El punto de anclaje en Parapsicología

La docencia en el campo de la Parapsicología en general y la Autodefensa Psíquica en particular exige introducir al neófito o estudiante en conceptos de cierta aridez pero imprescindibles para describir en profundidad y precisión los distintos factores de perturbación que desde los “planos sutiles” puede sufrir el ser humano.

Basándonos en los trabajos del biólogo francés Jean Jacques Delpasse, dirigiremos nuestra atención al concepto de “Punto de anclaje”. Trátase de un lugar, un objeto o una persona donde se ancla” (de allí la expresión) es decir, se fija, un paquete de memoria thanático”.(1) No está de más recordar que en Parapsicología evitamos los términos “espíritu” y “fantasma”. El segundo, por vulgar e infuso: no dice nada de lo que se supone define. El primero, por corresponder a una instancia más “teológica” que experimental.

El sujeto acaba de fallecer. Supongamos que a lo largo de su vida biológica estuvo dominado por “tendencias thanáticas” (egoísmo exacerbado, placer por la destrucción, bajos instintos, ego desmedido, etc. Por cierto también existen los “paquetes de memoria eróticos”, individuos que durante su vida biológica estuvieron dominados por comportamientos evolutivos, solidarios, de crecimiento espiritual, etc. Pero como éste es un artículo sobre Autodefensa Psíquica, debemos enfocarnos en los primeros). Al fallecer, su “residuo psíquico” no se transforma por ese mero acto en una “entidad superior de luz”. Sigue siendo –seguirá siendo por un largo tiempo- tan “thanático” como fue mientras estaba biológicamente vivo. Y además, asustado y confundido. Porque no tiene inmediata consciencia de su nuevo estado. La consciencia o, mejor dicho, el “tomar consciencia” de algo (el “darse cuenta”) es una función del consciente. Y esta función radica en el neocórtex, o corteza cerebral, que es lo primero que cesa en sus funciones y comienza a descomponerse. De allí que creemos que la percepción de sí mismo y del entorno que tiene el “paquete de memoria” es algo así como un umbral entre la vigilia y el sueño, como esos estados “hipnagógicos” e “hipnopómpicos”, antes y después del sueño profundo, cuando no sabemos si estamos “allá” o “aquí”.

Residuo de psiquis humana, tiene miedo. Percibe (porque no “ve”, no “oye” no “toca”, sólo “siente») que está rodeado por multitud de “presencias” desconocidas. Todos nosotros, los vivos, sin ir más lejos. Teme, y busca confianza y seguridad dirigiendo su atención, su emoción en realidad, a lo que pueda resultar conocido entre tanto desconocido. Y de pronto descubre que, en algún lugar, hay algo con fuerte intensidad emocional conocida…

Supongamos que durante su vida biológica, lo más importante, en términos de afectividad, fue su vivienda. Que no salía de viaje por no dejar su casa sola; si cada dinero extra lo invertía exclusivamente en mejorar o embellecer su casa.

Tras el óbito, ¿cuál creen ustedes que será el punto con más intensidad emocional?. Su casa. Y allí iré –y se anclará- el paquete de memoria thanático. Pero tras su deceso, su sepelio y el duelo, la familia continúa su vida. Deciden vender la vivienda y mudarse. Y, de pronto, llegan a la misma personas desconocidas. Para el PMT (“paquete de memoria thanático”) “presencias” desconocidas. Él no puede racionalizar –porque carece de conciencia la secuencia de hechos en la línea temporal: lo único que sabe es que percibe “algo” extraño, desconocido y como tal, potencialmente peligroso en su “zona de seguridad”. Y se defiende, atacando con lo único que tiene porque es lo único que es: energía psíquica. Perturba a los nuevos habitantes, desarmoniza sus vínculos, genera “poltergeist” y manifestaciones con el único fin conducente de forzarlos a que se vayan, a que abandonen su “zona de confort” que es su “punto de anclaje”.

Supongamos ahora que este PMT (recuerden: por definición, entidad egoísta, posesiva, de bajo nivel de evolución tanto en cuanto encarnado como desencarnado) deposita esa emocionalidad no en un “lugar” sino un “objeto”: una joya, un mueble, una obra de arte…. Donde vaya esa joya, ese mueble, es obra de arte, irá la carga psíquica –y perturbadora- del PMT, que no querrá abandonar el “punto de anclaje” que siente propio (una vez más: no es el objeto físico en sí, sino el significante emocional que representa). El caso del famosísimo “diamante Hope” lo ilustra claramente: un diamante (con estructura molecular cristalina, por lo tanto y como buen cristal, acumulador excelente de energías de cualquier índole) que se fue cargando de los sufrimientos, tragedias, dolores de sus sucesivos propietarios…

Y finalmente (y también), una persona. Porque se alguien en vida es posesivo, celópata, tiránico con otra es muy posible que tras su transición su PMT tienda a “anclarse” en esa persona, perturbando su vida –especialmente la afectiva- porque, claro, “es de él (o ella)” y no ha comprendido –al “anclarse”, es decir, “fijarse” en ella- que su nueva condición pertenece a un plano de existencia donde no tiene “derecho de posesión” alguno (que, de hecho, nunca tuvo).

Como “desanclar”, cómo liberar a un PMT del lugar, objeto o persona es un proceso que no puede generalizarse y amerita del experto en Autodefensa Psíquica un abordaje particular pero, sólo a título de referencia para los practicantes, recordemos que aquí se sugiere la aplicación simultánea de lo que se conoce como “Pequeño” y “Gran Sellado” y la técnica conocida como “Erotización de Paquetes de Memoria Thanáticos”.


(1) “Thánatos”, dios de la muerte y destrucción entre los antiguos griegos. “Eros”, dios de la vida y el amor.

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