A pocas semanas de hacer maletas y partir nuevamente a la península ibérica tras una nueva Formación de Guías de Temazcales en esa bella tierra (la Tercera allí, que aunque parezca mucho es sólo una más en las treinta que llevamos cumplidas en distintas latitudes) , no puedo evitar compartir con mis lectores ciertas sensaciones profundamente cálidas que me embargan y algunas pocas reflexiones sobre el significado de ello. Porque en tiempos en que algunos pensadores americanistas exigen de España un reconocimiento explícito y un pedido de disculpas formal por las atrocidades cometidas cinco siglos atrás (y con continuidad en el tiempo), resulta sanador mirar a los ojos de esta generación temazcalera que nace en la piel de toro con ese enorme grado de compromiso, de amor, de esperanza. Más allá de disculpas diplomáticas (y aquí la expresión “diplomática” la empleo en su doble y sutil sentido: de canales burocráticos entre naciones pero también de oportunismos sociales), más allá de ciudadanos que se sienten orgullosos de su pasado hispano y convencidos que en realidad la Historia es testigo de procesos en definitiva sumatorios, el riesgo de caer en el maniqueísmo de demonizar o glorificar un capítulo de pasado con la mirada del siglo XXI se supera cuando desde un óptica estrictamente espiritual podemos soltar las acciones y sufrimientos de los ancestros y demostrar con la tarea cotidiana de encender el Abuelo Fuego que sólo habrá avance y evolución sincera cuando los espíritus puedan superar las antinomias seculares para compartir espacios sagrados como el Temazcal.
Los discursos, las declamaciones públicas, artículos y conferencias, entrevistas y propagandas son meras herramientas de opinión. Y, peligrosamente, de manipulación de la opinión. El “tekio”, el trabajo grupal como ofrenda alrededor de un inipi donde se dejan las nacionalidades junto con los pasaportes allí donde los guardemos para ser un solo canto, ésos son hechos, y ésa es la única Realidad. Si Todos somos Uno, es en el trabajo del Temazcal, por fuera y por dentro de él, donde se transforma en una evidencia palpable. Todo lo debates, es debate insulso en las redes sociales.
Estos hermanos y hermanas de Camino no sólo reivindican su pasado histórico; nos hablan del futuro hacia el que caminamos. Porque si hay un espacio donde la frase señera que solemos ocupar (“Rescatar la Sabiduría de los Ancestros para modelar al humano del Futuro”) adquiere verosimilitud es cuando uno contempla, en respetuoso silencio, ese atanor alquímico del Temazcal donde acentos diferentes, y hasta idiomas distintos, desaparecen o sólo quedan como una lejana cacofonía de fondo cuando las sonrisas son las mismas y los abrazos y los cantos son sólo uno. El Temazcal sana, ya lo sabemos; de lo que quizás algunos no se han dado cuenta aún es que sana hasta las heridas generacionales, las deudas kármicas. Y en la bruma de la Ceremonia los espíritus de los Ancestros, que ya no tienen geografías, sonríen al contemplarnos a nosotros, sus nietitos, niños que juegan en la infancia de los tiempos por venir.