Estamos tan mortalmente aferrados a nuestro ego, a nuestra individualidad, a nuestra conciencia material, en definitiva, al imperio de nuestros «yoes», que nos resulta imposible (y, si lo logramos, aterrador) percibir de alguna manera qué significa, cómo se vivenciaría la disolución de nuestra personalidad, de nuestra individualidad. Y la confundimos con la Nada. Pero en definitiva, por un lado no sería más que el reflejo microcósmico (otra vez) de esa Trinidad macrocósmica donde Tres son Uno pero distintos a la vez. Y por otro lado, poder vencer la ilusión de nuestro ego nos abriría a varias comprensiones; la primera de ellas, que nuestro visceral, atávico temor a la muerte no es más que la consecuencia necesaria del aferrarnos a nuestro ego. Sólo cuando comprendemos que «estar siendo» ser humano nada tiene que ver con ser en el Ser, podremos superar ese atavismo y descubriríamos que no habría miedo a la muerte porque la muerte poco sería.
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Espectacular