De registros akhásicos, extraterrestres, ángeles, manipulaciones espiritualistas y de(s)construcciones educativas (parte 1)

Si la gente es incapaz de fijar su atención durante algunos minutos, menos comprenderá el impacto de procesos que comenzaron antes del nacimiento de su abuelo y finalizarán después de la muerte de su nieto.

buda-2Debo confesar que de un tiempo a esta parte me he sentado, una y otra vez frente a mi computadora con cierto grado de parálisis intelectual. No porque careciese de ideas que volcar sobre el…. monitor (iba a escribir, «papel», como en los viejos tiempos). Ni por carencia de tiempos, superposición de otros compromisos o siquiera por estar mis energías absorbidas por otras investigaciones. Que, de hecho, haberlas haylas, pero no en grado suficiente como para justificar cierta abulia literaria.
Éste es, por otra parte, el típico artículo que temo resignadamente tendrá muy pocos lectores. Ya se ve venir: denso, complicado, como algunos lectores y lectoras bienintencionados me han escrito en alguna ocasión: «lleno de palabras difíciles y muy largo»…. como si la brevedad fuera sinónimo de claridad y la simpleza, de transparencia (sí, sé que muchos piensan eso pero…¿podrian demostrarlo?. Es, otra vez, un típico «meme»). Olvidando que el diccionario, físico o virtual, sigue estando para algo y que nunca está de más tomarse el trabajito de agregar algunas palabras al propio vocabulario. Pero, ya sabemos, una enorme mayoría no lee: al decir de mi buen amigo Quique Marzo, «escanea» la pantalla y retiene palabras sueltas, aqui o allá, alguna cita quizás interesante y sseguramente autocomplaciente, fotos y gráficos, dibujitos fotoshopeados, emoticones y texto pletóricos de «k», de «¡holiiiiiiissssssss!» (aunque quien lo escriba sea un grandulón), de angelitos gordinflones y jesucristos y ángeles con un sospechoso look de ario redivivo. Y a ello, súmenle que diez líneas de texto ya se transforman para muchos en un obstáculo insalvable: allí, mejor pasar a otra cosa.
Uf, hay mucho que desbrozar quirúrgicamente aquí. De manera que, tal vez con la ingenua esperanza de motivar otras lecturas, dividiré este artículo, inexorablemente prolongado y rizado sobre sí mismo en imponderables reflexiones, en una serie.

En realidad, enfrento dos extrapolaciones sumamente interesantes pero plenas de brumas y trampas. Por un lado, el haber deambulado tantos años en ámbitos espiritualistas, conocido sus luces y sus sombras, sus maestros y sus chantas, la Biblia y el Calefón, me ha acercado, me sigue acercando, al punto en el que, aunque uno desee privilegiar lo que suma a lo que resta, enfocarse en lo positivo y ver sólo lo proactivo, se pregunta si no es tiempo y necesidad comenzar a hablar, debatir, establecer políticas propias de quienes compartimos estos intereses respecto a «lo otro», el lado oscuro, manipulador, mercachifle o explotador de estas Disciplinas. Sí, ya sé, yo también aplico la Ley de Atracción y sé que bienintencionados lectores me señalararán aquello de «lo semejante atrae lo semejante», que si ponemos nuestra energía en lo «malo» (cualquier cosa que este término pueda designar) provocaremos más de lo mismo. A ello, opongo dos observaciones: una, que no se trata de obsesionarse, de concentrarse como para darle poder, sino de observarlo desapasionadamente para identificarlo y luego, si desean, soltarlo. Dos, que en la medida en que no lo hagamos, estimularemos a ciertas personas de dudosos intereses a seguir medrando, ya que toda inacción de quienes tienen actitudes sanas y positivas es una invitación a que pulule «lo otro». El mundo está en problemas, seguramente, no porque haya mucha gente mala, sino porque últimamente la gente buena parece hacer poco y nada.
Pero sé también que como uno mismo (yo) formo parte de la pléyade de quienes dedicamos nuestro tiempo y esfuerzos a trabajar profesionalmente en estas artes, mis argumentos pueden ser tomados como una forma sutil (o no) de torpedear a «la competencia». Así que quedo, entonces, atrapado en una de esas incertidumbres de las que les hablaba líneas arriba: ¿denuncio y combato desde esta trinchera para sanear estos ámbitos, o respeto la libertad de los demás de equivocarse y dejo que medren los explotadores de la credulidad ajena?.
Ah, y también, sé que estas líneas pasarán ante los ojos de muchos que simplemente tendrán el reflejo defensivo de ignorarlo sin considerarlo, ya sea porque socavaria sus creencias autojustificativas en la vida, la «dialéctica seudo espiritualista» que permite abotagar el resto de conciencia que podría demandar la necesidad de aceptar algunos errores. O, más comúnmente, el temor a la duda: qué triste es comprobar que el mismo «tic» intelectual que los espiritualistas señalan a los academicistas, en el sentido que permitirse «abrir el corazón» pondría en un tembladeral las ideas y sistemas defendidos durante las décadas de su vida es el mismo tic que impide a muchos espiritualistas «abrir la mente», también, porque tendrían que considerar la falsedad de algunas de sus propias creencias.

Y cuando escribo así, sé que volverá a ocurrir: algunos se rascarán la cabeza y se preguntarán: «Pero este Gustavo, ¿finalmente cree o no cree en la espiritualidad?».
Síntesis de no haber comprendido nada de lo que escribì hasta aquí.

Interesante punto que ya he conversado con amigos y amigas y encontrado, reiteradamente, un argumento conciliar: dejar que cada uno, cada una, haga su experiencia, uso de su «libre albedrío», aquello de «todos son maestros» -aún quienes nos perjudiquen- o, en todo caso, que el tropezar con malas experiencias seguramente será parte del proceso kármico de cada uno, por lo que no tiene sentido intervenir tratando de revertir y paliar.
Interesante enfoque. Pero voy a hacer algunas objeciones.

Primero, creo que es una lectura facilista. Es más comodo intelectualmente decirle al otro «qué pena que te estafaran. Bueno, algo tendrás que aprender», que ofrecerse, si cupiera, salirle de testigo en un juicio. Es también una forma de justificar los propios desaciertos, empezando quizás con una acendrada cuota de crédula ingenuidad que nos habrá llevado a equivocarnos también a nosotros. Nada es tan humano como justificar dialécticamente (que no, «racionalmente») las elecciones e impulsos emocionales cuando estos derrapan catastróficamente.
Tercero, que debemos por una vez comprender que no existe el libre albedrío. Para comenzar, una redundancia: el «albedrío» es «libre elección», por lo tanto «libre albedrío» sería como decir «libre libre elección». Hablemos de Albedrío a secas, entonces. Bien, él tampoco existe. O, más bien, hay Albedrío contextualidado. Las elecciones de cada uno están condicionadas. Por el contexto social, cultural, familiar. Evolucionan, pero siempre dentro de un marco contextual que puede dilatarse y expandirse, pero no es infinito. Hasta en la sencillez materialista de las opciones económicas esto es más que obvio, que no decir entonces de la sutilezas de la mente y el espíritu. Es la educación (en todo sentido que ésta se precie: la familiar, la escolar, la espiritual, la de la vida misma) la que expande ese marco.
Así que lo primero que deviene aquí es una observación sobre la educación. Evitaré caer en la gratuidad (pero no por ello menos severa reconvención) de la degradación de la educación familiar, de ese perverso desplazamiento de roles donde el padre o la madre fingen ser amigos de los hijos, casi un tributo a la modernidad. Yo soy padre de mis dos hijos. Y no puedo ser su amigo. Porque es amigo un igual, alguien con quien nos sentimos cómodamente instalados en un diván emocional que nos pone a la misma altura y en el cual nos espejamos o confrontamos. Como padre, debo enseñar. Y en ocasiones, debo hacer valer la prebenda de la autoridad de mi rol como punto de partida. Así que, como siendo amigo no funjo como padre y no deseo dejar huérfanos a mis niños, seré lo segundo en necesario detrimento de lo primero.
Pero campea por el orbe una ola modernista de ponernos de igual a igual con los niños y los púberes, no limitar, no coartar, permitir y liberar. Y comenzamos en casa donde el hijo no hesita en tratar a sus padres como a sus condiscípulos, continúa en la escuela donde se tutea al profesor o se elogia campechanamente las curvas de la profesora, y se finaliza en la calle donde toda autoridad es risible y por ello, vulnerable. Se está fallando en el ejercicio de la educación parental. Se está fallando en el ejercicio de la educación pública, cuando los programas de estudio son de año en año más paupérrimos, cuando los docentes son desmotivados constantemente, cuando las «mejoras» pedagógicas de toda Latinoamérica se pierden en umbrosas discusiones dialéctico políticas. Cuando los docentes se obligan a asistir a «reuniones institucionales» para una pedagogía que cada vez está peor. Se pauperiza una generación cuyos integrantes, en un número excesivo, difícilmente manejen un vocabulario de más de trescientas palabras. Y se falla cuando se nivela para abajo, cuando con la promesa de la «inclusión» se desalientra el esfuerzo por la autosuperación. Pero, claro, no es políticamente correcto plantearlo de esta manera.

Y se falla en la otra educación, en la espiritual. De las iglesias, ya sabemos y hablamos. Pero aquí quiero dirigir su atención a otra cosa. A la educación formartiva que la Nueva Espiritualidad debería proporcionar y, salvo honrosas excepciones, está fallando. Éste es el momento en que debería abandonar el teclado e irme a hacer algo más contemporizador, toda vez que de continuar escribiendo voy a comenzar a ganarme la antipatía de unos cuantos lectores, especialmente aquellos afectados, digo con todo respeto, de un pedo místico.
Y así asistimos al dudoso espectáculo de una creciente masa de intensas inquietudes espirituales, pero que a la vez es cada año más consumista, más frívola, más indiferente, más in-solidaria. Más autismo espiritual.
La insolidaridad y el autismo espiritual está en la base de la crisis social de hoy en día.
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando los neoespiritualistas (esto ya lo traté aquí y aquí , y también aquí, por si desean repasarlo) creen que el Camino es ser cada vez menos concientes del mundo y más de su ombligo.
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando creemos que el Cambio, la Mutación, el Salto Cuántico o como quieran llemarle, es sólo un trabajo personal, autorreferenciado.
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando queremos unir los distintos puntos de ese itinerario por la vía del menor esfuerzo prescindiendo éste, para hacer más ligero el paso, de la consideración de nuestros congéneres..
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando preferimos no darnos cuenta que nuestros discurso «evolutivo» se agota en los talleres, seminarios y retiros espirituales, para volver en el día a día a dejar que emane el enano fascista que llevamos dentro. Cuando ante el «trapito» que limpia el parabrisas de nuestro vehículo, el pobre de piel más oscura que la nuestra que se aproxima a pedir una moneda, el anciano de pie al rayo del sol al que cruzamos cuatro veces en la mañana esperando cobrar su mísera jubilación, sólo tenemos un gesto de lástima en el mejor de los casos. Y en los otros, de rechazo y repliegue defensivo.
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando explicamos nuestros logros y éxitos como «retribución kármica» y los fracasos o conflictos de los demás, como «aprendizajes». Y es insolidaridad porque la consecusión inevitablermente egoísta de ese razonamiento es que si se trata de aprendizajes del «otro», pues debe ser el «otro» quien lo solucione por sí mismo. Cuando el conflicto o problema es endémico (como la educación, la pobreza, etc.) pues endémica será la actitud de dejarle al «otro» la búsqueda de sus soluciones.
Nosotros y nosotras, claro, como estamos evolucionados, podemos porque queremos subirnos a un avión e irnos unos días a Machu Picchu, ahí sí, a dejar unos dólares en manos de otros pobres (claro que más avispados) a los que llegamos después de unos miles de kilómetros en busca de «sabiduría» y «conocimientos», bellamente cubierta de mantos coloridos…
Hay insolidaridad y autismo espiritual en esa señora, contactada y canalizadora ella, que me decía cuánto desconfiaba de «los científicos» para interumpirse y atender su celular…. juguetito tecnológico que, sin una ciencia detrás, nunca tendría.
Hay insolidaridad y autismo espiritual en esa alumna de un taller donde discutiendo la degradación que se somete a los pueblos indígenas afirmaba que debían ser ellos mismos los que buscaran sus soluciones para «limpiar su karma» (como si la Sociedad tal como le está les financiara los artículos de limpieza).
Hay insolidaridad y autismo espiritual cuando (ocurriò cerca mío un par de veces) exégetas de las Terapias Alternativas, la Salud Energética y «ainda mais», por una líneas de fiebre, llamaban con ansiedad al médico de turno y se atiborraban de antipiréticos y antibióticos…
Hay insolidaridad y autismo espiritual esa esa gente tan espiritual hasta la hora, por caso, de plantear sus diferencias políticas con los gobernantes de turno, del signo que fueren, donde los insultos más variopintos, las frases más agresivas y los deseos más patibularios emergen en las mismas listas donde días antes campeaba su discurso de paz y amor universal.
Brainstorming al fin, se me cruza la idea anarquizante de qué pasaría si algunas de esas personitas se preguntara, por un momento, si sus percepciones trascendentes fueran algún desarreglo emocional o levemente psicopatológico. A ver: estoy convencido que existen las percepciones de planos sutiles. Pero también estoy convencido que existen los problemas psicoemocionales. Por cierto, es posible que sean percepciones de planos sutiles, pero lo «posible» no es lo «probable». Y si sus percepciones no son disfunciones, todo disfuncional puede desde ahora considerar que lo suyo no es un desarreglo, sino una superior evolución. Y estimularlo. y participarlo, que sería como contagiarlo…. Ah, por cierto, alguien diría que la distinción es que las percepciones «de orden superior» son tales en tanto y en cuanto sirven para el crecimiento del individuo. Entonces, ¿seríamos muy crueles si hiciéramos estadísticas y repasáramos cuánta gente que se cree en posesión de «percepciones de orden superior» tiene una vida que se deteriora de día en día, pero jamás lo aceptarían?.
Y no vaya alguien a deducir de esto que propongo, ante las injusticias, una resignación cristiana, un silencio meditativo. Justo yo, imperfecto e intrascendente zurdo de cuerpo y de alma. No. Sólo expongo el hartazgo que causan los sabrosos textos autocomplacientes de los seudo espiritualistas tocados en sus propios intereses.

Pero, en puridad, creo que esta contradicción es solucionable. Se trata, propongo, de una divergencia, un divorcio de paradigmas que muchos no pueden resolver, quizás simplemente porque no lo distinguen sobre el ruido de fondo de nuestra cultura. El problema es el abismo que se está abriendo entre una parte de la humanidad materialista que a duras penas puede aceptar como medianamente creíble la visita extraterrestre o la presencia angelical, la intervención metafísica de seres supraconcientes, y una minoría «abierta» que divagamos en nubes estratosféricas sin dudar de nuestra propia cordura. Se está transformando en un conflicto de paradigmas. No de «ciencia» versus «superstición». En última instancia, la magia, la religión y la ciencia no son más que teorías del pensamiento, y del mismo modo que la ciencia ha suplantado a las que la precedieron, ella misma podría ser suplantada por alguna hipótesis más perfecta, quizás por alguna forma totalmente diferente de considerar los fenómenos, de interpretar las sombras en la pantalla, de la que nosotros, en esta generación, no llegamos a hacernos una idea. Pero, humanos necesitados de ansiosas respuestas siempre (porque para la masa más vale una creencia que parezca dar respuestas aquí y ahora, que una objetiva incertudumbre con la que quizás habría que convivir toda la vida) corremos a buscar las herramientas que algunos espíritus preclaros nos ofrecen. como los Registros Akhásicos, por ejemplo.
Pero de ello escribiremos en el próximo número.

(Continuará)

8 comentarios de “De registros akhásicos, extraterrestres, ángeles, manipulaciones espiritualistas y de(s)construcciones educativas (parte 1)

  1. Daniel Gonzalez dice:

    Excelente tu nota, como siempre. Y sí, es un problema de autismo espiritual común (al menos, me sucede a mí) el querer lograr la elevación en el plano espiritual aislándonos de (los padecimientos y necesidades del resto de) nuestros congéneres…Evidentemente, resulta bastante contradictoria está «búsqueda»; pienso que el recordatorio punzante y constante que hace nuestro espíritu de ese entorno humano que nos rodea, es para que no olvidemos que el tan anhelado salto cuántico está determinado (condicionado?) por la ayuda que brindemos -o no- a dichos congéneres…Quién sabe, no? Saludos, y una vez más, gracias por tus artículos.

  2. Patrícia dice:

    Me encanta leer tus articulos Gustavo,porque hablas de cosas que me interesan mucho y no necesitas un dizfraz de persona mística para hacerlo. Soy de esas personas que siempre me hago preguntas, siempre quiero saber mas, pero no soporto a los charlatanes y ahora hay muchos desgraciadamente. Te felicito por tu trabajo, leerlo me ayuda a comprender mi mente un poco mas cada dia.

  3. Roxana dice:

    No hay problemas en tener dudas, es hermoso y más seguro caminar con dudas. Me preocupa (un poco nada más) cuando alguien tiene certezas, deseo que en algún momento esa persona pueda comprender. Cuando alguien reconoce que no tiene certeza, eso le permite analizar mejor lo que le sucedió.

  4. Silvia Marina dice:

    Me deleita su busqueda racional de verdades espirituales.- Ud. me hecho reir, porque tengo amistades tan covencidas de esto, (no se puede dialogar o sacarle de sus razones, se las aprenden de memoria).- Gastan fortunas, viajando aca alla, a la Aurora, al Machu Pichu, al Uritorco, a explorar montañas para encontrarse con no se que cosas. Las religiones milenarias que tenemos deberian EDUCAR, es muy vital la transferencia de conocimientos, ciertos, verdaderos, racionales, consecutivos a traves de los años, no se aprende todo de una sola vez, es un proceso abierto a la realidad de la vida, que abarca toda la existencia del hombre.-

  5. Licuc dice:

    Ay, hay tanto para decir Gustavo. Cuando hablas de esa moda de ser amigo de los hijos no puedo evitar acordarme de mi mamá, ella que se sintió tan orgullosa de ser amiga de la suya, un sentimiento que nunca comprendí y que por lo tanto no llegué a compartir, que no anhelo y que tampoco me hace sentir incompleta. De esto también habla Pilar Sordo, una psicóloga chilena que señala ese fallo como la fuente de muchos problemas, uno de los cometidos por una generación que como dice ella «vive aterrada tanto de sus padres como de sus hijos» y bueno, quizás, no pretendo justificar sino explicar, por ese temor es que buscan bálsamos de consumo rápido y fácil por lo que cualquier palabreja enredada los saca corriendo, pues sienten que ya tienen demasiado con lo que viven a diario como para echarse una dificultad más encima. Pero eso no es excusa para seguir siendo autistas.
    Últimamente he recordado la satisfacción que sentí hace unos años cuando hacía trabajo voluntario, leyendo con personas que tenían acceso escaso o nulo a la literatura, no por falta de libros sino por falta de intermediarios que los acercaran a otras formas de pensamiento. En ese entonces el desorden con el que se manejaba el programa del que hacía parte, sumado al romanticismo extremo que pretendía llegar a toda una ciudad de más de 7 millones de habitantes con 5 personas me desanimaron, por lo que al final me alejé, sin embargo vuelvo a sentir la necesidad de devolver lo que recibo y no en términos de plata.
    Creo que acciones de ese tipo, enfocadas y serias, como lo que entiendo hace tu mujer, son la clave para mejorar el mundo, poco a poco, uno a la vez, o para al menos intentarlo. El sólo pensar en las fortunas gastadas en viajes místicos que bien podrían usarse en regalarles una tarde de alegría a personas necesitadas hace que mi esperanza en un mundo menos malo se renueve, por eso estoy expectante frente a la ventana que se me ha abierto en este momento para volver a hacer trabajo voluntario.

  6. Lilianna dice:

    Hola Gustavo! …Y… qué puedo decir? Que interpretas, siempre con EXCELENCIA y con una lógica sentida tus referencias, sea a la ciencia y/o magia y/o espiritualidad…!
    Sí, hablas con destreza vivencial de la gran imprudencia o para ser realista, que no por éso menos sincera la «viveza» de los espiritualistas… Dolor…
    Observar es un estado de sinceramiento, y disfrazar con el «todo está bien»… entapona las posibilidades y facultades que están atoradas por la falta de observación… en fin..
    Un placer leer tus notas! Gracias*
    GRACIAS SIEMPRE!!!! Por tu objetividad, tiempo y la sinceridad con que nos tratas!
    ¡Que estés muy bien! Lilianna.

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