El Chamanismo es absolutamente científico. Algunos calificarán esta afirmación como audaz –y quizás lo sea- pero es inevitablemente cierta. Su “audacia” es una apreciación subjetiva; su certeza es un dato objetivo. Y de ello trata este artículo.
Si el lector entiende “cientificismo” como diplomas y uniformes blancos, laboratorios y estadísticas, le será difícil comprender el vínculo. Y es que estaría confundiendo “cientificismo” con “academicismo”. Vivimos en una época dominada por el “paradigma científico”, pero dicho paradigma tiene más que ver con que lo que la gente “no científica” (medios de comunicación incluidos” entiende como tal, que con lo que la ciencia, como metodología del pensamiento, es realmente. En efecto; cuando un estudiante universitario da por ciertas algunas premisas porque figuran en sus libros de texto o lo sostienen sus profesores, está “creyendo” y su actitud es, en ese sentido, “mágica”. Cuando un aprendiz de chamán repite y comprueba los resultados de aquello que le enseña su maestro, su actitud, en cambio es “científica”.
Porque la Ciencia (o, diríamos mejor, el “pensamiento científico”) demanda dos premisas: verificabilidad y repetibilidad. Es decir, que una afirmación de resultados pueda ser comprobada (y no se sostenga sólo en el “criterio de autoridad” que le asignamos a alguien, más allá de sus títulos y currículum) y que, repetidos los pasos, obtengamos idénticos resultados.
El Chamanismo no presentará –no son sus herramientas- estadísticas, gráficas y protocolos. Pero propone a quien desande el mismo Camino, la vivencia, es decir, la experimentación, de ciertos resultados. Es innecesario quizás insistir en que se trata de algo vivencial. Pero viviéndolo, cada uno, cada una, será testigo de aquellos resultados. Es decir, verificará y, repitiendo una y otra y otra vez las experiencias, accederá a resultados similares. Similares si no idénticos, por el hecho que, al interactuar el inasible campo de lo espiritual, cada experiencia lo ubicará en un nivel distinto, deseablemente superior, de comprensión.
No deja de resultarme divertido que los escépticos (o debería decir más correctamente. Los refutadotes) de los resultados de la experiencia chamánica nunca han realizado tales experiencias. A priori, niegan, porque en sus parámetros de Realidad nuestras afirmaciones, la de los practicantes del camino chamánico, son poco más que especulaciones vacías. Ejemplo perfecto de pensamiento mágico: como “no creen”, no tiene para ellos sentido invertir tiempo y esfuerzo (y dinero) en hacer la experiencia. Hijos de un modelo cultural que entiende que lo único “real” es aquello que puede depositarse sobre la mesa de un laboratorio y no (otra vez) lo que se verifica y repite… Y no son ajenos a este prejuicio muchos periodistas y “comunicadores sociales” que entienden que desde esa postura adquieren etiqueta de “serios” y “objetivos” cuando menos frente a un público que se queda en las formas tanto como ellos. Confundiendo manzanas con peras, afirman que las experiencias chamánicas son punto menos que “alucinatorias”, q en su ignorancia (sin ánimo de ofender; dicho esto en el estricto sentido etimológico de la palabra) suponen que “experiencia chamánica” es el trabajo con peyote, ayahuasca u alguna otra Planta Sagrada (alucinógena) desconocido la multitud de herramientas (temascales, “ensoñaciones”, caminatas espirituales…) donde la apertura a la percepción supranatural se hace a partir de un estado de consciencia ordinario.
Suele leerse por ahí artículos que difunden los resultados de experimentos en ámbitos académicos o universitarios, donde un grupo de científicos somete a algunos chamanes al testeo y control de sus instrumentos y criterios, ponderando resultados que hacen hincapié en observaciones fisiológicas “anormales” –en términos, otra vez, estadísticos- que pondrían de manifiesto cierta capacidad “especial” de aquellos cultores en términos de resistencia física, control orgánico, percepciones sensoriales. Poner de relieve esos resultados suma, en tanto y en cuanto, en una sociedad tan rehén de la “mirada académica” como la nuestra puede significar un respaldo intelectual. Pero entender que necesitamos de ese marco para etiquetar como “científico” al Chamanismo es, a mi modesto entender, casi patético: una muestra de baja autoestima de quienes, irónicamente, reivindican una espiritualidad pero son deudores culposos de una materialidad pragmática.