Todo niño, al nacer, recibía un «espíritu guardián» («sicun») que lo protegía de los malos espíritus. Sicun representaba la potencia de «Wakan Tanka» (Fuerza de Vida del Universo) encarnada en un ser humano. El recién nacido recibía también otro espíritu («niya») venido de las estrellas. Finalmente, cada persona poseía un tercer espíritu («nagi») que era un reflejo inmaterial e inmortal del cuerpo. Y era el «Wicasa Takan» (chamán) que en el «in’kagapi» (Temazcal) enseñaba asl joven a fusionar los tres en uno. Mientras tanto, cada Guerrero que acompañaba en la ceremonia era Guardián del «Wicasa Akantula» («Hombre -o Mujer- «De Arriba», que era como se llamaba a los seres humanos) de los «espíritus del inframundo», siempre subterráneo, que buscaban al Iniciado para ser como fuera en el Principio de los Tiempos, cuando todos vivían bajo tierra y el joven jefe Tokahe guió a un grupo de su pueblo, sorteando todo tipo de dificultades, hacia la superficie, abandonando el gigantesco y cómodo antro subterráneo donde habían vivido hasta entonces. Así, los ancestros de los lakotas, los Abuelos que llegaron del «Mundo de Abajo» siempre fueron envidiados por los que allí quedaron, que nunca pudieron aceptar su independencia. Los «mitos» de los «mundos subterráneos», las leyendas de nuestro pasado «en las estrellas» poéticamente hermanados en la Sabiduría Ancestral de nuestro continente.
La verdad que en todas las publicaciones me sorprende lo profundo y amplio del conocimiento que tienen sobre esos temas. Gracias.
A veces, me asalta la curiosidad de conocer las fuentes…