En diversos artículos me referí en extenso al avanzado conocimiento que diversos Pueblos Ancestrales (pero en lo limitado de mis conocimientos e indagación en el terreno, acoto aquí el comentario a Toltecas y Mexikas) tuvieron de lo que en particular hoy denominamos Radiestesia y, en un sentido general, Energías Telúricas que son contemporáneamente el campo de estudio propio de la Geobiología.
Ya en el 2008, llamó poderosamente mi atención entre otros enigmas el haber hallado que en Xochicalco, verdadera «universidad del espíritu» (para más información sobre al particular ingresar a nuestro sitio web) ese saber había dejado evidencias indubitables, por ejemplo, en el Juego de Pelota Este (el otro, el del Norte, se encuentra en pésimo estado y aún cuando la reconstrucción del anteriormente nombrado no nos consta que sea absolutamente fidedigna al original, cuando menos la comprobación «in situ» de sus particularidades energéticas es aún hoy, constante). En efecto y tal como comenté en esa oportunidad, al recorrer con mi juego de varillas (conocidas como «dualrods») el predio comprobé que una intensa línea de energía penetraba rectilínea en el ámbito del Juego de Pelota, pero al comenzar a caminar entre los dos muros laterales, esa línea comenzaba a desplazarse siguiuendo un trazo zigzagueante (tal como se ve en la foto).
Este efecto no podía ser casual, y es evidente que existe una alta probabilidad que esa alteración en el recorrido del la línea de energía telúrica bien podría haber sido provocado ex profeso por la propia arquitectura del Juego de Pelota. No olvidemos que es en el mismo Xochicalco donde se encuentra el fascinante observatorio subterráneo donde, cada equinoccio, la luz del sol al mediodía provoca, además del efecto «tubular» de la luz, el (aún por los técnicos del Instituto Nacional de Arqueología e Historia) conocido como «efecto Rayos X».
Un manejo tan hábil de los recursos arquitectónicos con fines ora tecnológicos, ora espirituales, no va en conflicto con mi suposición, entonces, que era conocedores a sabiendas del cambio en la dirección de la línea de energía telúrica y, de hecho, se buscaba a propósito ese efecto. Bastaba vincular el aspecto de «rayo» que tomaba dicha línea de energía y recordar la importancia simbólica de la Serpiente, para concluir que, quizás, el Juego de Pelota, antes que reconstrucción supersticiosa del devenir del Universo, era una forma de dinamizar energéticamente a los guerreros.
Cada viaje suma nuevas sorpresas. Algunas, magníficas y que rutilan en el firmamento de la atención colectiva. Otras que parecen solaparse entre los meandros del recuerdo, a la espera, quizás, del guiño cómplice de lectores agudos. Aquellas, hito inevitable en las guías turísticas. Éstas, sólo conversaciones de sobremesa.
La experiencia y los años me han enseñado que es alejándome de los conglomerados turísticos donde se acunan las historias realmente interesantes. Porque de las otras (y en las otras) ya ha caído el ojo avizor del documentalista, del escritor bestsellerista. Y ni hablemos de los investigadores de «tour» vacacional que pasan a vuelo de pájaro y escriben sus reseñas con la guía trilingüe del folleto de turno.
Así que siendo coherentes con ese espíritu es que hallé otra evidencia de ese manejo de energías Telúricas en los «baños de Netzahualcoyotl», en el cerro Tecutzingo, por el rumbo de Texcoco, adonde llegamos con mi mujer Mariela de la mano de Julio Víctores, el alegre y entusiasta investigador y amigo que junto con su familia ganó nuestros corazones y cautivó nuestra atención. Con Julio, por cierto, realizamos otras prospecciones que comentaré en otra ocasión: permítaseme ahora dirigir la atención de ustedes a este punto en particular.
El cerro Tecutzingo atesora misterios y leyendas. En él se encuentran las celebérrimas «Cuevas de Tecutzingo», que aquél «rey – poeta», en tiempos que no era rey y quizás ni siquiera aún poeta pero sin duda ya incipiente ingeniero, ordenó cavar con fines defensivos. La leyenda dice que se extendía por debajo de todo el valle adyacente hasta las serranías próximas. La leyenda dice también que era un laberinto que Dédalo envidiaría, con respiradores, puertas – trampa y otros «cazabobos». Dice la ¿leyenda? que un grupo de tlaxcaltecas, lanzados en persecusión de los hombres de Netzahuacoyotl, fue conducido hacia el interior de estas galerías, selladas las entradas y salidas y cegados los respiraderos, sometiéndolos a una muerte lenta y horrible allá, en una profundidad donde aún sus huesos nos esperan…
Por cierto, la experiencia de recorrer en parte estas cuevas es muy sugestiva: aún habiendo estado en laberintos calcáreos de gran monta (como la «Caverna de las Brujas», en nuestra argentina provincia de Mendoza) este corto trayecto tiene un «peso» específico propio. quizás los innumerables «orbs» que inevitablemente aparecen allí en toda fotografía señalen que el lugar tiene alguna connotación energética particular. Y a tenor de lo que encontraríamos más tarde, no es de extrañar…
Cumplido el ascenso al cerro, comenzamos a ver y recorrer ls obras hidráulicas de esos «baños» que sin duda no lo eran en un sentido profiláctico. Cisternas vinculadas por acueductos, canales que se extienden por centenares de metros en ese cerro, y vienen desde distancias en algunos casos de diez kilómetros, reuniendo el agua de llevia y de los deshielos… La obra es magnífica, y ha hecho que se llame a Netzahualcoyotl el «Da Vinci americano».
Lo que creo que es un insulto: El gran Leonardo nunca llevó sus grandes ideas más allá del papel. Netzahualcoyotl las realizó íntegramente todas. El homenaje sería llamar a Da Vinci «el Netzahualcoyotl europeo».
Aunque la imaginería popular ha llamado a una cisterna «baño de la reina», a otra «baño del rey» y así sucesivamente, es indudable que de tratarse de «baños» se vincularía más bien con abluciones rituales y ceremoniales. Y muy posiblemente, terapéuticas. En el «baño de la reina» realizamos nuestras habituales prospecciones radiestésicas.
Y hallamos un fenómeno muy interesante: en el fondo de la misma, el péndulo gira en un sentido dado (no importa cual, ya que sabemos el sentido de giro del péndulo radiestésico es una respuesta convencional neuromotriz a la percepción a nivel inconsciente de la información dada, ver mi trabajo «Por qué funciona el péndulo radiestésico», en «Al Filo de la Realidad»), pero al colocar el pie dentro de una «huella» artificialmente trabajada en el fondo de la cisterna, el péndulo comienza a girar en sentido inverso.
No hay sugestión posible: el experimento puede repetirse las veces que se desee, y ese cambio de dirección asociado a un «calce» perfecto del pie humano señalado y tallado a propósito al fondo de la misma tiene, sin duda, una razón específica que por ahora se nos escapa.
La otra comprobación interesante fue comprobar que la principal línea de energía telúrica del cerro corre a lo largo y exactamente por debajo del acueducto principal que baja del cerro. Tampoco admito que esto sea casual: más bien creo que se trata de combinar el aprovechamiento hídrico del agua para además emplearla como vía conductora o potenciadora de aquella energía telúrica, que se dconcentraba en las cisternas, seguramente con fines curativos.
Tal vez no imaginen ustedes a toltecas o mexikas con péndulos o varillas de rabdonante. Pero hoy sabemos que la Radiestesia sólo se vale de objetos físicos como amplificadores o «soportes» de una facultad de percepción que es natural e intrínseca a la naturaleza humana. Ergo, desde siempre sabemos que existen otra maneras de percibir y «captar» estas radiaciones telúricas; recuerden, por caso, que he enseñado que en Piriápolis y de la mano del amigo y maestro Carlos Rodríguez, aprendimos a emplear el dedo anular como «detector de campos telúricos», como ya he explicado en su momento y lugar. Y observando la riquísima iconografía de Xochicalco tengo la sensación que el conjunto de «mudras» y posturas de neto corte orientalista perpetúan el recuerdo borroso de acceder a otras formas de conocimiento sutil.
En este proceso de recuperación del respeto que debemos a los pueblos ancestrales, es un acto de humilkdad reflexionar, como yo hiciera sentado en las gradas del «teocalli» o templo ceremonial de Tecutzingo, en un hecho anecdótico pero ilustrativo: allí, frente a mí, a un tiro de piedra, quizás unos quinientos metros, corría otra serranía, un bajo cordón abrupto paralelo al cerro donde me encontraba. Me explican que allí muere la Falla de San Andrés. Sí, la misma, responsable de tremendos sismos en estos siglos y cuyas consecuencias las modernas ciudades cercanas pagaron en estas décadas altos precios. A sólo 500 metros. Y miro a mi alrededor, y constato que ni ningún acuducto, ni el templo, ni otra obra de Netzahualcoyotl ha sufrido en cinco siglos el menor daño por terremoto alguno. Sí, alguna destrucción aquí y allá. Y en todas, la piqueta del hombre es la única responsable.
imaginar poder hacer lo mismo con nuestros acueductos, donde las tuberias que transporte agua a nuestros hogares pudiera energizarse con la energia telurica.. y por supuesto agregando otros muchos otros ingredientes energeticos, la forma de almacenamiento, la forma de las tuberias, a traves del uso de la numerologia y simbolos aureos, podria no solo mejorar nuestra salud, sino tal vez elevar nuestra conciencia.. y asi con todo, organizando los sembrad{ios para mejorar la fertilidad, organizar el espacio fisico de nuestros hogares, barrios o urbanizaciones.. una arquitectura bioenergetica, con materiales igualmente energizados, sería el principio de un sistema organizado para unir lo astral con nuestra dimensión. Aunque es una vision bastante utópica.. Tal vez Gustavo podrias comentar algo sobre lo que podría ser la Arquitectura moderna añadiendo elementos y conocimientos de estas ancestrales.
Hola Alvaro:
La arquitectura no esa ni mi fuerte ni mi camino, pero te remitiría -así como a cualquier interesado- a los aportes sobre Geomewtría Sagrada en ese sentido; es de aesperar que todo este trabajo de divulgación sirva, quizás, para motivar a especialistas en distintas disciplinas, más idóneos que yo, a aplicarlos.
Un abrazo.