Uno de los aspectos positivos de acumular años (de vida y de dedicación a estas disciplinas) es la oportunidad de haber sido testigo presencial de hechos, tendencias, costumbres, obsesiones, locuras y pasiones, historias y anécdotas que jalonaron décadas de afición a los OVNIs. Digamos que desde fines de los ’60 del siglo pasado nadie, en estas lides, nos ha contado nada: lo vivimos, lo vimos, estuvimos ahí o fuimos testigos próximos. Por eso, el embate de supuestas “increíbles novedades” hace poco más que enarcar una de nuestras cejas en una infusa mixtura de escepticismo y diversión.
Las declaraciones, apenas semanas atrás, de David Grusch, Ryan Graves y David Fravor ante senadores norteamericanos ha sido, sin dudas, por unos días la noticia estelar de los medios de todo el mundo al punto que hace casi innecesario entrar en detalles sobre las mismas. Muy brevemente, Grusch, oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y ex oficial de Inteligencia, declaró que el Gobierno de ese país mantiene un programa de recuperación de restos de caídas de OVNIs, siendo éstas definitivamente naves extraterrestres (aunque aventuró, “quizás también, interdimensionales”) así como de cuerpos biológicos no humanos recuperados en esos “ufocrashes”. Aún más -esto es intenso-, en el medio de su declaración validó en cierta forma las versiones, hasta ahora tan conspiranoicas, de “La Campana” hitleriana y la nave caída en 1933 en Italia y capturada por las fuerzas de Mussolini. En fin, que repasar sus afirmaciones no es el espíritu de esta nota -ya que estos contenidos son muy accesibles con sólo googlear dos o tres términos de búsqueda- sino avanzar en algunas reflexiones (si no conclusiones) que nos permitan repensar la situación. En respeto al lector no agotaré todas esas reflexiones en esta nota, de modo que apréstense a una continuidad de tales que -bajo diferentes títulos- conformarán un rompecabezas bajo el cual sugiero reinterpretar estos hechos. Lo siento: en estos tiempos de lecturas fugaces, hay temas que se exponen a ser áridos y aburridos en su extensión necesaria para tener una mirada panorámica.
El hecho me pilló lejos de casa; estaba en Chile realizando otras de mis actividades profesionales y durante un par de días Whatsapp, Messenger, mail, se llenaron de solicitudes de entrevistas de periodistas conocidos o no, de distintos medios, para recabar mi parecer. Fui sincero; no me gusta hablar de lo que no conozco primero y medito después y ciertamente en esos días estaba demasiado atareado como para abocarme a ello. Pero ya sabemos que muchos periodistas sólo están interesados en la inmediatez de la satisfacción de sus expectativas. Para ellos, existe aquella frase que dice: “Nada hay tan viejo como una noticia de ayer”, así que dejé que continuaran buscando otras voces, y varios de mis colegas, tal vez más deseosos de cámara y micrófono, tuvieron algunos minutos de efímera fama. A mi regreso, sí, me dediqué no sólo a escuchar las entrevistas a los mismos sino muy especialmente a sumergirme en grabaciones de aquellas exposiciones ante el Congreso así como los debates interpretativos y exégetas que surgieron como hongos a posteriori, y me satisface poder escribir aquí que hay algunas ideas originales que, entre tanto fárrago, podemos compartir. Ideas que propondré, simplemente, como párrafos independientes para estimular esas reflexiones.
Lo primero que ha llamado mi atención (y ni siquiera es lo más importante) es la reacción de una parte de los propios ufólogos. Si hace cuatro o cinco décadas se hubiera hablado del momento en que en el propio Congreso de EEUU se debatiría la liberación de material secreto sobre OVNIs, la comunidad ufológica hubiera reaccionado con emocionado entusiasmo. Hubiera sido, finalmente, la coronación de sus sueños y anhelos. Hoy, sin embargo, la reacción de muchos “especialistas” es, por el contrario, de escepticismo, cuando no de llano descreimiento. ¿Y esto porque los dichos de Grusch y los demás fueran poco creíbles “per se”?. No. Reaccionan así porque… son norteamericanos. No hay otra forma de ponerlo. Todos estos colegas atacados de escepticismo repentino dudan y desconfían porque -sostienen- a los “gringos” no les creen nada. Que los gringos han mentido y ocultado es una verdad histórica, pero… ¿qué nación, qué gobierno o ideología imperante o caduca no lo ha hecho?. Es evidente para mí (cuando menos) que esa reacción se vincula más a un sesgo ideológico (seudo progresista) a la vez de sacar patente de corso, perdón, de “serio”. Como ya escribiera muchas veces: algunos ufólogos han observado que si son críticos y filosos sobre la propia Ufología ello les asegura entrevistas y consideración de una opinión pública que, por regla general, cree que lo “serio” y “académico” es no creer en estas tonterías. Dándose así la paradójica situación que hoy es esa opinión pública (y la calle toda) que entre asombrada y pillada desprevenida se hacen eco de esas audiencias, nos entrevistan al grito de “¡¿entonces era cierto eso de los OVNIs?!” y los ufólogos, que deberían escuchar al viento, por el contrario (casi como una maldición gitana, eso de ir a contramano) desconfían. Y desconfían sólo “porque sí”. O porque son norteamericanos.
En efecto, del análisis desapasionado de todas las horas de esa audiencia surge a las claras que es un argumento sólido el que se ha presentado, más allá de las opiniones personales. Además, declarar bajo juramento en el Senado de EE UU es -mal que les pese a los críticos- algo que puede tener severas consecuencias si se es falaz. No es como hacerlo en algunos de los senados que conocemos por otros lares. Entonces, la pregunta vuelve al principio: ¿por qué hay tantos ufólogos que desde el vamos criticaron y descreyeron de ese hecho? Lo dicho: por parecer serios y respetables, y por sesgo ideológico. Una contaminación que no era significativa en los ufólogos de cuatro o cinco décadas atrás.
En otro orden, esas críticas también señalan que Grusch y sus colegas sólo dijeron “generalidades”. No es verdad. Cualquiera que haya prestado atención a la audiencia sabe muy bien que varios senadores presentes -entre ellos la congresista Nancy Mace- le exigieron nombres, a los que Grusch respondió que en privado y dadas condiciones de seguridad, los daría. Suponer lo contrario (que debería haberlo hecho en el momento) sería de una ingenuidad y torpeza mayúsculas.
Claro que, por supuesto, corre otra hipótesis: que todo esto es humo, una pantalla armada por los estadounidenses para ocultar “otras cosas”. El asunto es que cuando se les pregunta cuáles son esas “otras cosas” se responden subjetividades tales como complicidad con Ucrania, los escándalos sexuales del hijo de Biden, el lanzamiento de la película “Sound of Freedom”, etcétera. El punto es que son subjetividades sólo porque quien lo diga considera que tal “motivo” es realmente importante como para montar esta conspiración, pero eso sigue siendo apenas una opinión personal porque, con idéntico argumento, podemos decir que nada de ello es tan trascendente. Y si hubiera escándalos, tengan la seguridad que se filtrarían en otros escenarios porque, después de todo y retrospectivamente, ¿cuánto tiempo esta audiencia fue “tapadera” hipotética de algo? ¿Una semana? Si los servicios de inteligencia crean semejante trama con imprevisibles consecuencias (una vez más; les guste o no, la dinámica de los congresistas estadounidenses no es perfecta ni mucho menos, pero comparados con los de otras latitudes…) para hacer una cubierta de humo apenas una semana, merecen su inmediata expulsión por incompetentes.
Ante todo, lo que tenemos aquí es una vez más el inevitable “sesgo de aceptación”. Reflexione un momento el lector. ¿Lo que estoy diciendo le “agrada” intelectualmente porque le parece coherente? Es porque su “sesgo” de aceptación” es similar al mío. ¿Le parece una tontería porque como sabemos los yankies son perversos, manipuladores, satánicos, están detrás de las élites que gobiernan el mundo y tienen pacto con los reptilianos? Es porque su “sesgo de aceptación” va previamente por ese camino. ¿Consecuencia? Hagamos el particular esfuerzo de tener en cuenta estos sesgos antes de “concluir” si algo es verdadero o falso.
Por cierto: no olvidemos que previamente -y fue a consecuencia de ello que llega a la audiencia en el Congreso- Grusch declaró ante el Fiscal General. Esto, para quienes puedan pensar que se trata solamente de un hábil mistificador que quiere subirse al estrellato momentáneo.
El radioastrónomo Michael Garret (USA) aparece criticando las declaraciones en el Senado de David Grusch, con el argumento que tantas «caídas forzosas» de presuntas naves extraterrestres implicaría un ingreso «estadístico casi diario» de naves y «no son vistas por los astrónomos». Aquí es donde nos preguntamos si algunos científicos ponen sus títulos en juego por pactos oportunistas o simple soberbia, primero, porque una extrapolación estadística implicaría suponer una tasa de fallas que sólo es proyección de una mirada antropocéntrica. Segundo, porque ratifica que los radioastrónomos pasan más tiempo frente a computadoras analizando gráficos que mirando por un telescopio. Y tercero -aunque obviáramos los casos en que, sí, algunos astrónomos han denunciado observación de OVNIs- un telescopio -visual o no- enfoca sólo una porción pequeña del cielo pues lo que busca es profundidad. Un objeto podría pasar en su campo visual y ser sólo una «mancha» fugaz en su retina. Tampoco ven pájaros, y no porque sea común sino porque, por el efecto mencionado, no alcanzan a percibir su paso.
Los medios periodísticos deberían dejar de encandilarse con un «Dr.» antes del nombre y comprender que allí hay seres humanos tan prisioneros de sus sesgos de aceptación como cualquiera.
Otra de las -esperables- críticas que comienzan a aparecer: si las «naves extraterrestres» nos visitan, «antes» tendríamos que haber detectado sus civilizaciones originarias, por ejemplo, a través de años de búsqueda SETI. Pero es una cuestión de paradigmas: pretender que el criterio de «civilización extraterrestre» sea una «marca radial» es sólo una extrapolación cultural, no un criterio objetivo extrapolable a nivel cósmico.
La vulnerabilidad de la hipótesis conspirativa (entendiéndose en el contexto de este artículo como “conspirativo” el suponer que Grusch y los demás fraguaron sus declaraciones, a título privado o corporativo para ser afín a otros intereses) se incrementa cuando recordamos que son varios años ya -desde 2013- que el tema de “declaraciones juradas”, desclasificación, demandas y respuestas, comunicados públicos, desmentidas públicas, etc., vienen dando vueltas entre el Senado, la CIA, el Pentágono, la Fuerza Aérea, etc. En un próximo trabajo nos sumergiremos en la trama de esas alianzas, casi mafiosas en algunos casos, porque allí hay mucha tela para cortar.
Hoy, aquí, quiero cerrar -por el momento- estas reflexiones proponiendo esta idea: estamos en un momento espectacular para la revancha de la “vieja Ufología”, la más clásica, la de “tuercas y tornillos”. No seré justamente yo quien desconozca hoy los aspectos paranormales del fenómeno (no olviden, ya a principios de este siglo, mi libro “Chamanes de las Estrellas”) pero al mismo tiempo recordarles que siempre sostuve que un segmento de los testimonios corresponderían a efectivas visitas extraterrestres. En otras palabras, la complejidad y polimorfismo de lo que llamamos “fenómeno OVNI” puede tener múltiples respuestas y ninguna se contradice con otras: desde “viajeros en el tiempo” hasta “manifestaciones parapsicológicas” o metafísicas, pasando por visitantes interdimensionales y, claro y cómo no, naves decididamente extraterrestres. Por ello, este momento puede ser oportuno para comenzar a poner algún orden en ese batiburrillo de hipótesis y llamar a las cosas por su nombre. Quizás sea el momento que dentro de la Ufología (o paralelamente a ella) crezca la respetabilidad del término “Exopolítica”. Tal vez podemos considerar estas audiencias oficiales como pertenecientes a su campo natural y, de aquí en más, comprender que cuando hablamos de “Ufología” lo hacemos sobre un colectivo de eventos que pueden tener diferentes explicaciones, y que cuando hablamos de “Exopolítica” nos remitimos, concretamente, a la presencia de naves extraterrestres. Y tomo aquí el término “Exopolítica” a falta de por ahora otro mejor (y les invito a proponerlo). Tener estos conceptos en claro definiría mejor lo que es objeto de nuestros intereses y esfuerzos ya que, por ejemplo, si digo que mi campo de interés es la “Ufología” estaría admitiendo así un colectivo de hipótesis explicativas, mientras que si digo que es la “Exopolítica” circunscribo ese campo a lo definitivamente extraterrestre. Desde el ordenamiento de libros en tu biblioteca hasta consignas curriculares, estaríamos nombrando con precisión el objeto de interés, y ése no es un paso menor en el camino al conocimiento. Y abrir una carpeta con un membrete explícito donde, por ahora, ir incorporando los “expedientes Grusch” a la espera de la continuación natural de los acontecimientos.