Uritorco: la conexión islámica

Uritorco: la conexión islámica

Sin desmedro de lo que Capilla del Monte y el cerro Uritorco significa para tanta gente y a través de los años en términos de espiritualidad y búsquedas personales, afán ufológico o simple turismo alternativo, el lugar y su historia disimulan (aunque no esconden para el ojo avizor) una trastienda de matices sombríos. Comenzamos a desenredar esa trama en nuestro artículo “Una sombra Illuminati sobre Erks” y, pasados unos años ya, se suman nuestras pistas que profundizan esos trazos de manera sugestiva.

Permítaseme una digresión: se habla mucho de “investigar los eventos de Capilla del Monte” pero, en términos más o menos generales, se transita sobre los mismos fenómenos y anécdotas. Debemos proponer(nos) una mirada más panorámica, especialmente si queremos entender la mitogénesis del lugar, aunque eso implique exponer personajes y situaciones que resulten más oscuros de lo que suele desearse. Ese proceso permitirá, también, desbrozar la paja del trigo y entonces acceder -por lo menos- quienes busquen conocer los hechos objetivos, más allá de la experiencia personal de “cómo le resuenen” las cosas.

Tales personajes y tales situaciones, incidentalmente, terminarán siendo funcionales, aún así, al paradigma de los “creyentes” ya que, si existen, su presencia y esfuerzos enfocados en el lugar ponen de relevancia, precisamente, la importancia de la zona. Una importancia que -dado su carencia de relevancia en términos históricamente demográficos, económicos, políticos- termina siendo tributaria a las características, sea en términos de “energías”, de “espiritualidad” o de “sacralidad” que se le asigna al mismo.

En este proceso de abordaje y profundización -insisto, levantando velos que a algunos le parecerán inopinados, y a otros sumamente incómodos- comento al lector que hemos conformado un grupo de trabajo circunstancial, llamado “Proyecto Zona Uritorco”, con integrantes que ya pertenecen, o bien a nuestro Portal Web “Al Filo de la Realidad”, ya sea al Instituto Planificador de Encuentros Cercanos (IPEC) y también investigadores extra orgánicos a los mismos, iniciando lo que en principio definimos como un año calendario de investigaciones en el terreno y también “de escritorio”, cuyas conclusiones, provisorias o finales, iremos compartiendo en sucesivos trabajos. Sirva éste, entonces, de introducción a los matices, sin duda originales, que propondremos.

Como decía antes, la “historia esotérica” de Capilla del Monte sorprende porque, basada en evidencia incontrastable, demuestra la predilección por el sitio que tuvieron nombres significativos en ese mundillo que engloba lo espiritual, lo político, lo económico y que llamamos “sociedades iniciáticas”, “esotéricas” y, en ocasiones, “secretas”.

De manera que dedicaremos estas líneas a plantear una hipótesis (y las evidencias circunstanciales) y algunas preguntas, en este intento por encontrar otras lecturas a una región fascinante.

Tres asesinatos y un libro verde

Ángel Cristo Acoglanis
Ángel Cristo Acoglanis

En mi artículo ya mencionado, me referí a las vinculaciones que llevarían desde Ángel Cristo Acoglanis (es innecesaria su presentación en este contexto; de todos modos, siempre queda San Google para acudir a él) hasta el traficante de armas Monzer Al Kassar, de lamentable recuerdo en la política argentina. Esa línea pasaba por el asesino de Acoglanis, Rubén Antonio, hermano del empresario -ya también fallecido- Jorge Antonio, tan cercano a Juan Domingo Perón y, décadas después a Al Kassar.

El paso del tiempo y nuevas indagaciones no licuaron lo que en ese momento era una presunción sino, por el contrario, la reforzaron. Y de la mano de otro viejo conocido nuestro: el profesor Guillermo Terrera.

Terrera, conocido filonazi que estuvo en el centro de otro de nuestros trabajos, “Templarios en América: la mentira filonazi de Terrera”. Sucintamente y pese a granjearnos incluso las agresiones de partidarios de este caballero: sus afirmaciones que en el “Parsifal” de Von Eschembach se mencionaba las sierras de “Viarava y Charava en Argentum” (creídas sin cortapisas por sus seguidores, y es entendible: quien ”cree” no busca pruebas de su creencia) son falaces: esas menciones -y las frases que repetía se suponía que de manera textual- no existen en el mamotreto literario que es esa obra. Cierto es que tengo mi opinión formada sobre la orientación ideológica que Terrera trataba de disimular en la retórica metafísica de su discurso: igualmente cierto es que aquellos que me han atacado por señalar simplemente algo que cualquiera que se tome el trabajo de leer el libraco puede constatar (al punto de sostener que es un “detalle menor” si inventó eso, precisamente en lo que se basa su relato sobre el Santo Grial, el Bastón de Mando, la Conana, etc) deben encontrar una empatía cercana al “sesgo de aceptación” no sólo en los discutibles datos, sino especialmente en su idiosincrasia y filosofía. Ese matiz disimula lo que comienzo a sospechar una clara orientación que ustedes mismos colegirán.

Alfredo Guillermo Terrera
Alfredo Guillermo Terrera

Así que al grano: Guillermo Terrera (recordemos: amigo personal del profesor Jacques De Mahieu, llegado después de la guerra escapando e su pasado como capitán de la división “Carlomagno” de las Waffen SS (integrada por franceses colaboracionistas) y muy bien recibido en el gobierno de Perón, de quien fue bastante cercano) Terrera, como decía, además de ese perfil ideológico citado cultivaba otro: el de amistad con el Islam más políticamente radicalizado. Y tuvo contacto personal directo con personajes ni menores, precisamente: Muammar Khadaffi, Saddam Hussein y el Ayatollah Komeini. No es una presunción: en su documental “30 años de silencio: el secreto de Guillermo Terrera”, el especialista Diego Arandojo no sólo reproduce los comentarios afirmativos de quienes lo conocieron: exhibe fotografías de reuniones en privado, cuando menos, con Hussein y Khadaffi (en el primer caso, la formalidad de un salón gubernamental donde sólo platican tres personas: Hussein, Terrera y la esposa de éste). Terrera escribió algunos libros sobre Geopolítica pro árabes, entre otros, una exégesis del conocido “Libro Verde” del líder libio (y los tres, como es sabido, garantes, financistas y protectores de numerosos grupos terroristas internacionales). Terrera sentía un afecto particular por Khadaffi, a quien se refería como un “hermano”, y se sabe que a fines de la década de los 70 y principios de los 80 le visitó varias veces. Estamos investigando la naturaleza filosófica y documental de ese vínculo, que volcaremos en un futuro cercano.

Observen entonces el gráfico que sigue: si estuviéramos en un salón de “perfilaciones”, podríamos establecer una indubitable “línea roja” que vincula a Terrera con Acoglanis (en un comienzo, grandes amigos; en el final de la vida de este último, ya “desclasado” por el primero), a éste con el hermano de Jorge Antonio, Rubén (quien lo mata finalmente), la obvia relación entre ambos hermanos -no es inoportuno recordar que Rubén Antonio a raíz del juicio subsiguiente al asesinato, presidido por la jueza Servini de Cubría, estuvo menos de un año en un psiquiátrico y dos más con prisión domiciliaria: tras ser liberado con “condicional”, tiene una reunión con Jorge tras la cual (estando en el edificio de apartamentos donde éste vivía) sube a la terraza y se suicida arrojándose al vacío- , la relación en principio “comercial” ya comentada en nuestro artículo anterior entre Jorge Antonio y Monzer Al Kassar y los vínculos económicos sabidos entre éste y los tres dictadores árabes.

Uritorco: la conexión islámica. Mapa conceptual.

No es un tema menor el contexto temporal: obsérvese que el asesinato de Rubén y su suicidio enmarcan el mismo período de tiempo donde ocurren los dos más trágicos atentados terroristas en Argentina: la voladura de la embajada de Israel y la voladura de la Amia. No afirmo (por ahora) de ninguna relación directa (razón por la que estos hechos están incluidos en el contexto, pero no relacionados linealmente) y otro evento más sobre el que aún hoy molesta hablar en Capilla del Monte: el asesinato de Monir Addur, quien supo ser Secretario de Cultura municipal, en 1991. Monir, de ascendencia sirio – libanesa, fue aparentemente asesinado por cuestiones privadas, pero sobrevuela en los que tienen sus años que esto fue una “tapadera” de otros motivos aún más oscuros. Esos motivos podrían vincularse con el conocimiento que tenía Addur, por sus lazos, con esas actividades o relaciones. Este asesinato es también motivo de pregunta del psicólogo Juan Acevedo, un verdadero “capillólogo”, quien agrega otro contexto: en esos años, la zona de «Los Terrones» (recordemos, donde Acoglanis llevaba a sus grupos para “abrir el portal de Erks” era inaccesible al turismo, contando incluso con una guardia armada que espantaba a los curiosos. (ver «Diarios de un capillogo: erks, mito y realidad»)

Surgen más preguntas que respuestas: ¿cuál sería el fin de todo esto? Como hipótesis puedo plantear que esas tragedias -en el caso de Acoglanis, también trató de concluirse que era por “cuestiones privadas”. Eufemismo que excusa todo- eran parte de la cobertura de relaciones y tejidos interpersonales de individuos con negociados, económicos y políticos, de enorme implicancia y nula moralidad. Pero la pregunta que más me apasiona es: ¿por qué Capilla del Monte? Es decir, ¿Qué hizo (y seguramente, hace) que Capilla del Monte tenga un interés tan especial para estos grupos? Cada lector extraiga sus propias conclusiones.

Finalmente (sólo por ahora), recordemos que todo el Valle de Punilla fue la incubadora de esa “Escuela Esotérica Primordial de las Antípodas” que Terrera extendió en Buenos Aires desde sus reuniones en su casa de San Isidro, donde la complejidad de postulados metafísicos incomprobables servía de atractivo disfraz a un intento de resurgimiento (o de fijación, porque sin duda siempre existió aquí y nunca necesitó resurgir) del Nazismo. Es un hecho que el “ocultismo nazi” tiene un fuerte atractivo precisamente por su intensidad esotérica y su promesa ideológica, un atractivo que le permite reconstruirse en un nuevo formato seductor para generaciones posteriores al Tercer Reich. Y más afín a su propia naturaleza. Fue el mismo Hitler quien escribió: “quien crea ver en el movimiento nacionalsocialista sólo un partido político o una filosofía, es que no ha entendido absolutamente nada”. Jacques Bergier, por su parte, afirmó en “El retorno de los brujos”: “El nazismo no fue un movimiento político que llevó a una guerra monstruosa. Fue una civilización no humana tratando de imponerse en el planeta”.

Tal vez en esta frase haya una potencial respuesta al porqué de ese interés en Capilla del Monte.

2 comentarios de “Uritorco: la conexión islámica

  1. Rubén Morales dice:

    Un detalle tal vez menor Gustavo: esas traducciones apócrifas de Von Eschembach pueden verse en un contexto más amplio, hacen recordar que, del otro lado de la cordillera, el escritor nazi Miguel Serrano traducía tendenciosamente ciertas noticias para que reforzaran sus asertos más improbables (y no me digan que las fake news son un invento nuevo), todo esto siguiendo a Goebbels para quien la propaganda no tiene la función de informar sino de actuar sobre la conducta de la gente. Como ya decía Esquilo, “en la guerra la primera víctima es la verdad”.

  2. Eduardo Husak dice:

    Muy entretejida la trama, con ribetes inimaginables pero perceptibles… Que hay lugares con cierta energía es cierto, pero escudarse en eso para fines inconfesables disfrazados de mística y demás, es lo más bajo en lo que puede caer el ser humano…
    Así les fue, también…

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