La “ruta ufológica” Mendoza – San Juan (3º parte): regresan las “luces extrañas”

Atardece en Pampa del Leoncito.

Ya en las dos notas anteriores (ver 1° parte y 2° parte) me referí a ciertos (aún no todos) aspectos entre enigmáticos y sugestivos de los parajes que estamos recorriendo. Pero esta “ruta ufológica” no merecería llamarse así si no estuvieran presentes, de una u otra manera, los OVNIs. Y a ellos nos referiremos entonces.

Quiero destacar dos ítems: si bien en esta nota me enfocaré en el relato de un par de experiencias propias de nuestro grupo, toda la región (por ello, también, eso de “ruta ufológica”) está plagada de testimonios de los habitantes sobre sus propias observaciones de “luces extrañas”, con dos ejes principales: el valle de Uspallata (especialmente en proximidades del cerro Siete Colores y el cerro Negro), y la Pampa del Leoncito, en la provincia de San Juan. Aunque en el tramo entre ambos puntos no hayamos recolectado buen número de observaciones, se debe más bien a lo demográficamente desolado del lugar. Pueden ustedes recorrer decenas de kilómetros sin ver ni una simple, mísera vivienda. Y aún así, algunos puntos están en boca de todos los lugareños por la “insistencia” de las “luces” en manifestarse. Por ejemplo y ya dentro dela montaña misma, el puesto de Gendarmería Nacional “Álvarez Condarco”, sobre el camino que, antes de llegar al pueblo de Barreal (San Juan) se abre a la izquierda de la ruta en dirección al imponente cerro Mercedario (con sus 6.720 metros de altura, casi alcanza al Aconcagua,conimponentes 6.960 mts). Precisamente en Barreal mismo, una vez superado el recelo y desconfianza de los lugareños (como se comprenderá, no se trata de llega rinopinadamente y comenzar a preguntarle a cualquiera sobre ovnis), la gente comenta sus propias observaciones (esto es muy interesante) quizás de unos pocos días atrás. Por supuesto, la interpretación (de hecho, cómo les denominan) varía según cada marco de creencia: están los que lisa y llanamente hablan de “naves”, y quienes más recatada y folclóricamente se refieren a las “luces malas”. De lo que pueden estar seguros es que, auscultando con prudencia, si se dedican a recolectar relatos de observaciones podrán completar varios volúmenes.

Mientras tanto, ocuparé este artículo en relatar la “extrañeza”de las “luces” por nosotros observadas en Pampa del Leoncito durante nuestra visita. Como ya he comentado en su oportunidad, el disparador inicial fue un “paper”del antropólogo Diego Escolar quien afines de la década del ’90, realizando relevamientos en la zona, pudo observar masas luminosas con comportamiento inteligente que siguieron a él y su grupo con una claridad y contundencia que le animó a redactar un trabajo académico que vio la luz pocos años atrás (en “Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano”, interesados solicitarlo enviando mail a: caintegral@yahoo.com.ar, Asunto: Paper Diego Escolar). Aquí tenemos varios hechos interesantes.El primero en orden inverso, que un tribunal académico haya autorizado la publicación del mismo donde los hechos salen del horizonte de ser objeto de observaciòn para ser sujeto de experiencia. En segundo lugar, que un profesional no tenga reparos en decir claramente “yo los vi”. Y tercero -y muy especialmente- porque Escolar, sin ser ufólogo, hace uno de los aportes más significativos a la Ufología al fundamentar con lógica impecable el atributo de “luces con control inteligente”: él señala que, primero vistas a la distancia, esas luces (a las que llega a estimarles un diámetro “similar al de un auto pequeño”) continúan “huelleando”, lo que en el lenguaje coloquial significa rastrear y seguir las huellas, tanto de a pie como de caballo, que los testigos habían dejado. Y es un aporte válido porque ese acto expresa la capacidad de abstracción simbólica de las inteligencias detrás de esas “luces” en vincular un hecho (rastros) con otro (los individuos que los han dejado).

De esa inteligencia tuvimos evidencias. Evidencias quizás extremadamente sutiles, pero que en su misma sutileza lo hace una evidencia.

Recordarán ustedes que en mi visita anterior, relaté que durante unas horas observamos, en dirección Norte y a muy pocos grados sobre el horizonte, una intensa luz blanca, en ocasiones tornando a celeste, a veces inmóvil, a veces avanzando o retrocediendo, hacia un lado o al otro. Fueron inútiles nuestros esfuerzos de encontrar el origen. Primero a pie, luego en automóviles hasta donde el desierto nos permitió avanzar, más tarde bordeando la zona por la ruta tratando de acercarnos a la luz desde otro ángulo, nada pudimos precisar. Si bien en el desierto algo luminoso que parece estar a unos pocos centenares de metros termina estando a kilómetros, dondefinaliza la Pampa, hacia el norte y mucho antes del pueblo de Barreal (que está a 30 kilómetros), las estribaciones del terreno impiden que una fuente lumínica situada más allá sea vista desde esa perspectiva. Y no pudimos encontrar ningún foco, vivienda, cartel reflectante que lo explicara. Nos retiramos cerca de las tres d ela mañana y la luz permanecía.

Ahora bien. Al día siguiente, especulamos la posibilidad de una “inversión de temperatura”. Es decir, la diferencia térmica entre el suelo y la atymósfera podía provocar que una fuente de luz lejana cambiara su apariencia o pareciera moverse. Recuerdo que en esa oportunidad le dije a Esteban: “si es una luz “normal”, estará allí todas las veces que regresemos”. Un par de meses después, Esteban, acompañado de su familia, volvió al lugar y, efectivamente, la luz estaba en el mismo lugar. Al comentármelo concluimos que, en consecuencia, tenía que tener una explicación también normal. Y por ende, en este nuevo viaje, deberíamos volver a verla.

Vista satelital de Pampa del Leoncito(la mancha blanca) Arriba, Barreal.

¿Y saben qué?. Esta vez, la luz había desaparecido. Montamos atenta guardia, nos desplazamos -el llevar varios intercomunicadores radiales (“handies”) nos permitía separarnos y cubrir amplia superficie). Si la “luz” tuviera una fuente “normal”, debería estar, como había estado las dos noches previas mencionadas. Pero no. Voy a repetirme luego, pero permítaseme aquí señalar que siento como si “algo” o “alguien” nos vigilara y “escuchara” más allá del momento y contexto de la “vigilia OVNI” y así como cuando los ufólogos anunciaron haber descubierto las “ortotenias” y el “ciclo bienal” para que ortotenias y ciclos bienales dejaran de ocurrir, es como si su “no-aparición” fuera la respuesta a nuestra confiada afirmación, seudo conclusión de sus apariciones reiteradas, que, “evidenemente”, era algo convencional y, por ende, debería volver a aparecer….
Pero eso no fue todo, ni mucho menos. Alrededor de las 22 hs, todos nos habíamos separado, como expliqué, para cubrir mayor superficie de observación.

Esteban y Osvaldo habían partido caminando rumbo al sur, Emanuel y Leandro hacia el Norte, yo hacia el Este y Leonardo permanecido donde estaban los vehículos, lo más al oeste que el terreno nos permitía.

Alejándome hacia el Oeste.

En ese momento, los dos primeros comienzan a advertir que estaban viendo otra extraña “luz”, en dirección SO, dentro de terreno ya inaccesible, que estaba respondiendo a los pulsos de láser que ellos enviaban (con un equipo ad hoc que habían llevado). A los pulsos de láser, la “luz”, respondía pulsando. Luego se desplazaba hacia la derecha de los testigos (en direcciòn SO-O), vuelve a detenerse y responder pulsando. Repite estodos veces más, siempre reaccionando a la señales láser, y se apaga. Es en ese momento que los otros tres mencionados (Leonardo, Emanual y Leandro) parten en un auto para reunírseles y tratar de usar el vehículo para acercarse a la luz, mientras yo permanezco en la “base” (y, debo decir, todavía más atento a ver si la “luz del norte” se dignaba aparecer nuevamente). Para cuando los refuerzos llegan, la luz que había estado “intercambiando” con Osvaldo y Esteban no vuelve a manifestarse.

No hubo otros fenómenos esa noche.

La “forma no identificada” mencionada en el texto.

Una vez reunidos, nos hicimos planteos básicos. ¿Podría ser algún viandante munido de linterna?. Parecería una respuesta “lógica”. Pero no lo era. Fuera que en ese lugar no hay caminos -y llegar a pie desde las zonas accesibles puede demandarhoras-, ¿para qué?. Si ese “alguien” llevaba una linterna, ¿luego de hacer señales la apagaría y se manejaría en absoluta oscuridad?. ¿Y con qué fin?. A todos los efectos, era una luz no identificada y con comportamiento inteligente.

Revisando y preparando material para este artículo encuentro esta imagen que quiero compartir. La experiencia me ha enseñado que a veces deparasorpresas la técnica, tanto de día como de noche, de “tirar” un buen número de fotografías al azar, y obviamente lo apliqué en esa ocasión. En decenas de ellas, no aparece nada relevante; sólo una sección de suelo fotografiado donde alcanza la luz del flash y partículas de tierra, arrastradas por el viento e impactadas por la luz. Todo normal. Excepto  ésta: sin nubes bajas, con viento constante que despejaba el aire prístino y puro, sin fogatas encendidas, sin nada que se interpusieraentre el objetivo de mi cámara semiprofesional y el infinito, “algo” amorfo, brumoso, aparece. No tengo idea qué es. Pero sí que es consistente con imágenes similares que hemos logrado, justamente,en otras zonas de “portal”, como Capilla del Monte.

Esta es la hipótesis que quiero dejar sentada aquí: en ambos casos, las “luces” parecen susceptibles de”explicación convencional”, y ciertamente si los observadores (nosotros) se conformaran con una reflexión superficial así sería. Pero puestos a ser incisivos, es cuando descubrimos que la “explicación convencional” no alcanza. Escomo si una “inteligencia” se moviera en el límite infuso de la credibilidad, de la “aceptaciòn sensorial (o perceptual)”. Más “sugiriendo” que mostrándose. Como si al “casi” quedarnos conformes con una explicación diera un giro insinuando un “¿pero si…?”. Como una zanahoria colgando por delante nuestro para seducirnos avanzar unosmetros más tratando de alcanzar lo que volverá a elajrse unos metros…

Próxima nota:  Misteriosos petroglifos en El Tunduqueral hacen pensar en extraterrestres – Guía del misterio en la ruta.

El autor agradece al increíble equipo que le acompañó, de integrantes del IPEC y aquellos que se sumaron para brindar su apoyo: Emanuel Giúdice, Leandro Rosale, Osvaldo Pérez Echegaray, Esteban Pieroni, Leonardo Aracena, Dr. Rodolfo Álvarez, Ing. Ariel Godoy, Sebastián y Martín de “Estación Cielo” y la bella gente de “El lugar del Sol”, donde nos hospedamos.

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