Mucho se ha hablado y escrito (nosotros, entre ellos) sobre el Ocultismo entre los nazis, los recursos, atención preferencial y anécdotas referidas a ello. Pero se ha trabajado poco en analizar un campo paralelo, igualmente interesante y menos místico, que es el de las empíricas investigaciones en el terreno de la Parapsicología. Vamos a dedicar algunos trabajos a este punto por un conjunto de razones, entre otras, porque es significativo, si no el avance, cuando menos la antelación que respecto del resto del mundo los mismos tuvieron. Luego, porque buena parte de la historia de los programas parapsicológicos de Rusia y Estados Unidos devinieron de los nazis; en este campo, también hubo “Operaciones Paperclip”, y si bien un Werner Von Braun llevado a USA para integrarse al programa espacial norteamericano es mucho más propagandístico, cooptar “cerebros” alemanes tras la Segunda Guerra Mundial y obligarles a trabajar a ambos lados de la Cortina de Hierro también ocurrió. Y finalmente, porque servirá para comprender por qué, en un momento dado, la académica investigación parapsicológica de los devotos de la cruz svástica giró abruptamente a un abordaje más esotérico, de corte mediumnímico – espiritualista.
Mientras en el resto del mundo la Parapsicología era poco más que una especulación o una ocupación de tiempos y recursos erráticos, llevada adelante por entusiastas casi en soledad, en la Alemania temprana adquiría un espacio preponderante. Ya en 1920 (el documento gráfico es uno de los testimonios) el doctor Karl Krell, médico y psiquiatra conductista, dirigía en Berlín el “Tier – Sprechschule ASRA”, la “Escuela Animal del Habla”. ¿Su objetivo?. Él y sus ayudantes estaban convencidos que podría establecerse un contacto telepático voluntario entre seres humanos y perros.
Que esto no mueva a risa; tiene mucha más lógica que la que parece y demostraron ser unos adelantados, y me explico. En contra de lo que el público no informado cree, la Telepatía no es una “radio mental”, donde hay un “emisor” y un “receptor” y -mucho menos- se establece mediante la emisión – recepción de “palabras”. No ser trata que yo, mentalmente, piense algo colmo “Atención Fulano, te estoy llamando, cambio”, y Fulano me responda, también mentalmente, “Okioki Gustavo, te recibo fuerte y claro. Cambio”.
En primer lugar, como ha demostrado décadas de investigaciones de laboratorio, la Telepatía es un fenómeno sincrónico y correspondiente. Puesto en castellano: ocurre simultáneamente en todas las mentes implicadas (porque puede ser múltiple, claro. Y porque -nuevamente- no hay alguien que “emite” y otros que “reciben”, sino que el contenido aparece simultáneamente en todos los implicados). Y algo más, muy importante: no se transmite por “palabras” sino por imágenes, sensaciones, sentimientos, emociones. No será la palabra “rosa” sino la imagen o la fragancia de la rosa lo que constituirá el contenido telepático hipotético.
Pues bien, nadie puede negar la enorme inteligencia emocional de los perros. Y como no es tamizada, intoxicada, por la inteligencia racional, es decir, brota tan “a flor de piel”, son los sujetos ideales para con los cuales no solamente tratar de establecer intercambio telepático sino muy fundamentalmente entrenar con ellos.
Ahora bien, no fue sino hasta 1932 que Joseph Rhine crea y comienza a dirigir en Estados Unidos el primer laboratorio de parapsicología científica, en la Universidad de Duke. Y habrían de pasar más años, casi una década (casualmente, fue durante el transcurso de la Segunda Guerra Mundial que Rhine y su gente recibieron entusiastas “estímulos” para progresar en sus investigaciones) que junto a científicos como Zenner, Pratt, etc., comienzan a arribar a las primeras conclusiones metodológicamente confirmadas. Por ejemplo, las señaladas más arriba, referidas a la no existencia de una relación causal estímulo-señal y la naturaleza no verbal y sí emocional de los contenidos telepáticos. Y veinte años antes, los alemanes ya trabajaban activamente en ese sentido.
En 1938, Hitler comisiona a Krell trasladar a Hannover su instituto y paralelamente crear uno nuevo en Munich y Berlín, con un programa de investigaciones parapsicológicas más amplio. Su nombre, “Instituto de Radiestesia” (conocido informalmente como el “Instituto del Péndulo”) con el objetivo de aplicar militarmente la disciplina radiestésica. Simultáneamente, y a medida que progresa la expansión nazi en territorios europeos, las SS reciben instrucciones de hacer una verdadera “caza” de médiums y sensitivos paragnostas. Entre los nombres a los que se apunta está el dotado polaco Wolf Grigorievich Messing (doscientos cincuenta mil marcos era la recompensa por su captura) quien ya en 1937 había “profetizado” que si Hitler se expandía hacia el Este acabaría en una derrota estrepitosa. Messing alcanzaría a escapar, gracias a los oficios del biólogo ruso Leonid Vasiliev, quien lo cobijó y luego le “cobraría” el favor: tras la caída nazi, Vasiliev fue puesto al frente de los desarrollos parapsicológicos de la URSS y Messing fue su “conejito de indias” por décadas.
Un colaboracionista ucraniano, Mikolaj Kokjopw, devenido sorpresivamente en agente de la KGB, estuvo a cargo de ensayos en armas psicotrónicas para destruir misiles y desactivar sistemas de radares en la Checoeslovaquia prosoviética, en colaboración con el doctor Milan Ryzl, y se dice que a Kokow se le perdona la vida y se lo contrata para la KGB como pago por sus servicios al entregar documentación que, como nazi, previamente había caído en su poder sobre los ensayos que en ese sentido la gente de las SS estaban llevando adelante al momento de la derrota.
Los nazis estaban también profundamente interesados en capturar a un jovencito ruso llamado Avtandil Lomsadze. Conocido como telépata poderoso casi desde su infancia, será un personaje clave de las intrigas de la “parapsicología militar” no solo durante la guerra sino mucho después también. En efecto, hay una historia extraña sobre este personaje, que detallaré aquí. En 1971, como es de público conocimiento, se realizó el vuelo a la Luna de la Apolo XIV comandada por Edgar Mitchell. Ya saben ustedes que luego de ese vuelo Mitchell renuncia a la NASA y se transforma en un estudioso y difusor de las Terapias Holísticas, la Nueva Espiritualidad y un largo etcétera. Bien, el punto es que -esto también es de público conocimiento- mientras la Apolo circunvolaba la Luna, por su “lado oscuro”, los astronautas realizaron experimentos parapsicológicos con colaboradores en la Tierra. Se trató, en verdad, de dos grupos de experimentos. El primero, del que más se habló: empleando las conocidas “cartas Zenner”, con un equipo en Houston participando en paralelo del experimento, cumplimentaron -con notable éxito- las habituales pruebas de Clarividencia, Premonición y Retrocognición que se realizan con esos naipes.
Menos conocido es un segundo experimento “en paralelo”, entre Mitchell y un equipo de seis telépatas en distintos puntos del planeta. Este experimento internacional, conocido como “Kosmos – Ziemia”, consistía en que cada participante tenía ante sí un tablero con dibujos de doscientos objetops diferentes. El astronauta miraba aleatoriamente cualquier dibujo durante treinta segundos y anotaba su nombre en una libreta y los telépatas de la Tierra debían percibirlo y marcar el objeto elegido en sus tablas. Comparando resultados tras el regreso, se comprueba que dos de los telépatas habían acertado en un 20 % (esto está dentro del azar), otros dos un 40 %, un telépata norteamericano un 62 % y el último… un 84 %. Y no sólo eso: en un 40 %, además, había acertado el orden correcto en que Mitchell había señalado los objetos; ambas cifras rompiendo toda probabilidad estadística. Ese telépata era un ya mayorcito Lomsadze. Y esto es lo extraño: porque en tiempos en que la Guerra Fría estaba en su apogeo y todo lo que pudiera tener implicaciones militares o de espionaje no solamente era de máximo secreto entre las dos superpotencias sino que toda interacción o colaboración mutua con esos contenidos podía ser entendido como alta traición, que americanos y algún ruso trabajaran abiertamente en algo tan sensible como parapsicología en un marco astronáutico sólo se explica si suponemos la existencia de una organización con poder por sobre los gobiernos de entonces que “bajaba la orden” que se realizaran algunas acciones particulares, como ésta. Pero esto, seguro amerita otro artículo.
Volviendo al tema que nos ocupa, es significativo que, a medida que avanza la década de los ‘40, la investigación parapsicológica nazi (que, recordemos, a esta altura ya estaba plenamente en manos de las SS) comienza a ralentizarse. Cada vez es más evidente que los jerarcas del régimen no siguen teniendo tantas expectativas en su utilidad. Es comprensible: encarada como investigación científica, la Parapsicología, como toda ciencia, requiere tiempo (que no tenían). Y en el horizonte de las SS (que, como hemos señalado en un trabajo anterior: “Los rituales ocultistas de las SS” fue antes una secta ocultista, iniciática y probacionista, que una simple entidad militar) había aparecido el mágico encantamiento de la “Sociedad Vril” (en realidad, la “Logia Luminosa”, como sus integrantes la llamaban). Los máximos responsables de las SS entendieron que los métodos de dicha agrupación -que contaba no solamente con el apoyo, sino con los recursos de la Ahnenerbe, puesta prácticamente a su disposición- eran mucho más inmediatos y contundentes en orden al propósito que buscaban. Y es cuando toda la documentación, laboratorios y personal de ambos institutos pasan a la égida de la Sociedad para el Estudio de la Herencia Ancestral, verdadera denominación oficial de la Ahnenerbe. Conocemos los nombres de quienes hicieron “lobby” para esta conversión: los respetados parapsicólogos Wilhem Wulff, Ludwig Straniiak y Wilhem Gutberlet, verdaderos “conversos” que eligieron apartarse d ella investigación de laboratorio, rendidos, al parecer, ante evidencias que les presentaron los miembros de la Vril. Y comienza una nueva historia, que continuaremos en otro relato.