La vieja e inútil discusión entre quienes creen que «todo está escrito» y quienes sostienen que cada uno opta, entre las cosas que se eligen y las que no, se resuelve pensando en un río. Imagina que tu vida es un río, y sólo ese río. Pero tu vida es también una canoa en la que navegas en ese río. Puedes ir hacia una orilla y descansar, hacia la otra, remar a favor o en contra de la corriente, anclar en mitad del curso, pero todo lo harás en ese río que será solamente tuyo. Y cada uno de nosotros navegará libremente su propia canoa en el río que le corresponda
Totalmente de acuerdo. Sólo que el río en el cual se navega no lo elige uno. Es como el país en que naciste. Te tocó en parte el destino o el azar. Si uno pudiese elegir en el seno de qué familia nacer y esas cosas, sería mejor. Hay algunos que en el río están sin canoas y otros tienen diez transatlánticos 🙂
Partamos de que la «teoría» de lo Anunnakis es cierta.
Partamos de que sí hemos sido genéticamente manipulados y creados por ellos.
Partamos de que los supuestos dioses sumerios eran seres extraterrestres y Yahweh (Jehovah) es otro extraterrestre, supuestamente horrendo (lo cual explicaría por qué no hay imágenes suyas y sí de los otros «dioses»), y que la iglesia ha sido su instrumento de manipulación de la humanidad.
Entonces el libre albedrío, tan magnánimamente otorgado por «Dios» a la humanidad, no habría sido «otorgado», si no impuesto.
Tendría sentido que un «manipulador» que se autonombra omnipresente (lo cual también cuestiono porque si así fuera no le hubiera hecho falta la iglesia), limitara nuestro libre accionar a través de «otorgarnos el libre albedrío», porque la realidad es que no puede monitorearnos uno a uno, pero sí traza el margen por donde quiere que «avance» la humanidad.
Entonces, si aceptamos que no existe el libre albedrío, porque en realidad SÍ somos libres de hacer, como individuos, lo que deseemos y no existe un «no sé qué» más allá testigo de todas nuestras acciones…. (aunque ello no implique que estemos exentos de las consecuencias de cada una de ellas), podríamos liberarnos de las ataduras mentales que implica que haya un «Rector», un «Hermano Mayor» y la necesidad imperiosa (y ahora creo que manipulativamente «impuesta» a nosotros), de sentir que estamos siempre «protegidos», «acompañados».
Dado el caso en que abracemos la libertad que esto significa, supondría además asumir la seria responsabilidad de cada uno de nuestros actos, pues necesariamente nos correspondería pensar antes de actuar, a sabiendas de que constantemente construimos nuestro “Destino”.