CUÁNTICO: Palabreja proveniente del abstruso campo de la Física especulativa y experimental de frontera (conocida como «Mecánica Cuántica») a la que como metafísico oxímoron devenido en banda de Moebius acuden algunos seudoespiritualistas para construir su discurso, el mismo que, paradójicamente, tiene historia de descalificar a la ciencia académica pero a cuya terminología acuden presurosos a la hora de resultar sensiblemente más chic.
ADN: iniciales de «ácido desoxirribonucleico», ladrillos basales de la vida en términos fisiológicos que los mismos seudo espiritualistas sostienen poder modificar, no mediante manipulación genética sino con herramientas meditativas oportunamente canalizadas. O no tan oportunamente, porque descendieron a este plano después de la popularización, en la década de 1990, del Proyecto Genoma Humano.
En síntesis, no puedo dejar de pensar qué sugestivo resulta que tanto seudo espiritualista llene su bocaza con terminología robada a mano armada del campo de las ciencias más duras con tal de parecer modernoso. O más «científico». Como esos «científicos» a los que, por otra parte, mira por sobre el hombro de su ascendente caminar hacia 4D. Y allí los tenemos, comparando fotones con desaveniencias conyugales, cromosomas con alucinaciones hipnagógicas, la identidad entre el Macrocosmos y el Microcosmos con el tango Cambalache. Ésta es la aggiornada espiritualidad de principios de este siglo XXI, donde tantos (y tantas) creen y pontifican tener respuestas para los problemas ajenos aunque en sus vidas propias la dura realidad -claro, en 3D- les impacta sonoramente por debajo de sus líneas de flotación. Y después me preguntan porqué, en vez de materializar símbolos de luz, vuelvo una y otra vez sobre los profundos, meticulosos pero sobre todo, coherentes y honestos metafísicos del siglo XIX, los alquimistas y espagiritas del Medioevo, los sabios de las eras antiguas…
Cuántos cuentos cuánticos, podría haber titulado esto…
No tienen la culpa!! To es un engaño extraterrestre y no saben!!
Es verdad, pero sin embargo los egos de un lado y otro son demasiado grandes como para congeniar: me refiero tanto a «canalizadores» de mensajeros de las estrellas como a científicos ortodoxos apegados a sus conocimientos academicistas…