El Meme del Dedo Levantado

indiceYa saben ustedes (bueno, cuando menos, algunos de ustedes) que hace tiempo vengo dedicando ídem y esfuerzos –quizás dignos de mejores causas- a identificar algunas herramientas de manipulación colectiva. Colectiva y “transtemporal”, dado que su implementación tiene excelentes resultados (para los ideólogos no para las víctimas) pero sólo a través de tiempos históricos, como parte de una “Matrix” que piensa estrategias en función, quizás, de siglos. Y en esa línea de pensamiento y desde estos mismos (y otros también) espacios he señalado y descripto varios de ellos.

Déjenme, entonces y hoy, abocarme al Meme del Índice Levantado.

Que es aquél que a través de sus ejecutores funcionales inconscientes (la familia, los amigos, los educadores, los “opinólogos”, los medios de (des)comunicación, la señora vecina de al lado), nos dice “cómo viene la mano”, cómo deben hacerse-las-cosas, cuáles son nuestras “obligaciones”…

Polimórfico y proteiforme, el Meme del Dedo Levantado campea por la certeza colectiva o cuando menos grupal de “lo correcto” y en umbroso linde con “lo conveniente”. Rutila allí donde la familia te quiere convencer de “lo mejor que puedes hacer”, no advirtiendo que lo correcto para uno no lo es necesariamente para otro, que la mayoría sólo indica una inercia entre lo históricamente aceptado y lo estadísticamente probable.

Hace rato –más que por sensato, por años- que aprendí que es suficiente que algo sea correcto (o no) para mí sin que sume nada tratar de convencer a otros de reflejarse en ello. Sólo cierta inseguridad intrínseca, cierta autoestima depreciada puede encontrar razón y fundamento en discutir hora y media y llegar a enojarse con otros –sean incluso esos “otros” amigos o parientes- para convencerles que “estoy haciendo bien”. Y no digamos, torcer el camino del otro en la misma dirección que el mío. La verdad, hace rato aprendí que no soy quien para juzgar lo que el otro piensa de lo que él mismo hace, pero sí gendarme celoso de las fronteras que la opinión del otro –sobre todo, la nunca solicitada- jamás deberá cruzar.

Tomemos un ejemplo mínimo y paradigmático. La compra de casa propia. Generaciones han sido conculcadas con la convicción que el “sueño de la casa propia” es una de las mayores aspiraciones del género humano. Hasta los comunicadores sociales repiten como monserga dominical aquello de “el techo propio es la aspiración básica de todo ser humano”. Lo que me llevó a pensar que eso demostraría, científicamente, que tengo genes extraterrestres.

Porque (para mí) nada hay más limitante y condicionador que la “casa propia”. Para ponerlo sencillo: prefiero rentar, alquilar el lugar donde vivo que comprarme uno. Así, si me aburro de la vecindad, si surgen problemas de convivencia, simplemente tomo mis petates y me marcho a otro lugar. Puedo elegir seguir viviendo en esta ciudad o, en determinado momento, hacerlo en otra. Pero si soy propietario, estoy condicionado por ello: antes de irme a vivir “allá” tendré que vender mi propiedad “aquí”. Acotado por tiempos y otras urgencias, quizás malvenderlo.

No estoy diciendo que no sea conveniente tener propiedades. Sólo, no ser rehén de ellas. Mi manera de pensar me ha permitido, a esta altura de la vida, ser dueño de algunas propiedades. Pero no vivo en ninguna de ellas. Así, no estoy limitado a dónde puedo comprar, sino dónde elijo alquilar. El “meme” de “lo mío será apenas una choza pero es mía”, es eso; sólo un “meme”, que trata de tapar algunos agujeros de la autoestima con la posesión de una “cosa”.

Claro que esto es así… para mí. Porque proponerlo como “la forma adecuada” de ver el asunto para los demás también, sería ser víctima del Síndrome del Dedo Levantado. De manera que lo explico sólo a título ilustrativo de cómo, desde cierta perspectiva –en este caso, la mía- las cosas pueden verse de otro modo.

Pero, volviendo al ejemplo, detrás de ese supuesto objetivo, ¿cuánta gente se siente obligada a “hacer lo correcto” (lo que le condicionaron que era lo correcto, alimentando así al sistema) y es esclava de hipotecas durante veinte o treinta años, posterga otros sueños, más lícitos porque les son espontáneos?.

Si reunís una determinada suma de dinero, y te comprás una casa, tendrás casa. Y deudas. Pues deberás pagar por impuestos, refacciones, etc. Así que yo decidí reunir dinero y ponerlo a trabajar (como quiera que sea: propiedades para rentar a terceros, inversiones, no es importante ahora el cómo). Y la tan mentada “seguridad” proviene de una renta que se multiplica. Alguien dirá: “pero el mercado cambia, las cosas te pueden ir mal, etc., etc., etc…” Sí, y también te puede caer un meteorito sobre la casa, o en la vecindad se instala una banda de narcotraficantes que pone en peligro tu vida, la de los tuyos y descapitaliza tu propiedad –y luego, a tratar de venderla para salir de ahí…-

No trata éste de ser un artículo sobre gestión financiera personal, o guía de crecimiento económico. Sólo mostrar lo endeble de ciertos “argumentos” que subyacen detrás del Dedo Levantado. Ahora, te toca, querido lector, reflexionar sobre en cuántas situaciones y “costumbres adquiridas” de tu vida has sido víctima de este Meme. Y actuar en consecuencia.

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