«Vampirismo energético» sobre el planeta

Los petroglifos descriptos en la nota
Los petroglifos descriptos en la nota

Curándome en salud debo anticipar que la génesis de estas reflexiones es quizás tan particular como las mismas. Acabo de regresar de un nuevo viaje de investigación a Uspallata, en la argentina provincia de Mendoza (sobre el que iremos ampliando en sucesivas notas, podcasts y un documental en video que pronto llegará) aunque, de alguna manera, todo preanunciado luego de mi primera visita, en «Uspallata: un Shangri-La ufológico» .

El punto es que esta «teoría» (llámenle «especulación, si quieren) surgió… en un sueño. Claro, contundente, a pleno color, bien desarrollado en mi mente. ¿El inconsciente «organizando información o una especial «conexión» con el lugar?. Tomen ustedes la postura que deseen; yo tengo la propia. Y sé también que para algunos aprecerá una tontería; piensen que no compartirlo, en todo caso, sería muestra de mezquindad de espíritu, lo que me parece más grave que ser tonto.

Y es esto: tengo hoy la certeza que la destrucciòn y ataque ecológico sistemático de ciertas áreas del planeta tiene, más allá del objetivo económico y la desidia como justificativo, la clara intencionalidad de desprender, desarmonizar, drenar (usen el término que deseen), vaciar la energía de específicos «sitios de poder», naturales o artificiales. Y tantos años de desandar los caminos d elas Sabidurías Ancestrales me ha demostrado que, a su vez, la conexiòn y -si se me permite- la «retroalimentaciòn» de las personas que viven o frecuentan esos sitios es indiscutible. ¿Su efecto perceptible?. Capacidad latente (si lo hace o no, es albedrío de lo que haga el indiuviduo, lo cual es espiritualmente coherente) de empoderarse, manejar esa energía en términos espirituales, físicos, intelectuales. En consecuencia, si se «deprime» enegéticamente un lugar, se priva a esas personas de esa conexión. La consecuencia más inmediata: la carencia de esa energía, de esa conexiòn, no solamente debilita al individuo en términos ya mencionados sino que lo hace tanto susceptible de manipulación como de buscar, inconscientemente, sustitutos. Es parte de la naturaleza de la economía energética del Universo la tendencia -desde lo subatómico a lo macroatómico- a buscar aquello que falta lo que, en términos hipersimplificantes, es una definiciòn de Entropía (en cuanto a la tendencia de la energía a distribuirse uniformemente en todo un sistema). Esos sustitutos (una tendencia nercial a buscarlos que sería absolutamente subliminal y casi imperceptible) puede estar en «creencias» pre formateadas, químicos distractivos, «liderazgos» carismáticos, seductores e igualmente «vampirescos».

Pero en ese sueño, también, se manifiesta -y si lo disimulo para evitar el giro del dedo índice en la sien que harán algunos sería un hipócrita- otra consecuencia: que los individuos, miles, millones, simplemente sigan buscando «algo» (lo indefinible pero enormemente perturbador que subyace detrás de toda «angustia existencial») y ese «buscar», no desde la proactiva y erótica actitud de aprehender Conocimiento sino desde la thanática pulsión del «me falta algo», «no sé que me pasa», sea simplemente lo que libera energía de esos miles, millones… nutriendo de alimento a entidades no físicas que trabajen, así, en colaboraciòn casi simbiótica con sus representante humanos.

En este viaje pude volver a estudiar una de las «semiplenas pruebas» que hoy veo de lo intuido. En el enorme campo de petroglifos del cerro Tunduqueral, unos, en particular, fueron vandalizados -como muestra la imagen- en parte partida la roca y en parte cubierto con resina epoxi amarilla. La roca «cortada» puede suponerse obra de algún ladrón de antigüedades, tratando de obtener milenarios petroglifos para vender en el mercado negro. Pero, ¿los vandalizados con epoxi?. No hay motivos políticos o partidarios, y si tengo que suponer fanatismo religioso, ¿porqué no todas, o cuando menos, muchos más?. ¿Porqué ésas, y no otras?. Ya lo señalé en el artículo arriba citado: es conjunto es el fácilmente monitoreable dede la cima del cerro, donde los chamanes llevaban a cabo seguramente sus rituales, a modo de «atril» escénico. Como «manual de instrucciones» claramente disponible para quien ceremoniara.

«Pienso que somos propiedad de alguien o algo. Que somos como ganado…»  escribió, hace un siglo, el «padre de lo extraño», Charles Hoy Fort. Pienso que tal vez ha tenido sueños similares.

Pero si a usted le perturba esta idea, relajese. Tal vez no fue mucho más que un sueño, tras tres mil kilómetros de carreteras y cuatro días de intenso caminar entre la montaña y el desierto.

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