Comienzo este trabajo haciendo un acto de contricción y confesión, al aceptar que no he sido demasiado original al elegir su título. De hecho, lo tomé en parte prestado de “La religión entre la parapsicología y los OVNIs”, del investigador Salvador Freixedo. En mi descargo, sólo puedo decir que parafraseado contextualiza claramente el espíritu de la letra.
Y que, por otra parte, insiste en la necesidad de replantearnos las casuísticas que ovnílogos y parapsicólogos estudian con igual ahínco.
Fue el mismo Freixedo quien en uno de sus libros escribió sobre sus sospechas de que los fenómenos parapsicológicos y las apariciones de OVNIs no consistían en dos campos ajenos entre sí (como le gustaría creer a la mayoría de los estudiosos de OVNIs que argumentan científicamente cada tres renglones, prefieren ser llamados ufólogos en lugar de ovnílogos y sienten alergia de ser metidos en una misma bolsa con ocultistas y videntes) sino que en realidad se trata de la misma fuente inteligente, la causa primera que se manifiesta, ora como fenómenos parapsicológicos, ora como presuntas visitas extraterrestres.
Jacques Vallée, entre otros, vuelve sobre este mismo punto, y una lectura superficial de sus escritos puede llevar a la equivocada idea de que el afamado investigador y astrónomo concluye que los OVNIs son fenómenos parapsicológicos, como ideoplastias (materialización de imágenes mentales, lo que en el budismo tibetano se conoce como tulpas) o ectocoloplasmías (formaciones definidas de ectoplasma, esto es, una sustancia material pero extremadamente sutil exudada por los orificios naturales del cuerpo de algunos sensitivos a instancia de trances mediúmnicos). Sin embargo, una lectura más atenta nos propone otra hipótesis, la que humildemente comparto.
Vamos a dedicar entonces algunas líneas para esbozar con cierta claridad una propuesta teórica, teoría sobre la cual concurrirán evidencias como las fotografías que acompañan este texto. Y quede sentado que lo he escrito para un público lector aficionado a los OVNIs como para uno que lo es por lo paranormal, ya que precisamente busco tender un hilo conductor entre los dos ámbitos.
No deja de resultar un tanto tragicómico observar, en el mundillo ovnilógico, cómo muchos investigadores que se autotitulan serios sufren extrañas erupciones cutáneas cuando uno menciona la palabra “esotérico”. Así, uno presencia un desfile de analistas que exhibiendo gráficos computadorizados, muestreos de laboratorio, estadísticas, testeos psicológicos y rastreos espectrográficos, terminan sabiendo tan poco a ciencia cierta qué son, quiénes son y para qué están aquí los OVNIs y sus tripulantes. Sus teorías, no por académicas, dejan de ser meras teorías, no distintas de la especulación gratuita de cualquier lector bien ilustrado. Ciertamente, no quiero parecer medieval negando la validez de las herramientas científicas; sólo señalar que de poco sirven si están al servicio de una mentalidad clasista, conservadora o poco creativa. Donde llego a que las mismas herramientas, las mismas metodologías, si se aplicaran a un criterio de espectro más amplio, tal vez nos reservarían fantásticas posibilidades. Oh, sí, los ovnílogos serios y científicos enarbolan sus descubrimientos (ley horaria, oleadas y “flaps”, índice de extrañeza, etc., etc.,) que al poco tiempo quedarán completamente desvirtuados ante nuevos casos, nuevos hechos (los únicos que cuentan) para los cuales habrá que descubrir nuevas constantes, y así a la eternidad. Recuérdese, por ejemplo, lo que ocurrió con el “ciclo bienal” que relacionaba las intensas apariciones de OVNIs con las aproximaciones Tierra-Marte, y tendremos un buen ejemplo de lo que quiero decir. No es aventurado, entonces, creer que el fenómeno OVNI parece empeñado en desvirtuar toda conclusión apenas se arriba a esta.
Por otra parte, el descrédito entre ovnílogos serios (que tal vez no lo sean tanto, sino simplemente solemnes, acartonados) de lo “esotérico” y “espiritual” sólo puede responder a la virtual ignorancia sobre las verdaderas connotaciones de estas palabras y el alcance de estos campos. En su defensa, ciertamente podría decirse que el pulular de sectas y gurúes psicóticos le hace flaco favor a estas disciplinas pero, a fin de cuentas, los delirantes mesiánicos metidos a estudiosos de OVNIs también envician la pública opinión sobre el tema y sin duda serían esos mismos ovnílogos acreditados quienes pondrían el grito en el cielo de ser confundidos con los últimos.
Personalmente, creo que más allá del desconocimiento radica una cuestión cultural, de paradigmas culturales. Hoy, en los tiempos que corren, a los ojos de la gente el non plus ultra, el pináculo de la verdad estaría detentado por los científicos. Así, que un señor con abundantes títulos aparezca en televisión sosteniendo cualquier argumento, hace que tendamos a creer que es cierto sólo porque ese científico así lo afirmó. Un criterio de autoridad enrostrado a un viejo sabio cuyas razones y argumentos desconocemos. En ciertos sectores y veinte años atrás, una afirmación sería posiblemente cierta para la gente común si lo decían los militares. Y cincuenta años atrás, si lo decía un diputado o senador. Hace cuatro siglos, la verdad estaba en manos de la Iglesia… Cada época tiene un referente de autoridad, de conocimiento, automáticamente perimido ante el advenimiento de la generación siguiente, y a veces me pregunto cuál será el paradigma aceptado por nuestros descendientes de los próximos cinco o seis siglos. ¿Por qué no los poetas?.
De resultas de lo cual, sin querer parecer sarcástico, sostengo que muchos ufólogos de salón se cubren de ropajes cientificistas para ser socialmente aceptados, más digeribles. Pero, ya se sabe, aunque la mona se vista de seda, no sólo en mona se queda, sino que además resulta francamente ridícula.
Por consiguiente, quiero recordar a Louis Pawels cuando escribía clamando que algún gobierno, alguna universidad, destinara sólo unos pocos cerebros y apenas unas cuantas decenas de miles de dólares a la apasionante revisión de manuscritos de alquimia, grimorios ocultistas, papiros y pergaminos mágicos, en el convencimiento de que en ellos se cifraba, tal vez camuflado bajo el peso de los siglos e innúmeras y falibles traducciones, un conocimiento, un saber realmente científico (en el sentido etimológico de la palabra) y una filosofía trascendental que abriría las puertas a una nueva percepción de la Realidad. Y tal vez esto es lo que estamos necesitando desesperadamente en ovnilogía para producir un salto cuántico en la comprensión del fenómeno.
No es éste el lugar para abundar sobre lo que creo debe entenderse como ocultismo. Sólo señalar que si al invocar esta palabra el lector piensa espontáneamente en brujas de voz cascada revolviendo calderos en una época oscurantista poblada de analfabetos y crédulos, eso sólo evidencia su completa ignorancia de lo que bajo este término subyace, en cuyo caso meramente me resta sugerirle profundizar su estudio, recordándole que no es virtuoso opinar y juzgar un tema que se desconoce.
Pero volviendo a Freixedo, Vallée y otros especialistas de igual cuño, es interesante señalar que si bien los mismos no descartan que algunos de los extraños aparatos que nos visitan sí sean de procedencia específicamente extraterrestre, para una gran masa de testimonios debía buscarse otra explicación. Vallée hablaba de “inteligencias que pertenecen a un orden de Realidad Superior, más trascendente que el nuestro”. Buena definición si usted sabe de qué estamos hablando, pero que para cualquier otro resulta un tanto críptica. Freixedo era más directo: visitantes de dimensiones paralelas.
Precisamente por el paradigma cultural a que hiciera referencia antes, tenemos una especial predilección, en esta época de conquistas espaciales, por suponer que otros se nos han adelantado y estamos recibiendo sus embajadas cósmicas; más aún, uno no puede dejar de experimentar cierta tierna decepción cuando se cuestiona si realmente todos ellos vienen de otros planetas. Así que, sin descartar un rinconcito de nuestro corazón para la hipótesis extraterrestre, debemos colegir que la teoría de las dimensiones paralelas explica satisfactoriamente muchos aspectos irritantes del fenómeno OVNI, como por ejemplo:
– La masividad de sus apariciones. Contabilizando encuentros de primer, segundo, tercer y cuarto tipo, abducciones, OVNIs visibles e invisibles (de éstos volveré a hablar más adelante) son cuanto menos decenas de presencias diarias a través de las décadas. Millones y millones de seres humanos que creen saberse secuestrados plantean tres difíciles opciones: o la humanidad está rematada y definitivamente loca (no en un sentido moral, donde podemos discutirlo, sino en un sentido psicopatológico, y ello me parece cuanto menos una afirmación inverificable, gratuitamente superficial e irrespetuosa para quienes protagonizaron esas extrañas historias), o la Tierra se encuentra en la banquina de una congestionadísima superautopista interestelar, o vienen tan seguido porque sólo están “aquí al lado”: en una dimensión o mundo paralelo.
– Lo absurdo de su conducta. Desde lo ridículo de mensajes verazmente obtenidos de encuentros confiables (recuerdo un encuentro cercano de segundo tipo ocurrido en los años ’60 en nuestra provincia de La Pampa, donde un OVNI, observado por vecinos creíbles, con rastros de quemazón en pastizales, proveniente de fuentes artificiales, huellas de aterrizaje inexplicables sin medios mecánicos y rastros de radioactividad, es decir, un caso casi perfecto, de ese OVNI, decía, cayó un papel, una simple hoja de cuaderno escolar donde con una letra deplorable decía (en referencia al testigo más próximo a la experiencia): “Usté (sic) conoserá (sic) el mundo. Firmado: P. Volador”. No, no es un chiste; los testigos pasaron con bien todos los interrogatorios y las evidencias obtenidas en el terreno dejaron a los estudiosos pensativos un tiempo. Pero en nuestro paradigma, un mensaje tan infantil resulta irritante, al punto de desvirtuar todo el caso por su presencia.
Desde lo ridículo –decía– de sus mensajes, hasta lo absurdo del comportamiento global del fenómeno. Hay una tecnología evidente, un conocimiento superior, pero una conducta errática, confusa, que parece no responder a las leyes de la lógica que conocemos. Ahora bien: una lógica mental es el producto, la consecuencia de la evolución en un mundo material de leyes inamovibles, de una especie en busca de su supervivencia. Esto es lo mismo que decir que en todo el universo que conocemos, regido por las mismas leyes físicas –eso es sabido– una inteligencia, una lógica, producto también de una evolución, debe razonar –y proceder– con cierta similitud, salvando distancias de forma, respecto de nosotros. Pero un universo paralelo quizás tenga leyes físicas muy distintas, dentro de las cuales una especie evolucionaría, entonces, con leyes lógicas muy distintas, y esto último es lo que aparecería ante nosotros como un absurdo. Una lógica dentro de la ilógica, más cercana a los “koan” zen que a nuestros filósofos escolásticos.
El puente con lo parapsicológico se establece no sólo por la profusión de fenomenología paranormal, extrasensorial o telekinética que suelen ser epifenómenos de la casuística OVNI, sino porque así como la absurdidad de la conducta de los OVNIs, sus tripulantes o la inteligencia –sea de la clase que fuere– que se mueve detrás de ellos viola las leyes de la lógica formal, el comportamiento de sus “vectores” –a veces no sé si llamarlos “aparatos”– viola las leyes de la aerodinámica, así las manifestaciones paranormales violan las leyes físicas tal como las conocemos (como las del efecto “de campo”, el segundo principio de la termodinámica, la ley de impenetrabilidad de la materia, el principio de incertidumbre, etc.). Esto ha llevado a algunos autores a suponer que quizás –sólo quizás– lo ovnilógico y lo parapsicológico no constituyen dos terrenos distintos, dos masas de fenómenos con distintos orígenes, componentes y naturalezas, sino dos caras de la misma moneda, un mismo fenómeno original que, ora se manifiesta como apariciones OVNI, ora como fenómenos parapsicológicos protagonizados por seres humanos.
Para poder digerir esta teoría necesitamos trascender el dualismo “nosotros acá-el mundo allá afuera”, la aparente independencia entre el observador y lo observado, la falsa percepción de que mi piel es una barrera entre el ego y todo lo demás. Siendo la materia “energía organizada” (y la energía, “materia desorganizada”) mi materialidad, concreta, tangible y tan aparentemente “real” no tiene, con el universo vibratorio que lo rodea a escala de lo cósmico, otra diferencia que niveles de vibración, grados ascendentes o descendentes de densidad. Lo que recibimos, lo que entregamos, lo que percibimos, lo que hacemos, no es más que transferencia de información. Pero nuestras anteojeras culturales nos impiden comprender esta cosmovisión, porque estamos condicionados, pre-programados por un paradigma desde el nacimiento, ya que no percibimos las cosas como son objetivamente, sino deformadas por el cristal de nuestros prejuicios y condicionamientos.
Esto es particularmente evidente si analizamos la posibilidad de que nuestra mente tenga otra génesis que no sea simplemente la actividad de nuestro cerebro; en efecto, tendemos a pensar en la psiquis como una función cerebral, algo análogo a lo que el movimiento del automóvil es respecto de la puesta en marcha del motor. Si el cerebro funciona, hay mente, caso contrario, la mente desaparece; así de sencilla nos parece la cosa. El problema es que un examen más cercano nos ofrece otra perspectiva. Dejando de lado a los efectos de este trabajo el apasionante terreno de la investigación sobre la vida después de la muerte, uno puede preguntarse si la mente es producto del cerebro cuando observa que un área de la corteza cerebral, supuestamente única responsable de una determinada función (la del habla o de la memoria, por ejemplo) al ser retirada y provocar la pérdida de esa función, puede ser años después reemplazada por otra reeducada para esa tarea. La disociación de la personalidad que ocurre cuando se corta quirúrgicamente el parénquima cerebral (la membrana que separa los dos hemisferios) desaparece al tiempo aun cuando esa división permanece. Dicho de otra forma: si una específica capacidad psíquica fuera sólo producto de una parte del cerebro, al extraerse la misma la capacidad desaparecería definitivamente, y no podría ser reemplazada, como de hecho ocurre, por otra que al tiempo asumiera sus funciones. Todo esto tiende a señalar que la mente es más que el cerebro, que el todo es más que la suma de las partes. Seguramente buena parte de nuestra psiquis depende del cerebro, seguramente también, buena parte no. Tal vez sea producto de una interacción holística de todo el organismo. O tal vez algo más… Miro con particular simpatía la hipótesis que dice que lo que llamamos mente personal no es más que un destello perecedero y limitado de una Mente Universal, un Inconciente Colectivo, un banco de datos y memoria cósmica, un plano psíquico omnipresente. Registros Akhásicos, le llaman los hindúes. En ese contexto, el cerebro sería solamente un transductor, un sintonizador de ese plano.
Déjenme jugar con este ejemplo que me fascina. Si a un nativo bantú lo traemos de visita a nuestra ciudad y entre otras maravillas tecnológicas le mostramos una radio a transistores, su avispada inteligencia le llevará a creer que la radio produce las palabras y la música que escucha. El deducirá que si los sonidos comienzan cuando enchufamos el aparato y bajamos un botoncito, pues es la máquina quien los produce. Difícil será que entienda su simple naturaleza receptora, ya que los conceptos de ondas electromagnéticas, emisión de AM/FM y otras sutilezas le serán costosamente aprensibles. ¿Que hay cosas invisibles en el aire que “llevan” la música?. Nos mirará con desconfianza y seguramente sospechará que tal vez querramos hacerle víctima de una broma, a él, el nativo más informado de su aldea. ¿No es más lógico decir que ese aparatito cuyo interior desconoce pero cuyo funcionamiento es evidente “hace” el sonido, en lugar de creer en algo invisible que está en todos lados y que la maravillosa radio sólo detecta?.
Ese bantú no está peor que nuestros neurólogos y psicólogos conductistas que buscan desesperadamente complejos argumentos para explicarnos que el cerebro produce la mente. Y pregunto, ¿qué tal si el cerebro fuese análogo a la radio, que no produjera pensamientos sino solamente sintonizara esos registros akhásicos, interpretándolos en forma de creaciones mentales personales?.
La sensación de que mis pensamientos son míos sería sólo una ilusión creada por el ego, la racionalización autocomplaciente para reforzar nuestra identidad. Mayor o menor intelecto –estoy tentado de escribir “mayor o menor espiritualidad”– sería sintonizar con niveles más o menos elevados, como el dial corre de extremo a extremo en nuestro radiorreceptor. “Casualidades” tan increíbles como que dos inventos sean presentados con pocas horas de diferencia en dos partes alejadas del globo –ustedes sabrán que eso ocurrió, precisamente, con el teléfono– podría entenderse como una información que baja simultáneamente sobre dos o más personas. Períodos de iluminación mística o sapiencias extrañas que abruman nuestra vida en un momento determinado para luego desaparecer serían sintonizaciones espontáneas y circunstanciales con ciertos niveles de esos planos. Psicografías artísticas (musicales y plásticas) como las de Rosemarie Brown o las de Luiz Gasparetto no se tratarían de “posesiones” o incorporaciones mediúmnicas sino de repeticiones atemporales –en el ayer histórico con Beethoven o Liszt, con Gauguin o Cézanne, en el hoy histórico con alguien que sin conocimientos artísticos más que mediocres reproduce en un arrebato el estilo de aquellos grandes– de las mismas pulsiones provenientes de ese ámbito astral, espiritual o lo que fuere.
Así que no será difícil aceptar que esa misma fuente emisora puede producir fenómenos X que sintonizamos en nuestra realidad como “apariciones OVNI” o, por caso, “poltergeist”. La misma mutabilidad del fenómeno OVNI apareciendo “à la mode” –en los ’50, tripulantes con cascos de cuero, capas, guantes y botas a lo Flash Gordon; en los ’60, trajes plateados, naves con escalerillas y escotillas circulares; en los ’80, túnicas, auras brillantes, mensajes redentores y una onda de “paz y amor”– habla, más que de una evolución esteticista de los ET, de una interpretación subjetivizada por los paradigmas culturales de una época, de un mismo estímulo inteligente exterior.
Y aquí llegamos a una de las patas de la mesa que intentamos presentar. Dentro de la fenomenología parapsicológica, existe una sucesión de casos que ponen en evidencia la posibilidad de explicar desde las así llamadas “fotografías espirituales” (registros fotográficos donde aparentemente aparecen “fantasmas” o “espíritus”) hasta las de “ovnis invisibles”. Invisibles al ojo humano, pues sistemáticamente se hacen presentes al revelar todo tipo de fotografías. Pero para una mejor comprensión de cómo se establece la relación entre estos ítemes, describiré, para el no conocedor, algunos de los fenómenos parapsicológicos –cuya existencia, por lo demás, está demostrada experimentalmente– que interactuarían para explicarlas.
Hablemos primero de la clarividencia. Esta se define como “la percepción de información sobre la que no se tiene acceso sensorial en el tiempo presente”. Dicho de otro modo, si yo espontáneamente “sé” lo que hay en el interior de un cajón sin mirar dentro primero, o agitarlo para deducir por el ruido qué contiene, o palparlo, todo lo cual sería recibir información sensorialmente (vista, oído o tacto), si yo simplemente tengo un “pantallazo” mental de lo que hay en el interior, y ese pantallazo se corresponde con la realidad del contenido que hay ahora en el cajón, habré protagonizado un episodio de clarividencia.
Esto se asemejaría a lo que erróneamente la gente suele llamar “videncia”, aunque “videntes” somos todos, excepto los ciegos, salvo que seamos “bidentes” a causa de haber perdido la mayor parte de nuestra dentadura.
Cuando la clarividencia se proyecta hacia delante en el tiempo, es decir, cuando por ejemplo sabemos qué habrá en el cajón la semana que viene, la llamamos precognición o premonición, y si se retrotrae al pasado, cuando sabemos qué hubo en el cajón el mes anterior, es llamada retrocognición o postcognición.
Otros de los elementos definidos en parapsicología es el de psicokinesis. Erróneamente también, suele empleársele como sinónimo de telekinesis. Mientras que la “telekinesis” es el “movimiento de objetos inanimados mediante la acción de la mente” (una lapicera se desplaza sobre el escritorio sin que intervengan fuerzas físicas) la “psicokinesis” se define como “la interacción de la mente sobre sistemas físicos en evolución”. Un sistema físico en evolución son las gotas que caen del pico de un grifo y hay psicokinesis si al mirarlas las desvío de su trayectoria naturalmente vertical y rectilínea. Hay psicokinesis si al caer sobre la mesa un grupo de dados los obligo a hacerlo con determinada cara hacia arriba. Hace psicokinesis la señora que con caricias y palabras agradables estimula el crecimiento de una planta en referencia a otra idéntica frente a la cual permanece indiferente.
Luego tenemos el fenómeno de psicofotografía o escotofotografía (“fotografía en la oscuridad”) también conocido como “fotografía del pensamiento”. En la literatura del tema generalmente se cita a conocidos psíquicos, como Ted Serios o Matthew Manning como espectaculares productores de estos fenómenos, pero en realidad es más sencillo producirlos de lo que habitualmente se piensa.
La idea es colocar trozos de película fotográfica virgen dentro de sobres absolutamente opacos a la luz, frente a los cuales, después de algunos minutos de hiperventilación y oxigenación cerebral –técnicas que se supone domina todo practicante de Control Mental– se visualizará psíquicamente durante sostenidos minutos la imagen de un objeto con fuerte componente emocional para quien hace la experiencia. En numerosos grupos de alumnos de nuestros cursos hemos repetido el experimento, y en algunos casos hemos obtenido interesantes resultados, como los ejemplos que reproducimos, haciendo la salvedad de que debe tenerse en cuenta que una película fotográfica virgen sólo puede resultar emulsionada (es decir, mostrar algo) si se la expone a la luz o, aún debidamente envasada, a algún tipo de radioactividad. De no ser así y revelada, debe aparecer completamente oscura. Pero si mantenidas esas constantes de precaución la única variable es el trabajo de visualización mental que aparece luego en el revelado, la misma se produjo por impregnación psíquica.
La psicofotografía, cuanto menos en la literatura no especializada, era hasta ahora aparente dominio de algunos paragnostas como los mencionados, los que trabajando con el clásico sistema de sostener frente a sus rostros una cámara cargada y disparándola en el momento preciso, obtenían, generalmente, crispadas expresiones de sus propios rostros, pero en ocasiones los mismos eran reemplazados por nebulosas representaciones de aquello en lo que estaban pensando en ese momento. El método por nosotros propuesto, amén de resultar accesible a cualquier interesado (en parte porque no requiere condiciones extrasensoriales fuera de lo común y en parte por ser sumamente económico) ha arrojado más que interesantes resultados, como éstos, productos del trabajo de un grupo de alumnos míos de las provincias de Corrientes y Chaco, en 1986.
Fotografía Nº 1: Este es el aspecto que debería presentar, siempre, un trozo de película virgen no expuesta y así enviada a ser revelada. Negra, en el caso de película ByN, verde oscuro o azul oscuro para la película color.
Fotografía Nº 2: Aquí, pese a la indefinición de la imagen, ya se ha producido un efecto interesante: esta mutación en el color, huella evidente de alguna energía que emulsionó la película, sólo apareció luego de que uno de los participantes en el experimento estuvo concentrándose sobre ella.
Fotografía Nº 3: Mismo caso que el anterior, si bien aquí ya es evidente una etapa más avanzada en el proceso de impregnación; desdibujada y desfocalizada, la imagen tiene sin embargo mayor riqueza visual que la anterior.
Fotografía Nº 4: Este es un ejemplo realmente espectacular. Para el caso, el alumno elige como objeto de visualización mental… ¡una cicatriz! (la reproducción es tan fidedigna que para quien no conoce las condiciones de trabajo puede ser plausible de sospechoso de fraude). Tan insólita elección se debió a que la madre del sujeto, luego de una difícil intervención quirúrgica, tenía dificultades para la cicatrización postoperatoria de la herida, siendo ése el motivo de que su hijo seleccionara tal imagen para visualizar.
Fotografía Nº 5: Esta placa pertenece a una serie de dos, donde el participante decide visualizar un crucifijo de su propiedad, de gran valor emotivo para él. En la primera no aparece nada definido, mas evidentemente algo tiende a materializarse, pero en la segunda…
Fotografía Nº 6:… aunque poco fácil de interpretar a primer golpe de vista, si se observa con atención se notará, delineado en el color azul, el contorno de un torso humano, desde un poco por debajo del cuello hasta la cintura, siendo claramente visibles el esternón y las costillas, y a un lado, tal como la descripción bíblica nos informa que Cristo recibió en forma ascendente el lanzazo que le propinó el centurión Longinos, un haz de luz ascendente. Es como si la mente inconciente dispusiera de un “zoom” que, a despecho de que concientemente el alumno visualizó todo el crucifijo, aquélla centrara su atención en un aspecto sobresaliente del mismo, sobresaliente quizás por implicancias simbólicas y emocionales.
Lo hasta aquí mostrado constituye todo un espacio por derecho propio de la fotografía psíquica. Pero existe otro contexto, también llamado “fotografía espiritual”, tanto o más interesante. Consiste en la casuística recogida de la presencia de “seres” (cada uno hipotetizará, según el caso, si se trata de fantasmas, extraterrestres, visitantes de dimensiones paralelas, ángeles o demonios) no visibles a ojo desnudo en el momento de obtenerse el registro. Esta última condición es muy importante y conviene retenerla para la construcción de la teoría que presentaré después.
Comenzaré entonces este segmento mostrando algunos casos obtenidos por miembros de nuestro grupo de estudios, el Centro de Armonización Integral, para explayarme después sobre el particular.
Fotografía Nº 7: Existe un pequeño pueblo, a unos quince kilómetros de la ciudad de Paraná, conocido con el nombre de Tezanos Pinto. En las afueras del mismo se halla una derruida casona de mediados del siglo XIX, retiro campestre de una acaudalada familia de otras épocas y centro de una oscura historia de locura y muerte, sobre la que por falta de espacio no nos extenderemos aquí. En la misma hemos grabado a través de los años interesantes psicofonías y realizado tomas fotográficas como las que mostramos aquí.
Fotografía Nº 8: En mayo de 1999, al término de un trabajo de campo con nuestros alumnos, uno de ellos decide tirar la última fotografía de su rollo de pie frente a la casona, desde el camino de acceso. En ese momento se encontraba junto a él su hermana, y ambos coinciden en que nada de lo aquí reproducido se veía a ojo desnudo en ese momento. Ciertamente, me consta que al retirarnos nadie quedó en el interior de la misma y sus inmediaciones. Y si se observa con atención, se notará, dentro de la habitación que da frente al fotógrafo, la presencia de dos personas (uno estaría tentado de decir “dos monjas”) una al lado de otra.
Fotografía Nº 9: A unos ciento cincuenta metros de la localización anterior, se encuentra otra casa abandonada, ciertamente más reciente, que inclusive en décadas pasadas fungió de escuela primaria. En mejor estado de conservación que la anterior, la misma, así como la caballeriza colindante, fueron el lugar elegido para hacer algunas tomas en noviembre de 1994. Esta placa muestra una panorámica del pastizal y el bosquecillo que se encuentra a los fondos de la misma. En ella aparece un individuo a cierta distancia, el que ciertamente no se encontraba en el desierto lugar en ocasión de esta toma.
Fotografía Nº 10:Este es un “scanneado” de la anterior, ampliando el sector correspondiente a la extraña presencia. Claramente se discierne un sujeto joven, impecablemente trajeado de saco, corbata, barba candado y abundante cabello negro, claro que un tanto demodé, con un estilo muy de los años ’70, característico en el nudo pomposo de la corbata. Las briznas de hierba que se extienden frente a él contribuyen a dar a la imagen un inconmovible sello de autenticidad y, por cierto, acostumbrados a fotografías espirituales más etéreas, ésta resulta en la cotidianeidad del porte y la vestimenta simplemente desconcertante.
Fotografía Nº 11: En 1990, en plena época de auge de avistamientos de OVNIs, contactos telepáticos y maravillas del padre Pío de Pietralcina en la estancia “La Aurora”, en la República 0riental del Uruguay, un matrimonio oriundo de la ciudad santafecina de Santo Tomé se me acercó con este registro. Sobre el caso “La Aurora” no he de explayarme aquí por haber sido por demás difundido tanto por la prensa especializada como por la que no lo es, pero simplemente permítaseme acotar que allí tenemos uno de los ejemplos más claros de ese extraño maridaje entre ovnilogía y parapsicología. En este caso en particular, esta pareja, acompañada por su pequeño hijo, había visitado el lugar y, durante un descanso, obtenido algunas fotografías. Esta, en particular, presentaba al niño (recortado en negro dado el deseo de discreción de los padres) jugando con un cabrito que se acercó a comer de su mano. Lo sugestivo es que al revelarla apareció, en el ángulo inferior izquierdo, una bizarra representación del típico duende de los cuentos infantiles, pequeño, de rostro abotagado y… bonete rojo.
Fotografía Nº 12: Más visible en esta ampliación, aunque parezca ridículo, escribí sobre ella así en mi libro “Extraterrestres en el pasado argentino” (pág.74): “… La impresión del duende de historieta se vio ampliada junto con la nueva copia. No soy particularmente reacio a admitir que en este universo el espíritu y la inteligencia pueden manifestarse de formas alternativas a las del hombre, lo que es lo mismo que decir que no me repugna la posibilidad de que ciertos seres, “elementales”, coexistan con nosotros. Pero tocados con gorro frigio, de rostros abotagados y abdomen prominente… Claro que alguno puede preguntarse, lícitamente y después de todo –si por un momento aceptamos la existencia de estos humanoides– que las versiones, renacentistas, barrocas y románticas también tuvieron origen en declaraciones testificales, y si a estos geniecillos se les ocurre andar por el mundo vestidos de esa manera, no es un servidor árbitro suficiente de la moda en dimensiones paralelas…”.
Fotografía Nº 13: En agosto de 1994, en ocasión de realizar con otros miembros de nuestra institución experiencias de psicofonías con el apoyo de la Municipalidad de la ciudad de Coronda, provincia de Santa Fe, y en el cementerio de esa localidad, entre otras evidencias tanto sonoras como fotográficas obtuvimos ésta, en momentos en que, en plena noche, se tira una placa sobre la tumba en tierra de un niño. La cruz es iluminada por el flash de la cámara, como fondo la soledad del campo, nadie alrededor del fotógrafo y éste nada ve; sin embargo, al revelarla, aparece ese rostro luminoso (o iluminado) flotando en la oscuridad.
¿Y cuál es la inserción de este material en un contexto vinculado –o vinculante– al fenómeno OVNI?. Pues, como es sabido, son numerosos los registros de OVNIs invisibles, esto es, no detectables a simple vista (apareciendo en fotografías vacacionales, o en la instantánea de alguna fiesta familiar al aire libre, o en intentos paisajísticos) pero que están allí, inexplicables, cuando se copia el positivo de la misma. Aún más, en la literatura ovnilógica este tema ha ganado espacio por derecho propio, y en muchísimos casos, los intentos de explicar su presencia como defectos de la cámara o la película así como fraudes han sido insuficientes.
No puedo dejar de señalar una coincidencia muy interesante entre ambos terrenos, el parapsicológico y el ovnilógico, hermanados por estas fotografías: en ambos casos, lo no visible a ojo desnudo aparece luego en la placa. En ambos casos, la atención del involuntario testigo estaba focalizada en otra cosa.
No es improbable, entonces, que aunque la aparición fantasmogénica y la ovnilógica tal vez provengan de variables distintas –tal vez no– el proceso de impregnación de la imagen en la película sea el mismo.
Es interesante observar que en todos estos ejemplos, y en la mayoría de los registros de “ovnis invisibles”, las tomas fueron realizadas con cámaras fotográficas comunes cargadas con película también común. En ocasiones he escuchado el comentario de algunos colegas que afirman que estas evidencias aparecen porque “la película fotográfica es mucho más sensible que el ojo humano” lo que es a todas luces un error. Cierto es que hay aparatos cuya complejidad supera a la del órgano ocular, y películas fotográficas cuya emulsión las hace superiores al nervio óptico, pero no son precisamente esas cámaras y esas películas las que asiduamente obtienen esta clase de registros. Por el contrario, las que sí las obtienen son de mecánica más primitiva que el ojo; y de sensibilidad muy inferior al mismo. De forma tal que si la cámara lo captó, la vista humana también debería hacerlo, y ello no ocurrió. ¿Cómo se explica entonces?. He aquí la respuesta.
Admitamos apriorísticamente la existencia de una “fuente X”, modulada inteligentemente y que subyace, en un plano u orden distinto de Realidad, detrás de aquello que el mecanismo de racionalización del inconciente “interpreta” como fenómeno parapsicológico u ovnilógico. El inconciente lo recibe, pero no así el conciente, y el estrés de las tensiones contrapuestas es canalizado a través de una expresión paranormal. ¿Cuál?. Pues la de psicofotografiar, psicokinéticamente, sobre la película de la cámara que en ese casual momento tiene en manos, la representación simbólica percibida clarividentemente de la fuente excitadora, “descomprimiendo” con esta pulsión inconciente la ansiedad que le dio origen.
Dicho de otra forma, el testigo percibe inconcientemente la presencia de una Inteligencia productora del fenómeno, y la carga psicológica que en ese nivel significa hacerse cargo de la percepción le obliga a buscar un mecanismo indirecto para canalizarlo, encontrándolo, si tiene la capacidad, en la forma de esa “impregnación” de lo percibido extrasensorial e inconcientemente. No es entonces la cámara la que registra, no es la película la que captura la imagen sino la propia mente inconciente del fotógrafo que forma, con el aparato que tiene en sus manos, un sistema cibernético, un tanto ersatz, de recepción y expresión de información.
La parapsicología tiene entonces mucho que aportar en este sentido a la ovnilogía mediante el desarrollo de una rama conocida como Radiónica, que consiste precisamente en elaborar elementos mecánicos, electrónicos o cuasi-electrónicos que, interactuando con un operador humano que mentaliza determinadas situaciones, provoca a distancia, sobre elementos “testigos”, determinadas consecuencias. Vilipendiada por quienes la critican sin haberla experimentado, la radiónica es precisamente un sistema en donde la psiquis cataliza procesos que se transfieren luego al plano material a través de esos elementos citados. Un concepto similar al de la relación fotógrafo humano-cámara-película donde, para decirlo groseramente, la mente del sujeto es una “antena” que capta el fenómeno y la “baja” al plano físico del registro fotográfico. Podrían entonces desarrollarse, por especialistas en Radiónica, aparatos que, en lugar de proyectar efectos terapéuticos sobre muestras-testigo de pacientes, normaticen periódicos registros fotográficos y, por qué no, fílmicos de otras manifestaciones provenientes de esa fuente X.
Sé que esta hipótesis puede sonar excesivamente arriesgada, pero me consuela el hecho de señalar que a partir de fenómenos adecuadamente documentados por la investigación parapsicológica, y ante la realidad irrefutable de los registros, es la única, hoy por hoy, que con economía de esfuerzos explica ambos terrenos.
Finalmente, permítaseme terminar provisoriamente este trabajo con otro documento fotográfico que, por más de una razón, aúna lo parapsicológico con lo ovnilógico.
Fotografía Nº 14: En ocasión de que miembros de un grupo de investigadores allegados al Centro de Armonización Integral se encontraban visitando las grutas de Ongamira, en la provincia de Córdoba (muy próxima a Capilla del Monte, con su saga platillista, y por otra parte lugar que los antropólogos señalan como de milenarios cultos de los antiguos habitantes del lugar, los indígenas sanavirones y comechingones), uno de los integrantes tomó una fotografía del camino ascendente, haciendo foco en la pequeña capilla que se encuentra al ingresar en la gruta principal, observándose a una de las participantes –a la izquierda– enfundada en un conjunto de colores blanco y azul turquesa. Era la primera de la hilera, y nadie más se encontraba en el lugar, pero al revelar la placa aparecieron, flanqueando la enigmática y hasta entonces invisible columna de luz blanca al centro, dos figuras también íntegramente vestidas de blanco, aparentemente mujeres y mirando hacia el fotógrafo, que obviamente no eran visibles a ojo desnudo.
Disiento con lo que dice don Gustavo con su hipotesis de la posible explicacion de la imagen fantasmal en la fotografia, por que debemos recordar que tambien existen luces que son invisibles al ojo humano, ejemplo la luz ultra violeta, luz infrarrojo, etc.y que pueden ser captados con otros dispositivos. ahora bien esto no explica porque aparecen en las fotografias seres desencarnados, elementales, habitantes del plano astral o un egregores, vampiros, lobos, animales,etc, habitantes del plano astral y que pueden ser vistos por personas que puede desdoblarse o viaje astral en ese lugar, que seria otro punto a ser tomado en cuenta.
Bienvenido el disenso, amigo mío. Ciertamente, algunas cámaras captan lo que no el ojo humano, pero no las viejas de rollo con que han sido tomadas tantas fotografías (sin ir más lejos, todas las que aquì se muestran). Y supongo -insisto, es sólo una suposición- que una cosa es captar una «luz» y otra un individuo con saco y corbata; se me hace cuesta arriba entender el mecanismo por el cual una energía sutil impregnaría la imagen con esa indumentaria.
Saludos cordiales
Solamente quiero decirte, Gustavo, muchas gracias el haber traído el tema a mi pc, y por seguir durante años intentando clarificar toda esta extraña problemática.
Un abrazo!
Gracias por el apoyo Carlos, otro abrazo para vos
Gusto en saludarte Hermano Gustavo.
Como dices, depende de mis prejuicios acerca de este tema para que opine a favor o no tan a favor de lo que planteas, y cuando aprendí eso, empecé a estar abierto a todas las posibilidades…
Y me imagino tomando una fotografía «personalmente» y al revelarla notar objetos o Seres que NO había notado o visto o mejor dicho PERCIBIDO cuando tomé la foto…
Entonces investigaría más al respecto, y muy probablemente llegaría a tu misma conclusión.
Lo de los ETx o Seres Extraterrestres de diferentes dimensiones, es para mí de lo más obvio, pero no importa lo obvio que sea algo, porque mientras no estemos abiertos a esa posibilidad, y por tanto pongamos resistencia a considerarlo siquiera, para uno seguirá siendo imposible, y por tanto, algo falso o errado.
Y probablemente, mientras a uno no le sucede algo que lo motive a involucrarse más en estas experiencias, uno lo negará sin cuestionarse más seriamente sobre esto.
Un ciego que dejó de ver a temprana edad, y vuelve a VER décadas más tarde, no puede distinguir al instante las cosas como son en verdad para Nosotros, porque no tiene referencias al respecto, y por tanto, tiene que adaptarse poco a poco, y así poco a poco empieza a percibir las formas y los colores como lo son para Nosotros…
Y así también, todos estos HECHOS etiquetados como «fenómenos paranormales», seguirán siendo ´menos que algo real o posible, mientras no estemos abiertos a lo ilimitado, pues sólo entonces nuestra percepción se expande, y así podemos ser conscientes de LA REALIDAD sin límites, es decir, de LA REALIDAD EN PLENITUD.
Me ha gustado tu artículo, Muchas Gracias.
Estoy escribiendo un libro sobre estos temas, cuando lo termine, te aviso y te envío una copia.
Un sincero Abrazo Gustavo!
Hola amigo, gracias por tus meditadas reflexiones. Quedo con gusto a la espera de tu material. Un abrazo!
Deberíamos incluir todos los testimonios de personas que hoy en día y con la llegada de la tecnología digital, también están tomando
video-imágenes que obviamente no son visibles «a simple vista» pero que se perciben como sombras o luminiscencias muy rápidas, para luego cuando se pasa la película cuadro por cuadro, manifestarse como «naves» u «objetos» que se desplazan a tamaña velocidad como para ser observados UNICAMENTE, mediante esa técnica…
Recordemos que el cine es simplemente la proyección de imágenes FIJAS a una velocidad de 24 fotogramas por segundo….
No obstante, y como es costumbre, Gustavo nos presente un excelente trabajo de análisis e investigación con una gran apertura mental y humildad en su postura ante el fenómeno.. Mis felicitaciones! Claudio Calistro