo Orden Mundial».«

  (Continuará)

10 comentarios de “ILLUMINATI: EL PODER SECRETO DETRÁS DE LA HISTORIA (1º parte)

  1. josep dice:

    Apasionante, como siempre…
    En la revista AFR nº 86 hay un link roto a los artículos de Andreas Faber Kaiser. Es mejor leerlos en la web de su hijo Sergi Faber: http://andreas.faber.cat/articulos/otros/iluminati/
    Eliseo Bayo, el escritor citado en la 2ª parte de este Blog, fue invitado en varios programas de AFK: http://mundodesconocido.wordpress.com/category/convidats/eliseo-bayo/
    Los podcast están en catalán, pero descargándolos, cuando hablaba Eliseo Bayo lo hacía en castellano, y es interesante oir lo que decía en vivo. Curiosamente, estos programas radiofónicos de AFK en los 80-90 son más modernos que muchos que se emiten ahora.
    Un abrazo

  2. Patricio Sandoval dice:

    Estimado Gustavo, un gusto poder escrbirle……………tengo una consulta: porque eliminar el nazismo si hitler fué nazi y también cuál fue el verdadero propósito ó como debemos entender las intenciones del furer? por que no creo que haya sido solamente matar judíos… gracias

    atte

    patricio sandoval

    • Gustavo Fernández dice:

      Seguro que no, Patricio. El tema es demasiado extenso para resumirlo aquí con el riesgo de parecer superficial, pero el nazismo ni siquiera fue «sólo» un movimiento político, sino una ideología con raíces esotéricas que tratab de implanta runa cosmovisión absolutamente distinta. Saludos cordiales

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