Los radiestesistas del siglo XIX y principios del siglo XX solían entrenar (y, de paso, sentar las bases de una abundante documentación que sirviera, justamente, para consolidar la disciplina en las décadas siguientes) recorriendo el terreno, recogiendo diversidad de materiales naturales y organizándolos, categorizándolos mediante la observación del comportamiento del péndulo ante ellos. De alguna manera ello ha sentado las bases también de la Cuarzoterapia, la Cristaloterapia y la Gemoterapia, ya que la aplicación de estas Terapias Holísticas, en buena medida intuitiva y por observación clínica de casos, encuentra su refuerzo al optimizar el “ensayo y error” de la evaluación radiestésica.
En ese transitar, sin embargo, no se realizaron extendidos experimentos y observaciones sobre los restos meteoríticos, obviamente, por la escasez de los mismos (sumado a la dificultad de su identificación y la diferenciación para el no experto de otras rocas). Y sólo en tiempos muy recientes (donde la popularización de la Astronomía no es un detalle menor) ha llevado a que los interesados en Radiestesia en general y el empleo del péndulo en particular dirijamos nuestra atención sobre ellos. ¿Y qué es lo que “nos dice” el péndulo sobre ellos? (ese “nos dice” es una alegoría ya que, como sabemos, no es el péndulo más que un eficiente amplificador de nuestra propia percepción extrasensorial).
Aquí debemos señalar, en primer lugar, el método empleado, que consiste en determinar el o los “rayos” (la expresión es antigua pero se sigue empleando: la ocuparon los primeros y respetados cultores de la escuela contemporánea de Radiestesia, como el abate Mermet), es decir, el rango de “radiación” del objeto, en este caso, sobre los numerosos meteoritos que con el amigo Fabio Cepeda hemos localizado y recolectado en cercanías del cerro Uritorco, Capilla del Monte, Argentina (si alguna curiosidad le faltaba a ese mágico lugar, es, precisamente, que quien sepa buscar encuentre meteoritos en sus proximidades, como hemos ilustrado a algunos de los grupos que nos han acompañado a trabajar en la zona).
Este concepto de “radiación” es, por supuesto, relativo; no se trata de que el objeto emita de por sí alguna en particular, sino que es la forma de expresar la naturaleza vibratoria del mismo tal como la identifica –y diferencia– nuestra percepción. Como hemos enseñado en otros contextos, la técnica se entrena identificando la cantidad y sentido de giro de nuestro péndulo sobre hojas de distinto color (negro, gris, violeta, índigo, azul, verde, amarillo, naranja, rojo, blanco; téngase en cuenta que no necesariamente esta serie y disposición coincide con el espectro luminoso ya que, como dijimos, los colores son “convenciones”, pues toda la operatoria radiestésica se basa en una “convención mental”). Así, por ejemplo (y esto no es una tabla de aplicación general, sino que cada radiestesista debe desarrollar su propia tabla de conversión) el rojo se manifiesta con ocho giros en lo que para mí es el sentido positivo. Por lo tanto, su clave será 8+ . Y así se hará sucesivamente con todos los otros colores.
Aplicando este principio, y sabiendo que…
- Rojo: aluminio, cobalto, hierro, níquel, pizarra, sal, cavidades, oro.
- Amarillo: arcilla, azufre, plata, volframio, cobre, agua, silicio.
- Verde: agua, bronce, plomo, potasio, granito.
- Naranja: zinc, estaño, arsénico, sílex.
- Azul: agua contaminada, carbón, carbono diamante, basalto, calcio, radio, uranio, selenio.
- Violeta: carbón, plomo, potasio, sulfatos, diamante.
- Blanco: calcio, electricidad (flujo libre de electrones), radiactividad, oro, álcalis, sodio.
- Negro: diamante, petróleo, mercurio, nitrógeno.
- Índigo: tiza, plata, cromo.
- Gris: silicio, plomo, níquel, mercurio.
(Esta tabla es necesariamente incompleta y sólo el producto de lo que humildemente he recogido en mis investigaciones).
…se determina que el meteorito del Uritorco –suponemos, por la relativamente reducida área de dispersión de los restos, que era uno solo que se pulverizó antes de colisionar con la superficie– tiene algunos de los elementos de Rojo y Gris.
Aquí, la primera aplicación será, obviamente, en relación a la armonización de los centros energéticos o chakras, para lo cual, o bien aplicamos el criterio de “correspondencia de colores” (según el terapeuta determina cuál es la vibración de color propia de cada chakra, en ése irá el trozo de meteorito) o bien aplicamos el criterio de “identidad vibratoria”: sosteniendo el trozo de meteorito en una mano, con la otra pendulearemos el chakra correspondiente. O bien, pendulear el chakra primero y el meteorito después hasta observar cuál de los primeros tiene el mismo número de giros y sentido que el segundo pues eso indicará la correspondencia entre ambos.
Y también hay otra aplicación: la fuertemente simbólica. Aunque la caída del meteorito se haya producido en un momento impreciso entre 5.000 y 15.000 años atrás, su propia naturaleza –y los inevitables millones de años que ha deambulado por el espacio– le otorgan un fuerte significado simbólico; y bien sabemos, tanto desde la mirada hermética como desde la moderna psicología junguiana, el valor determinante y condicionante que lo simbólico tiene sobre lo profundo de nuestro Inconsciente. Entonces un trozo de meteorito se transforma así, casi, en un “canal”, en tanto símbolo de su vagabundeo por el espacio, que dicta a lo profundo de nuestro psiquismo la consigna metafórica de “tener el cielo en las manos”. Nuestro Yo puede racionalizar, sí; decir que es “sólo” una roca, pero –otra vez– el significado simbólico (que es el impacto profundo) movilizará fuerzas arquetípicas inconscientes. Y éstas son las verdaderas transformadoras.
Recomendaciones para practicantes:
Observarán que una de las imágenes (la otra muestra distintos trozos meteoríticos recogidos en el terreno) me muestra trabajando sobre el mismo. Observarán, también, que tengo el codo del brazo que manipula el péndulo apoyado en el escritorio: dado que, como señalé, es el propio Yo que percibe la información siendo así el cuerpo un transmisor de impulsos nerviosos que amplifica el movimiento del péndulo, debemos darle al cuerpo la mayor estabilidad posible, ya que si tuviéramos el codo levantado la inestabilidad sería tal que cualquier factor (externo, como alguna inclinación del suelo, o interno, como nuestra propia falta de equilibrio) “ensuciaría” el movimiento. Y otro comentario: tengan a mano –como se ve– una buena brújula (la mayoría de los meteoritos tienen alta concentración de hierro con lo cual la brújula reacciona en proximidades de los mismos). Desplacen su brújula alejándola de junto al meteorito hasta que la aguja recupere su orientación normal; ello les indicará hasta dónde llega el campo magnético del mismo. Por consiguiente, al trabajar con el péndulo, asegúrense de tomar como referencia el movimiento sólo cuando el péndulo se mueva más allá del campo magnético citado (ya que, de lo contrario, siempre cabe la posibilidad de que estemos –en virtud de nuestro propio campo electromagnético– reaccionando, no a las “preguntas” que estamos formulando, sino al magnetismo de la roca).