No es mi intención fundar ninguna escuela filosófica (aclaro antes que oscurezca, por algo me desafecté de órdenes y sociedades iniciáticas) pero sí establecer una línea de reflexión y debate con el secreto anhelo que sea replicado y enriquecido en el tiempo por sucesivos pensadores, de ésos que sabemos están entre ustedes. Y comenzaré -quizás pensando en alguien que puede reclamarme por mis credenciales para abundar sobre este tema- recordando la desatención que las ciencias físicas, naturales, biológicas, le han dispensado al tema, con la excusa que es “campo propio de la metafísica y las religiones”. Me atrevo a corregir: si la Vida es una cuestión propia del campo natural, la Vida después de loa Vida -de haberla- también es campo propio de las ciencias naturales. A las religiones quizás les dejemos el debate “moral”, las enseñanzas “espirituales” devenidas de esa realidad, pero la evidencia, la comprobación empírica, no es campo de filósofos, debe ser campo de científicos. Que por comodidad académica escapen al tema sólo habla de ellos en sus debilidades humanas; no sobre la seriedad -o falta de ella- de la cuestión.
Posiblemente no resulte éste un artículo sencillo para el lector recién llegado y -aún más- tal vez, incluso, un tanto arduo para seguidores conspicuos de mis trabajos y alumnos de mis actividades públicas. Alguno, también, me ha escrito que me extiendo “demasiado” y que debería hacer más culto de la brevedad y concisión. Es posible, pero ¿qué ocurre cuando la profundidad y múltiples aspectos de una enseñanza no pueden resumirse en la extensión de un post de Facebook o en un “short” de Tik-Tok? ¿Imaginaríamos la descripción de una rutina de cirugía torácica compilada en un hilo de Twitter?. Esos eventuales lectores se encogerán de hombros y pasarán de largo. Y, a riesgo de ser llamado pedante, ni siquiera tendré la hipocresía de decir “lo siento”: escribo para quienes, estén de acuerdo o no, total o parcialmente, con lo que comparto, aceptan el desafío de la reflexión y la indagación. Luego, otros se preguntan porqué el conocimiento sólo está al alcance de pocos. Porque “pocos” se permiten ir más allá.
Y esto es evidente en un tema que imbricaré con este artículo muy pronto: la vida después de la muerte y las correspondencias entre Sabidurías aparentemente divorciadas entre sí por el Tiempo y el Espacio. Sobre todo por el Espacio porque -en lo que respecta al Tiempo- es sugestivo que finalmente resulten próximas, si no contemporáneas.
El objetivo de estas líneas será. Entonces, compartir y proponer un modelo teórico de lo que es la Vida después de la Vida para, a posteriori y en otro trabajo, avanzar más allá para hablar, entonces, de la Vida antes de la Vida.
Tal vez sea interesante que se den una vuelta, primero, por un artículo anterior titulado Más allá del Umbral: Abundando sobre la vida después de la muerte. En él presento un paneo sobre la “mirada parapsicológica” de la VDM. Tengamos aquí presente un concepto: todas las evidencias -semiplenas y circunstanciales, diría un criminólogo, pero es lo que tenemos- aunado a la reflexión sobre las mismas. Fortalecen la hipótesis siguiente:
En el momento del nacimiento, la entidad que entendemos como “ser humano” resulta ser la sumatoria de una serie de “planos” o “cuerpos” incorporados sucesivamente. Pensemos primero en este ente holístico que llamamos “persona”. Está formado por un cuerpo físico, un “cuerpo” o “plano” mental (históricamente divido en “mental inferior” y “superior”), un cuerpo astral, un cuerpo, campo o plano energético y un cuerpo o Ego espiritual. El lector afín a distintas escuelas hermética so metafísicas me discutirá aquí número y denominaciones: aceptemos este criterio por el momento, para trabajar a partir de él.
El punto es que, gestado el embrión en el vientre materno, no se “precipitan” instantánea y naturalmente en ese ser todos los otros planos. Hasta el nacimiento, por ejemplo, el feto está subsumido en el “cuerpo astral” de la madre -así como cada órgano no tiene un “cuerpo astral” propio sino que se sumerge en el cuerpo astral de su propietario. La independencia física conlleva la independencia astral, y esto es lógico, ya que el “cuerpo astral” es, a fin de cuentas, un cuerpo de “materia” extremadamente sutil que inter penetra la materia física, por ello ciertas propiedades de esta última le son comunes a aquella. Por otro lado -como en su momento presentara su tesis el recordado doctor Arnaldo Rascovsky- el feto no tiene una estructura psíquica definitivamente organizada, sino lo que se llama “núcleos de personalidad fetal”: la articulación consciente – preconsciente- inconsciente se desarrolla a partir de las vivencias independientes del mundo exterior. Y así como en Parapsicología se sostiene que cada órgano tiene una “carga energética” específica (en el sentido de “campo bioplasmático”), el feto también lo tiene pero su manifestación aún no tiene la complejidad del “huevo áurico” con chakras diferenciados que tendrá con el nacimiento. Finalmente, en el momento de nacer y cortarse el cordón umbilical -y que es cuando la criatura comienza a respirar por sí misma y ser autónoma en todo sentido- con esa primera respiración (su primera absorción directa de “präna”, energía vital universal imperante en la atmósfera) ingresa en el ahora individuo una partícula de divinidad. La llamamos la “Mónada”. Los ateos despreciarán esta consideración: pero somos deístas y, coherentes y consistentes con nuestro pensamiento, debemos formularlo. Esa partícula de Divinidad subsistirá en él durante toda su vida biológica, pero -cuidado- no es “el espíritu”. No debemos confundir “alma” con “espíritu”. El Alma es la Mónada. El Espíritu es el reflejo, el efecto, la consecuencia que la presencia de la Mónada produce en el ser humano.
Imagínense de pie, con una linterna eléctrica en sus manos, y frente a un gran espejo. Enciendan la luz y refléjenla en el espejo. Pueden incluso moverse un poco de lado a lado y la luz reflejada impactará en partes oscuras de la habitación, iluminándolas. La luz “reflejada” ilumina, claro. Pero no es “la” luz original. Y si apago la linterna, la luz reflejada también desaparece. Bien, la luz que emite la linterna es el Alma, la reflejada por el espejo, el Espíritu.
Transcurre la vida y, cuando la persona fallece, esos “cuerpos” o “planos” que fueron integrándose al comienzo -cumpliendo la Ley de Entropía- pasan a desintegrarse. Así como se des-integra la materia del cuerpo físico, se des-integran los planos constitutivos. El cuerpo físico se descompone, el cuerpo astral, convertido en lo que llamamos “cascarón astral” sobrevive un tiempo (mayor o menor de acuerdo al grado de “vibración” que esa materia astral haya tenido durante su existencia. Alta vibración, la desintegración -que en realidad es “integración en el Plano Astral Universal- ocurre más o menos inmediatamente. Baja vibración es lenta desintegración, con lo que el cascarón astral pervive más tiempo y se transforma en un elemento potencialmente perturbador.
Corremos el riesgo de alejarnos del foco de la temática propuesta para este trabajo, pero la aclaración es necesaria. Lo que contemporáneamente llamamos “cuerpo astral”, antiguamente era referido como “Cuerpo de Deseos”: el conjunto de sensaciones, emociones, en efecto, “deseos” del ser humano (o, en realidad, así es como se manifiesta y percibe en el plano denso). Por lo tanto, un individuo con tendencia a lo bestial, primitivo en sus deseos y sentimientos, egoísta y procaz, tendrá mayor tendencia a contar con un “cuerpo de deseos – cuerpo astral” “pesado” y, por ende, de baja vibración, lo contrario de una persona con empatía social, conductas naturales solidarias, aspiraciones espirituales, etc., quien tendrá uno, pero afín a una “alta vibración”.
No será ajeno a lo que ocurre con su “paquete de memoria”. Recordemos que el “paquete de memoria” es la supervivencia del psiquismo luego de la muerte. El término fue propuesto por el biólogo Jean Jacques Delpasse, y remite a un “paquete” no como “envoltorio” sino como “cantidad dada” -como un “paquete de datos” que guarda “restos de memoria” de quien fuera durante su vida biológica. Mucho hemos escrito (y seguiremos haciéndolo) sobre las instancias y contextos que transita el “paquete de memoria”; ahora permítaseme señalar que, en consecuencia, éste debe ser el término correcto que emplearemos aquí: ni “espíritu” (que es otra cosa, o, en todo caso, sólo un aspecto particular de lo que sobrevive), ni “fantasma”, ni ningún otro término, quizás popular pero necesariamente equívoco. Ese “paquete de memoria” deviene en dos posibles tipos: “paquete de memoria erótico” (por Eros, dios de la vida y el amor entre los griegos) y “paquete de memoria thanático” (por Thánatos, dios de la muerte y la destrucción). Que sea uno u otro, depende de las ”pulsiones” dominantes de la vida biológica y social. Si el individuo estuvo dominado por tendencia “eróticas” (empatía social, solidaridad, esfuerzo evolutivo, meritocracia, bondad) su “residuo psíquico” 8pues de eso se trata el “paquete de memoria”, después de todo) será entonces igualmente erótico. Si por el contrario su vida biológica y social estuvo dominada por el egoísmo, tendencias destructivas o auto destructivas, comportamientos antisociales, su “paquete de memoria” será definitivamente thanático. Los “paquetes de memoria eróticos”, tras el óbito, evolucionan a un plano superior de manifestación; “vibran” en otra frecuencia, ya no se manifiestan en el marco tetradimensional que conocemos, salvo por voluntad propia (o como sea que se exprese la “voluntad” en ese estado). Mientras tanto, los “paquetes de memoria thanáticos” permanecen “anclados” (a través de lo que, justamente, llamamos “puntos de anclaje”, hasta que, cumpliendo la Ley de Entropía, termina disipándose -como antes o después ya lo ha hecho- el “cuerpo astral”).
Mientras tanto, los otros “cuerpos” o “planos”, desagregados, tienen su propio camino. El “alma” -es decir, la Mónada encarnada- regresa a la Fuente, a la Consciencia Cósmica, Divinidad o como prefieran llamarle. El Ego espiritual (la impresión o impregnación que durante esa vida provocó la Mónada en el sujeto, como aquella luz de la linterna reflejada en el espejo) es lo que regresa en sucesivas encarnaciones (sí, por si algunos lectores aún no lo saben. El autor se confiesa reencarnacionista, no por creencia sino por observación y reflexión. Pueden estar ustedes de acuerdo con ello o no, pero debo ser coherente y consistente con mi propio pensamiento y dejar sentado es apostura con ustedes). Otra vez: lo que reencarna no es el Ego Intelectual, es el Ego Espiritual. Si fuera la psiquis lo reencarnativo, no tendría sentido (en términos de desperdicio de energía y optimización de resultados, vistos a una escala universal) en cada vida, volver a prender, una y otra y otra vez, tantas cosas: caminar, tomar una cuchara, reaccionar defensivamente ante algunos estímulos, etc. Por eso en las regresiones las imágenes que aparecen como “recuerdos”, son sólo aquellas que acompañan como marco de referencia a una experiencia espiritual crítica o fundamental en el camino evolutivo del individuo.
Entonces, podemos pensar la Línea de Vida como un Yo espiritual migrando a través de sucesivas encarnaciones, donde en cada oportunidad le experiencia humana (o no humana) es única, acelerando o desacelerando su metempsicosis en la Espiral Evolutiva (concepto pitagórico que exploraremos en nuestro próximo trabajo sobre este tema). Psicofonías, psicoimágenes, contactos mediumnímicos, etc., serían registros del “paquete de memoria” remanente, no del Yo espiritual (que, por otro lado, por ser “espiritual” es lo “no material” en esencia y, por lo tanto, inaprehensible en términos electrónicos, digitales, mecánicos o biológicos).
Hay mucho espacio de especulación en esto, es cierto. Quizás debemos entenderlo como una sucesión de “reflexiones” nutridas por la experiencia de investigación de campo e innúmeras lecturas, condimentado aquí y allá por algunas experiencias personales. Pero propone un paradigma, un marco descriptivo sobre el cual postular experimentos o debates ordenados y orientados en la comprobación (tan próxima como pueda hacerlo la flecha de Zenón) de su realidad.
Gracias Gustavo, estoy incursionando en esta linea, con la confianza y tranquilidad que me inspiras. Siempre me he mantenido a distancias, por reserva, al no tener un referente serio y confiable, siempre hay un después que me sorprende, ahi se que ese es !!! Me esta gustando !!! voy a continuar leyéndote, y cuando sea el momento de dar el siguiente paso…estoy segura que estare en tus formaciones. Gracias nuevamente, quedo con un estado de plenitud, y continúo….abrazos gratos
Muchas gracias María. Es apenas un intento de organizar ideas e hipótesis para que la consideración del tema no transcurra tanto por la acera de las creencias y pueda organizarse un intercambio enriquecedor. Fuerte abrazo.