El pueblo de Yungay, en Perú, fue sepultado por una avalancha junto con sus veinticinco mil habitantes. Pueblo, gente, mascotas, autos; todos quedaron sepultados por once metros de catástrofe.
En el páramo de la imagen hubo hasta el domingo 31 de mayo de 1970 a las 3:25 de la tarde, un pueblo: Yungay, en Ancash, Perú. Ese día un terremoto de magnitud 8 asoló la región. La gente del pueblo estaba tratando de superar la confusión del momento cuando, apenas pasados tres minutos, del nevado de Huascarán, al fondo (la aparente lejanía es sólo ilusión de la foto) llegó un alud de lodo, piedras y hielo que sepultó en segundos la localidad y a sus 25.000 habitantes. Sólo se salvaron 200 escolares que asistían a una función de circo en las proximidades y 92 personas que, en el cementerio sobre una loma, quedaron por encima del aluvión. Estuve allí, dejando mis respetos a las víctimas entre las que hubo héroes como las tripulaciones de dos aviones, uno ruso y otro argentino, que se estrellaron al acudir al rescate, y realicé algunas psicofonías, cuyos resultados compartiré. Lápidas y cruces que se ven no son tumbas, sino recordatorios de familiares de dónde se encontraban, bajo once metros de tierra, las viviendas de sus muertos. Todos permanecen allí.
La tragedia comenzó mientras finalizaba el terremoto. Una cornisa de hielo, de unos mil metros de ancho, ochocientos de profundidad y cien de altura, que por el calentamiento global “asomaba” desde la cumbre del Huascarán (6.700 metros de altura) desde unos años antes. Andinistas habían reportado el peligro, pero nadie hacía caso. En 1962, hubo un desprendimiento de rocas y tierra que corriò ladera abajo, pero quedó detenido por la poca pendiente del terreno. Cuando ocurriò la tragedia de 1970, la masa de hielo que a una velocidad de 270 kilómetros por hora se dirigió hacia el valle no sólo no fue detenida por era de piedras y tierra sino que en realidad la destrabó, y mezclándose y transformándose en lodo, en un poco menos de tres minutos y medio a partir de cuando el terremoto había finalizado, alcanzó al poblado.
Fuera de la trayectoria de caída, existía –existe aún- un estadio. En su interior se había levantado la tienda de un circo y ese día doscientos alumnos del pueblo asistían a la función. En un improvisado camarín en la parte alta, el
payaso se estaba maquillando cuando por una ventana ve, a lo lejos, el monstruoso alud. A los gritos sale corriendo y comanda la movilización de los niños hacia una salida y una calle lateral elevada, de forma tal que cuando el desastre llega al estadio en forma de un ola de poca altura –por la relación de ubicación respecto al pueblo- los chicos ni siquiera se mojaron los pies.
En el cementerio, unas noventa personas, en su mayoría ancianas, visitaban a sus seres queridos difuntos. El cementerio –volveremos por un dato extraño sobre él, luego- que tiene forma de “torta” de cinco pisos, se encuentra sobre una loma, en las afueras de Yungay. Cuando la avalancha llega, sólo sepulta hasta el segundo piso y esa gente logra salvarse apiñándose en la parte más alta, junto a un gigantesco Cristo que lo corona.
Pero ninguno, del resto de los veinticinco mil habitantes de un pueblito a quien el naturalista italiano Antonio Raimondi había llamado, a mediados del siglo XIX, “Yungay Hermosura” por su belleza colonial, pudo salvarse. La ola de barro, hielo y piedras tuvo más de once metros de altura y sepultó todo: sólo un par de trozos de la construcción de la iglesia quedaron por encima y están, aún hoy, como mudos testigos de ese Apocalipsis.
Pero la tragedia era aún mayor en todo el departamento. Un total, estimado, de 65.000 muertos. El único aeropuerto, el de Huaraz, también fue destruido y como si no bastara para el horror los dos primeros aviones que concurren con ayuda (el “Callejón de Huaylas”, lugar de los hechos, se encuentra, aún hoy, a unas ocho horas por carretera serpenteante en la montaña desde Lima, a unos 3.100 metros de altura s.n.m.) uno argentino, otro ruso –entonces, soviético- y un helicóptero peruano, caen a tierra el primero al no poder aterrizar y al tratar de levantar vuelo estrellándose contra un cerro, y al mar el segundo, al querer regresar a Lima y ser víctima de una inesperada tormenta, con la muerte de todos sus tripulantes. Lo mismo ocurrió con el peruano. Hoy, sendas placas en rocas del lugar –gigantescas rocas arrastradas desde la montaña por el alud- los recuerdan para la eternidad.
Hay un giro caprichoso y extraño en esta historia. Donde fue construido el cementerio citado supo haber, antes, ruinas arqueológicas de la cultura Recuay, muy remota en el tiempo. Yungay no está lejos de la llamada “cueva del
Guitarrero”, donde se encontraron evidencias de la más antigua localización de comunidades humanas en Perú, alrededor de once mil años antes de nuestra Era. Y el arquitecto suizo que construyó el cementerio lo hizo aprovechando ese sitio ceremonial indígena, incluso, sus piedras labradas para tal edificación. Por ello su forma circular, en distintas terrazas. Lo extraño es que donde tantos vivos murieron, los muertos “sobrevivieron”, casi, como una maldición ancestral.
La tragedia de Yungay fue un desastre que enluto muchas familias en el Perú.
Podría haber sido evitada? No lo creo, la grieta del Huascaran que mencionas no fué ocasionada por el calentamiento global, sino por el efecto contracción-expansión que sufre el hielo en el verano e invierno a travez de los siglos. esto tambien se aprecia en todas las montañas con hielos eternos. Los tecnicos de entonces calculaban que los desprendimientos de masa de hielo podrían producirse de vez en cuando, un ejemplo es el del 1962. Lo que no pudo predecirse fue un terremoto de tal intensidad que el desprendimiento de la masa de hielo fuera tan grande, sumado a otros desprendimientos de menores, que genero una ola de barro y piedras que se deslizó hacia Yungay.
A consecuencia del terremoto, no solamente la carretera de acceso estaba bloqueada, sino todas las carreteras del la zona de los departamentos de Lima y Ancash, hasta las de La Libertad estaban intransitables. Esa es la razón por la cual solamente por vía aerea era posible acceder a la zona. No hay que olvidar que tambien otras ciudades habíans sido afectadas, por ejemplo Chimbote, donde hubieron muchas victimas,
Directamente no me afectó, eso si algunos conocidos míos tenían familiares en la zona de desastre, muy triste.
Tu artículo me ha hecho retroceder en el tiempo, te agradesco tu trabajo.
Me enteré de esto hace poco en un documental en TV.
Pero no era tan preciso como tu narras sobre los aviones, ubicación y los pocos q se salvararon.
(Así es la Naturaleza Bella pero Bravucona! )