Elegí la expresión “pequeños” para distinguirle de esos “grandes”, casi icónicos; una misa, una puja, Inti Raymi o cualesquiera sea la Fuente de sus creencias. La elegí para referirme a situaciones que casi pasarían disimuladas como “costumbres” si su impacto no tuviera, efectivamente, la profundidad de un Ritual.
Porque la razón de ser -si quieren, metafísica- de un ritual es provocar, por acciones simbólicas en el plano denso, la consecuencia o efecto que deseamos en el plano sutil. Es una acción material que se refleja en lo espiritual. Ofrenda, agradecimiento, la Sagrada Dualidad del dar y recibir.
Uno de los secretos de los Iniciados es haber comprendido que hay dos formas de vivir el Tiempo: como “Profano” o como “Sagrado”. Así, dentro de cada uno de ellos los actos son, entonces, “profanos” o “sagrados”. Y generalmente el Profano -como individuo- cree que lo que distingue a lo “profano” de lo “sagrado” es “qué se hace” (así, “sagrado” sería encender una vela a una deidad, cantar una letanía, orar, y “profano” sería cocinar, comer, lavar la ropa) y no “cómo se hace”.
Haz esto: entiendo que te hidratas bien todos los días. Y lo haces con agua (porque cualquier otra cosa, incluidas infusiones, ya no es tan hidratante). Toma tu primer vaso de agua cada día, cuidando de hacerlo en un recipiente de vidrio -ése primero, siempre en vaso de vidrio- Hazlo de pie, lentamente, con ojos cerrados y pensando en el Sol. Luego el resto de la jornada continúa hidratándote como desees, de pie, sentado, en vaso de vidrio o plástico, mirando televisión. Pero sostén la práctica de ese primer y único vaso con agua matinal. Y en pocos días, observa la calidad de tus pensamientos en ese momento.
En efecto, lo que hace sagrado a una acción es la consciencia de la trascendencia. El punto es que, precisamente, el profano ni se pregunta por el sentido de trascendencia de las cosas que hace. Las hace en busca de un resultado, una respuesta, una satisfacción inmediata (me da dinero, me da placer, aleja a los indeseables, mejora mi salud) y no se pregunta, no le interesa, si eso tiene otro efecto: un impacto en el egrégoro, en el inconsciente colectivo, si pasará a formar parte de un legado, si trasciende su vida, su esfera de presencia inmediata, ni siquiera si significará, ‘por acumulación, algo en su propia vida para dentro de diez o veinte años. Y es difícil que sea esto algo de interés para quien no aprendió una pequeña verdad: que es parte del sentido de la vida ser feliz, vivir proactivamente, en algún punto servir de ejemplo, maestría o referencia para algunos -sea por nuestro amor, nuestro conocimiento, nuestra voluntad- y, casi con un guiño pícaro al Más Allá, comprender, como enseña la Teosofía, que la “luz” en los planos intermedios entre encarnaciones es directamente proporcional a las acciones conscientes de ello que tomemos en nuestra vida (por eso adquiere claro entendimiento la frase aquella de Charles Bukowsky: “vive la vida de tal suerte que la Muerte tiemble al recibirte”).
Vivir en consciencia de tiempo sagrado es hacer cosas pequeñas, casi todos los días, con el sentido que he descrito hasta aquí. Unos minutos de meditación, el comer en silencio en consciencia que estoy comiendo -como enseña la Ayurveda- Por ejemplo y también, lo que hace un devoto de Krishna cuando cocina: mantrea durante toda la preparación del alimento y, antes de servirlo, lo presenta y ofrece una mínima porción como ofrenda a Ganesha o alguna deidad tutelar: es lo que se llama “prasadam”. Tómenlo como quieran: lo cierto es que si ustedes se hacen habitués de algún restaurante de devotos de Krishna no sólo la encontrarán extraordinariamente deliciosa sino también observarán que nunca les caerá mal y comenzará a desintoxicar sus propios organismos. Siempre pueden profundizar y continuar con rituales más elaborados (por ejemplo: hagan la prueba de preparar frente a ustedes su desayuno, una mañana, y en soledad y completo silencio venden sus ojos y coman, en silencio y oscuridad, buscando delicadamente al tacto aquello que necesiten. Observen primero los pensamientos que cruzan -estoy tentado a decir “con fragor estruendoso”. Por su mente, y enseguida ordenen e invoquen los pensamientos en que ustedes desean enfocarse durante ese proceso. La experiencia puede ser conmocionante, aunque, claro, ya sabemos que muchos lectores llegarán a este punto, dirán algo como: “Ah, mira tú”… y nunca harán la experiencia).
Piensen, por ejemplo, en el “curanto” chileno, costumbre culinaria también común en la Patagonia argentina y, por supuesto, Isla de Pascua. Su origen -y de hecho como la siguen practicando en Rapa Nui- es absolutamente “mágico”, un soporte para transmitir el “manas” familiar, la energía del clan y cualquiera que haya experimentado los dos contextos (el continental, meramente gastronómico, y el insular, excluyentemente “iniciático”) comprenderá la diferencia.
Ni siquiera es necesario que lo que asuman como “pequeño ritual cotidiano” sea siempre lo mismo: unas posturas de asana o Tonallin unos días, un poco de Dynacharia al despertar cuando hacen su aseo matutino, un tecito de coca en algún momento durante el día bebido en consciencia y ofrenda a la Pachamama… no necesitan sentarse frente a un altar (comunitario o individual) ni ceremoniosamente “abrir un espacio sagrado” -aunque está pero que muy bien si lo hacen-. No. Es apenas el mismo acto, repetido varias veces a lo largo de los días (condición de todo rito) hecho a consciencia de su intención profunda, porque un ritual es (segunda condición) ante todo un acto intencionado. Carl Jung claramente señaló, por otra parte, que asumir y practicar pequeños ritos es la mejor prevención contra las neurosis.
Es interesante porque comparto esto como una vivencia personal. Desde hace muchos años practico todos los días -o casi todos, no siento culpa por “descolgarme” de vez en cuando- pequeños rituales. Y lo que he observado es todo grato: sostenida buena salud, apertura de caminos en la vida, la consecuencia de aprovechar esos momentos para visualizar lo que deseo se manifieste (y sobre ello, claro, arremangarme y trabajar). Porque quien entiende el tiempo como “momentos sagrados”, y hace lo cotidiano en esa consciencia, descubre inmediatamente cómo mejora su calidad de vida.
Claro, podrán ustedes encontrar todas las excusas “lógicas” que quieran encontrar (porque el que busca, encuentra. Lo saben, ¿verdad?) para explicarme que, bueno, no siempre es así. Que la situación económica del país, que la patronal, que la familia, que el gobierno, que las élites, que los Arcontes… (sí, porque a la hora de buscar excusas para justificar su inacción la imaginación no tiene límites, y estoy seguro que ahora mismo, mientras lee estas líneas, algún despistado se dispersará preguntándose algo como “pero entonces, ¿Gustavo no cree en las élites o en los arcontes?” continuando así atrapado en su propio autoboicot) . Y se hará realidad la enseñanza aquella de “tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, en cualquier caso estarás en lo correcto”.