Descuento que el título de este artículo habrá desconcertado, incluso, a nuestros más conspicuos lectores. Lo siento; pero no había forma más sucinta de aglutinar los cuatro conceptos vertebrales de este texto y convendrán ustedes conmigo que, en aras de una hipotética síntesis del título, sacrificar cualesquiera de ellos sería cuando menos injusto. Cabe entonces y como única resolución a esto, explicar el porqué reunir -algunos dirían que de manera más propia de una “asociación ilícita”- conceptos aparentemente tan dispares. Lo dicho: a partir de datos ciertos, el relato será altamente especulativo. Pero, ¿qué sería del periodismo de enigmas y misterios, sin esa zona crepuscular entre la información y la especulación? (Mientras tengamos claramente a la vista la naturaleza de tal).
Sí quiero acentuar esto: la mera noticia de los hallazgos científicos relativos a Europa son una novedad en sí misma que merece ser difundida a parche batiente. De forma tal que la tan remanida “especulación” parte aquí de bases firmes y se transforma, entonces, en una prospección filosófica sobre lo Desconocido.
No habrá entonces, mejor manera, que segmentar la nota en acápites temáticos.
De los ¡79! satélites o “lunas” de Júpiter (aún recuerdo cuando en la escuela primaria repetíamos como un sonsonete “Júpiter-es-el-planeta-más-grande-del-sistema-solar-y-tiene-doce-lunas”…) Europa es el sexto en tamaño y junto con Callisto, Io y Ganímedes uno de los cuatro considerados “probables” para la existencia de vida. Desde 2013 se vienen realizando (sin la repercusión pública masiva que hubiera merecido) una serie de descubrimientos apasionantes (desde esa fecha, en parte por observaciones del telescopio espacial Hubble y en parte resultados enviados desde la sonda Galileo), resultados que recién ahora han completado los análisis pertinentes. Según Mike Brown y Samantha Trumbo, científicos de Caltech (Instituto Tecnológico de California), y Mónica Grady, científica planetaria de la Universidad Liverpool Hope, éstos serían:
- Europa está cubierta por una gruesa corteza de hielo bajo la cual, y hasta la superficie sólida propiamente dicha, existe un océano de hasta 100 kilómetros de profundidad, con alta presencia de sales “de Epsom”, del tipo de las presentes en la sal de mesa, nutrientes del suelo, etc. La presencia de estas sales señala interacciones químicas proclives a la vida dentro de los parámetros que conocemos.
- Se ha descubierto que esta luna está compuesta por placas tectónicas, lo que indica deriva de la superficie, actividad sísmica y volcánica.
- Eso explica el descubrimiento de fuentes hidrotermales en el fondo de ese gigantesco océano, actividad que crea un “caldo de cultivo” similar al de la Tierra en tiempos primigenios al elevar sensiblemente la temperatura del agua.
- Se ha confirmado un interesante nivel de oxígeno en la superficie. Aquí permítaseme señalar algo que a muchos parecer escapárseles: si bien en creencia popular que se precisa oxígeno para la vida (lo cual es cierto) tiende a exagerarse la importancia de su presencia: muchísima gente se sorprende aún hoy cuando se les cuenta que en la atmósfera terrestre el oxígeno apenas supera el 20 %, siendo el nitrógeno (casi 78 % ) el dominante, y el resto, gases raros.
- Mónica Grady propone entonces a la luz de estos datos una teoría interesante: según ella, están dadas todas las condiciones para que Europa albergue vida compleja, incluso, teoriza con “cefalópodos gigantes” como especie dominante en ese hábitat. Incidentalmente: conocemos de sobra la inteligencia de pulpos y calamares en la Tierra; es especulativo imaginar hasta dónde puede llegar esa inteligencia en un medio ajeno y sin -posiblemente- depredadores mayores.
- Finalmente, también se ha descubierto potentes campos magnéticos sumamente variables. Quizás producto de la actividads geotérmica, de la presencia de Júpiter o ambas a la vez, estas marcadas variables magnéticas de Europa se ven amplificadas por el medio salino que es ese océano, altamente conductor. Es evidente -sobre lo que regresaremos- que esos variables campos magnéticos, entonces, estarían “barriendo” a esas presuntas especies acuáticas desde su génesis misma.
Magnetismo y paranormalidad
El investigador Maurice Townsend, en un artículo publicado ya en 2006, anticipa una teoría sobre la cual los parapsicólogos académicos han trabajado mucho en los últimos años: que las variabilidades del campo geomagnético induce fenómenos parapsicológicos. Por un lado, si esas variaciones son acusadas pueden producir alucinaciones. Pero en consonancia se ha observado que la “potencialidad parapsicológica” de ciertos individuos se “dispara” en lugares donde el magnetovariómetro registra cambios bruscos de más de 0,5 Hz, como las “Pulsaciones Pc1”, provocadas por cambios en la magnetósfera que oscilan entre 0,2 y 5 Hz, y las “resonancias Schumann”, generadas por los rayos que caen en todo el mundo, con frecuencias de 7, 8, 14 y 26 Hz (Hertz). Incidentalmente, los enclaves de tales variaciones suelen presentar también “picos” de observaciones de OVNIs, con lo cual la “hipótesis paranormal” del fenómeno -que atribuye a “exteriorizaciones simbólicas de lo inconsciente” o “ideoplastias”.
Sin entrar en tales andariveles, señalemos entonces lo consistente de esa teoría (además de alimentar verdaderas audacias imaginativas. Por ejemplo; ¿serían menhires, dólmenes y cromlechs colocados a sabiendas en puntos de variabilidad magnética para atenuarla o intensificarla en razón de ceremonias ancestrales llevadas a cabo en esos lugares?) y preguntémonos: extrapolando ello a Europa, una luna Europa poblada por cefalópodos avanzados, ¿podrían sus campos magnéticos en constante fluctuaciòn haber excitado secularmente la “paranormalidad” de los mismos, al punto de transformarse en una verdadera “carga genética” transmitida -excitada y desarrollada- de generación en generaciòn?. Una raza de cefalópodos inteligentes y psíquicos…
Y aquí llega Lovecraft
Padre de la literatura de “horror cósmico” (¡bendito seas, San Google, que desde que te has manifestado nos ahorras a los escritores aburridas introducciones niveladoras para los no conocedores!) supo imaginar un universo de monstruosidades que marcan a quien lo lea. Ya he adelantado en otros espacios que quizás Lovecraft (no soy en esto original en absoluto; muchos investigadores del misterio coincidirían conmigo) no “inventó” todos sus personajes y anormalidades inter y extraplanetarias. Sea por cierto legado familiar, por su propia correspondencia con otros esoteristas o fuentes aún más oscuras, lo suyo, si no devino de un “culto” preexistente, tuvo impensados seguidores, tan extravagantes, curiosos y sorprendetes como él mismo.
En su saga aparecen una y otra vez los Profundos, seres de una civilización acuática, habitantes de la sumergida ciudad de R’yleh (escuchar Podcast) en constante relación telepática con los Dioses Primigenios, casi omnipotentes y arcaicas monstruosidades cósmicas. Lovecraft mismo dice -si la memoria no me falla- aquello que “la salinidad d ellos océanos de la Tierra facilitaba el control sobre esos seres y sus acciones”.
Europa. Cefalópodos quizás inteligentes, campos magnéticos variables e intensos que podrían activar su paranormalidad. No puedo evitar la curiosidad, así como el escalofrío, de pensar qué descubrirán o -quizás peor aún- sentirán los primeros astronautas que se acerquen a esa luna…