El empleo de la Luna para la apertura espiritual

Una de las prácticas celtas más antiguas es la de los “baños de Luna”; resultan más que obvios los beneficios terapéuticos de los baños de Sol, y más allá de la obviedad, desde el punto de vista esotérico históricamente se ha señalado que la exposición a los rayos solares también es una forma de nutrir el campo bioenergético. En consecuencia, era inevitable que los sabios de la antigüedad, de distintas culturas –pero especialmente la citada- buscaran un efecto correspondiente bajo la exposición del rutilante astro nocturno.

Ese efecto, empero, tiende en otras direcciones que lo terapéutico. En nuestro artículo “La magia de la Luna” escribí sobre los comprobables efectos físicos que sobre la biología tiene nuestro satélite natural. Desde lo metafísico, mientras tanto, se señala que su efecto sobre nuestros planos sutiles –especialmente el cuerpo astral- es tan contundente como lo es la estrella alrededor de la cual gira nuestro planeta. Sin ir más lejos, en nuestro estudio «Hombres – lobo, lobizones: ¿mitos culturales o entidades astrales» presentamos razonamientos en ese sentido.

A lo que aquí quiero referirme es la práctica, entonces, del “rito de Luna” como forma de fortalecer nuestro cuerpo astral, por un lado, y abrir nuestro “sensorium”, u ojo espiritual[1], por otro. Consistente con lo expresado en otras ocasiones, siempre me resulta estimulante proponer experiencias vivenciales y escuchar –o leer- las opiniones a posteriori, cotejándolas con las propias.

La práctica se realiza al aire libre, en contacto pleno con la naturaleza –sobre hierba o césped, preferiblemente rodeado de árboles. El o la practicante debe vestir completamente de blanco –tanto en su ropa exterior como interior; esto tiene como objeto resultar “resonante” con la luz –entendida como vibración- lunar, y descalzos. Debe hacerse en cualquier momento inevitablemente nocturno entre el comienzo del Cuarto Creciente y el comienzo de la Luna Llena. Con la Luna a la vista –preferentemente sobre nuestras cabezas en alguna posición de modo que esté cuando menos sesenta grados sobre el horizonte- debemos llevar la  mirada ala misma y comenzar a girar sobre nosotros mismos (tratando de no perder contacto visual con la Luna) a la mayor velocidad posible, mientras pronunciamos en voz alta la palabra “¡Evohé!” (pronúnciese “evojé!”, con la “j” muy suave)[2] una y otra y otra vez. Esto debe sostenerse hasta que literalmente perdamos el equilibrio, dejándonos entonces caer al suelo y permaneciendo, mirando la Luna, con los brazos abiertos y las piernas bien separadas hasta que la respiración se normalice. Si se practica en grupo, entonces los participantes tomarán sus manos entre sé (derecha palma hacia arriba; izquierda palma hacia abajo) y girarán en ronda. Dado que esto hace que el equilibrio se sostenga por el grupo, deberá consensuarse previamente un guía o líder del grupo quien estará atento para cuando el grupo comience a perder uniformidad de movimiento y coordinación, dando entonces la indicación de soltar las manos (dejándose todos, en consecuencia, caer al suelo).

Esta técnica debe ser repetida una vez por mes, tanto tiempo como el practicante necesite para percibir la apertura del sensorium. Y luego repitiéndola, para evitar su aletargamiento.

[1] “Sensorium” es término coloquial en ciertas sociedades iniciáticas, como la Orden Hermética y Pitagórica, para referir lo que algunas culturas llamaron “tercer ojo” o, más modernamente, “percepción extrasensorial”. En términos esotéricos el “sensorium” es un “órgano”, de naturaleza astral y espiritual a la vez que, precisamente por ello, permite observar los planos sutiles.

[2] Esta palabra, empleada desde la antigua Grecia por las Vestales, se traduce como “¡Aquí estoy!”, y es derivada –en su función- del aún mucho más antiguo Rito de Orientación de los hierofantes egipcios.

 

 

 

[1] “Sensorium” es término coloquial en ciertas sociedades iniciáticas, como la Orden Hermética y Pitagórica, para referir lo que algunas culturas llamaron “tercer ojo” o, más modernamente, “percepción extrasensorial”. En términos esotéricos el “sensorium” es un “órgano”, de naturaleza astral y espiritual a la vez que, precisamente por ello, permite observar los planos sutiles.

[2] Esta palabra, empleada desde la antigua Grecia por las Vestales, se traduce como “¡Aquí estoy!”, y es derivada –en su función- del aún mucho más antiguo Rito de Orientación de los hierofantes egipcios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *