Por Marcelo Metayer
“El más abrumador de los misterios es el de ciertos lugares”, escribió Aimé Michel en 1965. He sentido eso en muchas partes, y una de ellas es la ribera de la laguna de Chascomús. Se sabe: los enigmas siempre andan cerca del agua. Como el rayo de oro que me dio el esquivo sol del eclipse en julio. Y como el suceso de agosto de 1973, del que este 25 se cumplen justo 46 años. Ese día, una multitud eligió creer en las palabras del contactado Francisco García y se dirigió eufórica a la laguna para ver “cincuenta platos voladores, ni cuarenta y nueve ni cincuenta y uno, cincuenta”.
Esto ocurrió en un año tan convulsionado en Argentina y en el mundo que me resultó casi imposible conseguir diarios en hemerotecas: desaparecieron ya robados, ya destrozados de tanto releerse. El regreso de Perón, el indulto a los presos políticos, el cometa Kohoutec, Vietnam, las Torres Gemelas, la Ópera de Sidney, el debut de Kraftwerk, The Exorcist, y Columbo: esta lista heterogénea no agota en absoluto un año extraordinario. Como desaparecieron esos diarios, así se diluyó el recuerdo de Francisco García y sus platos voladores. Me enteré del asunto mucho tiempo después en las páginas de Invasores, de Alejandro Agostinelli, donde le dedica un capítulo llamado “Mi marciano favorito”.
Allí supe que García fue una estrella rutilante que hizo suya, como bien dice Agostinelli, la máxima de Warhol de los “quince minutos de fama”. Pero por lo que sucedió después, más que una estrella el contactado fue una supernova. Porque Argentina se paralizó durante unos días a la hora de la siesta para sintonizar Canal 13 y poner Teleshow, donde Francisco García hizo sus revelaciones frente a Víctor Sueiro, José de Zer y Alfredo Garrido.
Así lo cuenta el parapsicólogo y ovnílogo Antonio Las Heras, también protagonista de esas tardes: “Para esa época yo había sacado mis dos primeros libros, uno sobre cometas, el otro sobre ovnis, publicados por la editorial Rodolfo Alonso. Así que ahí andaba, buscando difundir esto. Y así lo conocí a Sueiro. Él fue muy gentil conmigo, me ayudó siempre a difundir mis cosas, entonces me invitaba de vez en cuando ahí a la tarde a Teleshow, que se transmitía en vivo, y me entrevistaba sobre alguna cosa de ovnis que yo tuviera. Hasta que un día me llaman y me dicen que vaya porque había un señor que había ido al canal con motivo de estas apariciones mías donde yo hablaba de ovnis porque podía rebatir, refutar, lo que yo decía. Porque él era, y acá viene la parte interesante, marciano por parte de madre. Esa era la clave. Él se presentaba como Francisco García, marciano por parte de madre. Surge esa entrevista, la conduce Sueiro, quedamos juntos Francisco García y yo. En un momento le digo que cómo es que sabe que su madre es marciana, porque parece que es una humana que tenía nombre, apellido, y en aquella época libreta cívica. Entonces dice que en cuanto al cuerpo es humana pero tiene el alma de una marciana que transmigró, murió en Marte, llegó a la Tierra y tomó el cuerpo de mi mamá. Además, en su condición de marciano por parte de madre, él había sido designado comandante de toda la flota marciana en la Tierra. Ahora, si alguien se presenta así decís estoy tratando con un loco lindo, sin embargo nadie lo tomó así. Lo siguieron apretando en cada una de las apariciones. En una de las ocasiones dice yo les voy a demostrar que efectivamente soy el comandante de la flota marciana en la Tierra. Sábado tal, a las cinco de la tarde, cincuenta platos voladores, ni cuarenta y nueve ni cincuenta y uno, van a bajar y se van a posar sobre la laguna de Chascomús”.
Agostinelli recuerda otro dato en un su libro: la aparición en Teleshow de la némesis de García, un estanciero de apellido Martínez, que decía estar en comunicación con las fuerzas de Júpiter y aseguraba que lo afirmado por el primer contactado era falso. Primero por teléfono y luego en vivo, con el match del siglo: García-Martínez. Marte contra Júpiter. “La pulseada entre ambos personajes se robó a toda la audiencia de la tarde. Uno acusó al otro de mantener a sus tropas acantonadas en los asteroides, que eran zona neutral, y se disputaron la colaboración de los habitantes del Sol. Así, los televidentes se enteraron de que los marcianos poseían el don de integrarse con el paisaje, transformándose en rocas o abedules. También, que eran capaces de convertirse en humanos, mimetizándose entre los terráqueos (posible origen del famoso estribillo hay marcianos entre la gente). Otros satélites de Júpiter (Ganímedes, Europa, Io) también estaban confederados y se aprestaban a arrasar las colonias marcianas en Venus y Mercurio”, escribió en Invasores en 2009.
Entonces “en una pausa del debate, Sueiro le volvió a pedir pruebas a García. Una, aunque sea”. Y ahí anunció los cincuenta platos voladores, que aparecerían sobre la laguna de Chascomús el sábado 25 de agosto a las cinco de la tarde.
¿Por qué Chascomús? Agostinelli cuenta que “no era tierra extraña para García. José Eduardo Bonavita, director de El Cronista de Chascomús, reveló que hacia 1963 García había frecuentado despachos municipales locales exhibiendo una carpeta con documentos que avalaban su anuncio. Mantuvo largas conversaciones con Federico Martínez, ya fallecido, subsecretario de Gobierno, comenta Bonavita”.
La proclama ya estaba lanzada y miles corrieron a ver.
La anunciada escuadrilla
El diario El Argentino de Chascomús puso un recuadro ese sábado en su portada. La volanta era “La hora de la credulidad”. Allí decía en su primer párrafo que “hoy es el día: crédulos de las más diversas extracciones poblarán la costanera aguardando la aparición de la anunciada escuadrilla de platos voladores, que testimoniará la veracidad de los dichos de un señor que afirma estar en permanente contacto con los seres extraterrestres, siendo su propia madre uno de ellos”. El escéptico redactor, no obstante, confunde la supuesta procedencia de la madre de García y la llama venusina en el artículo.
Continúa Las Heras: “Llegó el día, yo me fui con unos amigos también para allá, miles y miles de automóviles. Yo había estado varias veces en Chascomús, de chico iba con mis padres, y nunca vi tanta gente: la laguna rodeada de autos en todo su perímetro. Era una cosa que llamaba la atención lo que convocó este hombre en un programa de la tarde, recordemos que era un programa de señoras, de chicos que no estaban en el colegio, no era un programa de las 9 de la noche. Bueno, estaba todo, lleno, lleno”.
El investigador Gustavo Fernández también anduvo esa tarde por Chascomús. “Fui con un amigo de la infancia. Éramos dos pendejos de 15 años, que nos escapamos haciendo renegar a nuestros viejos. Vimos cómo a García lo llevaron en un camión de bomberos, con la sirena, y todo, al Club de Pescadores [NdR: Pesca y Náutica]”.
“Francisco García estaba en una de las terracitas del Club de Pescadores rodeado de gente de su confianza. Había un auto con Víctor Sueiro y demás, de Canal 13, con el camarógrafo, pero no con ellos. Me acuerdo que García a medida que se acercaban las cinco de la tarde, con un día hermoso, sol radiante, se ponía la mano en la frente como una visera, mirando hacia el horizonte a ver si aparecían”, sigue Las Heras.
Alejandra Bilbao es la directora del Instituto Historiográfico de Chascomús y estuvo ese día en la ribera con su familia. La madre era fanática de los ovnis, coleccionaba las revistas Cuarta Dimensión y había asistido a conferencias de Fabio Zerpa. Así que preparó a sus hijos de punta en blanco para llevarlos a ver a los cincuenta platos voladores anunciados por García. “Me acuerdo muy bien de lo que tenía puesto ese día, porque mamá nos vistió con la ropa de domingo: pollera tableada, zapatitos, un suéter azul. Mi hermanita estaba en el cochecito, todavía no caminaba. Nos cargaron a todos en la camioneta Dodge, estacionamos en la Costanera y nos fuimos hacia el muelle”, cuenta. “La situación era como la del día del eclipse, pero había muchísima más gente”, rememora, en referencia a la asistencia a Chascomús de una multitud en ocasión del eclipse total de sol del 2 de julio de este año. “Todos miraban hacia la puesta de sol, una cosa impresionante”. Y agrega: “Nosotros estábamos a orillas de la laguna, cerca de lo que es Fomento y Turismo. Las cámaras estaban en la punta del muelle del Club Pesca y Náutica”.
Una multitud mirando el sol poniente y anhelando el milagro. Pero el milagro no se produjo.
“Lo que pasó a las seis de la tarde”, recuerda Las Heras, y las risas cruzan la línea telefónica. “Que no habían aparecido no, ni cuarenta y nueve ni cincuenta y uno. No apareció ni uno. García podría haber tenido la suerte de que apareciera una nube con cierta forma, algo. Y nada, solo un cielo despejado, radiante”.
Abelardo Tejo, director del diario El Fuerte de Chascomús, y que también estuvo allí, recuerda un dato rocambolesco: “Un grupo de muchachos en el Club Pesca y Náutica se habían subido a la azotea y comenzaron a tirar desde ahí platos de cartón”.
“Casi le dan vuelta el auto”, continúa Antonio. “García estaba aislado en la terraza del club con gente de su confianza y allí no se podía entrar. Ni siquiera entró el camarógrafo de Canal 13, que estaba más cerca del auto donde estábamos nosotros. Cuando lo identificaron al camarógrafo y a Sueiro, fueron a darle vuelta el auto, estuvo muy bien Sueiro porque salió, habló muy bien, dijo que ellos estaban tan sorprendidos como los demás, que esto ya se aclararía, se tranquilizó todo”.
El títular de El Argentino del día siguiente fue “Multitudinaria concurrencia en las riberas de la laguna”. Y allí se decía que “realmente resulta increíble. No que vayan a aparecer platos voladores por obra y gracia de la fantasía de un mitómano, sino que miles de personas, al conjuro de esas fantasías, afrontasen el fuerte viento y el frío que en la tarde de ayer azotó la ribera de la laguna, esperando –como los judíos– una señal en el cielo para convencerse de que no eran mentiras lo que se les había dicho. En el muelle de la Asociación de Pesca y Náutica, el causante de tanto trastorno, flanqueado por periodistas de televisión y policías, hablaba y hablaba, mientras comenzaba a cundir el desaliento entre la gran cantidad de gente que tornó intransitable el paseo costanero, colmó los hoteles, redobló el trabajo de los restaurantes y despobló el centro de la ciudad”.
El lunes 27 de agosto lo volvieron a llamar de Teleshow a Las Heras para comentar el tema. “Lo llamaron a García también. Dijo que los platos voladores no habían aparecido porque él como comandante de la flota marciana en la Tierra al ver que había tanta gente pensó que al aparecer los cincuenta platos voladores eso podía causar alguna desgracia. Ya se estaban acercando y casi se hubieran visto, pero los hizo alejar. Cuando le pregunto de qué manera, porque yo lo estaba viendo en esa terraza donde él ponía la mano así en forma de visera, él no tenía ningún equipo, nada, ¿cómo les avisó? Telepáticamente, me contestó”.
A partir de ese día la figura pública de García se desvanece. “De vez en cuando José de Zer se disfrazaba de Francisco García y hacía el chiste de ni cuarenta y nueve ni cincuenta y uno, y eso fue todo”.
¿Eso fue todo?
Un loco lindo
“A García me lo volví a cruzar en el subte, en la línea A, en marzo del año siguiente”, cuenta Gustavo Fernández. “Cambiamos cuatro palabras. Fui, lo saludé, le dije que había estado en Chascomús. Me repitió la explicación que daba por el hecho de que no habían llegado los platos voladores. Y después no supe nada”.
Antonio Las Heras cuenta algo más. “Mientras tanto yo sigo mi vida, mi carrera, yo estaba haciendo mi carrera universitaria, toda mi carrera la hice en la Universidad Kennedy, licenciatura, el doctorado en Psicología Social, la maestría en Psicoanálisis después. Allá por 1977, 1978, en una materia de Psicología me dan la opción de hacer unas pasantías en el hospital Borda. Voy contento un sábado a la mañana a hacer mi pasantía y el doctor Reyes, titular del Servicio 26, me dice mirá, vamos a hacerle una entrevista a un paciente que a vos te va a interesar. Voy, lo acompaño, y era Francisco García. Hacía un tratamiento ambulatorio en el hospital Borda llevado por su familia desde hacía tiempo. Le conté al doctor Reyes que yo lo conocía, todo lo que había pasado, y me dice acá hace años que viene, está en tratamiento ambulatorio, es querido por todos. Lo mismo que contaba en televisión lo contaba ahí, solamente que en el Borda lo tomaban de otra manera. Seguía con lo de marciano por parte de madre y que recibía comunicaciones telepáticas. Años más tarde lo volví a ver caminando por la avenida Corrientes, pero ni siquiera lo paré”.
“A mí todo esto me llevó como siempre a algunas reflexiones. Porque por dentro me decía, y me lo sigo diciendo, éste habrá sido un psicótico en serio o habrá sido una persona que por alguna sensibilidad, una facultad parapsicológica, captaba cosas que él traducía de esa manera, y dichas en Teleshow daban lo que fue ahí, casi tomarlo para la chacota. En un hospital psiquiátrico daba para ser psicótico pero ¿qué se sabe realmente?”, finaliza Las Heras. Y Fernández afirma: “Yo comparto la mirada de Antonio. En mi artículo “Contactados y revelaciones” digo que ellos contactan con algo; la pregunta es con qué y de qué manera”.
Porque el 24 de agosto a la noche, según Gustavo Fernández, “tipo 8 y media, 9, ya estaba oscuro, campamenteros que habían llegado de muchísimos lugares por lo de Francisco García vieron un ovni sobre la laguna, volando bajito”.
¿Y si…?
Nota del Editor: La entrada original está publicada en el sitio web de Marcelo Metayer.