Tuve mis resquemores a la hora de escribir este artículo. Uno deambula tanto tiempo en estos menesteres que aquello de “Osar, Poder, Saber, Callar” se encarna, y uno se pregunta si no estará violando algún código ético universal al revelar —o, mejor aún, al proponer— ciertos secretos. Pero las dudas, cuando menos en mí, suelen durar poco. Ésta es la Era de Acuario. Y uno —yo— hace tiempo que aprendió que el Dharma de su vida es revelar lo no revelado. Así que inspiremos hondo, y aquí vamos.
Tal vez resultaría cómodo escudarme en que el Secreto lo revela un secretista. Julio C. Stelardo era su nombre, uruguayo de nacimiento y fallecido, si la memoria no me falla, hace unos once años. Supe de él en una “gira” por ese hermoso país. Pero sirva esta nota como homenaje a un casi desconocido para el mundo que, sin embargo, supo sentar escuela en esas tierras.
Reproduciré a continuación algunos párrafos de un difícilmente hallable libro de Stelardo, titulado “La Alquimia y el Grial en el Río de la Plata”. Personaje curioso este Stelardo. Sus mismos discípulos hacen un gesto de extrañeza mezclado con admiración cuando a él se refieren, señalando grandes virtudes a la par de algunos “dislates”. ¿Serían tales, o simples maniobras de un espagirista acostumbrado a lidiar con un exoterismo académico pertinaz pero insuficiente para transmitir otras verdades?
Me apasionan ciertas implicancias. Mis conocimientos de química son menos que cero. Así que, sin opinar sobre esto (rompiendo mi vieja regla de no enseñar lo que yo mismo no he probado pero, ¡qué tanto!, a veces las reglas se hicieron para romperlas) simplemente transmitiré lo que Stelardo enseña: a convertir plata en oro. Esto, según él mismo propone, no es metafórico: es literal, real. Así que invito a la comunidad de lectores entre los que sé muchos con fuerte formación profesional, a experimentarlo. Si fuera realidad, y juguemos sólo con esa posibilidad, las implicaciones son fenomenales, y la comunidad de “Al Filo de la Realidad” habrá sido la primera en resucitar la Alquimia.
Una de esas consecuencias es que si esto es posible, es posible también que afirmaciones más audaces de Stelardo sean igualmente ciertas, y aquí dudo. En efecto, el maestro propone algo de una audacia rampante: que hace unos cincuenta mil años, una raza previa a la atlante vivía en lo que hoy es el territorio uruguayo, desarrollando conocimientos increíbles hasta que mudó al Tíbet. Vimanas y Grial, un río de los “Urunagas” (o “adoradores de los Nagas”) que sería el gentilicio de la región y no el idioma avañeé de los guaraníes, Shambala y Agharta, túneles y cerros manipulados por la megaingeniería de esos antecesores jalonan su teoría.
Invoca, nada menos, que a H. P. Blavatsky, quien en “La Doctrina Secreta” y su Glosario dice que: “la voz Uragas nace en Uruguay creada por los indios por apócope del vocablo Urunagas (…) Son los Nagas del Potala, los maestros antípodas sudamericanos establecidos por milenios en la actual República Oriental del Uruguay. Serán los propios Urunagas al retirársela valle sagrado de los Incas y al Nepal quienes llevarán el fonema Uraga con ellos (…) Estos últimos desde Nepal transmitieron el término y su significado al Tíbet y a la India y a su debido tiempo se incorporó al sánscrito con su aceptación actual: Uraga significa Serpiente Estelar”.
Pavada de linaje.
Esto es interesante en cuanto alimenta la leyenda de la “Escuela Universal de Las Antípodas”[1], la convicción de la creencia en todo el Valle de Punilla de nuestra provincia de Córdoba —con el inefable Uritorco como señal preclara— en la continuidad cuando menos energética y transmitida por maestros milenarios uniendo lugares tan distantes del globo. Stelardo sostiene que la orografía de su país fue en parte modificada en tiempos muy pretéritos por estos maestros; concretamente, los particulares “cerros chatos” del Uruguay habrían sido el resultado de operaciones propias de la mudanza de monasterios. Y escribe: “La ribera occidental del río de los Urunagas (hoy río Uruguay) no era habitable en esas edades por ser una gran sabana, inundable, pantanosa y cenagosa. Pasarían milenios antes que las aguas del río y sobre todo el gran caudal del Paraná aportaran las tierras de aluvión suficientes para darle nivel y consistencia a las actuales provincias argentinas de Entre Ríos y Buenos Aires, y redujeran a un mero estuario el ancho mar allí existente en esos tiempos. En cuanto a los cerros chatos de la actual República Argentina, tienen otro origen y otra historia”.
¿Otro origen y otra historia? Aun ahora me sacude el recuerdo del escalofrío que me corrió por la espalda al leer estas líneas. Porque aquí caía una ficha perfecta de este alocado rompecabezas: un par de años atrás, en esta misma revista reflejamos un trabajo de nuestro amigo Gustavo Andrés Laphitz, de Misiones, cuando llamó nuestra atención hacia unos extraños “cerros” en la (casi totalmente) planísima provincia de Corrientes. Estos cerritos están, oh casualidad, en las cercanías del río Uruguay y mi tocayo siempre insistió sobre su “aspecto artificial”. Incluso, en su momento, pusimos a disposición de nuestros lectores un programita diseñado por Laphitz donde se pueden observar imágenes y subsecuentes demoras me han impedido apersonarme in situ a investigar. Siempre tuve cierta resistencia, ¿dentro de qué teoría podían encajar estos “cerros”, de ser artificiales? Ahora, siempre y cuando menos en teoría, lo veo claro: en la de Stelardo, por ejemplo.
Ahora (siempre y cuando, claro, ustedes no tengan nada más interesante que hacer) vamos a fabricar oro.
“Hubo un tiempo en que sacerdotes de oro celebraban misa en cálices de madera. Hoy, sacerdotes de madera celebran misa con cálices de oro”. Julio C. Stelardo
“Vayamos, pues, adelante con una probada receta de los sopladores de carbones, receta que desde antes de la edad media se efectúa con positivos resultados.
Queda de antemano un interrogante: luego que puedas dar crédito a tus ojos y a la experiencia, luego que los resultados del análisis químico confirmen la transmutación de plata en oro, ¿qué harás? ¿Esperarás primero resultados y luego pensarás qué hacer?
Suele el hombre primero hacer y luego pensar. Este camino muy frecuentemente se lamenta el haberlo transitado. Sólo los pocos primero piensan y de éstos muchos menos cumplen lo pensado luego de los hechos.
Estás advertido: transmutarás oro. En sí misma es una rentable acción. Si eso buscabas pronto será el fin de camino, pero para pocos, muy pocos, serán el fin de la pista y elevarán vuelo, dejando a los otros y al oro en el suelo, pues con ese lastre se anda pero no se vuela.
Bien, ahora recuerda a Hermes y abramos nuestra caja de Pandora.
Hablaremos del más sencillo de los procedimientos arquímicos[2]. Consiste en manejar el resultado y las consecuencias de las violentas reacciones que tienen los ácidos sobre las bases. Durante esas convulsiones de la mezcla se logra la creación de cuerpos nuevos.
Así se logra partiendo de alguno de los metales próximos al oro, como el cobre, la plata, el plomo, etc., producir pequeñas cantidades de oro.
Desarrollaremos la secuencia espagírica partiendo de la plata, el amable lector lo podrá duplicar e incluso hacer partiendo de otros materiales. Este proceso tiene el éxito asegurado.
Veamos.
- En una retorta de vidrio alta, de forma tubular, poner hasta la tercera parte de su capacidad Ácido Nítrico Puro (antes llamado “agua fuerte”) = NO3H. Atención: este ácido es muy corrosivo y su contacto con la piel genera gravísimas quemaduras. Haga esta experiencia con la participación de un químico experimentado con el manejo del ácido nítrico en el laboratorio. Utilice probetas y materiales de excelente calidad. Sobre todo, cuidado con las salpicaduras y los riesgos de rotura de la probeta, por falta de pericia y experiencia por parte del operador. Tenga muy en cuenta esta advertencia.
- Luego adapte un recipiente (conectarlo) también de vidrio, que tenga tubo de escape.
- Apoyarlo en un baño de arena y calentarlo suavemente sin llegar al grado de ebullición del ácido, pro que esté próximo a él.
- Apagar el fuego, destapar la boca del tubo.
- Introducir una pequeña porción de plata. Que sea plata virgen o plata de Copela que no tenga ningún vestigio de oro.
- Entonces comenzará la emisión de peróxido de nitrógeno, o sea la emisión de nitrógeno con el máximo de oxidación que este elemento permite. Es uno de los óxidos llamados “singulares” pues los peróxidos son manantiales de oxígeno.
- Se apreciará que la emisión de peróxido cesa cuando la efervescencia del ácido se detenga.
- Volver una y otra vez a introducir plata (siempre en pequeñas dosis) y cada vez esperar a que la nueva ebullición cese.
- Cuando sea visible la poca energía de la ebullición, o sea cuando los vapores rojos salgan más lentamente por saturación, hay que cesar de agregar trozos de plata.
- Dejar quieto cuarenta minutos, inclinar lenta y suavemente la probeta trasvasando la solución (deberá estar aún caliente y su coloración será clara). Tener cuidado de no arrastrar el poso de sedimento.
- En el fondo de la retorta habrá de verse un pequeño poso de apariencia de arena negra.
- Lávese con agua destilada tibia y vuélquese en una pequeña taza de porcelana. Ensayos que se pueden realizar: (a) No se disuelve en ácido clorhídrico; (b) Sí se disuelve en agua regia; (c) Sí se disuelve en ácido nítrico. La primera de estas tres opciones no lleva a ninguna parte, aunque (por ello) da indicios de qué elemento se trata. La tercera nos retrotrae al proceso que iniciamos. La segunda es la que sugerimos y seguiremos.
- Disolver el poso en agua regia y se obtendrá una hermosa solución amarilla de bello color, como el tricloruro de oro. Se conocen dos cloruros de oro: Cloruro auroso, AuCl, el protocloruro de oro y el cloruro áurico, AuCl3, el tricloruro de oro. El cloruro áurico o tricloruro de oro es la sal de oro por excelencia. Si se disuelve en éter se logra lo que en los libros antiguos se llamaba oro potable (¡no se le ocurra beberlo!). Pero no es esta nuestra finalidad, así que sigamos adelante.
- Si añadimos a nuestra solución, a nuestro licor dorado, agua destilada y lo precipitamos por una lámina de zinc suavemente inclinada, se depositará un polvo amorfo, muy fino, color mate – marrón rojizo, idéntico a la coloración que da el oro natural que se reduce de esta forma.
- Lavando y secando este precipitado polvoriento, si lo comprimimos contra un vidrio o mármol dará una lámina brillante de un bonito color amarillo por sus reflejos y de color verde por transparencia.
- Hemos llegado, pues, al oro más puro, pero es muy pequeña la cantidad.
- Entonces, aumentémosla. Tomemos la solución que nos quedó en el numeral 10 que era de color claro y estaba aún tibia. Llamémosla por su nombre: Nitrolunar, Nitrato de Plata, la sal de lata por excelencia. Agréguese el agua del lavado del numeral 12. Luego hagamos la reducción (consiste en quitar oxígeno agregando un metal ávido de él) como el nitrato responde a la fórmula NO3Ag, esto resultará. Introducir zinc o cobre, luego decantar en chapa de zinc y luego lavar en abundancia y desecar por calor.
- Y así recuperaremos como polvo de plata aquella parte que no se transmutó de ella y la volveremos a usar.
Comentarios y puntualizaciones sobre la Transmutación realizada
Hemos logrado oro joven, oro naciente. Tiene todas las características del oro común, salvo su densidad. Pesa más que la plata pero menos que el oro común. No es un estado alotrópico de la plata. Es oro. No es un compuesto inestable. Es oro. Puede por contracción mecánica llevársele a la densidad elevada del oro adulto.
Y una (in)necesaria aclaración del autor de este artículo: ya sé que lo realmente trascendente de la Alquimia no es la transmutación material, sino la espiritual que debe acompañarle. Ya sé que algún exégeta puede enrostrarme dirigir el foco de atención de mis lectores a un materialismo pragmático en lugar de reclamar sus esfuerzos espirituales en pos de una metamorfosis más metafísica. Pero reivindico esto: deberá haber —espero— quienes hagan este experimento y nos informen de sus resultados. Podrá ocurrir entonces que (a) sea un fiasco y, coherentes con nuestra línea editorial, de ello daremos cuenta, o (b) que resulte exitoso. Si fuera éste el caso, no sólo pondrá sobre el tapete de la atención pública esta ciencia milenaria y sagrada; fortalecerá el espíritu de búsqueda de muchos, así renovados en sus energías tras una Piedra Filosofal más feérica. Y no será poco.
“Yo alabo sobremanera el valor con el cual habéis combatido los discursos ordinarios de algunos espíritus, que creen que su honor está en juego si no califican de patrañas todo lo que no conocen, porque no quieren que se diga que otros pueden percibir o descubrir verdades para los que ellos carecen de toda comprensión”. Eudoxio, 400 A.C.
Nota complementaria: Fue allá en el año 2007 cuando publiqué una primera versión de este artículo en nuestra revista digital «Al Filo de la Realidad». En ese entonces, ya teníamos más de diez mil suscriptos. Y sólo un lector -recuerdo que era un estudiante avanzado de Química, de la ciudad de Córdoba, Argentina- me escribiò para -claro- «refutar» la «imposibilidad» de esta transmutación, invocando infusas leyes químicas. Porque, por supuesto, ni había hecho ni haría la experiencia por ser (¡cómo dejaría de ser evidente!) una pérdida de tiempo.
Nadie más escribió. Claro que me queda la esperanza que alguno, desde la comodidad de su riqueza transmutada en oro, siga leyendo este blog y sonría satisfecho…
[1] Escuchar el podcast «Nazis a la caza del Grial».
[2] Stelardo hace una clara distinción entre “Espagiria”, “Arquimia” y “Alquimia”, a la que nos referiremos en otra oportunidad.
Estimado Gustavo:
Mi muy querido Maese, como le bautizamos, tendria sus cosas no muy claras para nos, pero que era una persona con poderes «diferentes» no tengas la mas mínima duda, y se fue al otro plano sin avisar o quizá sin avisado.-
Le conocí, le traté, se de lo que estoy hablando, un ser excepcional, muy de esta tierra y de la otra. No se si trasmutó cobre en oro físico, sí en el mundo espiritual.
Saludos muy cordiales Teresa
Tuve el honor de ser discipula de Don Julio como le deciamos y tengo este libro por supuesto. Era un ser exepcional y nos dejo a todos la semilla del querer buscar indagar y experimentar. Esa fue su mision la de ser un MAESTRO.