Brevemente, quisiera ilustrar aquí una observación que si bien apenas despertó inicialmente mi curiosidad, con el deambular de los kilómetros, el hallar su repetición en otras geografías y (muy especialmente) el meditar rercurrentemente tratando de hallarle un sentido, me impulsan a esbozar un tímido intento de explicación que apunta a reconsiderar el conocimiento que desde la Antigüedad se ha tenido (y perpetuado, quizás en el seno de tanta sociedad secreta, iniciática y probacionista y tanta escuela de misterios…) de la existencia de Energías Telùricas, Ondas de Forma, Geometría Sagrada y su aprovechamiento práctico.
En un inminente artículo expondré algunos descubrimientos míos al respecto. Sirva en tanto esta oportunidad para exhibir este material:
Esta fotografía la obtuve durante mi primera visita a la que fuera segunda capital del imperio Tolteca, Tula. Es uno d elos muros del «teocalli» sobre el cuals e encuentra el grupod e «atlantes», las conocidas estatuas de significado discutido. En ese momento, llamó mi atención estas piedras sobresaliendo del muro y cuando consulté a un técnico del INAH destacado en el lugar, me encontré con la (previsible) ridículas respuesta: «Cumplían una función defensiva». Gran tontería. No sólo no tienen ningún efecto defensivo o agresivo -todas, de extremo por demás muy redondeado- sino incluso facilitarían la escalada de un muro difícil en otra circunstancias. En esa ocasión, más por rutina que por algún plan en mente, chequeé radiestésicamente el muro y me llamó la atención que mientras el péndulo se mantenía inmóvil o bamboleaba levemente cuando caminaba a la par de aquél, se alejaba con cierta violencia del mismo cuando pasaba frente a una de esas rocas incrustradas. Interesante.
Pero en abril de este año, otro enigma se sobreimprimió a este enigma. Tuve oportunidad de conocer el llamado «castillo de Pittamiglio», un acaudalado uruguayo que supo ser discípulo directo de Francisco Piria, el multimillonario, alquimista y esoterista que fundó la mística ciudad de Piriápolis, y sobre la cual he escrito bastante (ver más haciendo click aquí).
El punto es que recorriendo su enigmático interior (a despecho de lo que su aspecto exterior supone, esto es, una vasta fortaleza inaccesible, en realidad su interior tiene pocas habitaciones y un gran parque, dando más la sensación que en vez de querer proteger el interior de lo que estuviera afuera, queríase proteger al mundo exterior de lo que hubiera adentro), encontré una pequeña y baja atalaya con, como se ve, el mismo diseño. Allí también, mi péndulo radiestésico puignaba por alejarse del muro cuandco lo aproximaba a las rocas salientes.
En mi último viaje a México, como broche de oro de esta sucesión de curiosidades, comprobé que el mismo detalle edilicio se encuentra en los muros de la Pirámide del Sol. Pero incentivado en la comprobación -de lo que cuatro años atrás era una mera especulación- en el sentido que los Antigüos no sólo conocieron las Energías Telúricas sino que se aprovecharon de sus efectos, esta correspondencia -que por demás establece la idea fascinante que el conocimiento derivado del Antiguo Egipto (no olvidemos que Francisco Piria era miembro importante de la orden «Los Caballeros de Herliópolis» que reclamaba para sí hundir sus raíces en tiempos dinásticos) llegó por otras vías a la América precolombina- estimula a quienes se apasionen por la investigación radiestésica a evaluar no sólo correspondencias similares en otras construcciones, sino asimismo aplicarlas en sus propios trabajos de laboratorio.
Parece que la «fundación» del Cuzco, como capital del Imperio Incaico, tambien tuvo algún soporte radiestésico si se considera que el Inca Fundador, Manco Capac, salió del Lago Titicaca con un «bastón» o vara de Oro y fué buscando a tientas el lugar donde se «hundiría». Vino desde el sur hacia la zona cuzqueña y allí es donde se hundió dicha vara o bastón, de manera que se eligio ese lugar para fundar el Cossco (Ombligo del Mundo).
Hago este comentario por su interés radiestésico e inclusive geopolítico.
¡Brillante observación, Edgar!. Si me permites, quisiera citar este comentario tuyo -con obvio respeto por la fuente- en algún futuro trabajo.
Saludos cordiales
Cuando vi por primera vez tus fotos de los muros inclinados con piedras sobresaliendo, me dió la impresión de que los habían construído para recubrirlos de tierra, como muchos dólmenes. Decían que enterraron algunas pirámides para protegerlas de los españoles, pero quizá «trabajaban» mejor bajo tierra.
Si se encuentra alguno de estos muros todavía a medio desenterrar, sería curioso ver como se comporta radiestésicamente cuando está cubierto de tierra, raíces, hierba… Es decir, vestido de vida. Los muros que vemos para turistas son como huesos descarnados.
En cuanto a las capacidades de los antiguos, me gustaría que me pudieras confirmar una cosa curiosa que leí hace años: desde los tiempos más primitivos, los homínidos fueron ganando capacidad craneal hasta el neolítico; pero desde entonces el tamaño de nuestro cerebro va disminuyendo.
O podríamos intentar probar lo contrario poniéndonos a construir pirámides, moáis, o muros como los de Saksayuhamán.
Hola amigo Gustavo Fernández:
Por supuesto que puede citar el comentario mio acerca de la «Fundación Radiestésica» del Cusco y el Imperio Incaico.
Un abuelo mio siempre estudiaba y reinvindicaba los trabajos de Posnasky acerca del Tiahuanacu.
Quizás algún día regrese a Puno, Perú ( a orillas del lago Tiiticaca), donce nací y allí pueda investigar algo. Quizás también pueda invitarlo para ese entonces.
Reciba mis afectuosos saludos,
Edgar Salazar Cano.