El castillo de un alquimista

Frontispicio. La proa de un navío honrando a los inmigrantes y una réplica de la Victoria de Samotracia.
Frontispicio. La proa de un navío honrando a los inmigrantes y una réplica de la Victoria de Samotracia.

Qué placer escribir este artículo. Porque durante años, el apellido “Pittamiglio” (y las insistentes monsergas de mis amigos uruguayos empujándome a conocerlo) se transformó casi en el caldero de oro al final del arco iris en cada viaje a la vecina orilla rioplatense. Y fue en semanas pasadas cuando la excusa del Congreso Unificación 2013 me permitió, finalmente, ordenar mis horarios y conocerlo. Allí, en Montevideo, que ya me había sorprendido con sus guiños esotéricos.

Ubiquémonos en primer lugar en la línea espaciotemporal. Umberto (así, sin “H”, aunque con los años la agregó por el significado numerológico y simbólico de la misma que, decía, impregnaba una carga de espiritualidad a su vida) Pittamiglio fue un ingeniero, empresario, político a tiempos perdidos uruguayo pero, lo más importante a efectos de este repaso, discípulo dilecto de Francisco Piria, el ya mítico fundador de la hermosa Piriápolis, ciudad esotérica si las hay, donde este poderoso hombre de negocios plasmó en su diseño y principales edificaciones una profusa simbología alquímica coincidente –dicen los que saben- con las especiales energías telúricas del lugar. Y debe haber sido así; es imposible no percibir la conjunción de ambos cuando se deambula meditativamente por ciertos parajes o en los vericuetos de ciertas construcciones.

Don Humberto, decíamos, supo ser su alumno dedicado, y sea por aplicación de esos conocimientos alquímicos o sean éstos (como ingenuamente sostienen los panrrefutadores militantes) apenas un “hobby” que enmascaraba su habilidad y contracción esforzada a los negocios, supo él también amasar una cuantiosa fortuna. Una fortuna que, entre otras muchas inversiones, le permitió dedicarse a lo largo de toda su vida a su “niña de los ojos”: su vivienda particular (y de su familia más allegada) en el exclusivo barrio de Pocitos en Montevideo (ciudad sobre la cual, por cierto, acabo de escribir aquí) conocida desde siempre como “el castillo Pittamiglio”.

El castillo de un alquimista. Un alquimista que –cabe destacarlo- era amigo personal del Papa Pío XII (Eugenio Pacelli), tan amigo que, cuando decidía viajar a Roma, no necesitaba solicitar entrevista previa para ser recibido por él. Aquí podríamos disgregar todo un tema por derecho propio: sostiene una línea de pensamiento, inaugurada por el ya fallecido esoterista uruguayo Julio César Stellardo y sostenida por algunos de sus allegados, que el Santo Grial habría estado depositado durante cierto tiempo en Uruguay. Más exactamente, en Montevideo. Más exactamente, en el castillo Pittamiglio. La amistad entre Pacelli y Pittamiglio da pábulo a esta posibilidad. Por su castillo pasó una pléyade famosos, ex presidentes, intelectuales, artistas, oscuros frailes, el príncipe Eduardo de Gales…y, se sostiene, el mismo Pacelli de incógnito.

Escaleras con puertas que no llevan a ninguna parte…
Escaleras con puertas que no llevan a ninguna parte…

Un personaje enigmático el caballero (a fin de cuentas, como se supone de un auténtico alquimista): sólo existe una foto de él, penosamente borroneada, y en Montevideo circulan aún decenas de leyendas sobre su vida, privada o pública, sus paseos en noches tormentosas frente al río-mar, envuelto en una capa negra y roja, todo lo cual ha, incluso, alimentado una rica literatura novelística que también es fuente para conocer sus entresijos. La existencia de toda una leyenda en el imaginario colectivo implica voces más autorizadas que la mía para hablar del personaje. Centraré, entonces y aquí, mis anotaciones sobre su castillo, sobre todo por haber escuchado demasiadas veces de mis amigos algo como “vaya a saberse qué quiso decir con todo ese simbolismo”. No sé si todo, pero unas cuantas cosas estamos en condiciones de develarlas.

Desde el vamos, no se trabaja muy cómodo en el lugar. El edificio, ubicado en Rambla Gandhi 633,  que supo esta literalmente abandonado durante décadas, ha sido restaurado y es administrado por una Asociación de Promotores Privados de la Construcción en Uruguay. Hay que reconocerles dedicación y prolijidad: el lugar no solamente se encuentra totalmente recuperado, sino inclusive se han habilitado ciertas áreas para actividades artísticas y culturales e, incluso, una particular habitación, sobre la que regresaremos, parece haber sido destinada a oficina de reuniones directivas. Lo que debe decirse es que esta Asociación, como grupo, debe estar un poco desorientada respecto al verdadero potencial esotérico del lugar que, por cierto, no niegan pero enarbolan más como continente que como contenido. Escuchando las explicaciones del circunstancial guía en el obligatoriamente digitado periplo, sus reiteradísimas remisiones a la simbología parecían ser forzadas y de manual: más allá de algunas discutibles interpretaciones, el discurso del cicerone era más una mención de títulos que de fondo. La postura rozaba en ocasiones lo gracioso: impedido de tomar fotos, le pregunté a la recepcionista el porqué.

El argumento: como se trataba de “respetar” el “esoterismo” del lugar, querían evitar que las imágenes corrieran por Internet y cayeran en mano de cualquiera. (Como si abonar los ochenta pesos uruguayos de la entrada fuera el tamiz de conocimientos herméticos). Eso sí: a “sólo” trescientos pesos uruguayos se vendía un CD de imágenes del interior. Dejando de lado lo pueril del argumento dado (si se desea reservar el “esoterismo” de un lugar, pues sólo se permite el acceso a individuos calificados para ello) y del mezquino “negocio” de vender el CD, pues bien, tienen ustedes aquí la totalidad de esas imágenes, por cierto, no prohijadas por ningún “derecho de autor”.

Vista desde el Torreon
Vista desde el Torreon

Una rápida recorrida señala algunas características dignas de un cuento de Borges. El terreno sobre el cual fue levantado el castillo cruza la manzana de calle a calle.

Empero, y a contramarcha de tamaña extensión, es sumamente angosto. Existen áreas de acceso imposible: la “cava” de vinos de un restaurante que a los fondos constituyó la pícara Asociación mencionada encierra el secreto de  su subterráneo laboratorio alquímico. Por lo demás, llama poderosamente la atención en los patios escaleras que no llevan a ningún lado; ventanas y puertas que se abren a ninguna parte. El delirio intoxicado de un arquitecto adicto no podría haberlo supuesto mejor. Tiene su inevitable torre a cielo abierto donde, a estar de la “historia oficial”, se realizaban las iniciaciones. Sobre el suelo, un “sol” de ocho brazos. Coincidentemente (y aquí me remito a la sala circular ya mencionada) este piso es a la vez el techo de esa sala de reuniones, en cuyo cielorraso se ha no sólo respetado sino resaltado otro sol de ocho brazos –que es como decir, una estrella octogonal- la que a su vez vuelve a repetirse en el suelo de la sala. El buen estado de la misma y su refuncionalización me dan a sospechar que aunque la mayoría de los miembros de la Asociación no sepan gran cosa de esoterismo (aunque jueguen con el término para atraer turistas) “alguien”, quizás en sus cuadros directivos, movió los hilos para que la energía del conjunto siga jugando a su favor…

Haremos un recorrido visual por la simbología del lugar. Pero voy, ahora, a detenerme especialmente en un aspecto poco considerado –que demuestra, cuando menos, el desconocimiento de los responsables legales del edificio en su verdadera aplicación- y que lo transforma, a mi modesto saber y entender, en un libro escrito en material. Enfoquémonos en sus habitaciones privadas. Allí donde Pittamiglio pasó la mayor parte de su vida cuando no estaba viajando y trabajando. La primera impresión es de  opresión: las habitaciones están cubiertas de finas y caras maderas, de distintos veteados y tonalidades, completamente. No sólo el previsible piso: paredes y cielorraso hasta sus más recónditos rincones. Pero no es todo: además, paredes y techos se quiebran en multitud de ángulos inverosímiles, no sólo innecesarios desde el punto de vista arquitectónico sino hasta exagerado en lo estético, si era lo que se buscaba. Molduras, planos, travesaños, viguetas falsas multiplican ángulos rectos, agudos u obtusos que le dan a cada habitación el aspecto de una caja china taraceada por algún maníaco compulsivo. Caminaba por esas habitaciones, me detenía a contemplar el elaborado frente –siempre de madera- de la chimenea hogar adormilado por el discurso del guía. Sin duda que ese león y ese pavo real sobre el hogar remitía a la Obra Alquímica, que duda cabe. Que cada símbolo tenía un  significado propio y por ende, una enseñanza. Pero, aún por sobre las refacciones tardías y quizás en algunos casos erróneas (de acuerdo al espíritu de su creador) flotaba una atmósfera especial, que inducía a la ensoñación y la meditación. Disimuladamente saqué de un bolsillo mi eterno compañero, mi péndulo, y lo dejé colgar entre mi cuerpo y un rincón al cual me había acercado retrasándome del grueso de viandantes.

Chimenea hogar, verdadero atanor
Chimenea hogar, verdadero atanor

Repetí la experiencia en siete puntos distintos: siempre giraba en sentido positivo, casi con violencia. Sé que muchos amigos y colegas se preguntarán para qué Pittamiglio revistió de esa forma, con abundante madera, sus dependencias privadas. Supongo que lícitamente algunos lo adjudicarán a un dudoso gusto. Yo deduje otra finalidad: Pittamiglio transformó su vivienda en una inmensa caja acumuladora de Orgón. Seguramente si son ustedes lectores de estas temáticas no se les escapará una idea somera de los trabajos de Wilhem Reich y su descubrimiento tanto de la Energía Orgónica u Orgón como el desarrollo de lo que él llamaba “acumuladores orgónicos” (que no «orgánicos»), aparatos y sistemas relativamente sencillos que permitían acumular y redireccionar esa energía cósmica redefinida por Reich y con amplia similitud con el “präna” de los indos, el “ki” de los japoneses, el “chi” de los chinos, el “manas” polinésico o el “fluido ódico” del Barón Von Reichenbach. Una energía sutil pero imanente al Universo todo, que vivifica todo lo viviente. La historia de Reich da para varios libros por sí mismos, y bastará con googlearlo para encontrar amplias descripciones de sus obras. En lo personal, tanto él como su discípulo Alexander Lewin, creador de la “Bioenergética” influyeron en mis primeros años de formación parapsicológica y sigo siendo un dedicado estudioso y aplicador de los sistemas orgónicos. La “caja orgónica”, particularmente, un paralepípedo por lo general, cubierto exteriormente por un capa conductora de la electricidad, en ocasiones una “jaula Faraday”, elaborada, claro, con elementos no biológicos, y un interior forrado en material biológico, aislante.

Chimenea hogar, verdadero atanor
Ídem.

Las habitaciones de Pittamiglio –quien pudo haber conocido los trabajos de Reich ya sea en alguno de sus innumerables viajes o por intermedio de losa cenáculos de estudios herméticos a los que pertenecía- son eso: cajas orgónicas. Por fuera, material no biológico, el material de construcción del edificio y hasta s posible distinguir, al ojo avizor, una “jaula Faraday”: cuando cualesquiera de ustedes lo visite, deténganse en el patio durante la recorrida y observen las paredes exteriores: verán que están recorridas por líneas de delgados hierros de construcción por fuera de las paredes, sostenidos en los pilares que asoman a espacios regulares y separados unos diez centímetros de las paredes. Sin ninguna utilidad aparente, además de afear la estética de la construcción. Salvo que fueran necesarios como “jaula Faraday”. Pero, ¿para qué esa ordalía de ángulos?. No sé. Quizás pienso en los múltiples ángulos de los sistemas antirradar pensando que algo similar puede provocar refracciones en la energía orgónica. Pero también, casi con un escalofrío, recuerdo un relato de Lovecraft, y un escrito de Alesteir Crowley –casualmente, todos contemporáneos de Pittamiglio- quienes, ¿fantaseando? El primero y sentenciando el segundo, relataban que por los ángulos penetran en este mundo entes astrales de otros planos. Y ambos (¿se habrán conocido aunque sea de referencias, tal vez?) señalaban –no sé si con espíritu burlesco, o con cruel ironía- que la palabra ELE – MENTAL sugería como ciertas “cosas” pasaban a través de los ángulos. Quizás los largos paseos nocturnos, en espera de un alba atormentada entre vientos y ráfagas de lluvia en la desolada costa invernal, esos paseos en capas negra y roja y sombrero calado hasta las orejas que tantos vecinos relataron durante años con cierto supersticioso temor a la vera de la lumbre, sólo eran la momentánea huida angustiada de un Pittamiglio rehén de su hogar pero atemorizado por las sombras que se filtraban por las paredes… No olvidemos que Pittamiglio también tuvo otro castillo, esta vez en los verdes campos de Las Flores. Sobre él, ya he escrito. He señalado la extraña deformación de los árboles en su interior, donde las murallas parecen enmarcar un pequeño bosque encantado. Pero no de hadas. Sentados en el exterior con mi amigo, el geobiólogo Carlos Rodríguez, nos preguntábamos si ese castillo, tan poco funcional en su interior, más que haber sido edificado para proteger a quienes estaban dentro de eventuales peligros del afuera, no habrá sido concebido para proteger el afuera de lo que en ocasiones habría dentro…

Todas las fotos del castillo:

Vitral.con.Iniciales.H.P.

6 comentarios de “El castillo de un alquimista

  1. JaviMart dice:

    Muy bueno el artículo, Tavito … jejejejee … Me mencionaste en el último podcast, amigo; dedicas un 25-30% del programa a saludar a los amigos, hermano mio.

    Cordial abrazo, saludos y cariños a tu familia y mis respetos desde Venezuela.

    Javier.-

    PD: Hasta tuviste la delicadeza una vez de hablar sobre el cáncer inducido del tema aquel que mencionamos en su momento; cosa que te agradezco, amigo mio.

  2. Carlos Rodriguez dice:

    Hola Gustavo,sabes que unos años antes de que se fuera Don Julio Stelardo 2004 aprox, fuimos los 2 al Castillo a Limpiarlo ,llegue a una pieza donde me encontre con varios seres del astral Julio se quedo en la puerta y yo entre lo que hicimos duro solo unas semanas,habia que hacer un mantenimiento que no fue tal en el tiempo,Palabras de Don Julio? (Lugar Nefasto)
    , Bueno tu articulo Abrazo .

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