La Conquista —y la historia «oficial» que vino después— nos quiso convencer de que Quetzalcoátl, Tezcatlipoca y otros «entes» eran dioses, cebada esta concepción en una errónea lectura politeísta y sacrificial de la cultura nahuatl y maya. En el caso del segundo, se lo supone —por los mal informados— dios del inframundo, del caos y la destrucción. Quiero detenerme una vez más en este punto para aclarar algunos conceptos. Porque la única relación entre lo infernal y Tezcatlipoca, a la mente embrutecida de los conquistadores españoles, pasaba por su relación con el ocaso, con el Occidente. Esto era ignorar que a título metafórico, cada una de estas «emanaciones» del Increado, Inmanifestado, Ipalnemohuani, se vincula con una «dirección» (cardinal). Y repasemos lo que escribí en alguna ocasión:
Por sobre todo, por estar en el Todo y ser el Todo, está IPALNEMOHUANI («aquello por lo que vivimos»), Inmanifestado. Esta «inmanifestación» subyace como el «manas» polinésico, el «chi» del Celeste Imperio, el Atman teosófico. Pero el Uno deviene en Dos, y dimana en OMETEÓTL (la Dualidad), las dos Fuerzas Creadoras que hacen Manifiesto lo Inmanifestado. Yin y Yang. El Dos deviene en Cuatro (fuerzas que trabajan en la Creación): QUETZALCOÁTL (que es el rumbo Este), TEZCATLIPOCA (oeste), XIPEC – TOTEC (Norte) y HUITZILOPOZTLI (sur).
Admitámoslo. Es un concepto apasionante. De allí deviene que en realidad estas culturas eran fuertemente monoteístas. Mucho más que una Iglesia Católica que así se llama y no lo es. Porque esa Iglesia tiene tres personajes que son uno, y una larga serie de personas que elevadas a categorías santificadas, fungen de intermediarios: santos y beatos, por ejemplo, además de una pléyade de entidades menores o mayores: arcángeles, y ángeles. Y así como se dice que griegos y romanos eran politeístas (pese a que en ambas Zeus y Júpiter eran los dioses principales seguidos por una pletórica jerarquía de deidades menores) esta Iglesia católica también tiene su estructura piramidal en el Parnaso. Y además, por haber sido los «santos» humanos como usted y yo pero ahora intermediaristas, esta Iglesia católica, aunque le repugne, es formalmente espiritista. Y después se mira a los ancestros americanos como bárbaros.
Pero no nos vayamos por las nubes, que parece que el Vaticano ha rentado todos los apartamentos disponibles allí. Así que Tezcatlipoca es una emanación que expresa y se manifiesta en distintos grados. Su nombre significa «espejo de obsidiana humeante (o empañado)» y de hecho en su culto se empleaban grandes espejos de esa piedra volcánica sobre las cuales los sacerdotes focalizaban su atención hasta disparar fenómenos de percepción extrasensorial. No puedo menos que recordar, insistentemente, el «espejo negro» del mago John Dee, el mismo que recibiera «de los ángeles» el «idioma enoquiano». Y más allá de este recurso parapsicológico, Tezcatlipoca representa el inconsciente, ése que tiene una imagen de sí mismo como la que nos devuelve el espejo empañado. Y al «invocar» a Tezcatlipoca, el inconsciente se hace presente. Su ritual, por lo tanto, saca a la luz los miedos, los temores, las dudas, las inseguridades. Es, si se me permite, un «campo de entrenamiento» para otras experiencias más duras que vendrán después, sobre las que regresaré.
Los cánticos a Tezcatlipoca, la ceremonia de fumar el tabaco consagrado, la ofrenda a Tonatzintlalli, la Madre Tierra, nuestra Pachamama sureña, derramando un poco de bebida fermentada sobre la tierra. En eso consiste la formalidad ceremonial del Ritual. Abriendo, así, las Puertas de la Percepción.
Gracias apreciado Gustavo por tus escritos siempre tan fascinantes y educativos 🙂