Juan Salvador Nepomuceno María Anunciada José Juan Bautista Fernando Baltasar Luis Gonzaga Pedro Alejandrino Zenobio Antonino de Habsburgo-Lorena es el rimbombante (y difícilmente memorizable) nombre de quien la Historia guarda registro, simplemente, como Juan de Habsburgo, Príncipe de Toscana y Archiduque de Austria –por lo tanto, perteneciente a una de las más poderosas y, sobre todo, antiguas casas reales de Europa, precisamente la de los Habsburgo cuyos antecesores son rastreables hasta siglos antes de Cristo- nació el 20 de noviembre de 1852 en Toscana, Italia, hijo de Leopoldo II de Toscana y de María Antonieta de las Dos Sicilias. Amigo íntimo del príncipe heredero Rodolfo, único hijo del emperador Francisco José y la emperatriz Isabel de Baviera (la famosa Sissi), llegó a general (pues se volcó a la carrera militar) muy joven en el Ejército Imperial de Austria Hungría.
Esto es lo que llana y aburridamente cuentan los libros de Historia. Disimulan su verdadera pasión por el Ocultismo y el hecho que perteneciò a distintas Órdenes y Sociedades Iniciáticas (las más obvias: Masonería, Rosacruces…) en las cuales no invirtió ni demasiado tiempo ni esfuerzos, seguramente porque pronto encontró lo que le interesaba (sea lo que fuere) en otras más secretas, quizás clandestinas. Recordemos aquí que la Casa de Habsburgo es depositaria responsable de la Orden del Toisón de Oro, que se dice hermana con la Orden del Dragón (de inexcusable filiación Illuminati) y heredera -cuando menos legendaria- del Velloncino de Oro. Sí, el del mítico Argos y sus Argonautas. Y eso nos retrotrae a ese bastión templario junto a un inesperado río «Argos» en Murcia, España…
Lo cierto es que en 1889 decide abandonar sorpresivamente todo (vínculos familiares, títulos, se dice que hasta sus enormes recursos financieros –aunque esto, como se verá, tal vez sea dudoso-) y en un gesto que tiene mucho de simbolismo místico, decide cambiar su nombre, pasándose a llamarse Jean Orth (“Orth”, era el nombre de la localidad donde su madre poseía uno de sus castillos).
No se dedica –cuando menos, no inmediatamente- a viajar por el mundo, frecuentar lugares vacacionales o retirarse a algún monasterio, sino que encamina sus pasos hacia la pequeña y entonces ignota localidad francesa de Rennes Le Chateau (sí, ésa misma, donde el cura Bérenguer Sauniére se hizo millonario de la noche a la mañana al descubrir “algo” que remitía a secretos sobre María Magdalena, Jesús o Los Templarios) donde se vuelve íntimo amigo del famoso sacerdote vinculado al “enigma sagrado” de María Magdalena. Estuvo casi un año completo. La fuente no es únicamente la memoria popular de Rennes que conoció al Archiduque como «el extranjero», sino, sobre todo, los archivos de los servicios de inteligencia -en concreto del Deuxiéme Bureau- para los cuales no pasó por alto la presencia de un miembro de la familia real de una potencia extranjera y, además, enemiga. Juan Salvador fue interrogado por los funcionarios sobre los motivos de su presencia en Rennes. «Turismo» contestó…
Algunas referencias dicen que viaja entonces a Girona, Catalunya. Y lo hacen responsable (cuando menos, financiero) de la erección de una réplica casi exacta de la famosa “Torre Magdala” de Rennes le Chateau pero en esa otra ciudad, con fin y utilidad que se desconoce. Luego se dirigió a Fiume, Italia, donde realiza a consciencia un intenso curso de pilotaje de navíos y obtiene su licencia de “patrón de yate”. Compra una nave de tres mástiles, a la que bautiza como “Santa Margarita”, contrata tripulación (veinte hombres) y navega a Londres, donde contrae matrimonio con la que fuera su amante durante años, la cantante y bailarina Ludmille Millie Stereubel. Luego, continúa con su barco hacia Sudamérica, mientras Millie lo hace en un navío de línea comercial.
La Raíz Illuminati
Debo recordar aquí algunos conceptos para definir la idea de “Illuminati” y que la misma sea asequible al lector.
1) Los Illuminati son una alianza creada por vínculos fundamentalmente sanguíneos y, en segunda instancia, matrimoniales –aunque éstos sirven para entretejer los primeros- que desde hace 400 años fácilmente comprobables (pero posiblemente algunos miles de años por inferencia racional) operan más allá de ideologías, religiones, nacionalidades con el fin de controlar el decurso de la historia de la Humanidad (en todos sus frentes: geopolítica, economía, religiones).
2) Este Poder en las Sombras refuerza sus vínculos perteneciendo a Sociedades Secretas de fuerte raigambre espiritualista (o seudo espiritualista), ocultista o mística. Así, se les encontrará siempre circuambulando –nunca abierta o manifestadamente- “sitios de poder”, personas con secretos arcaicos o espacios trascendentes. Y se identificarán con signos, símbolos o actitudes de hondo contenido críptico.
3) Algunos críticos sostienen que de existir tales alianzas no necesita de la consanguinidad. Permítaseme afirmar lo contrario: el parentesco y, más aún, los afectos personales, obligan como ningún otro tipo de pacto. El argumento de la “obligación de sangre” explica tanto por un lado el racismo de las élites y por otro, la discriminación de algunas etnias en función de otras.
4) Una línea de vanguardia en el ambiente “conspiracionista” (el que avisa no es traidor: yo, entre ellos) señala que estos Illuminati podrían tener algún tipo de relación con entidades no humanas (si extraterrestres o espirituales, cada maestrito con su librito) con las que se vinculan precisamente a través de las prácticas rituales de esas Sociedades que integran. Esas entidades les proveen medios de manipulación global y colectiva (tanto cuantitativamente como a través de los tiempos) y a cambio del poder terrenal y mundano que les significa, generan aquello que a esas entidades les es funcional (desde víctimas humanas “secuestradas” –abducciones- hasta energía emocional liberada por las masas que sería parte de su alimento).
5) Son síntomas de la “naturaleza Illuminati” no solamente su obsesión desmesurada y aparentemente infinita por el poder y el dinero (cuando alguien reúne un capital por el cuál podrán vivir como jeques árabes sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos y choznos, ¿qué sentido tiene?) sino que elaboran estrategias para cien o más años hacia delante, siendo evidentemente así funcionales no a sí mismos, si a una organización atemporal a la que se deben.
Llegando a Entre Ríos
Tenemos entonces a este hombre de la élite aristocrática europea, fuertemente ilustrado en cuestiones esotéricas, que pasa un tiempo considerable en un lugar emblemático de antiguos misterios y que tiene con su cambio de nombre un guiño claramente ocultista. Pero no finaliza allí: En Buenos Aires se reunió con su esposa, quien había viajado en un barco diferente. Allí reemplazó la tripulación de su barco por marinos inexpertos y sorprendió con declaraciones como «aunque muera, seguiré viviendo» o «jamás me volverán a ver, aunque no haya muerto». Pocos gestos más esotéricos que este, que remite al concepto “Iniciático” de la “muerte espiritual”, cuando el Iniciado decide salir del mundo profano (por lo tanto, rastreable) fingiendo su propio deceso.
El 12 de julio de 1890 zarpó nuevamente rumbo a Valparaíso, Chile.. Fue la última vez que Juan, su esposa y la tripulación de la nave fueron vistos. El emperador promovió varias búsquedas infructuosas del buque y el archiduque Juan fue declarado desaparecido. La Gran Duquesa-viuda María Antonieta siempre se negó a llevar luto por Juan, convencido de que su hijo seguía vivo. Y hay evidencias. Entrerrianas, en este caso.
Informes de José Boglich, jefe de policía de Concordia, provincia de Entre Ríos, dan cuenta de la presencia en esa ciudad en 1899 de “Jean Orth, austríaco, comerciante, cuarenta y seis años aproximadamente, calvo, algo canoso el bigote, barba corta. Camina militarmente.” Posteriores pesquisas lo ubican en Yeruá y en el Chaco entre 1899 y 1905, y los rumores daban cuenta de su partida a Japón antes de la guerra con Rusia.
El Senador Argentino Eugenio Garzón, afirmó haberlo encontrado en Concordia, provincia de Entre Rios, entre 1899 y 1903. Trabajó en los astilleros Nino y luego marchó a Villa-Rey en Paraguay.
En 1906, otra fuente, el periodista francés George Sacour, publicó un artículo en la revista «Je sais tout» en la que afirmaba que en el curso de un viaje desde Concepción del Uruguay a Buenos Aires, le acompañó en el tren un extraño personaje que conocía perfectamente la vida palaciega de las dos ramas de los Habsburgo. Por lo demás su parecido físico con las últimas fotos que constaban del Archiduque era extraordinario y a pesar de que negó serlo, el periodista no albergó la menor duda sobre quién se trataba.
Si se trataba en estos casos del misterioso Archiduque de Habsburgo, devenido en “Jean Orth” que luego de fraguar su muerte en el mar, en el lejano sur, retornó para vivir unos quince años en nuestra provincia de Entre Ríos… ¿qué podría ser de tanta importancia para traerlo aquí?.
Dos datos accidentales pero importantes: hay referencias que en los inicios del «Hotel Edén», en La Falda, provincia de Córdoba (cercana al mítico cerro Uritorco, para más precisión) se le supo ver. Y también: recordemos que la Casa de Habsburgo mantiene entre sus títulos nobiliarios (aunque imprácticos), hasta hoy, el de «Rey de Jerusalén».
A partir de aquí serán sólo suposiciones. Pero esta provincia tiene algunos apasionantes enigmas que –unos, habiendo recibido sobrada publicidad periodística. Otros, por el contrario, permaneciendo sólo en el conocimiento de unos pocos entendidos- pueden dar una pista. Vamos a hacer ese listado:
– El “portal de apariciones OVNI” en la ciudad de Victoria y alrededores. En las afueras, “casualmente” los benedictinos levantaron hace un siglo una abadía. Y algunos investigadores (como el argentino Eduardo Fuentealba, asesinado en extrañas circunstancias por lo demás) sostuvieron que la misma fue construida para actuar como “custodia” de algunas galerías subterráneas de maléfica naturaleza.
– En las afueras de Rosario del Tala, también desde hace un siglo, existe una infusa “estación experimental agrícola” (hoy desactivada, pero de ingreso prohibido) de capitales extranjeros, fundamentalmente ingleses, en un punto también “caliente” de observación OVNI y de mutilaciones de ganado.
– Apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, corriò el rumor que un avión nazi se habría estrellado en las proximidades de Gualeguaychú, portando secretos tecnológicos.
– Y ya que hablamos de Gualeguaychú, de todos es conocida en esa ciudad la historia del historiador local Juan Carlos Almeida, querido y respetado en vida por las fuerzas vivas de esa ciudad, homenajeado en más de un ocasión. Pues bien, Almeida sostenía que sobre el río homónimo habría detectado restos de un puerto y una embarcación… fenicios (!). Ignoro el fundamento de sus afirmaciones, pero vale recordar que incluso la Municipalidad de esa ciudad supo contactar al gobierno nacional en varias ocasiones solicitando apoyo logístico y humano para realizar las correspondientes prospecciones. Y por razones que desconocemos (¿illuminati?) pese a las respuestas positivas “en el papel”, nunca llegaron a esa ciudad ni los recursos ni los medios para ello…