Quizás el tipo era un asceta. Pero la imagen no lo ayudaba. Hacía tiempo que negaba a su cuerpo pecador el contacto con la virginal agua pura y sus modales no diferían mucho de los de un marinero bengali en celo. Pero todos los días se sentaba en silencio en el último banco de la iglesia y el cura ya se estaba acostumbrando a su presencia, quizás incómodo por el ceño adusto de algunas señoronas de filas más adelante.
Pero esa tarde, mientras alguien murmuraba un rosario y las cabezas gachas buscaban vaya a saberse qué, el tipo se tiró un sonoro pedo.
El cura se avalanzó a pasos agigantados, rubicundo de ofuscación y entre dientes que reteniendo su ira más le asemejaban al siseo de una serpiente que a la trompeta de un ángel, le espetó su irrespetuosidad. «¡¿Cómo te atreves hacer eso en presencia de Dios?!», fueron sus palabras.
El tipo, humildemente, se puso de pie, musitó una disculpa y se encaminó a la salida. Pero a mitad de camino se detuvo, con los ojitos brillantes, y girando un poco el cuerpo le preguntó:
– Perdón, padre, pero… puerde usted indicarme dónde no está Él para poder hacerlo?
Y el cura mentalmente dijo: Touché jajaja!
Reblogueó esto en Murmúrios Da Alma!y comentado:
Diria divinal! Enjoy!