Debo admitir que cuando me senté a escribir estas reflexiones lo hice con el sincero propósito de ser especialmente leído por los periodistas, amén de un público segmentado habitual destinatario de mis líneas. Y no alenté tanto la esperanza de ver publicado este artículo como de confiar en que sería lentamente digerido por ese “target” especializado en el cual pensaba cuando comencé. Porque de lo que tratarán los párrafos siguientes es de reclamar un espacio de expresión, el derecho de nosotros, ovnílogos o parapsicólogos (y en ocasiones, ambas cosas a la vez) a merecer de la prensa un poco más de seriedad antes que de atención.
De lo que estoy hablando es de cuestionar a muchos medios de prensa considerar tanto a la temática ovnilógica como parapsicológica algo atractivo en términos de números de lectores pero no de calidad de los mismos. Quizás subproducto de cierta avispada intelectualidad que, entre ironías y encicplopedismos, considera que todo aquello que orille el “misterio” y las “creencias”, carente quizás de componentes sociales o políticos es apenas pasto amarillista para ignorantes, ese periodismo –que también recibe por Internet diariamente decenas de testimonios de avistajes OVNIs así como resúmenes de progresos en las investigaciones parapsicológicas- alienta la difusión de estas disciplinas cuando compulsa la opinión pública y ve cierto exitismo sensacionalista en la difusión masiva de hipotéticos contactos o encuentros con el Más Allá. Pero que ignora, con soberbia cultural (que no intelectual) digna de mejor causa cuanto esfuerzo, pequeño y persistente, hagamos cotidianamente para reclamar un poquito así de espacio mediático. Un periodismo que aplaude gozoso la presencia en cualquier “reality show” de todo pobre maniático que se sienta a caballo de múltiples dimensiones, pero que excluye por “aburrido” (en holocausto a una letanía sagrada en los estudios y “platós”: “lo que no puede decirse en treinta segundos no sirve”) a un enjundioso y poco atractivo investigador cargado con años de ostracismo. Un periodismo que, corporativista al fin, sale a defender el derecho de “libertad de expresión” cuando cualquier colega es víctima real o supuesto de oscuras maquinaciones, pero eclipsa esa misma libertad de expresión cuando, mes tras mes, años tras año, gastamos las suelas acercándoles resúmenes de los progresos, de las evidencias obtenidas en nuestros análisis. Un periodismo que, con la ignorancia propia del gordito que se sabe dueño de la pelota, hace bromas previsibles alrededor de cualquier sonado suceso insólito. Un periodismo que ante estas apreciaciones podría reaccionar argumentando que, si esto ocurre, después de todo es responsabilidad nuestra por no saber darle un marco de “seriedad” y “cientificismo” a lo que hacemos pero nos niega y prejuzga gozosamente. Un periodismo que se enlista fácilmente con los escépticos profesionales de turno, quizás para lustrar ciertos galones de “racionales y avispados”, ignorando la compleja telaraña de intereses creados que se mueve detrás de ellos y, lo que es peor, desinteresándose totalmente en conocerla, lo cual es doble pecado en el caso de un informador público. Un periodismo donde, respetado por los ciudadanos (en muchas ocasiones, por méritos bien ganados; en muchas otras, también, sólo por inercia), gozan del privilegio de modelar la conciencia de la sociedad sin medir en ocasiones –en demasiadas ocasiones- las consecuencias últimas de sus actos, en virtud de boicotear lo que por derecho de esa misma conciencia los otros tienen la prebenda de conocer.
¿Dos anécdotas? Una; el periodista de policiales Enrique Sdrech (una excelente persona, fallecido hace unos pocos años) no trepidó en acentuar los aspectos de “culto esotérico” que rodeaba la vida de dos hermanas parricidas del barrio porteño de Saavedra, o que una de las víctimas del tristemente célebre asesino serial de la ciudad de Mar del Plata “solía vivir entre velas y sahumerios”. Sería bueno preguntarle –yo no he tenido la oportunidad- si en cualquier otro asesinato y crimen de los que investiga a diario concede la misma importancia mediática a la cantidad de veces que concurrió víctima o criminal a misa el último año, las semanales visitas de su pastor o la fecha de su Bar-Mitzvá.
Y, como decimos en nuestras tierras, se va la segunda. Otro hombre de prensa, Luis Majul, en ocasión de una entrevista televisiva con el conocido doctor Mariano Grondona alrededor de los escándalos políticos subsiguientes al asesinato de la joven catamarqueña María Soledad Morales, ataca la figura del primer juez que intervino en la causa, el doctor Luis Ventimiglia. ¿Por excederse en sus atribuciones jurídicas? No. ¿Por ineptitud e ineficacia procesal? Tampoco. ¿Por contubernios políticos? Menos. ¿Saben por qué? Porque le había escuchado decir, en el transcurso de un asado en la provincia de Jujuy en casa de comunes amigos y en virtud de algunas “bromas” que otros colegas le hacían por haberse tomado el trabajo de escuchar y abrir una causa frente a un “loco” que sostenía haber presenciado un aterrizaje OVNI en vez de ponerle simplemente de patitas en la calle, el doctor Ventimiglia, decía, simplemente los había mirado serio, muy serio, y respondido: “¿Y si fuese verdad?”.
Yo no sé si Ventimiglia cree en los OVNIs, o no. Lo que sí sé es que la actitud que en cualquier otra circunstancia (una denuncia de cohecho, una infidencia de infiltración terrorista) aún con un alto grado de improbabilidad le habría hecho decir a Majul que estaba frente a un hombre probo que cumplía objetivamente su papel de juez, en este caso le venía como anillo al dedo para poner en entredicho su seriedad –o equilibrio- de cara al impacto mediático fácil.
Ciertamente, quizás no debería ser yo quien encuentre muchos motivos de queja. He participado y conducido infinidad de programas televisivos y radiales y, ciertamente, no sólo creo tener un discreto “manejo de escenario” ante las cámaras sino también siempre he tenido aceptable (dentro de un discreto margen de eventuales matices) espacio para expresar mis ideas… cuando he sido invitado. Pero conozco demasiados casos de honestos investigadores que han quedado históricamente excluidos, a la par de padecer la histeria exhibicionista de ciertos científicos y “científicos” (nótese la sutil diferencia) que, puestos frente al ojo de la TV, no daban tanta lástima por la aún más pobre imagen de los conductores televisivos que les acompañaban, decididos a ganar matrícula de “respetables”.
Así que resumo el espíritu de este trabajo con un desafío: señálenme un ejemplo, un solo ejemplo –especialmente de cara al periodismo argentino- donde un investigador de OVNIs o un parapsicólogo ha tenido la oportunidad de asistir, por ejemplo, a un programa de televisión, de radio o a una columna de periodismo gráfico, para expresar sin limitaciones (de tiempo o de contenido) sus argumentos en pro de la temática que defiende. Un solo ejemplo donde con la excusa que “el tiempo es tirano” (como si algo con la suficiente gravedad pudiese ser expuesto y probado en tres minutos. ¿Lo imaginan a Einstein explicando la Teoría de la Relatividad ante una cámara en un segundo? Seguramente, como diría Sábato, si lo hiciera ya no sería la Teoría de la Relatividad), los gestos del productor en las sombras que pide “más emoción” (más gritos, en realidad), la necesidad de interrumpir el monólogo porque “hay que ir a comerciales” o el recortar párrafos de un artículo porque “el espacio es tirano”, un solo ejemplo, decía, donde se haya podido exponer mediáticamente las abultadas carpetas de lo que nosotros consideramos evidencias. Un solo ejemplo.
El problema se agrava cuando esos mismos medios de prensa, niegan el comentar obras literarias –o electrónicas- sobre estas disciplinas, donde el interesado en profundizar podría remitirse para ampliar su información. Así, existimos un gran número de apasionados que estamos más o menos al tanto de las novedades, y un número infinitamente más grande que no se apasiona porque se le niega la oportunidad de conocer la existencia de esas evidencias. Que sea por poco atractivo periodístico, falta de tiempo o espacio, la queja de la iglesia más cercana o lo que fuere no es excusa suficiente. Porque el periodista medio –en lo que a estos temas respecta- campea por el peor defecto. Comparte la humildad implícita en la ignorancia con la pedantería del que cree tenerlo “todo claro”. Y encima se ofende cuando uno se lo señala.
Así que invertiremos los próximos párrafos en señalar ciertas taras, debilidades y chapuzas de los medios de prensa, reivindicando un derecho básico, de ellos y nosotros (juntos): si van a considerarnos un atado de alucinados, ociosos ignorantes, débiles supersticiosos o explotadores de la credulidad ajena, reivindicamos primero el derecho a exponer libremente nuestras ideas. Ideas que el periodismo del planeta, salvo honrosas (y escasísimas excepciones) hasta ahora nos ha negado. Libremente, es decir, no acotados por el cronómetro o constreñidos a hablar sólo de lo que el moderador desea.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Antes de invitar como necesario “complemento” a un escéptico en cualquiera de estos debates (actitud que no comprendo. Digo, esa excusa habitual que escuchamos de periodistas que nos convocan pero aclaran sobre la presencia de un “refutador” porque “la gente necesita escuchar las dos campanas”. ¿Las dos campanas de qué, si nunca acabamos de tañir la nuestra? ¿Imaginan ustedes al moderador televisivo invitando, cuando visita el estudio un médico especialista en cáncer para hablar de los últimos progresos, a un fundamentalista talibán o a un hechicero tribal para “que la gente escuche las dos campanas”? No, jamás lo harían. ¿Y saben por qué? Porque para este paradigma cultural perimido, el científico es “serio”, y sería una falta de respeto opacarlo con la colorida presencia de los otros señores citados. Pero como un curandero, un ovnílogo, un astrólogo o un parapsicólogo “no lo es”, entonces cabe la posibilidad de hacer una carnicería mediática redituable en “rating”), antes de invitar a un escéptico –decía antes de irme por las ramas- sería bueno que los periodistas nos (se) respondieran estas preguntas:
¿Por qué, mientras, convencidos de que hacer profilaxis mental en la población es una urgencia científica, atacan a grupos religiosos minoritarios, contactados, simples estudiosos del fenómeno OVNI, los escépticos jamás han organizado una confrontación televisiva, publicado artículos desmitificadores o irrumpido polémicamente en las reuniones de los grandes y poderosos grupos religiosos, aún cuando en muchos de ellos medran individuos que ejercen las mismas “funciones” que critican en otros ámbitos, como sanación, profecías, o acuden a los mismos, dudosos métodos de tipo sectario que les escandaliza en cualquier otro contexto, como es el caso específico del Opus Dei?
¿Por qué debemos creer que ello está estrechamente relacionado con que esas monolíticas instituciones tienen probados fundamentos lógicos y científicos en todas y cada una de sus prácticas, y que no se trata, simplemente, de cobardía?
¿Por qué si ellos gastan su tiempo y dinero de sus bolsillos en difundir sus convicciones racionalistas eso es amor al conocimiento y la verdad, y si los ovnílogos y parapsicólogos históricamente hemos gastado más tiempo y más dinero en difundir las nuestras, es fraude y paranoia?
¿Por qué no pueden diferenciar entre el contenido de sus afirmaciones y el continente con que las presentan, evitando caer en lo que critican en sus oponentes intelectuales: fanatismo, estrechez ideológica, soberbia, improvisación, prejuzgamiento?
¿Por qué no aceptar que su conducta hacia nosotros es tan emocional como la nuestra hacia ellos?
Si los periodistas (administradores de la difusión pública) se hubieran planteado estas observaciones con anterioridad, seguramente este artículo nunca habría tenido necesidad de ser escrito. Y mientras hace no mucho tiempo atrás me prometí no caer en polémicas estériles, la escalada de agresividad manifiesta por parte de quienes, en otro orden, invocan permanentemente la necesidad de “objetividad”, “mesura” y “equilibrio en los juicios” hacen necesario mantener viva la llama de la discusión pública, no aquí en cuanto a si Ovnis, fenómenos extrasensoriales, zodíacos varios o mancias diversas tienen alguna validez, sino respecto a preguntarnos si todos estos temas no son más que una excusa intelectual para dirimir otras diferencias, un campo de batalla anecdótico donde lo que se discute es más profundo: la crisis espiritual dominante, la caída de modelos culturales y la angustia del ser ante la Nada.
Un ejemplo paradigmático
Debo a mi amigo el investigador estadounidense Scott Corrales la siguiente noticia, que para una mejor comprensión de mis reflexiones merece ser reproducida íntegramente:
FUENTE: Frankfurter Allemaine Zeitung
FECHA: 26 de abril de 2001
El «Azote de los Ovnis» Brinda Identidad a los No Identificados
por Christian Siedenbeidel
MANNHEIM,- Werner Walter ha estado bajo tensión desde comienzos de febrero. «Se ha desatado una nueva psicosis OVNI en Alemania,» se queja el hombre de 43 años de edad quien ha encabezado la oficina alemana de matriculación OVNI desde hace 10 años. «Cuarenta objetos voladores no identificados en espacio de seis semanas –eso es mas que todos los avistamientos del 1999 y el 2000 juntos».
El Sr. Walter culpa esta marejada de histeria OVNI en la cobertura televisiva de la estación espacial rusa MIR, cuya misión finalizo el mes pasado cuando cayó en el Pacifico. El planeta Venus también reluce con mas brillantez en el cielo nocturno. «Eso casi siempre incrementa la cantidad de avistamientos ovnis,» agrega.
La gente puede comunicarse con la oficina en Mannheim llamando al (0621) 701370, donde se anotan cuidadosamente todos los avistamientos de supuestos platívolos y se hace el intento por buscar explicaciones naturales para dichos eventos. La oficina también ha desarrollado un formulario en colaboración con la universidad de Giessen, y se solicita que los testigos de OVNIS lo rellenen. «¿Ha leído muchos libros sobre OVNIS? ¿Cree en los extraterrestres?» pregunta el formulario.
Estas investigaciones a menudo tienen resultados extraños: la gerente de una tienda en la población de Halle informó en fechas recientes que había detectado un OVNI durante varias noches consecutivas. Hasta llegó a pedir prestada una cámara de video para filmar el objeto. Los expertos en la oficina de registro ovni le echaron un vistazo a la película y vieron que se trataba de Venus a la primera. La sencillez de la explicación fue motivo de risa para la gerente, y devolvió la cámara prestada.
El Sr. Walter explica que los informes sobre OVNIs aparecen en «oleadas». A principios de los años ’90 –dice– sintió la tentación de descolgar el teléfono los fines de semana. Fue entonces que muchas discotecas comenzaron a hacer uso de enormes reflectores como medio publicitario, a tal grado que la policía llegó a llamarlo en una ocasión, alegando haber perseguido un OVNI en su carro patrulla.
No obstante, algunos casos permanecen en el misterio, aun para la oficina. Por ejemplo, una mujer en el pueblo de Konstanz dijo haber visto un objeto cilíndrico de varios cientos de metros de largo directamente sobre la plaza publica del pueblo a la luz del día. Otra persona en Hamburgo llegó a observar un platívolo «clásico» con diámetro de 30 metros (99 pies). Ninguna de las pesquisas con autoridades de la aviación civil y llamadas a las agencias noticiosas produjeron resultados satisfactorios.
Por otro lado, la oficina pudo resolver el misterio de la «formación OVNI de Greifswald». En agosto de 1990, varios cientos de testigos en la costa del mar Baltico dijeron haber visto varios haces de luz viajando en formación por un espacio de 10 a 15 minutos. Después de que el fenómeno fue dado a conocer en un programa de televisión, se recibieron llamadas telefónicas de los espectadores locales que insistían que todos los testigos eran alemanes del oeste que habían venido a visitar las costas de la antigua Alemania Oriental después de la caída del Muro de Berlín. Los lugareños sabían que los testigos solo habían visto las luces de señalización empleadas durante una de las ultimas maniobras realizadas por el Pacto de Varsovia. Las luces estaban suspendidas por paracaídas y servían como blancos para los proyectiles antiaéreos infrarrojos.
Según el Sr. Walter, los primeros OVNIs fueron vistos por un piloto estadounidense en 1947. El piloto manifestó haber visto nueve objetos con forma de hoz que resplandecían en la luz del sol y que volaban tan rápido como cualquier avión. Se cree ahora que el piloto sólo llegó a ver los prototipos del interceptor F-84, que integraba un nuevo diseño de ala en flecha.
Uno de los fenómenos descritos con mayor frecuencia en el mundo ovni lo es el mito de Roswell. Roswell era una base militar secreta en el desierto de Nuevo Mexico en donde el gobierno de los EUA supuestamente reparó un plativolo que se había estrellado en dicho lugar en 1947. El Sr. Walter insiste que el objeto era, en efecto, un globo estratosférico de 100 metros en diámetro.
El gobierno estadounidense –explica– no negó el rumor OVNI adrede para no poner en jaque sus proyectos. Hasta el día de hoy, hordas de creyentes en los OVNI hacen peregrinajes hasta el desierto. De igual manera, los entusiastas OVNI en Inglaterra visitan los misteriosos círculos que aparecen en los campos de trigo cada año. El Sr. Walter cree que estos diseños son artísticos. «La gente pinta toda Nueva York con graffiti, así que en Inglaterra les da por pisotear el trigo. Mientras más grandes les queden los círculos, mejor».
El Sr. Walter dice que su trabajo le ha convertido en un escéptico de los OVNIs después de haber sido creyente. Aunque imagina que si existe vida alienígena en alguna parte –algo como «un lodo verde en alguna parte del cosmos»– se le hace difícil pensar que existan platillos voladores que contengan seres capaces de filosofar sobre si mismos y que hayan visitado la Tierra.
«Marte es un mundo muerto. Y nos tomaría millones de años llegar a la galaxia mas cercana». Extiende su escepticismo a los «gurúes» de la ufología quienes han logrado lucrarse con sus libros, individuos como Erich Von Daniken, Johannes von Buttlar y Michael Hessemann. Lo mismo va para las cadenas televisivas alemanas como RTL y SAT 1, que han descubierto que el tema está muy de moda y aumenta los «ratings», y que además han dedicado programas al Sr. Walter.
Se está construyendo un «parque de diversiones extraterrestre» en el Berner Oberland de Suiza, una verdadera «Disneylandia para los ufólogos», según la descripción que ofrece Walter. Y en Frankfurt, 2.000 autoproclamados ufólogos se dieron cita para el congreso OVNI mas grande celebrado hasta ahora.
Hasta los niños parecen preferir jugar a los extraterrestres que a los vaqueros. «Recibí una llamada telefónica de unos chicos en el norte de Alemania que hacían uso de un teléfono móvil. Estaban jugando a «Expedientes X» y querían informarme a mi, antes que al FBI, de que los alienígenas habían aterrizado. Querían que me subiese a un helicóptero y volar hasta donde estaban enseguida», declara Walter.
Me he tomado el trabajo (y he ocupado el tiempo de ustedes) en reproducir íntegro este artículo traducido por el mismo Scott, ya que creo que es ejemplificador respecto del “síndrome de escepticismo” que parece estar, lenta pero serenamente, ganando ciertos espacios de poder. Y sin querer parecer demasiado conspiranoico, entiendo que ese espacio no ha sido lícitamente ganado (lo que sería justo en una contienda de iguales) sino apelando a formas subrepticias de manipulación ideológica de la opinión pública y con el concurso de oscuros intereses. Y por ello centraremos aquí nuestra atención.
El bucólico señor Walter, seguramente con gesto cansino y hastiado, ha ido desgranando frente al cronista un discurso mefistofélico. Se presenta, a título de etérea garantía de honestidad intelectual, como un “ex creyente” que se ha vuelto escéptico, seguramente desilusionado por las sandeces privilegiadas que tuvo que observar desde su escritorio gubernamental. Así, sutilmente, juega con las palabras: pregunta a los testigos si “han leído libros de OVNIs” o “creen en extraterrestres”, perverso juego –muy habitual en todas las latitudes– que consiste en descalificar un testigo potencial en razón de sus creencias previas. En consecuencia, sólo los escépticos racionalistas tienen derecho a ver un OVNI.
Abusando de la honestidad del público que –aunque no sea muy científico, es mucho más honesto– cree que no tiene por qué desconfiar. A priori del prójimo, recorre por quincuagésima vez a la explicación de un planeta Venus que cierta señora tal vez jamás había visto en toda su vida anterior para “demostrar” lo endeble de las visualizaciones de no identificados, y desde Mannhein, seguramente el ombligo del Universo desde donde el inefable Walter tiene una perspectiva omnipresente del mundo, se llega a explicar el enigma de Roswell no como globos-sonda ni Mogul, sino como un nuevo y hasta ahora desconocido –hasta por los otros escépticos– globo de cien metros de diámetro, los “agrogramas” o círculos en los campos de cereal como “manifestaciones artísticas” (supongo que la Bauhaus de enteléquicos personajes entrevistos por don Walter en sus divagaciones) y extiende sus apreciaciones a la economía de mercado (habla de los “lucrativos resultados” de escribir libros sobre el tema; es evidente que él nunca lo hizo) y la exobiología, ya que desde su modesta oficina él sabe no sólo que Marte “es un planeta muerto” sino que “apenas un lodo verde” se extiende por la Galaxia” como máxima manifestación de vida.
No muy afecto al trabajo que le pagan los contribuyentes (él mismo admite haber estado tentado de “desconectar el teléfono” cuando han arreciado los informes, algo que provocaría náuseas a cualquier investigador de cuño cuya razón de ser y emoción existe precisamente cuando fluyen más casos que investigar) lo imagino con gesto displicente despidiendo al cronista sorprendido que su tarea sea del interés de alguien. Repitiendo perimidos conceptos (“Los niños inventan bromas todo el tiempo” ergo, “los niños son poco fiables”), ignorando profundizar en los casos que no pudo explicar, sutilmente despectivo (quien acepta la realidad de los OVNIs es un “creyente” –¿cuánto demorarán en tildarnos de “secta”?– y, si se agrupan varios, una “horda”) a Werner Walter lo sospecho de estar cumpliendo a pie juntillas un papel bien elaborado. ¿Cuál? El de desentendido, quien se lamenta del tiempo y dinero gastado en una “tontería”, más interesado en permanecer sentado al teléfono desmintiendo versiones “antojadizas” para llevar tranquilidad a la población que en investigar en el terreno. Pero, como solemos decir en mi país, “la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer”. Porque estas operaciones periodísticas de desalentamiento (por proponer un neologismo) no existirían si, obviamente, no hubiera un periodista de por medio. Un (una) periodista que en demasiadas ocasiones se considera un tipo esclarecido, informado, de mentalidad abierta, y en tantas demasiadas ocasiones no sólo peca por superficialidad en la recabación de información sino –lo que es peor– de frivolidad analítica. Muchos periodistas –no todos, por suerte– parecen particularmente sagaces (yo diría, casi exageran la pose de “perspicaces”) frente a políticos cuestionados en sus funciones administrativas, pero, quizás inconscientes de las proyecciones que la sola admisión de incursiones extraterrestres en nuestro mundo podría tener cuando son tal vez esos mismos políticos los que desacreditan las apariciones OVNI. Lo digo una vez más: para poder avanzar en la investigación del fenómeno OVNI, debemos superar una valla cultural. No podremos presentar pruebas de nada, mientras el consenso de los que deciden no nos deje el espacio suficiente para trabajar cómodamente en su presentación.
Creo que la sociedad pasiva, receptora de información periodística, está –a grandes rasgos– idiotizada. Que en éste, como en muchos otros temas, sólo percibe lo que se le manipula desde las sombras, sutilmente, en programas de condicionamiento de largo aliento. ¿Cómo explicar, por ejemplo –y cito un caso local a título ilustrativo– que mientras la “Comisión Condon difundiera en 1969 sus “conclusiones” descalificativas de la validez científica de los OVNIs, durante la “oleada” americana de 1978 la USAF transmitiera a todas las agencias noticiosas del mundo exactamente el mismo texto como resultado de “recientes investigaciones propias” (sin referencia alguna al trabajo de nueve años antes) y nadie, ni siquiera uno de los innumerables medios periodísticos de todo el mundo que lo reprodujeron se diera cuenta de nada?
O tal vez algo peor. Sí se dieron cuenta. Pero participaban de ello.
Un “lavado de cerebro”
En una sociedad donde la “información es poder”, es obvio que los medios de comunicación son ciertamente los más eficaces modeladores del pensamiento colectivo. A veces me resultaría cómico –si no fuera en verdad trágico– escuchar a la gente hablar de sus ”Libres elecciones”, de la “concientización” y la “clarificación del pensamiento del pueblo” si no fuera tan delgada la línea que separa tan nobles intenciones de una forma dictatorial de condicionamiento de las masas. Sin duda más de un periodista que cree en la transparencia de su profesión se sentirá incómodo antes estas palabras, y es lógico que lo esté; pero ese mismo periodista no podrá negar que no existe en última instancia una verdadera libertad de prensa: todos sus representantes están esclavizados a su puesto laboral, a la ideología que representan (impuesta o meditada, es otro cantar), al subsidio político, el “sponsoreo” y su matriz cultural.
Así que mientras muchos periodistas creen gozar de esa “libertad” como las ratas que en el laberinto del laboratorio creen que eligen libremente por qué camino tomar, otros saben que responden a ciertos intereses. Y si esos intereses ganan algún beneficio con el descrédito de los OVNIs y la parapsicología, lo sepan o no, serán instrumento de ello, y a su servicio pondrán todas las formas de sutiles e intangibles “lavados de cerebro” que los medios periodísticos puedan hacer sobre las masas. El argumento de independencia ideológica que se repiten como un sonsonete la mayor parte de los periodistas, es algo aprendido en el oficio o la universidad no por caminos empíricos sino como una forma de reforzar su autoestima, fortalecer el “esprit de corps” de la corporación y, “last but not least” el no haberse dado de narices las suficientes veces contra la realidad.
Y a consecuencia de esto, las ideas que la masa en conjunto o el individuo en particular tienen, salvo que se trate de estamentos poco significativos, es más producto de la manipulación que de los procesos sociales de su génesis que pueden hacer ciertas clases de periodismo. Citando al lingüista Noam Chomsky:
“Es un totalitarismo invisible” lo que llamo un “totalitarismo democrático”. Los ejemplos que doy indican que los responsables de la política norteamericana usan eficientemente los medios de comunicación. En otras palabras, cuando deciden intervenir en el extranjero, primero aprovechan la magia irresistible de los mismos para preparar la opinión pública. Antes que nada, los dirigentes norteamericanos presentan al público como «demonios» los objetivos que quieren atacar, como Saddam, Noriega, grupos islámicos, los sandinistas, etc. Para ello usan eficientemente distintos métodos de propaganda o técnicas psicológicas. En consecuencia, el público aplaude la invasión de un país extranjero por los soldados norteamericanos y da su consentimiento a las políticas formuladas por las distintas administraciones, aunque en realidad ese consentimiento lo establecen los aparatos políticos. Por esta razón yo defino este sofisticado mecanismo totalitario como «elaboración del consentimiento».
“Uno de los más formidables ejemplos de este método tuvo lugar durante el período gubernamental de Woodrow Wilson. Este ejemplo, considerado como «la primer operación de propaganda moderna de un gobierno», se lo puede esbozar como un plan para convencer al pueblo que dé el consentimiento para que el país marche a la guerra en la primera conflagración mundial. Durante los primeros años de la misma la mayoría de los norteamericanos estaban determinados a no participar. Sin embargo, a los centros de poder, que tenían una profunda influencia sobre el gobierno, les interesaba que se interviniese en el conflicto armado. Por lo tanto se formó una comisión, llamada Creel Comission, que se hizo cargo de la propaganda por cuenta del gobierno. La Creel Comission logró transformar en sólo seis meses a ese pueblo pasivo en otro de características histéricas con una fuerte voluntad por destruir a la nación alemana, ir a la guerra y salvar al mundo. Como producto de ese programa Norteamérica fue a la guerra.”
“Un teórico prominente de esta técnica totalitaria es Walter Lippmann, uno de los más conocidos columnistas norteamericanos. Es uno de los fundadores del Consejo de Relaciones Exteriores, importante institución extraoficial ocupada de la política exterior de los EE.UU. Este señor se esforzó al máximo por desarrollar los mejores sistemas de control de las sociedades a través de las élites y sin que nada se le interponga en la tarea. Es por eso que considero a Lippmann «el arquitecto de la teoría de la ‘elaboración del consentimiento’ para conseguir que el pueblo apruebe incluso decisiones no deseadas bajo la influencia de nuevas técnicas de propaganda». Lippmann argumenta que el gobierno de un estado debería ser manejado solamente por «un grupo especial de gente inteligente que sea capaz de asumir la responsabilidad, en tanto que la masa poblacional debería ser mantenida totalmente al margen de los mecanismos de decisión». De acuerdo con Lippmann, la gente no es más que «un rebaño estúpido» y no debe participar del proceso de administración (gubernamental) sino que tiene que permanecer como obediente seguidora de las decisiones.”
“Sin duda, esta situación señala una realidad acerca de las actuales democracias representadas por los EE.UU. y los países occidentales: en estos países la «soberanía» no está en manos de sus respectivos pueblos sino capturada, evidentemente, por el poder que controla el proceso de las ideas a nivel masivo. “
“En este contexto, los medios de comunicación son usados como una de las herramientas más importantes para controlar el proceso de pensamiento. Por supuesto, no se puede poner bajo esta categoría a todos los medios de comunicación. No obstante, «los gigantes de entre los medios de comunicación», presentes en casi todos los países del mundo hoy día, caen en esa categoría de «herramientas controladoras». A esto se debe que en algunos casos, a pesar de la supuesta abierta oposición a los gobiernos, los medios de comunicación tienen íntimas relaciones con los poderes que están a cargo de los «gobiernos».
Es el momento entonces de pensar seriamente acerca de lo que los medios de comunicación imponen sobre la gente. Si éstos, como dice Chomsky, se usan como «un mecanismo de control del pensamiento», la respuesta a la pregunta de cuáles son los métodos de los que se valen para controlar nuestras formas de pensar, pasa a constituirse en algo muy importante.
Chomsky habla extensamente acerca de métodos de lavado de cerebros usados por los medios de comunicación en materia política. De todos modos, el «control sobre las ideas» no se limita solamente a cuestiones políticas puesto que los centros de poder que mantienen la supremacía del mundo occidental no representan solamente al sistema político sino también a los distintos puntos de vista que apoyan y sostienen al anterior. El poder que hoy día está establecido en muchos países del Tercer Mundo –y del Primero también– con una perspectiva religiosa fundamentalista, es el que abolió el verdadero disenso espiritual y cultural. Y ese poder puede seguir manteniéndose solamente si la sociedad continúa aceptando de manera generalizada los puntos de vista fanáticos del fundamentalismo, tanto de la Iglesia como de la Ciencia. La aceptación de los puntos de vista alternativos y el ver a éstos como lo que para muchos es una fuente legítima de conocimiento, es totalmente inaceptable para el sistema establecido.
Por ende, es inevitable que los medios de comunicación sean usados en contra de los OVNIs y la parapsicología como la herramienta más eficiente para el control de los procesos de pensamiento en las sociedades occidentales.
Y si ustedes se peguntan “por qué” o “para qué”, entonces quizás sea hora de que empiecen, sin falsos prejuicios culturales, a profundizar en estos temas.
http://WWW.LEYCOSMICA.ORG
Quiero felicitar al autor de este blog, siempre es bueno saber que existen personas con ganas de difundir estas enseñanzas. Espero que visites nuestra comunidad en LeyCosmica.org y compartas tus conocimientos de viajes astrales, nueva era y OVNI en nuestros foros y blogs, espero que nos veamos en el chat.
Un saludo a todos.
Mencionaste a Paco Padrón Hernández. A quien conocí muy bien y tengo su correspondencia y el
libro «Luces de Medianoche» dedicado. Lo que dices en el artículo – que él dijo – pudo haber sido al principio. Pero luego…parece abonar la hipótesis de intereses religiosos. El los vió y estuvo en un Plato volador y más…..
Yo sospecho como vos, que hay otros intereses
no precisamente religiosos, lamentablemente.