En artículos anteriores, he descripto el fundamento teórico sobre el cual funcionan los así llamados «sistemas radiónicos». A ellos remito al lector reciente, que quizás por ignorancia de los mismos encuentre demasiado «mágica» la aplicación de los elementos que describiremos a partir de aquí. La idea es ir describiendo, en «fichas» independientes, una serie de aparatos radiónicos –no todos los existentes, obviamente– que pueden ser construídos y experimentados fácilmente por los lectores dado el precio en ocasiones prohibitivo que suelen alcanzar en el mercado especializado internacional estos productos, no tanto quizás por un elevado coste del proceso de manufacturación en sí ni por lo oneroso de sus componentes, sino por el siempre azaroso y arbitrario juego de la oferta y la demanda: pocos fabricantes confiables de tecnología radiónica trabajando para un segmento demasiado especializado –en virtud de esa misma falta de difusión de la Radiónica a la que supiéramos hacer referencia– se traduce en, por un lado, una producción escasa que no justifica las inversiones necesarias para una producción en serie –lo artesanal siempre resulta más caro que lo procesado en cantidad– y, por otro, los interesados compradores carecen de una oferta competitiva donde poder optar por precios más bajos en similares condiciones de calidad.
Afortunadamente, la Radiónica comprende dos grandes áreas: la llamada «activa», que opera generalmente sobre principios necesitados de alimentación eléctrica (es precisamente la que por ahora no describiremos aquí, en razón de, por su complejidad y precio, sólo es accesible a unos pocos) y la «pasiva», donde los resultados devenidos de esa interacción entre la psiquis del operador, la simbología cuasi pitagórico-matemática de la proporción de sus partes y la «energía de las formas» imanente a su naturaleza, forma o construcción, puede ser capitalizada favorablemente. En este sentido, la Tabla Radiónica es quizás un ejemplo arquetípico.
Se trata de un elemento empleado por los parapsicólogos que aplican radiónica para dos fines específicos: armonizar la salud física y armonizar económicamente al sujeto cuya muestra-testigo se emplea allí. Yo la uso personalmente (para mí, mis seres queridos y muchos de mis pacientes) y si la describo detalladamente en este artículo –e insto su fabricación a mis lectores– es porque doy fe de sus excelentes resultados.
Definamos primero sus alcances. En lo económico, ni nos hará millonarios ni nos permitirá ganar semanalmente la lotería. Pero provocará un conjunto de circunstancias para decirlo eufemísticamente, que nunca nos falte un billete en el bolsillo. Es decir, armoniza entre sí todos los factores que en el sujeto optimizan su rendimiento laboral o profesional, traducible en lo económico, estabilizándolo ante los numerosos factores exteriores que influirían negativamente en ese sentido. Así, el sujeto que la emplee no escapará a la tendencia dominante de su país –positiva o negativa– pero su situación siempre será sensiblemente mejor a la que padecería si no empleara la misma. Para una fundamentación de este efecto, es necesaria la atenta lectura y comprensión del conjunto de los «Principios Fundamentales del Universo», que describiéramos en números anteriores de Al Filo de la Realidad.
En lo concerniente a la salud, permite proyectar sobre el sujeto los efectos terapéuticos de un medicamento cualquiera, sin la necesidad de ingerirlo (o potenciando los efectos del mismo si éste lo es) sin acusar los efectos secundarios, generalmente negativos, de la toma de los mismos.
La descripción es sencilla, y útil para su fabricación: deberá munirse de una tabla de madera (generalmente pino, poco aconsejable la llamada «aglomerada» por su peso, que la hace incómoda de manipular, aunque las que yo fabrico las hago de una chapa de madera terciada con un bastidor de ménsulas de madera cepillada; esto le da poco peso, el bastidor evita que el tiempo y la humedad curven la delgada plancha y, además, me permite apilar una serie de las mismas en un mismo espacio, pues el ámbito hueco que deja el bastidor debajo de cada tabla da lugar para ubicar sin presión la muestra-testigo de la tabla inmediatamente por debajo) cuyas medidas exactas deben ser de cien centímetros de lado por cuarenta centímetros de alto. Sobre la misma deben darse, primero, dos o tres manos de pintura al esmalte blanca y, una vez seca ésta, dibujar una cruz, donde la rama vertical debe ir en el sentido más largo de la tabla, y la horizontal, en el ancho menor (ver dibujo). Cada rama debe tener exactamente cinco centímetros de ancho y ser de color negro, y en el punto donde se cruzan debe dibujarse un anillo de nueve centímetros de diámetro exterior y siete interior, delimitando así un círculo interno también blanco.
En la ilustración se observará que las medidas NO son las mismas a las descriptas en el texto; esto se debe a que corresponde a una versión más reducida, más «manual» de la misma recomendada por algunos autores. En lo personal, recomiendo (y empleo) el modelo de mayor tamaño, tal como se ha explicado.
NOTA: este material es parte de nuestro curso Profesorado en Parapsicología Aplicada (personal o a distancia). Por más informes: https://alfilodelarealidad.com.ar/curso-de-parapsicologia/ o al email: caintegral@yahoo.com.ar
La tabla debe ubicarse paralela al piso, sobre una superficie bien horizontal y orientada magnéticamente, de modo que la rama más larga quede orientada norte-sur (preferiblemente, el pie de la cruz hacia el norte para los habitantes del hemisferio sur, y viceversa para los del norte). En el centro del círculo blanco del cruce de las dos ramas de la cruz, debe colocarse una muestra-testigo: una gota de sangre, un mechón de cabello, un recorte de uña o un poco de saliva son ejemplos, de mayor a menor eficiencia (si es sangre, conviene preparar un «frotis» sobre portaobjetos de microscopio). A cuarenta exactos centímetros contados desde el pie, alineado con la rama vertical y depositada sobre algo (una cajita de cartón, un trozo de madera) del mismo grosor que la tabla, cosa de quedar a la misma altura de la muestra-testigo, debe ubicarse el «corrector». Si se desea aplicar la Tabla para cuestiones económicas, debe ser un trocito de oro. No importa la calidad del mismo, pero debe ser oro; no sirve una moneda, ni un billete, ni plata. Si se la desea emplear para cuestiones de salud, el corrector debe ser el medicamento más óptimo que sería recomendado para esa sintomatología (una gragea, un comprimido o una ampolleta de líquido).
Y allí se queda el conjunto. El único inconveniente es que actúa mientras el «sistema» (corrector más tabla con muestra) están orientados y operando; si se desarma el conjunto, el individuo vuelve a las condiciones previas a su implementación (ni peor, ni mejor). Es apasionante descubrir cómo actúa más allá de la autosugestión: la he empleado en personas que descreían de su efecto y, mejor aún, que no tenían la menor idea de que la estaba empleando con ellos, y los resultados fueron más que sugestivos.
Recuerdo un caso personal. Hace muchos años ya, cuando aún era soltero, había viajado a dar un curso en una ciudad del interior del país (así le decimos en Argentina a todo lugar más allá de la ciudad de Buenos Aires). Como tenía una infección en una muela (suelo visitar al odontólogo cuando ya no queda otra salida y no se rían; sospecho que la mayoría de ustedes hace lo mismo) había dejado mi entonces única tabla radiónica bajo la cama de mi departamento de soltero con una tableta de antibiótico como corrector, perfectamente orientada. Me sentía bien, y no tomaba por vía oral el antibiótico: sólo dejaba que la «energía de las formas» de la tabla operara energéticamente sobre mi campo bioplasmático la correspondencia de la vibración del medicamento, que se traducía luego en mi cuerpo físico.
Bien. La cuestión es que al quinto día de estar de viaje, comenzó a dolerme la muela terriblemente, al punto que acudí a la farmacia local por antibióticos y calmantes. Denostando contra la tabla por su aparente ineficiencia, soporté estoicamente el par de días que faltaban para terminar el curso, regresé a mi domcilio… y descubrí que en el ínterin, precisamente el quinto día de haber viajado, la empleada doméstica que por horas eventualmente concurría a mi departamento para efectuar una limpieza, en mi ausencia había, inadvertidamente supongo, corrido con un escobillón la tabla de debajo de mi cama de la orientación cardinal necesaria. A setecientos kilómetros de distancia, yo no podía saberlo. Pero ese mismo día, el efecto terapéutico de la Tabla –que como vemos actúa por sobre las distancias físicas– había cesado.
Algunas recomendaciones necesarias. Usted puede emplear su Tabla Radiónica para cuestiones económicas o físicas, pero uno de estos campos por vez (no puede poner simultáneamrente un trozo de oro y una pastilla). La misma Tabla Radiónica puede ser usada para distintas personas, pero en distintos momentos (no pueden superponerse diversas muestras testigos de personas diferentes). Y recuerde que como muestras testigo debe necesariamente emplear alguna de las descriptas: no sirve ni fotos, ni muestras de escritura, ni ropa usada.
…Excelente,maravilloso para mandar a hacer una tabla radiónica,muchas gracias Gustavo !!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ya la copié. Gracias. Las venderé en breve